Después de largos meses de desencuentros y cortocircuitos, el miércoles se vieron cara a cara en San Francisco los líderes de Estados Unidos y China, Joe Biden y Xi Jinping. Se retomó el diálogo, básicamente se trató de bajar tensiones en un mundo cada vez más complicado, se consideraron temas urticantes como la tensión en Taiwán y el consumo de fentanilo en el país norteamericano, y hubo las correspondientes sonrisas para el apretón de manos y los flashes. Pero luego Biden volvió a decir que creía que su contraparte era un “dictador” y, si bien China trató de no agitar el tema demasiado, el comentario no favoreció al clima de concordia que parecía buscarse.
Se sabe que Estados Unidos se siente dueño de las palabras y las definiciones. Es demócrata un asesino serial como Benjamín Netanyahu y es un dictador Xi o los venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro, entre otros, pero nunca un Pinochet o un monarca absolutista como el saudí Salmán bin Abdulaziz, sus antecesores y sus descendientes, entre muchos más.
En Beijing le preguntaron a la vocera de la Cancillería, Mao Ning, qué pensaba de las palabras del líder de la Casa Blanca. Son “extremadamente erróneas y constituyen un acto político irresponsable”, dijo, aunque en la transcripción oficial que hace siempre el Ministerio chino quitaron ese tramo de la rueda con los periodistas. Mao Ning repitió lo que había dicho Xi en su paso por tierra californiana, donde había estado de joven. El diálogo y la cooperación son “las únicas opciones correctas" para ambas potencias en su relación bilateral.
Fuera del entredicho, en una lateral al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), los dos hombres con mayor poder político del mundo hablaron en una cita junto a sus colaboradores, donde fue sintomático que ningún chino necesitó auriculares, pero no así del otro lado de la mesa. La agenda incluyó las tensiones que agita Estados Unidos en Taiwán, una línea roja que China no permitirá cruzar y donde en enero próximo hay presidenciales. Si valida su gobierno actual el Partido Democrático Progresista, de tendencia independentista, seguramente se agravarán las tensiones. Si en cambio gana el Kuomintang o Partido Nacionalista, podrían mejorar las relaciones con el continente, ya que ambos postulan la premisa de “una sola China”, más allá de sus diferencias. Los sectores más belicosos, tanto de Estados Unidos como de Taiwán, no esconden su deseo de profundizar ahora el conflicto, en la idea que comparten casi todos de que China seguirá creciendo y mejorando su frente de defensa y que cada año que pase se hará más difícil provocarla con una pretendida ruptura de la isla.
La cuestión del fentanilo, un opiáceo que hace estragos entre los consumidores estadounidenses, tiene que ver con que Washington acusa a Beijing de no hacer nada frente a la producción de los “precursores” (solventes, reactivos, etc.) que se usan en la fabricación de esa droga sintética. México intervendría en la triangulación, según Estados Unidos. Como sucedía antes con la cocaína, y lo pagaron con mucha sangre Colombia o México, a la diplomacia estadounidense le gusta atacar las reales o presuntas bases de origen y no hacer nada con la demanda de sus ciudadanos, en una sociedad con evidentes problemas de adicciones. El tema es de fondo y afecta a toda Latinoamérica. Ya lo dijo el Presidente colombiano Gustavo Petro cuando advirtió sobre el cambio de rutas del narco: ya no va tanto hacia el norte, por la baja de la cocaína (reemplazada por el fentanilo), sino hacia el sur, lo que explica el copamiento y la crisis del Estado ecuatoriano –primera escala al sur de Colombia–, el escandaloso caso del uruguayo Sebastián Marset –que le generó su mayor crisis política al Presidente Lacalle Pou– o la puja por la red troncal del río Paraná.
Además de Taiwán y del tráfico de drogas, otros temas hablados por Biden y Xi fueron los usos de la inteligencia artificial, el comercio de microprocesadores con que Estados Unidos busca frenar el desarrollo chino, y la idea de retomar el diálogo entre ambas fuerzas armadas y trabajar juntos ante el cambio climático, ítem en el que habría habido algunos compromisos más serios, ya que se anunció la creación de un grupo de trabajo para cooperar a pocas semanas de la cumbre de la ONU sobre el clima (COP-28). La declaración sigue a las negociaciones de principios de mes en California entre los responsables de política climática de ambos países, Xie Zhenhua y John Kerry.
Como sea, en Estados Unidos hay sectores guerreristas contra China tanto en Washington –con voceros a toda hora como la generala del Comando Sur, Laura Richardson, y medios de ultraderecha– como en Wall Street, con los fondos financieros más concentrados y peligrosos; y otros que, en cambio, tratan de aportar un poco de racionalidad en un mundo donde lo que no sobra es paz, porque el choque entre el “orden” global que fenece y el que alumbra se manifiesta en Ucrania, en el agravamiento del interminable conflicto en Medio Oriente y hasta en el centro de África, y sería catastrófico que se manifestara también en una confrontación directa entre Estados Unidos y China.
Del lado del país asiático, la línea de acción u hoja de ruta hay que buscarla en lo que señaló Xi en la cena de gala con los líderes de APEC y empresarios como Elon Musk, de Tesla, y Tim Cook, de Apple.
Dijo Xi: “La pregunta número uno para nosotros es: ¿somos adversarios o socios? Esta es la cuestión fundamental y global. La lógica es bastante simple. Si uno ve al otro lado como un competidor principal, un desafío geopolítico y una amenaza, sólo conducirá a una formulación de políticas mal informadas, acciones equivocadas y resultados no deseados. China está dispuesta a ser socia y amiga de Estados Unidos. Los principios fundamentales que seguimos en el manejo de las relaciones bilaterales son el respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación beneficiosa para todos”.
Luego se mostró más amistoso, afable. Habló de los 500.000 estudiantes de Estados Unidos que podrían viajar a China en los próximos años (antes de la pandemia había en Estados Unidos 350.000 chinos), de los osos pandas que habitan el zoológico de San Diego y del amor que sienten por ellos “especialmente los niños de Estados Unidos”, por lo que se verá la forma de “continuar nuestra cooperación con ustedes en la conservación del panda”, y del reconocimiento eterno de China por la labor de los Tigres Voladores, ese batallón que hace casi 80 años peleó codo a codo con el pueblo chino contra la agresión imperial japonesa. Sobrevivientes de esa fuerza, algunos con casi 100 años de edad, han viajado a China recientemente a recibir homenajes. Como lo hizo ahora la Orquesta de Filadelfia para conmemorar los 50 años de su visita a Beijing en el marco del deshielo iniciado por los viejos líderes Richard Nixon y Mao Zedong.
Esos son peldaños de una escalera posible. Los otros son la destrucción total.
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