El papel del recién-venido
Razones por las que la inmigración, tan necesaria para el desarrollo, es rechazada
Las opiniones de que la globalización, tal como fue conocida –y cualquiera sea el significado que se abrace entre los tantos que hay para definirla–, pertenece al pasado efímero, están a la orden del día, tanto como aquellas contrapuestas que oscilan entre negar que eso sucede y las más matizadas que reconocen tropezones, pero que –como todo el mundo sabe– no son caídas. Lo que al ritmo de represión y malos tratos no da lugar a dos puntos de vista diferentes es que las migraciones, uno de los flujos más característicos en la interrelación del planeta, desde la caída del Muro cada vez resultan más entreveradas de digerir para amplias franjas de las sociedades civiles de los países que reciben el título, definitivamente infatuado, de receptores.
Al respecto de aquel pasado reciente, vale recordar que es hasta irónico –o más bien cínico– que antes del final del corto siglo XX, uno de las censuras que más se le endilgaban al socialismo real era que impedía el libre movimiento de sus ciudadanos. Una vez que por la fuerza de los hechos la hasta entonces impasable Cortina de Hierro se levantó y no paraba ni el colectivo, los que de corriente eran países reprochadores pasaron a ser reprochados, al apurarse a establecer todo tipo de inhibiciones migratorias para que los otrora imposibilitados de salir, ahora que nada se los impedía, se les ocurriera semejante cosa. La rememoración del episodio refleja bien el tipo de habas que se cocinan en las últimas décadas en la cuestión migratoria global.
De acuerdo a los datos compilados por la geógrafa Elisabeth Vallet y la politóloga Andreanne Bissonnette, ambas de la Universidad de Quebec, entre 1945 y 1991 se construyeron 19 muros y barreras fronterizas, entre ellos, el de Berlín en 1961. Entre 1991 y 2001, sólo se agregaron 7 muros a los 13 que sobrevivieron a la Guerra Fría. El 11 de septiembre de 2001 marcó un hito en las relaciones internacionales. Uno de los resultados fue que hasta 2010 se habían construido 28 muros anti-inmigrantes más. Para 2017, el total de esto muros y vallas era de 70 y hasta el presente se agregaron un par de acuerdo a la contabilidad de este oprobio que hacen las investigadoras canadienses.
El clásico de la derecha reaccionaria de apostrofar contra los inmigrantes en los países que eso cuadra se inscribe en el gran lema que resume sus más encendidos fervores: todo lo que es pobre o desagradable –ambas cosas establecidas según sus sabios criterios– merece repudiarse. El análisis que hace el filósofo y teólogo jesuita brasileño Mauricio Burbano Alarcón en un trabajo académico que toma como punto de partida la “teoría mimética” del antropólogo francés René Girard –con el objetivo de establecer su aporte para la comprensión de la migración, extensible a los otros objetos de odio, a partir de sus peculiaridades–, resulta con tela para cortar en esta etapa de la economía mundial que se perfila recesiva por la revaluación del dólar global. La revaluación del dólar es la consecuencia más directa del aumento de la tasa de interés de la Reserva Federal (la Fed, el banco central norteamericano) hecha en nombre de atajar la inflación que se desató a escala plantearia por los precios de la energía y los alimentos, por Ucrania-Rusia y la post-pandemia. Esos aumentos en los costos de vida en los países desarrollados despertaron de un muy prologando letargo a los trabajadores organizados que están reclamando no perder el tren y –a su vez– subir un par de escalones en la distribución del ingreso.
Mímesis
La caracterización de Girard de mimética proviene del comportamiento de las personas en pos de asimilarse (de mimetizarse) a un modelo para que dé cuenta de sus deseos. Cuando el modelo se constituye en un obstáculo para alcanzar lo que se desea se está en presencia de una “rivalidad mimética”, la que al andar genera la “violencia mimética”, situación en que los contendientes olvidan el objeto y se entregan a la pelea. Sobre esa base, Burbano Alarcón señala –en relación con uno de los aspectos clave del comportamiento tribal de los seres humanos primitivos– que “en la crisis, la comunidad se indiferenciaba; es decir, las jerarquías sociales tendían a eliminarse. En esas circunstancias, se buscaba de manera aleatoria un culpable (chivo expiatorio), que a la vez era visto como culpable de la crisis y, por lo tanto, el que causaba la perdición de la comunidad; pero, a la vez, pasaba a ser el salvador de la misma porque al eliminarlo, al sacrificarlo, la crisis se superaba, restableciéndose así la paz. Esta doble cualidad de la víctima (culpable/salvador) llegaba a producir lo sagrado”.
¿Cómo se palpa ese pasado en este presente? Cuando se observa la trama cultural que se teje en torno al inmigrante, la serie de abstracciones expresadas en el párrafo inmediato anterior se aprecian en concreto de una. El inmigrante es el que el enfermo de nativismo desea no ser. A pesar de que el inmigrante es pobre y clandestino (un no ciudadano: carece de documentos que lo acrediten como tal), el nativista lo sube al ring como par y lo culpa de ser causa de buena parte de lo mucho que está mal en la vida cotidiana. Lo necesita como enemigo de igual envergadura (pero sin poder defenderse), porque en ese intoxicado imaginario su eliminación devuelve lo que se concibe como normalidad para su día a día.
Lo de sagrado amerita una vuelta de tuerca más. Por caso, alcanzar lo sagrado a los seres humanos del paleolítico les significaba huir de una dificultad acogiéndose a una determinada protección. Lo sagrado era el refugio. Pero esto hoy con los inmigrantes, y no sólo con los inmigrantes, no es factible. Girard argumenta que el fracaso de lo sagrado durante la modernidad puede detectarse fácilmente en algunas variedades de totalitarismo contemporáneo y en formas extremas de nacionalismo, representaciones políticas que encarnan reversiones a lo sagrado primitivo, pero cuya brutalidad es tanto más evidente en la actualidad en la medida en que no se pueden completar con éxito. Tal es su irracionalidad, que las sociedades envejecidas que necesitan a los inmigrantes como uno de los elementos para que el crecimiento del producto bruto no se detenga suelen ser las más refractarias. Y así van oscilando entre darle cauce al odio vía prohibición de entrada o deportación y la rendición ante la realidad de que alguien debe hacer los trabajos tres d (desagradables, decepcionantes y difíciles).
De ahí que Burbano Alarcón, tras caracterizar que “en un mundo globalizado que paradójicamente conserva sus barreras, la migración fácilmente se convierte en el chivo expiatorio de las crisis”, y en la medida en que la teoría mimética ayuda a entender la migración, propone responder a la pregunta: “¿Cómo minimizar los efectos del mecanismo de persecución que resultan en el señalamiento de un chivo expiatorio?”. A continuación, postula que “la respuesta exige considerar los textos de persecución”, que al decir de Girard son “relatos de violencias reales, frecuentemente colectivas, redactados desde la perspectiva de los perseguidores y aquejados, por consiguiente, de distorsiones atávicas”.
Relatos salvajes
De unos cuantos lustros a esta parte, la legislación inmigratoria se fue endureciendo en los países receptores, que mayormente son desarrollados, aunque hay unos cuantos en la periferia. La casi nada de inflación desde la crisis financiera global de 2008 y el bajo crecimiento del producto bruto, pero crecimiento al fin y al cabo, configuraron el escenario en que la cuestión migratoria se puso más áspera de lo que ya venía. No sugieren que aquellos “textos de persecución” cambien el sentido de su ominosa escritura, ahora con la inflación reaparecida en los países desarrollados y la probabilidad de recesión incrementándose. Al contrario, si no se hace nada, la sintaxis odiosa avanzará fuerte.
A todo esto, la Organización Mundial del Comercio (OMC) es el más reciente organismo multilateral que se suma a las voces del Banco Mundial y al pronunciamiento de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) para advertir que se viene el agua en materia de recesión de la economía mundial. El miércoles 5 de octubre, la OMC dio a conocer su pronóstico de desaceleración del crecimiento del comercio mundial el próximo año debido a que los precios de la energía y los alimentos aumentaron drásticamente y las tasas de interés al alza frenaron la demanda de importaciones. Lo azaroso de la situación se traduce en la incertidumbre que campea sobre los pronósticos de la OMC, y así traza una banda de expansión del crecimiento del comercio de 2,0% a 4,9% para este año y de -2,8% a 4,6% para 2023. De acuerdo a los datos de la OMC, las restricciones impuestas por varios países a las exportaciones de alimentos y fertilizantes se redujeron de 57 a 42 en el último mes, pero luego volvieron a subir a 53 debido a los malos presagios. Si la guerra en Ucrania empeora, la contracción se ahondará. Si bien los análisis de la OMC no cubren el sector servicios, en el informe se estima que el turismo va a caer durante 2023. El prospecto es el de un mundo con menos dólares por menos comercio y menos turismo y más que pagar por las deudas externas por el aumento de los intereses.
Los investigadores del Banco Mundial Justin-Damien Guénette, M. Ayhan Kose y Naotaka Sugawara titulan un análisis publicado hace unas pocas semanas con la inquietante pregunta: “¿Es inminente una recesión mundial?”. El trío entiende que la economía mundial se encuentra en medio de uno de los episodios de endurecimiento de la política monetaria y fiscal con mayor sincronía internacional de las últimas cinco décadas porque todos los países están bajando el aumento del gasto fiscal pandémico a marcha forzada en medio del rebrote inflacionario. Sostienen que este endurecimiento sincrónico de las políticas contrasta con las adoptadas alrededor de la recesión mundial de 1975, pero es similar a las implementadas antes de la recesión de 1982, cuando se generó la crisis de la deuda externa de la periferia. Los autores analizan tres escenarios para la economía mundial entre 2022 y 2024, utilizando un modelo a gran escala entre países. En los dos primeros, la economía mundial escaparía de una recesión en 2023, pero experimentaría una fuerte desaceleración sin restablecer la inflación baja al final del horizonte de pronóstico. En el tercero, la recesión es inminente y prolongada.
Así, en el primer escenario, el grado de endurecimiento de la política monetaria que se espera actualmente puede no ser suficiente para restablecer la inflación baja de manera oportuna, en tanto el segundo escenario conlleva una fuerte desaceleración, mientras supone una tendencia alcista en las expectativas de inflación, lo que desencadena un endurecimiento adicional de la política monetaria sincrónica por parte de los principales bancos centrales. En el tercer escenario, la tasa de interés en alza aumenta el riesgo en los mercados financieros globales y daría lugar a una recesión global en 2023. Si la desaceleración global en curso se convierte en una recesión, dicen estos investigadores, la economía global podría terminar experimentando grandes pérdidas de producción permanentes en relación con su tendencia previa a la pandemia, siendo la periferia la que lleva la peor parte y por largo tiempo.
El pasado 3 de octubre, la UNCTAD hizo público su Informe sobre el Comercio y el Desarrollo de 2022, en el que también señala que la desaceleración es sincronizada, afectando a todas las regiones, pero hace saltar las alarmas en los países en desarrollo, donde se prevé que la tasa media de crecimiento caiga por debajo del 3%, un ritmo insuficiente para el desarrollo sostenible. Tal caída exprimirá aún más las finanzas públicas y privadas y perjudicará las perspectivas de empleo. Se advierte que las medidas de política monetaria y fiscal en las economías avanzadas amenazan con poner freno al crecimiento de la economía mundial y prolongar su estancamiento, causando un daño aún peor que la crisis financiera de 2008 y la pandemia en 2020 y estima un crecimiento de la economía mundial del 2,5% en 2022. También prevé que el crecimiento en 2023 se desacelere aún más, hasta el 2,2%, por lo que a finales del próximo año el PIB real seguirá estando por debajo de su tendencia anterior a la pandemia. Esto representaría una pérdida acumulada de más de 17 billones de dólares, cerca del 20% del producto mundial. Además, la UNCTAD vaticina que el alza de la tasa de interés en los Estados Unidos va a recortar 360.000 millones de dólares de los ingresos futuros de los países en desarrollo (excluyendo China). En contraste, los flujos netos de capital hacia los países en desarrollo se han vuelto negativos con el deterioro de las condiciones financieras desde el último trimestre de 2021. En términos netos, los países en desarrollo están ahora financiando a los desarrollados.
El informe de la UNCTAD refiere que 94 países en desarrollo están gravemente expuestos a múltiples choques económicos, lo que aumenta la amenaza de una crisis mundial de la deuda. En tanto, se computa que las monedas de unos 90 países en desarrollo se han debilitado frente al dólar este año, más de un tercio de ellos en más de un 10%; las reservas de divisas están cayendo y los diferenciales en los rendimientos de los bonos se están ampliando, con un número creciente de países afrontando intereses que están 10 puntos porcentuales más altos que los bonos del Tesoro estadounidense. Se calcula que los países en desarrollo ya han gastado este año 379.000 millones de dólares de sus reservas para defender sus monedas, casi el doble de la cantidad de nuevos Derechos Especiales de Giro (DEG) que les ha asignado recientemente el Fondo Monetario Internacional, y encima de ello han sufrido un impacto significativo por la fuga de capitales. En estas circunstancias, según el informe, volver a las recetas de los años '70 o a décadas posteriores, caracterizadas por las políticas de austeridad para responder a los retos actuales, es una apuesta peligrosa.
Textuales
Un mundo envejecido que necesita inmigrantes y los rechaza, empieza a atravesar una crisis recesiva. Lo más probable es que en ese inmediato porvenir aumente tanto la cantidad de nómades desde la periferia hacia el centro y hacia los países periféricos con tradición receptora como la irracionalidad de los electorados encandilados por la derecha demagógica, de los que Suecia, Hungría e Italia son feos botones de muestra. Eso no quita que los que quieren para su país y esta vida otra cosa se desentiendan de la tarea de enfrentar la irracionalidad derechista y sus “textos de persecución”. Y, entre ellos, algunos muy específicos.
Por ejemplo, los datos más recientes del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) indican que a fines de 2021 había 89,3 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo. En 2020 se contabilizaron por 82,4 millones, una menor cantidad. Por lo común, los solicitantes de asilo no puedan regresar a sus países de origen a causa de los conflictos que obligaron a abandonarlo. Entre los “textos de NO persecución” hay que considerar al cambio climático entre los futuros impulsores de la migración. No hay una definición legal de “refugiado climático” mientras las sucesivas manifestaciones extremas del clima los generen.
El problema del cambio climático, que tiene derecho internacional sobre refugiados y la política migratoria en general, como el resto de los intereses bien entendidos de las mayorías nacionales, implica reconocer que la inflación no es un asunto de exceso de moneda por gasto público, sino de costos soliviantados por cuestiones geopolíticas y la política de la Fed, que no considera a la circulación externa del dólar como un problema que la atañe. Lo que está verdaderamente en crisis es la distribución del ingreso y la posibilidad de pagar el endeudamiento externo sin romper las bases del crecimiento. Entender que es lo que está en el ajo es la condición necesaria para derogar textos persecutorios y redactar los de la integración nacional que los reemplacen.
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