El 7 de diciembre pasado, el cronista de C5N Lautaro Maislin llegó a la Plaza de Mayo con la misión de cubrir la despedida pública del ex presidente de la Nación. Arribó a ese lugar emblemático con un camarógrafo y munido de una importante y variada experiencia en cubrir marchas oficialistas. “En estos años estuve en muchas. Recuerdo una, en el Congreso, de las tantas veces en que pidieron el desafuero de Cristina Fernández. Otra en que el acusado de turno era el juez Luis Rodríguez. También estuve con gente que pedía la libertad de militares acusados de delitos de lesa humanidad o que reivindicaba a Nisman”, recuenta, sentado frente a El Cohete a la Luna, en un bar de Colegiales, cercano a la sede de la señal de noticias para la que trabaja.
- ¿Vos sos el que aparece en C5N poniendo cara de boludo?, lo apestilló de entrada nomás, la tarde de la despedida cambiemita un participante, interrumpiendo de muy mala manera el diálogo que mantenía con el funcionario Dante Sica.
Como no obtuvo respuesta, se insolentó más todavía:
-¿A ver? ¿Qué es esa cara que tenés?
Del inicial ataque verbal, otros se sumaron a la embestida, hasta que la persecución se generalizó. Demasiados contra dos. Una mujer mayor, a la que Maislin le había pedido su opinión sobre el procesamiento del ex ministro Aranguren, le respondió, confusa: “Es mentira. Aranguren no tuvo ningún crecimiento”. Y descerrajó: “Vos sos como los peronistas: negro, borracho, mafioso y ladrón”. Luego de esta y otras descalificaciones cada vez más hirientes, llegaron las agresiones físicas. “Patadas en los tobillos desde atrás, piñas en el estómago. No dolían, porque quienes las aplicaban era gente grande, con mucho odio y poca fuerza. Hasta que me dí cuenta que alguien me escupió”. Casi gandhiano, el reportero no apeló al ojo por ojo, sino que luego de identificarlo le dio la mano gesto que el agresor no imitó. A esas alturas, a su alrededor, todo parecía desbordado. Convertidos en una turba, integrante del Comando Péguenle al más débil, lo siguieron cuatro cuadras por la calle Defensa con amenazas, hasta expulsarlo del lugar. “Por primera vez ese sábado sentí miedo. La cámara nunca se apagó y eso era mi mejor modo de defensa”. Lo que quedó de sus sobresaltos, y el de su camarógrafo, fue un testimonio de triste intolerancia ciudadana. “Hasta me trataron de infiltrado. Eso es para alguien que se esconde, que no da indicios, que llega camuflado. A nosotros nos precedía el cubo de C5N, éramos totalmente identificables”.
El “Maislin menos” del 7D tuvo revancha a los pocos días, el martes 10 cuando, mientras hacía su trabajo, tanto en el Congreso como en Plaza de Mayo, miles de personas se le acercaron, lo elogiaron, se solidarizaron por el mal momento vivido, le recordaron notas como el paseo que logró en el despacho de Alberto Fernández y le agradecieron sus intervenciones televisivas en los últimos años. Ahí fue, realmente, el “Maislin más”.
No fueron, sin embargo, las imágenes de coberturas suyas que más inquietaron a su familia. “A mi papá. Le gusta lo que hago y cómo lo hago y si se preocupa nunca me lo hizo saber. A mi mamá la preocupó una vez que cubrí una visita de Macri a la Exposición Rural”, recuerda.
Quién es este muchacho
En 2001 salió de su Salto natal, en la provincia de Buenos Aires y llegó a la Capital a estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, carrera que no completó. Se inscribió en el terciario DeporTEA y una vez graduado hizo la licenciatura en periodismo en la Universidad de El Salvador. Todavía adeuda la tesis final sobre un tema atractivo: la “espectacularización” de la TV, observada desde películas como 15 minutos, Truman Show o Asesino por naturaleza. Antes de radicarse en la Capital, adolescente, hizo prácticas iniciáticas, inefables en FM’s de su ciudad en programas como La estirpe y El siestero, y su continuación Lo que quedó del siestero. En 2009 tuvo su oportunidad laboral inicial como productor del ciclo Hablemos de fútbol, en la señal deportiva ESPN. En 2011 se enteró de que era posible asistir como público visitante a los programas 678 y Duro de Domar. Rápido y práctico, aprovechó esas incursiones para distribuir su curriculum, hasta que uno de ellos le llegó a Sebastián Presta. Interesado en su perfil, el entonces productor y hoy celebrado actor cómico le abrió las puertas de la productora Pensado para Televisión (PPT). En la factoría liderada en aquel tiempo por Diego Gvirtz, Maislin trabajó en tareas de visualización, musicalización y producción periodística. “Aprendí mucho en esos años, en especial en TVR. Me sigue gustando la actual continuación, Sobredosis de TV. Lamento mucho la estigmatización que sufrieron los periodistas que participaron en esos programas. Y repudio que más de tres mil periodistas se hayan quedado sin trabajo durante el gobierno de Macri”.
En 2015, a punto de aceptar un retiro voluntario en la empresa PPT, ya en manos del Grupo Indalo, lo benefició un salvoconducto que en forma de recomendación extendieron sobre su persona Víctor Hugo Morales y Julián Capasso. Luego de demostrar sus valores, en 2018 el conductor de ADN el cordobés Tomás Méndez fue el primero que vió en él condiciones de movilero. A todos ellos, les está “eternamente agradecido. Tomás me mandó a la calle con la orden de hacer algo distinto, incisivo, más picante”, describe. En el interín escribió crónicas sobre rock en Diario Registrado y en Radio Colmena condujo el ciclo Miernes, (lo peor ya pasó) que iba al aire los miércoles, aunque con ínfulas de viernes. Multifacético, Maislin estudió guitarra y batería y desde el 2000 en su condición de músico integró varias bandas de rock, tocando, componiendo, cantando. La actual se llama Teleporter con la que grabó dos discos. El último se llama Popero y puede escucharse en Spotify.
Asegura que no le gusta ser famoso, aunque sí le resulta grato ser reconocido por la forma en que desarrolla su trabajo. “Es tan fácil confundirse en esto, pero el martes en la plaza pensaba lo mal que lo había pasado 72 horas antes y lo lindo que era sentirme así, entre besos, abrazos y selfies. Allá me escupían y acá me decían “Aguante C5N”.
Los estilos
Editor de sus propios informes, se muestra hábil en el rastreo de contradicciones de famosos en los archivos. Además de su tarea como movilero, Maislin presenta secciones como Temporada de rosca, muy presente en la reciente etapa electoral, y Archivos que refrescan, en donde obtuvo grandes hallazgos. En uno, reciente, juntó discursos de (el presidente de Chile, Sebastián) Piñera, de Macri y de Vidal que contenían una sorprendente cuña neoliberal. Decían, como si estuvieran libretados por vaya a saber que supremo guionista, “El problema no es de ahora; viene de décadas”, “Hemos escuchado al pueblo”, “Pedimos perdón”. En otro capítulo, descubrió similitudes sorprendentes entre declaraciones de Cavallo y formulaciones de Macri con 28 años de distancia.
Con ministros, funcionarios y personalidades del Estado macrista o identificados con ese ideario tuvo encuentros en donde la pasó bien, regular y mal. “A todos les fui a preguntar con el mayor de los respetos”, asegura quién tuvo gruesas diferencias con Paula Olivetto, con Fernando Iglesias, con Federico Pinedo, con Alberto Abad y Leandro Cuccioli. Todos ellos lo dejaron con la pregunta en la boca. Después que Lilita Carrió sugiriera a la ciudadanía que era el momento de dar changas, se disfrazó de mozo y en el Congreso le solicitó una propina. A la líder de la ex Coalición Cívica el gag no le arrancó la mínima sonrisa. Con Laura Alonso, en un recinto de la Facultad de Derecho, mantuvo un memorable duelo de miradas, en silencio, que duró más de un minuto. Probablemente, quien peor lo trató, fue el diputado Eduardo Amadeo. “Te voy a dar una piña en 30 segundos”, le dijo hace poco a la salida de un acto en el Centro Kirchner. No conforme, enseguida lo mandó a cagar. Menciona que en cada ocasión en que resultó agredido, recibió la solidaridad de directivos de su canal y de numerosos colegas y en la más reciente a esa contención anotó las reacciones positivas de FOPEA y de ADEPA.
Sin embargo, en numerosas ocasiones el reportero cumplió su cometido Aún con cara de pocos amigos le hablaron al micrófono Pichetto, Suárez Lastra, Andrés Ibarra, Esteban Bullrich, Frigerio, Luis Novaresio, Lombardi y Ricardo Kirschbaum. “Pero el que más entendió el código fue Mario Negri”, destaca. Ahora, en el tiempo político que acaba de iniciarse, irá viendo donde ir y con quiénes hablar. El del Congreso será uno de los destinos seguramente elegidos. Asume que la política le interesa y que le gusta el estilo de buscar unidad y consenso.
Esa cara
“Trato de llegar con respeto, de no parecer el canchero que se ríe de los entrevistados”, dice quién tiene en sus recursos expresivos tanto sostén como los de sus argumentos periodísticos. Apoyado en sus directivos y productores, Leandro, Nicolás y Verónica, cuenta que sale a la calle con un punto de vista previo sobre lo que tendrá que cubrir y, por lo menos, munido de cuatro o cinco preguntas que tengan capacidad de sorpresa o que difícilmente se hagan. Además de conocer los temas, de desarrollarlos con serenidad, valentía, humor e indoblegable convicción, Maislin cuenta con un plus. Una facha seria y cándida a la vez, y un tono de voz tan suave como deliberadamente monocorde, condiciones que realzan su naturaleza de testigo impertinente.
En un pasado no tan lejano, Maislin (que tiene una hermana actriz) estudió teatro. “No era para mí, porque soy un poco vago. No podría estudiar libretos”. Reconoce: “Algo de mi expresión llama la atención. Pero es algo espontáneo, no es forzado. Mi compañero de tareas Pedro Brieguer me mandó a ver películas de Chaplin porque piensa que tengo un aire. Le hice caso”.
No sucumbe ante las exigencias de la imagen televisiva. “Nunca me maquillo. En el piso me vas a ver siempre con remeras con motivos rockeros o cinematográficos o con camisas que van con mi estilo sencillo. En el acto de asunción de Alberto y Cristina estuve de camisa y corbata. Y si hay un estilo Maislin, él cuenta que lo alimenta con “rock and roll, paciencia, autoexigencia y humor. Es lo que, hasta ahora, me permitió estar en el lugar adecuado, sin forzar nada, y poder hacer cosas que nunca imaginé- Espero seguir haciendo mi camino “.
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