Diego Dalmau Pereyra fue remitido a la embajada argentina en Chile como delegado de inteligencia a raíz del fracaso de la operación para que Ibar Pérez Corradi incriminara a Aníbal Fernández en el tráfico de efedrina y el triple crimen de General Rodríguez. La semana pasada, Pérez Corradi reveló en una entrevista telefónica desde la cárcel de Marcos Paz, con Carla Pelliza de El Destape, que Dalmau Pereyra era el jefe de Contrainteligencia de la AFI enviado por el gobierno nacional a Asunción, donde estaba detenido, para negociar las condiciones de su extradición. A cambio de beneficios en su lugar de detención en la Argentina debía incriminar a Fernández, con datos que le suministraría la AFI, según el mismo esquema denunciado por los ex abogados de Leonardo Fariña, que el valijero cantor niega.
Pero, ¿quién es el hombre que desde la asunción de Maurizio Macrì y Gustavo Arribas suplantó a Antonio Horacio Stiuso en la dirección de contrainteligencia de la AFI?
Oficial del Ejército, hoy de 53 años, fue el egresado con el mejor promedio de la Escuela de Inteligencia de Ejército. Como premio, lo enviaron por dos años a perfeccionarse en la Escuela de Inteligencia de Colombia. Pero no llegó a viajar. Según su propio relato, mientras esperaba para viajar a Bogotá, lo destinaron al edificio de la calle Viamonte, al lado del entonces Batallón de Inteligencia 601, donde funcionaba el espionaje interno prohibido por la ley. “Si sigo y me voy, cuando vuelva me van a hacer hacer cosas ilegales y terminaré preso", dice que pensó. Por eso pidió el retiro, estudió comunicación y consiguió entrar a la SIDE. Stiuso lo tenía entre ojos y lo mandó a guardar por años a la Escuela Nacional de Inteligencia (ENI), como profesor de Inteligencia Estratégica. Tanto sus compañeros en la ENI como en la Escuela de Defensa Nacional (EDENA) afirman que era brillante. Un ex profesor de la EDENA llegó a afirmar que deslumbró a todo el curso con una descripción de la plurinacionalidad boliviana. Odiado por Stiuso, fue protegido desde la Comisión Bicameral de Inteligencia por Silvia Majdalani, quien al asumir como subdirectora en 2016, lo convocó para suplantar a Stiuso. Su involucramiento en la tentativa de utilizar a Pérez Corradi como colaborador para incriminar a un adversario político indica que no basta con oponerse a Stiuso y ser capaz en el oficio.
Pato y Lilita
Los ofrecimientos que el gobierno de Macrì le hizo a Pérez Corradi no los realizó Germán Garavano, de cuyo Ministerio de Justicia depende el programa de protección a testigos e imputados colaboradores, sino la ministra de Seguridad Patricia Bullrich. El rol de Dalmau Pereyra en este caso, es similar al de Marcelo Sebastián D'Alessio en el del ejecutivo uruguayo de Pedevesa, Gonzalo Brusa Dovat, y explicita la cara oculta de un gobierno que pregona transparencia desde las cloacas.
Bullrich también se encargó de poner en caja por cuenta del Presidente Macrì a su antigua aliada Elisa Carrió, como antes lo había hecho su colega bonaerense, Cristian Ritondo. La semana pasada narré en el programa radial Habrá Consecuencias la denuncia presentada por Carrió ante el doctor Glock, por la consulta que la Policía Federal hizo vía Interpol con las autoridades mexicanas en febrero de este año acerca de la presunta detención de un hijo de la heroína cívica libertadora en México, con armas y drogas. La Policía Federal es una de las fuerzas de seguridad que maneja Bullrich. Luego del chequeo oficial, con participación del canciller Jorge Faurie, la conclusión fue que no había ninguna causa contra el hijo de la diputada y que no había sido detenido.
La misma versión había circulado por internet a principios de 2017. En abril de ese año, en un programa de la actriz Mirtha Legrand, Carrió había acusado por ello al ministro de Seguridad Bonaerense, Cristian Ritondo, al entonces diputado de PRO Mauricio Longin Dalessandro y al editor del sitio de extorsiones SEPRIN, Héctor Alderete. Según Carrió, eso ocurrió en represalia por haber denunciado en febrero que el jefe de la policía bonaerense Pablo Bressi protegía al narcotráfico. El Hada Buena lo respaldó, pero al mes siguiente de la aparición televisiva de Carrió, lo cesanteó. En aquel programa le preguntaron por qué Macrì no la defendía.
—Esa es la pregunta del millón —respondió ante el estupor de sus contertulios.
Añadió que se había cansado de que los que había mencionado se beneficiaran por la imagen de lucha contra la corrupción que ella había instalado, y que ella se quedara sola ante denuncias en su contra que atribuyó al entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti. Carrió había pedido el juicio político de Lorenzetti.
Macrì permaneció en silencio, sin impulsar el juicio político, pero gozando de los beneficios de la denuncia, que acorralaron al hasta entonces invulnerable Von Ihering de Rafaela. En octubre de 2018, el Presidente creyó darle la estocada final a Lorenzetti, al promover su reemplazo como presidente de la Corte por el ex abogado del Grupo Clarín Carlos Fernando Rosenkrantz, uno de los dos supremos que Macrì introdujo por la ventana en la República Autónoma del Cuarto Piso en cuanto asumió. Se equivocó, porque Horacio Rosatti, que se sumó a la maniobra para desbancar a Lorenzetti, tardó poco en hacerle saber a Rosenkrantz que las pilas de los timbres que apretaba se habían secado, y conformó un bloque peronista con Juan Carlos Maqueda y el propio Lorenzetti, para despojar a Rosenkrantz de todos los atributos de la presidencia hasta reducirlo al nivel de sus colegas. Un hombre o una mujer, un voto, y nada más. Poca gente más sensible que los jueces a los vientos políticos, y cuanto más alto el cargo, más fina esa percepción.
En otra aparición fulgurante, en octubre de 2018, Carrió agregó durante un acto en la Universidad de Derecho de Corrientes que Macrì debeía elegir entre ella y Angelici.
Angelici “son los barrabravas, los contenedores, el arreglo con los jueces, los equipos de fútbol, Fútbol para Todos, Moyano, Nosiglia. Yo defiendo la gobernabilidad”. Si no elige, Macrì cae, porque “la Argentina va a luchar”. También dijo que había perdido la confianza en que Macrì luchara contra la corrupción, frase bastante más comprensible que otra que suele repetir, que apoya a Macrì para luchar contra la corrupción.
Esta andanada no podía pasar sin consecuencias. Macrì es uno de los que sirven la venganza como un plato frío. Cuando grita y dice que está caliente es porque simula.
El último episodio
Al mes siguiente, en noviembre del año pasado, Carrió envió un mensaje flamígero al presidente de la Iglesia Católica, Oscar Ojea. El prelado se reunió con un grupo de políticos jóvenes de distintas fuerzas, en preparación el Encuentro Mundial de la Juventud, que se realizaría en Panamá en enero de 2019. Uno de los asistentes fue el representante de Carrió en la Auditoría de la Ciudad Autónoma, el ingeniero Facundo del Gaizo. En un aparte, Del Gaizo le entregó a Ojea una carta de Carrió. Decía que la selección de Patricia Bullrich como candidata a la vicepresidencia implicaría la bolsonarización de la política argentina y la via libre a las tres B: Biblia, Bala y Buey, o BBB. Esa expresión se usa en Brasil para caracterizar a los tres grupos que respaldan al ex capitán del Ejército que trepó a la presidencia luego de la destitución de Dilma Rousseff y el arresto y proscripción de Lula. La primera B es por Biblia y se refiere a las iglesias evangélicas y su emporio comunicacional que agitó por Bolsonaro. La segunda B es por bala y engloba a todos los grupos armamentistas al estilo de la National Rifle Association de Estados Unidos. La última B, de Buey, señala hacia los agronegocios, que están deforestando el Amazonas a una velocidad tremenda en medio de una crisis climática que el panel de expertos de las Naciones Unidas considera que está por alcanzar el punto de no retorno, lo cual convertiría en inhabitables vastos sectores del planeta y provocaría la migración desesperada de centenares o tal vez miles de millones de personas.
Los temores de Carrió no se concretaron, y Macrì eligió a Micky Vainilla, cuyo perfil ideológico es el mismo de Bullrich, pero se maneja mejor entre los sillones de cuero y la boiserie de la rosca política. La cuñada de Rodolfo Galimberti, en cambio, se perfecciona en la utilización política de las necesidades y temores de los sectores populares. Su propuesta de un Servicio Cívico Voluntario de Valores para adolescentes que no estudian ni trabajan (¡a cargo de la Gendarmería!) intentaba reclutar 1.200 pibes y pibas vulnerados. Pero se inscribieron 15 veces más: creían que se trataba de un conchabo remunerado en la Gendarmería o el Ejército. También mide la profundidad de la crisis económica la cola de varias cuadras que formaron desde la madrugada miles de jóvenes que buscaban trabajo como guardiacárceles en la Unidad Penal bonaerense de Olmos. Ni Macrì, ni Bullrich, ni el Hada Buena ni Carrió pueden barrer esa realidad debajo de alguna alfombra retórica, mientras siguen entregados a sus juegos florentinos de amores y traiciones.
Con su salud en declive, ya convencida de que Macrì nunca será su aliado en la cruzada moralizadora que en el relato personal que la sostiene da sentido a su vida, la Emperatriz del Oxímoron padece en relativo silencio la extorsión del capobastone que la arrinconó sin perder jamás la sonrisa seductora.
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