El rasgo preponderante de la situación internacional es la concentración y centralización del poder financiero (el 1% de la población mundial es propietaria de entre el 70 y 90% de los recursos económicos globales). Somos testigos y victimas involuntarias de un creciente proceso de financierización de la economía global que afecta las relaciones internacionales, en sus dimensiones políticas e institucionales y —lo que es gravísimo— la vida cotidiana de la humanidad desprotegida, millones de seres. La rentabilidad del capital depende cada vez más de la especulación financiera, en todos los ordenes, con un conjunto de graves efectos estructurales para América Latina :
--Una economía caracterizada, cada vez menos, por la realización productiva; en la cual la economía real y la inversión productiva tienden a restringirse al ámbito de las empresas transnacionales.
-- El sistema financiero goza de libertad absoluta, sin regulaciones, reglas o protocolos, lo que lo ha convertido, en una suerte de dictadura financiera global, en el contexto de un total anonimato que facilita su impunidad.
--Se trataría de un capitalismo que ya no necesita de un Estado-Nación para su pervivencia, ni su expansión. Por tanto, EE.UU. y sus centros económico e institucional (New York y Washington, respectivamente) dejan de manera progresiva de ser el espacio territorial de localización del capitalismo mundial.
-- En paralelo (por causalidad o casualidad), el poder imperial-hegemónico muestra su irreversible declinación, sin capacidad de recuperación. De la hegemonía unipolar resultante de la caída de la URSS; ahora el siglo XXI se inicia con por lo menos dos nuevos centros de poder mundial. China, con capacidades para constituirse en nueva superpotencia económica; y Rusia, con condiciones de superpotencia militar. Configurando un entramado entre ambos actores con proporciones de alianza estratégica vis a vis los EE.UU. Como contra-cara, EE.UU. es el mayor deudor mundial y tiene en China su mayor acreedor. Esta situación de EE.UU. en el mundo se complementa con la ruptura del pacto económico-social de posguerra al interior de esa nación. Y la pérdida relativa de sus capacidades en ciencia y tecnología.
-- Como rémora del pasado inmediato, desde el Consenso de Washington, el poder financiero global aún gobierna a gran parte de los Estados-Nación y regiones del mundo, a través de una política común, el neoliberalismo en sus diversas expresiones. Una mecánica que hasta hace poco tiempo se presentaba como un indiscutido y eficaz instrumental de gobernanza para importantes regiones del mundo.
--Un reaseguro complementario lo constituyen la monopolización de los medios de comunicación tradicionales y la fuerte influencia en los nuevos medios alternativos, con gran eficacia en la construcción de orientaciones culturales en cada sociedad.
--En este contexto general (económico-social, institucional y cultural) reaparece con renovada fuerza la intención de los EE.UU. de hacerse, ahora sí, del espacio geoestratégico que tempranamente en 1823 señalaba la doctrina Monroe (como respuesta al intento de recuperación de las colonias por parte de la Santa Alianza). Se trata de un regreso peligroso para los países de América Latina. El otrora poder hegemónico global, ahora en discusión, intenta asegurarse extraordinarias fuentes de recursos naturales estratégicos ubicados en lo que ellos consideran su patio trasero. América Latina como reserva estratégica y retaguardia, para un futuro incierto en que ya queda descartada la unipolaridad.
--El regreso a la región ha sido tan efectivo como contundente. En pocos años el quiebre político-estratégico de Brasil fue acompañado por la sistemática destrucción (económica, social, institucional, científico-tecnológica y cultural) de la Argentina. En un caso, el golpe de estado institucional y el encarcelamiento para la proscripción. En el otro, por la vía electoral. Ello sugiere que el poder hegemónico regional ya no global, actúa con conocimiento de cada realidad nacional y con flexibilidad y realismo para lograr sus objetivos en la región. El debilitamiento estructural de los dos países con capacidades de liderazgo en Sudamérica se complementó con los múltiples intentos para derrotar la revolución bolivariana en Venezuela; el entorpecimiento del proceso multicultural inclusivo con crecimiento económico en Bolivia. Y el recurso del Caballo de Troya en Ecuador con un candidato aparentemente confiable, que ya en el gobierno reinstaló los intereses de las élites conservadoras y el alineamiento a los EE.UU. Todo ello para aniquilar diferentes expresiones de rebelión en América Latina y hacerse de sus fuentes de recursos estratégicos.
La Argentina en año electoral
Este año es una oportunidad para recuperar por la vía democrática la soberanía nacional para el desarrollo con inclusión social.
Ello requerirá una gran capacidad de análisis para prevenir y responder adecuadamente a los diversos montajes y escenarios, destinados a garantizar la conservación de lo ya logrado por el neoliberalismo en Argentina; que, a no dudarlo, no tiene disposición de perder, tanto las elites locales como la potencia hegemónica regional.
El primer supuesto es que Mauricio Macri no necesariamente garantiza para los poderes fácticos internacionales la continuidad neoliberal en la Argentina. Lo cual es gravísimo para esos intereses.
Hasta hace unos meses contaban con una figura alternativa extrapartidaria (Sergio Massa, tal vez ahora puedan contar con Juan Maniel Urtubey. Un riesgo complementario es que la “avenida del medio” se consolide con la candidatura de Roberto Lavagna, sin acuerdo con el Partido Justicialista-Cristina, debilitando así la unidad y fuerza del voto popular, dándole mayores posibilidades al oficialismo).
En la emergencia podrían recurrir a la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, aunque a riesgo de perder el mayor distrito del país. Sostener a Macri en la lógica de acrecentar la confrontación (es decir, Cristina como contrincante y pulmotor de Macri) ya no parece suficiente, por el fortalecimiento paulatino de la eventual candidata y el deterioro del Presidente. Además la estratagema del desprestigio de la ex Presidenta por vía de causas judiciales sin asidero alguno hoy está en franca disolución, con la probanza irrefutable que afecta al fiscal Stornelli y en segunda instancia, al juez Bonadio.
Si algo caracterizó la política exterior norteamericana en los últimos años, es la generación de situaciones de caos en distintas regiones y países. Brasil es una expresión de ello. Se ha instalado una anomia internacional, que permite mucha impunidad intervencionista (no necesariamente militar; sí por estrategias mediáticas de imposición de percepciones y corrupción institucional en el ámbito judicial).
En nuestro caso, un riesgo evidente es a través del fraude electoral. Otro escenario podría consistir en el intento de apresar a la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como provocación y fomento del caos. Hay que estar atentos a las inventivas.
Nunca como en estos días ha tenido tanta vigencia el marco conceptual de la llamada Teoría de la Dependencia de nuestros autores latinoamericanos. Ahora el fenómeno de la dependencia se presenta de manera desembozada, así actúan las elites locales y su mandatario, el pretendido imperio unipolar, que más se parece a un águila herida que a un Estado racional. De allí su renovada peligrosidad para nuestra región.
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