El perfecto desconocido

“Lago Escondido. Soberanía en juego”, la lucha por el control real del territorio

 

“Lago Escondido. Soberanía en juego” es el último trabajo cinematográfico de Camilo Gómez Montero, realizador nacido en Corrientes que decidió documentar la séptima marcha federal al conocer la violencia con que una patota defensora del capital privado atacó a los manifestantes en febrero de 2022, en el paraje El Foyel, provincia de Río Negro. El documental de una hora tuvo su preestreno en febrero del año pasado en el Festival Internacional de Cine de Pehuajó (provincia de Buenos Aires) y desde marzo se proyectó en 17 provincias argentinas de la mano de activistas que participan de las marchas federales al lago encerrado por Hidden Lake SA, firma controlada por Tavistock Group, del magnate inglés Joseph Lewis.

El documental no propone discutir la idea de soberanía, como podría suponerse desde el título. Más bien acerca un relato sobre modos de vincularse con la naturaleza y de habitar el territorio, la tensión y contradicción entre cosmovisiones, diríamos tomando el lenguaje y las imágenes que los pueblos originarios del Abya Yala comparten con el conjunto del movimiento social. En el pensamiento dominante, la relación con la naturaleza está mediada y moldeada por la experiencia de la vida urbana, que impone una profunda distancia entre las vidas cotidianas de las grandes mayorías y el pulso íntimo de los espacios naturales más alejados. En ese canon, opera una construcción de la naturaleza como bien de consumo para billeteras VIP, una idea unidimensional de paisaje desprovisto de vidas, donde lo nativo es exótico.

 

El realizador Camilo Gómez Montero.

 

Mirar este documental me hizo ver que más de veinte años del conflicto por el libre acceso a las costas públicas del Escondido y de acaparamiento de tierras y fuentes de agua dulce en la Patagonia, en zona de fronteras; cristalizó imágenes que alejan de la experiencia vital del territorio.

Conozco varios lagos patagónicos de origen glaciar, muchos como un par de riñones unidos por una angostura, con sus tonos en las aguas, el color de las rocas que las bordean y cierta vegetación dominante. Sin embargo, en este caso, la mansión de Lewis es la imagen más conocida del lago Escondido, extraña en su estilo constructivo y sus materiales. La propiedad privada es la imagen que se impone sobre la casa común, la naturaleza, hace repensar el relato de Gómez.

El documental muestra pies y suelo, brazos apoyándose para poder andar los kilómetros del camino de montaña, el cansancio de los marchantes, la relación entre esfuerzo físico para acceder a la costa del lago y la distancia que se recorre. Documentó tramos, grupos de personas, traslados en kayac y botes en otro lago pequeño que está en las inmediaciones del límite oeste del predio de 12.000 hectáreas de Hidden Lake. Muestra esa relación vital que se juega en el vínculo directo con el territorio que, en este caso, está en conflicto.

Para la gran mayoría que no accedió y tal vez no pueda hacerlo en mucho tiempo, la navegación desde el oeste hacia el centro del lago, hasta la pequeñísima isla Soberanía, es una experiencia nueva. En esta zona, el pueblo mapuche se llama a sí mismo lafkenche (gente del agua), justamente por navegar los lagos que son parte del territorio, uniendo espacios y poblaciones. En la isla Soberanía se registró un momento clave que expone la naturaleza del conflicto: cuando los manifestantes llegan a la isla, desde la costa sur, personal contratado por la estancia y vecinos afines también se trasladan en lanchas camufladas hasta el mismo lugar, pretendiendo extender la propiedad privada a la isla. Trasladaron a policías a la isla, a quienes uno de los abogados que integran la marcha federal les explicó que la isla no es privada, sino pública.

 

Western de la vergüenza

La lucha por el control real del territorio también es una experiencia vital. En ese sentido, el documental registró un caso que podría pensarse de instauración de “estado de excepción”, tomando la formulación del teórico italiano Giorgio Agamben para experiencias de mayor gravedad en la violación de derechos humanos a la población civil indefensa. Es posible suponer que el Estado moderno se replegó del camino Tacuifí el 1 de febrero de 2023, entre las 11 y las 18 aproximadamente, quedando el lugar en poder del más fuerte, en este caso un centenar de hombres y mujeres a caballo, encapuchados, enfurecidos, sorbiendo las babas de la impunidad. La guardia de policía rionegrina con escudo no actuó con autoridad propia, ni respondiendo al Estado sino al grupo que detentaba el poder de la fuerza en ese momento. La cara visible fue Pablo Puchy, quien se exhibió en todo momento con las llaves del portón metálico en sus manos.

Un grupo de ocho manifestantes ingresó por un sendero llamado huella andina, para recorrer Tacuifí desde adentro (no desde la ruta 40), la vieja servidumbre de paso pública que se marcó sobre el camino de uso tradicional de animales. El libre acceso por ese lugar es eje de la demanda judicial y política ya que es el lugar más corto y de mejor condición para acceder a la cabecera Este del lago, tanto es así que el magnate lo eligió para emplazar su residencia VIP.

 

 

Un dron acompañó el desplazamiento de ese grupo, que vivió uno de los momentos más dramáticos de esa marcha federal. En un film de ficción, la mejor adrenalina surgiría de las imágenes aéreas que se desarrollan a partir del minuto 52, las que se corresponden a la violencia perpetrada después de las 16 y antes de las 17 de ese 1 de febrero.

Joel Sverdlik (53 años) es abogado, vive en la ciudad. Vestía una remera del seleccionado argentino. Tenía una botellita con agua en una mano. Corrió hacia el bosque buscando protección. Dos jinetes lo acorralaron. Una mujer policía lo golpeó con un palo en la espalda. Caído en el suelo, dos jóvenes lo patearon en la espalda; alguno le rompió una costilla. Uno de los jinetes le pasó por encima. Tuvo miedo. Temió por su vida y la de sus compañerxs. Las imágenes aéreas condensan esa información, que rememoró para esta nota.

 

 

El polvo de las pisadas de los caballos da cuenta del calor de esa tarde, con el aire cruzado a golpes de rebenques, con gritos de dolor y alaridos triunfalistas, con un grupo de por lo menos treinta personas contra ocho adultos desarmados, en cacería humana. Cualquiera que tome las fotos de la reportera Alejandra Bartoliche (de la agencia Télam, Bariloche), otra de las víctimas de la agresión, y las coteje con las imágenes del documental, podría perfectamente identificar a los jinetes y a los otros agresores. Boina y faja roja, caballo claro a la izquierda; sombrero de fieltro negro, camisa negra, caballo oscuro, a la derecha. Ambos acorralaron a Joel. El de la izquierda lo pasó por encima.

Joel es querellante en la denuncia penal contra los agresores identificados, que se tramita en juzgados de la circunscripción Bariloche de la justicia provincial. Está demorada la audiencia de control de la formulación de cargos por los delitos de lesiones graves y leves, que no reflejan la gravedad del cuasi secuestro de los ocho manifestantes, a merced del rabioso grupo de atacantes por lo menos durante una hora, hasta ser evacuados por una ambulancia que los trasladó hasta el hospital público de El Bolsón.

Otro elemento que documenta este trabajo es el tristísimo papel de la policía provincial, en cumplimiento de órdenes tan inquebrantables que las sostuvieron ante las cámaras en todo momento, casi hasta la humillación.

Del 4 al 8 de febrero próximo se realizará una nueva marcha federal por la soberanía al lago Escondido convocada por la Fundación Interactiva para Promover la Cultura del Agua (FIPCA).

En poco más de cien años, el Nahuel Huapi se hizo un lugar en el imaginario y la cultura con sus grandes dimensiones. A unos pocos kilómetros más al sur, a 800 metros sobre el nivel del mar, se hizo famoso un desconocido casi 80 veces más pequeño.

 

 

 

 

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