El poeta ha muerto
Y con él unas palabras
Que combinadas de un modo
Suenan tristes y macabras.
El poeta ha muerto
Ha dejado algunas sílabas
Que ordenadas por su rito
Dan el ritmo de su vida.
El poeta ha muerto
No perecieron sus palabras
Sus sílabas y sus ritos
Perdurarán allende su vida.
El poeta ha muerto
Pero a pesar de su adiós,
No nos ha dejado solos
Nos quedaron sus sonidos.
El poeta ha muerto
Pero lo mejor de él prosigue
Nos quedaron sus palabras
Sus ritmos nos pertenecen.
El hombre ya ha muerto
Juan Gelman/Julio Maier ya no existe
Pero su ejemplo perdura
Su humanidad permanece.
Julio Maier
Me gusta hablar de Julio como poeta y no de otro modo. El poeta ha muerto y la contundencia de esa estrepitosa afirmación duele.
Estos días su muerte provocó un torrente de prosas que lo recuerdan, que lo mencionan como un jurista de una talla poco habitual, de un Maestro en la academia, de un defensor del Estado de Derecho, todo ello muy cierto.
Yo quiero en estas breves líneas traer una estampa del poeta, para compartir con quienes no tuvieron la dicha de tenerlo cerca.
Recuerdo hace unos años en un salón del Instituto Gioja en la Facultad de Derecho, una reunión realmente inusual que compartimos con el poeta, con Jaime Sorín y mi amigo Coco Garfagnini para pensar estrategias para la defensa de Milagro Sala. Coco, que desconocía quien era Julio, arremetió con la lógica más sensata para explicar razones que el derecho no siempre termina de entender y el poeta, convencido en sus dotes pedagógicas, intentó explicar los tipos penales, los estándares probatorios y las lógicas jurídicas; sin embargo, esas abstracciones dogmáticas no convencieron a su contrincante y el debate fue intenso y apasionado. La lucha fue dura y no arriesgo afirmar quien salió triunfante.
Sin embargo, creo que un tiempo después se saldó esa contienda. Lo sospecho porque vi llegar a Coco en el medio de una hermosa guitarreada entre el humo de unos choripanes que ponían épica a un quincho sindical, en el que les abogades de todo el país que representamos víctimas del Terrorismo de Estado nos cobijábamos del invierno macrista; cuando se dirigió directamente a donde estaba el poeta y le entregó una botella del vino Pascana, de las bodegas Dupont proveniente de Maimará, de la amada Jujuy del poeta.
Don Julio, por temor a que los sedientxs compañerxs que veníamos de bailar zambas hacia un buen rato decidiéramos abrir aquel regalo, se fue hasta el estacionamiento a guardar su trofeo en su auto, para luego regresar con una quena y regalarnos una serenata a lxs presentes.
Así son los poetas.
Un años antes de aquel encuentro, lo habíamos invitado a participar del cierre de las III Jornadas de Abogadxs querellantes en causas de lesa humanidad que se llevaban adelante en la Ex ESMA. Lo primero que nos sorprendió fue que nos preguntó si podía participar de las jornadas completas y no asistir solo al cierre para presentar su ponencia, quienes estábamos en la organización de ese evento gustosxs le dijimos que sí. El primer día de las jornadas se discutiría, entre otros tema, la responsabilidad del Poder Judicial en el Terrorismo de Estado, recuerdo como si fuese hoy, que levantó su mano para pedir la palabra y, con una grandeza que solo tienen los poetas, explicó que no sabía si correspondía opinar o no sobre lo que debatíamos porque él había ejercido la magistratura durante la dictadura cívico-militar.
Así son los poetas.
Los poetas además de escribir poesías, se ríen con ganas, bailan en los carnavales, gritan desaforadamente en la cancha, toman vino, hacen amigues en las peñas, saben qué cocinar a lxs que quiere, ofrecen “su floja ayuda”, aman a su amor a través de los años.
Los poetas como Julio, además, creen en la Justicia y te enseñan a creer en ella, y se embroncan y se indignan ante las infamias y la indecencia.
Estos, además de poetas, son nuestros Maestros.