El mundo y las decisiones argentinas
Gobiernan minorías sociales que hacen negocios a costa del futuro de la humanidad. Votarlos es demasiado
El escenario económico internacional se viene ensombreciendo aceleradamente desde hace unos meses, pero en la última semana se acercó a un punto de ruptura que parece anticipar una nueva realidad global. Este escenario en transformación es el que impactará en el período post-PASO, y con el cual deberá lidiar el próximo gobierno argentino.
Es importante comprender sus características, que condicionarán necesariamente el tipo de política que se requerirá para que el país puede atravesar ese próximo período sin ser afectado severamente por las contingencias internacionales.
Desglobalización
Los elementos de la coyuntura mundial muestran un creciente grado de desequilibrio, en el cual juega un papel estelar el Presidente de los Estados Unidos, que es, no casualmente, el principal sostén externo de actual gobierno argentino.
Repasemos algunos de los focos de conflicto que están afectando el orden económico y político mundial.
- Una gigantesca burbuja bursátil e inmobiliaria que se ha creado en los principales mercados financieros del mundo. Se trata de uno de los pocos mercados donde todo el tiempo se incrementan las ganancias, casi independientemente de la realidad. En los últimos años las bolsas muestran una aparente independencia de los datos de la economía real, impulsados por las emisiones de dinero de los Bancos Centrales (tanto de la Reserva Federal de los Estados Unidos como del Banco Central Europeo), que tienen escaso impacto en el dinamismo económico real pero sí en el crecimiento del valor de títulos y acciones. Se sostiene la actividad económica sobre una ficción consensuada entre los grandes jugadores del sistema.
- Los países, las empresas y los particulares están endeudadísimos en todo el mundo. Las corporaciones norteamericanas muestran hoy el nivel de endeudamiento más alto del último medio siglo. Muchos países centrales superan el 100% de sus PIBS de endeudamiento público. La única forma de relanzar el crecimiento en mediante una quita generalizada de deudas, que libere recursos para el consumo y la inversión. Pero los financistas no permiten ninguna política que genere un alivio relevante y disminuya sus acreencias.
- Una superpotencia, Estados Unidos, ha decidido modificar unilateralmente todas sus relaciones con el resto del mundo, rompiendo con toda la institucionalidad liberal armada desde los años '80 del siglo pasado. Así ha maltratado a México y Canadá para forzarlos a readaptar el NAFTA a sus necesidades, ha celebrado el resquebrajamiento de la Unión Europea y propone un tratado de libre comercio a Gran Bretaña, amenaza con sancionar a todo el mundo si comercian con Cuba, Irán o Venezuela, y advierte que piensa detener a los miembros del Tribunal Penal Internacional si se les ocurre acusar a un militar norteamericano por crímenes cometidos en alguno de los países en los que opera Estados Unidos. La ley de la selva, sin buenos modales.
- Una “guerra comercial” que no es tal. Se trata de una puja estratégica entre la primera potencia del planeta y una China en ascenso vertiginoso, que se está proyectando vigorosamente en todos los continentes. La prensa trata a este conflicto como un tema meramente comercial, pero no lo ven así los estrategas norteamericanos, desde Henry Kissinger en adelante, que se desvelan pensando en la forma de “contener” a China. La administración Obama lo intentó mediante el diseño de grandes tratados de comercio e inversión que excluyeran a China, y falló. Trump ahora acude a la agresión comercial y tecnológica (Huawei), llegando incluso a separar a investigadores chinos en Estados Unidos de investigaciones de importancia estratégica. La actual desestabilización política de Hong Kong es parte del mismo paquete. El “problema” es que China no es un país de los tantos que se someten dócilmente a las ambiciones norteamericanas, ni está dispuesto a sacrificar su vía acelerada hacia el desarrollo a través del comercio y la conquista de mercados en todas partes. La experiencia de la URSS les ha enseñado que ceder política y económicamente frente al coloso norteamericano es la antesala de un proceso de colonización occidental.
- Existencia de conflictos bélicos de enorme impacto económico, que se mantienen por ahora a fuego lento sin resolverse. Uno de ellos es el conflicto que enfrenta actualmente a sauditas e israelíes con Irán, con el subproducto de la destrucción del Yemen, y que amenaza con poner en crisis a la principal zona petrolera del planeta. Otro es el conflicto en el Mar de la China, que enfrenta a varios países –entre ellos Japón— con las pretensiones soberanas chinas. Se sumó en esta semana un aumento de la tensión entre la India y Pakistán en relación al viejo conflicto de la región de Cachemira. La partición de Ucrania ha sido puesta en stand-by, hasta que alguien decida recalentar la situación.
- Un trasfondo de bajo crecimiento mundial, sin ningún tipo de solución a la vista, ni ideas novedosas. El famoso “brotes verdes” de Cambiemos tiene su antecedente directo, en la prensa neoliberal mundial que ya ha errado reiteradamente en su fantasía de recuperación global. De ahí las crecientes presiones proteccionistas, y la actual “guerra de monedas”, con devaluaciones competitivas. A esto se han sumado en las últimas semanas presagios muy claros de recesión internacional, que comparten analistas de diversa orientación económica. Indicadores en las curvas de rendimiento de los activos bursátiles llevan a predecir una recesión cercana, que haría recrudecer las tensiones, y ahondaría los problemas que ya tenemos en la periferia. No será un mundo de amigos generosos.
- Trump en sí mismo: la personalidad de quien está a cargo de la principal potencia del globo tiene importancia. Su forma de actuar en política y economía internacional –con amigos y enemigos— es amenazar violentamente, para luego obtener a un acuerdo favorable, a costa de los demás. El método tiene dos inconvenientes. El primero es que ya es conocido por todos, y pierde credibilidad la amenaza si sólo se ejecuta con países débiles. El segundo es que se está encontrando con quienes no están dispuestos a negociar en los términos norteamericanos, mientras él se ha rodeado de funcionarios halcones y extremistas de la política exterior. Recientemente, por ejemplo, ha advertido a los aliados europeos que ni piensen en crear unas fuerzas armadas propias. Los europeos ven en ese proyecto la posibilidad de potenciar con sus compras gubernamentales varias industrias europeas y apalancar investigación científica propia, además de adquirir mayor peso internacional. Estados Unidos, en cambio, reclama que gasten más plata en la OTAN, que se aprovisiona fundamentalmente de material bélico norteamericano, y que mantiene bajo su control político.
Todos estos factores conviven en un mundo que a su vez requiere acciones urgentes de protección medioambiental, dado el peligroso descalabro que se está generando a nivel climático. Otro gran amigo sudamericano de Trump, Jair Bolsonaro, está autorizando un acelerado proceso de destrucción del Amazonas por parte del agronegocio y la minería, en el que ya han sido asesinados ecologistas y caciques de tribus amazónicas, junto con la extinción de gigantescas extensiones de selva y biodiversidad fundamentales para el planeta.
Trump forma parte de un proceso de vaciamiento democrático en el cual determinados sectores económicos dictan la política a seguir a los partidos políticos, sin importar en absoluto la vida y el bienestar de las personas. Así se explican las masacres cotidianas que aterrorizan a los norteamericanos, gracias al insólito lobby de los fabricantes de armas, como así también el monumental presupuesto militar de 740.000 millones de dólares dedicado a satisfacer al complejo militar-industrial. De ahí surge la imposibilidad de controlar el costo abultadísimo de la medicina en ese país, debido al poder del lobby de los laboratorios y compañías de seguros. La contaminación del agua en diversas regiones de ese país, donde se practica el fracking en forma descontrolada, y la negación oficial del calentamiento global como tributo a la industria petrolera. También la “epidemia” de consumo de opioides que causa miles de muertos por el uso descontrolado de medicamentos para que vendan más los laboratorios. O la especulación financiera desregulada, que ya generó la crisis mundial de 2008, dirigida desde la banca de Wall Street, que salió completamente impune de los crímenes y estafas que cometió hasta generar el derrumbe global. Son algunos ejemplos que sirven para comprender también cómo funciona la política argentina.
Cerebro se busca
El panorama mundial requiere una urgente puesta a punto de la mirada nacional sobre el escenario que nos rodea. Parte de la dirigencia argentina vive literalmente en otro planeta, ya que consume pura literatura apologética del orden global, escrita en función de los intereses de los países centrales. Esa dirigencia local, que es la que festeja tratados de libre comercio completamente asimétricos con la Unión Europea, que envió las reservas de oro a Londres –mientras desde Polonia hasta China están incrementando sus reservas auríferas en previsión de un desbarajuste en el orden global—, que endeudó a la Argentina con el FMI pensando que algo de lo que puede proponer este organismo tendría el potencial de favorecer al progreso local, o no entiende en qué mundo vive, o directamente actúa en función de los que sí entienden qué mundo están gobernando.
Los grandes nubarrones que se asoman en el panorama mundial de los próximos tiempos requieren una dirigencia completamente actualizada sobre esta realidad, capaz de mirar al mundo desde los intereses nacionales fundamentales y de formular políticas novedosas para cuidar a nuestra población, garantizar el aprovisionamiento de todo lo necesario para vivir adecuadamente y crear condiciones productivas para poder mantener vínculos de provecho recíproco con todas las regiones del mundo.
No se puede esperar que ningún actor privado se ocupe de estas cuestiones. Hoy en el mundo, o piensan los Estados o piensan las multinacionales. La Argentina cuenta con muchísima gente capaz en todos los rubros para trazar un mapa de las principales tendencias mundiales y sobre las prioridades que debe formular nuestro país. De lo que no puede darse el lujo es de no pensar, o de rifar su futuro, y el perfil de su sociedad, a un mundo depredado por los intereses cortoplacistas de los mercados.
El impacto de la Argentina en el mundo
La Argentina es apenas una parte de un sistema mundial que está funcionando mal. El actual gobierno se dedicó a profundizar la adaptación del país a ese sistema global, que no dominamos, y satisfacer las demandas de los países centrales de expandir sus mercados y colocar sus productos. Su relación con la ciencia y la tecnología es igual: destruyamos nuestras capacidades, así ellos pueden fortalecer las suyas.
La compensación que el sistema global le ofrece a las élites del Tercer Mundo es asociarlas parcialmente en algunos negocios, tanto como para pagarles el trabajo de administrar territorios sólo formalmente soberanos.
Como un disco rayado, que sigue funcionando en automático, las élites latinoamericanas siguen interpretando la melodía gastada de la globalización neoliberal, que hoy muestra grietas que se agrandan cada día, al ritmo de los tweets del Presidente norteamericano y las respuestas del Partido Comunista Chino.
Es una dirigencia fracasada, que no ha sido capaz de proyectar a nuestros países a un lugar aceptable en la división internacional del trabajo, y que hoy vuelve a insistir en meter a nuestra región en el callejón sin salida de la venta de recursos naturales hasta que se agoten: los famosos acuerdos de libre comercio que nos llevarán al siglo XIX. Por eso las reformas que se les ocurren son del siglo XIX: laborales para despojar de derechos y protección a los trabajadores, y jubilatorias para que los bancos ganen más plata. Y nada más. Su horizonte estratégico termina en su cuenta particular en Panamá.
Es fundamental para la Argentina salir del escenario encantado que sigue dibujando la dirigencia económica y política neoliberal, y enfrentar la realidad de un mundo muy complejo, en el cual la ingenuidad o la estupidez se pagarán muy caro. Claro, no lo pagan las dirigencias, sino las grandes masas de la población que no encuentran resquicios en el sistema económico para poder sobrevivir.
Si la sociedad argentina encontrara en sí misma las fuerzas para superponerse a esta postración intelectual y material a la que la ha sometida por una dirigencia fracasada, se trataría de una hazaña extraordinaria, dado el control ideológico-cultural de las grandes corporaciones en la mayor parte del mundo y la presión que están ejerciendo sobre nuestro país.
Ni que hablar que una epopeya democrática de éstas características –llevada adelante contra los principales medios de comunicación, contra las más actualizadas técnicas de manipulación de sociedades e individuos, contra los poderes concentrados locales e internacionales— no pasaría desapercibida ni en nuestra región ni en el mundo.
Probablemente sea la notable impericia del personal político neoliberal parte de la explicación de un vuelco tan significativo en una de las piezas que el mundo occidental cree tener en el bolsillo, pero también debe incluirse en el análisis el conjunto de tradiciones populares y democráticas que dan una característica tan específica –y vital— a nuestro país.
En todo caso, sería un poderoso mensaje de libertad para nuestra región, y para otras realidades nacionales muy diferentes, donde los problemas políticos y económicos son muy similares: minorías sociales que ya no tienen en cuenta a sus semejantes, haciendo negocios a costa del futuro de la humanidad.
Votarlos es demasiado.
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