El pecado de Perón
El costo de pretender abarcar todo el espectro político y el desafío de revertir la derrota cultural
Vivimos tiempos difíciles. Ninguna novedad para quien transitó en la Argentina buena parte del siglo XX. Pero además de difíciles, estos son tiempos raros, que pudieron ser trágicos. Cargados de incertidumbre. El país lo conduce un gobierno peronista que, con pocas diferencias, lleva adelante una política neoliberal. Pero los neoliberales lo atacan como si fuera un gobierno clásico peronista. Porque el tema no es sólo económico, sino cultural.
La derecha no tiene ninguna medalla de gobernabilidad para presentarse en las elecciones de 2023. Sólo una carta: el antiperonismo. Históricamente, después del ‘55, el antiperonismo –ya sea gorila, ya sea por sensación– llega en las elecciones a un 40%, una base suficiente para pelearle el poder a los justicialistas. A comienzos de los ‘70, cuando el país atravesaba uno de esos momentos de incertidumbre, el poder real tuvo que admitir que el único que podía poner orden era Perón, y le permitió volver. Perón llegaba como un San Martín redivivo. Sin embargo, obtuvo el 62% de los votos. Después del desastre del macrismo, un 40% de la población votó a Macri. Pruebas suficientes.
En 1945 Perón empoderó a los pobres de la Argentina, la clase obrera, los peones de la tierra y los miserables. Y entró en la historia grande del país. Pero hubo otras circunstancias que se prolongan desde esa época y que todavía tienen vigencia. Perón llegó al poder: un militar arropado por la Iglesia. Para aquellos años, un fascista. Buena parte de la clase media y los sectores culturales rechazaron su llegada. Básicamente una cuestión de clase. La clase obrera peronista recogió esa oposición acérrima y creó la desafortunada consigna “alpargatas sí, libros no”.
Ese enfrentamiento se prolongó hasta la caída de Perón en 1955. La clase obrera era (y es) conservadora.
Desde el exilio, Perón puso en marcha su estrategia para volver al poder. Su proyecto fue ganar todo el apoyo posible: sedujo a la izquierda pero no dejó de reconocer a los peronistas de derecha. Fueron peronistas John William Cooke y José Rucci, el Padre Mugica y el fascista Jorge Manuel Osinde. En una carta a Cooke, su representante en esos tiempos, Perón le aconsejaba tener contactos no sólo con los izquierdistas sino también con representantes de la derecha.
Cuando el Che Guevara fue asesinado en Bolivia, Perón escribió: “Ha muerto uno de los mejores, quizás el mejor, de nosotros”.
Un irreprochable periodista uruguayo tuvo contacto con Joe Baxter, un militante que comenzó siendo nazi, fundó el Movimiento Nacionalista Tacuara y terminó cerca del ERP. Baxter le contó a ese periodista que fue a visitar a Perón en Madrid, y que el General lo trató como a un nazi. Al salir de la reunión, Baxter le dijo a López Rega: “Dígale al General que ya no pensamos como en aquellos tiempos”.
Fue así que el “peronismo” recuperó el poder de la mano de Carlos Menem, quien hizo un gobierno absolutamente liberal: se podía ser peronista de cualquier ideología. Hasta que llegaron los Kirchner, que mejoraron la vida de los trabajadores y además sedujeron a la clase media progresista con su impecable política de los derechos humanos.
Pero la crisis económica actual, con un gobierno peronista, fue alejando a los trabajadores del gobierno. Ya no era el Perón del ‘45. En estos tiempos, algunos obreros ganan más que los empleados de la clase media. Perón deslumbró al pueblo trabajador y lo mismo hicieron los Kirchner con la clase media progresista.
Y ahora nos acercamos a las elecciones decisivas de 2023. Nadie puede predecir cuál va a ser su resultado. El peronismo sigue siendo una fuerza política importante, pero está perdiendo la batalla cultural. Las bases obreras y populares no tienen la épica de otros tiempos. Los avances sobre el feminismo, las minorías sexuales, no les caen muy bien. La ultraderecha convence con una estrategia de cambio. En las elecciones de 2019, el macrismo logró el 40% de los votos pese a ser considerado por muchos argentinos como el peor gobierno de la democracia. En las legislativas obtuvo un triunfo inesperado. Por supuesto, no sólo lo votaron los millonarios, la clase media, sino una buena proporción de los trabajadores.
El investigador Alejandro Horowicz, autor del libro Los cuatro peronismos, dijo en un programa de radio que el 100% de los camioneros vota a Moyano pero el 50% vota a Macri.
¿Podrá la militancia de aquí a octubre de 2023 revertir esta derrota cultural?
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