El periodismo en su laberinto
Un 7 de junio atravesado por amenazas a la libertad de prensa
El Día del Periodista, recordado la semana pasada, coincidió con los seis meses de mandato del primer gobierno luego de 40 años de democracia, el que de modo más desaforado ha encarado su aversión al periodismo entendido como un modo de hacerle saber a la población lo que los poderosos no quieren que sepa. Este principio que postulara George Orwell y que desarrollara como nadie Horacio Verbitsky, ha estado presente en la Argentina y otros países en estos tiempos.
En uno de los recordatorios más recientes, hace un mes y medio, en la Universidad Internacional de Valencia, Vicente Vallés inició su discurso con una cita a Verbitsky, como es posible apreciar en un video breve (reel, ver aquí) en las redes digitales. Durante el acto en el que recibió un doctorado honoris causa en el Palau de l'Exposició de València, el director y presentador de “Antena 3 Noticias 2” destacó la importancia del periodismo en democracia.
En Latinoamérica, dos semanas atrás, medios de prensa venezolanos recordaron “la investigación realizada por el periodista y escritor argentino Horacio Verbitsky, Operación Puma”. La novedad para recordar lo que presentaron como “el plan de Macri y María Corina Machado” fue un acto de la candidata opositora donde flamearon banderas de Estados Unidos, a seis años de que Machado le pidiera a Benjamín Netanyahu una intervención militar de Israel en Venezuela.
En la Argentina, el mismo día, Jorge Fontevecchia repitió en varias entrevistas por radio la misma definición, que inspiró una enorme pancarta en la redacción de la editorial Perfil, a la que fueron invitados dos centenares de colegas para que la habitual celebración fuera una jornada de reflexión. A la hora de la fotografía grupal, el director de esa empresa llamó a su lado al director de este Cohete, nacido a raíz de otra censura durante el anterior gobierno de derecha.
En estos meses, Perfil ha sido uno de los blancos de las diatribas del titular del Poder Ejecutivo, quien buscó atacarlo en el espacio de los mercados, donde se autopercibe más cómodo.
La respuesta simbólica más sutil, y que mejor concatena los tópicos que conviven en estos resabios autoritarios, es el homenaje a José Ignacio López, el periodista que se animó a preguntarle al dictador Jorge Videla por los desaparecidos, con lo que motivó uno de los momentos más dignos de la historia de las conferencias de prensa. ¿Alguien puede contraponerle una equivalencia en términos de precisión, asimetría de poder, despojo de toda irreverencia y eficacia en el resultado?
Comparados con el hambre, los problemas de expresión podrían parecer menores para quien no ve la relación: la censura no es contra los periodistas sino contra la sociedad, para que no grite lo que se sufre abajo y en pos de que no se entere lo que se trama arriba.
Es probable que el abanico de frentes que abrió el nuevo régimen busque trivializar los conflictos, al punto de tornarlos indistinguibles, mientras se lleva adelante un salto cualitativo en las relaciones de poder. Así como descartaron la obsoleta herramienta dictadura, preparan el reemplazo de la desgastada herramienta democracia. Faltaría vislumbrar cómo sería ese gobierno distópico de las corporaciones en un mundo administrado por sus propios dueños. Una tarea para el futuro periodismo.
El sendero está tapizado de ejemplos, compilados en un reciente llamamiento titulado Nada para celebrar: un día del periodista sin libertad de expresión, firmado por más de 2.000 periodistas y comunicadores, en el que el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) enumera la violenta represión en coberturas de noticias, la restricción a trabajadores de prensa –en la asunción presidencial sin reporteros gráficos o en una jura de ministros sin acreditados–, la eliminación de la pauta oficial y la parálisis del FOMECA, la destrucción de medios públicos, el cierre de Télam, la baja de los sitios web y redes de Radio Nacional, TV Pública y Contenidos Públicos del Estado, en sintonía con el desguace del INCAA, el vaciamiento del ENaCom, más la prohibición de toda discursividad contraria a reproducir la desigualdad de género, entre salarios de pobreza y precarización.
Quienes consideran que el periodismo es una herramienta para mejorar la sociedad democrática, irreemplazable por las redes digitales, lo hacen en el reconocimiento de que “el proceso democrático tuvo errores, tiene deudas, pero destruirlo no hará mejor la vida”. Señalan que “las obligaciones de abstención de censura de parte del Estado y el compromiso con las políticas públicas de fomento de la cultura y la comunicación inclusiva son parte necesaria del resguardo de una sociedad que no derive hacia el autoritarismo”.
Ya que la Argentina firmó a favor del respeto de la libre expresión una declaración promovida por UNESCO, sería propicio preguntarle a la senadora que después de votar la ley Bases irá como embajadora a ese organismo de las Naciones Unidas cuáles serán sus iniciativas para asegurar tan preciado bien simbólico.
Con un jefe de Estado más atento a sus intereses internacionales, la persecución a la prensa quedó en manos de su gabinete. En la semana que culminaba en el Día del Periodista, el abogado de narcos que funge como ministro no encontró tarea más vital para la “afianzar la Justicia” que mandar a querellar periodistas.
El emprendedurismo penal de Mariano Cúneo Libarona contra Nancy Pazos y Darío Villarruel halló sensata respuesta en el fiscal federal Ramiro González, quien confirmó la ausencia de delito de opinión al conjeturar que personas expulsadas del sistema que buscó promover el bienestar general no hallaren mejor recurso que saquear un depósito de alimentos cuya distribución fue postergada sin explicación ni sanción.
La respuesta fiscal no brotó por azar, cual lluvia fortuita, sino gracias a la fertilidad de un terreno labrado durante décadas por quienes empujaron sus arados, aún con viento en contra, como en los tiempos en que el dictador tiraba manotazos al aire en procura de alcanzar alguna respuesta; cuando Rodolfo Walsh legaba su Carta Abierta a la Junta Militar antes de ser desaparecido en la ESMA, o Verbitsky continuaba la tarea de la Agencia Clandestina de Noticias cuatro décadas antes de fundar El Cohete, donde sabemos seguir fieles al compromiso, asumido hace décadas, de dar testimonio en momentos difíciles.
Compendio de opiniones sobre el periodismo y su relación con el poder, realizado por la editorial Perfil:
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