A casi un año de distancia, lo allí expresado mantiene lamentable actualidad. La diferencia o novedad que enriquece aquel planteo es la centralidad que ha adquirido en la sociedad y en el debate público la deuda que tiene el país con el Fondo Monetario Internacional. Este organismo, que tiene un especial interés en maltratar a nuestra patria, con ayuda de sus emisarios locales, resiste a los esfuerzos del NUNCA MÁS que pareció insinuar Néstor Kirchner cuando saldó la deuda de entonces y declaró en la práctica la “independencia económica” del apotegma peronista. La persistencia del Fondo en permanecer y la lucha de nuestro pueblo para desalojarlo es parte de nuestra historia reciente.
En aquel texto desarrollamos la alternativa productiva con inclusión como opuesta a la exportadora neta y la posibilidad de compatibilizarlas en una solución virtuosa. La prevalencia de una matriz exportadora neta aún hoy, evidente en diversa normativa de promoción de sus actividades, impone incluir en el debate la influencia que tiene en esa actitud la deuda con el Fondo.
En efecto, la visión exportadora como solución principal para resolver la ausencia de divisas se fundamenta claramente en el pago del combo de deudas pendientes tomadas por el macrismo: las del sector privado y, principalmente, por sus condiciones, la tomada con el Fondo. Con ese fin, se alienta un programa completo y abundante de exportación de recursos naturales. Los principales son los de petróleo y de gas, para lo cual se construyen gigantescas infraestructuras. Luego, se promueve la continuidad exportadora del complejo granario, sin el debido control físico y financiero, aún hoy. Y finalmente —la Argentina generosa—, la minería en general y especialmente el litio: aquel país con la ley menemista de beneficios especiales en todos los rubros y ausencia de controles, y entrega de nuestras provincias autónomas (¿repúblicas?) a la avidez de capitales extranjeros, con los beneficios de la legislación minera general, mientras Chile, Bolivia, México y otros países declaran al litio bien estratégico.
En estos tres casos principales de exportación para obtener divisas como finalidad esencial, en el país, una política de valor agregado de esos recursos naturales no renovables brilla por su ausencia. Por el contrario, todo el esfuerzo político y de normativa de apoyo a esas producciones para la exportación están a la orden del día.
El motivo de esa epopeya exportadora: pagar nuestras deudas al Fondo y otros deudores. Los tibios intentos de exigir valor agregado local en dichos recursos existen, pero no modifican, en lo central, la dirección de la matriz exportadora. Por lo cual, la única posibilidad de modificar este modelo en beneficio del país reside en afrontar la reestructuración de nuestra deuda con el Fondo, en primer lugar.
Existe la posibilidad política, en teoría, de rechazar esa deuda, para lo cual hay suficientes motivos jurídicos sobre las irregularidades de su asunción, en la normativa nacional y en la propia del Fondo. Pareciera que no existe la sustentabilidad social y política nacional para asumir las consecuencias de una decisión de ese tipo. Pero, con fundamento en las mismas bases de la fragilidad jurídica e institucional de ese préstamo, es imperioso replantear toda su estructura de plazos, intereses y condicionalidades, antes de que sea tarde y el país deje de pagar los tramos de la deuda acordados y las consecuencias sean peores.
Sólo así se puede intentar con cierta seriedad y razonabilidad la habilitación de la segunda alternativa: la de la producción de nuestros recursos naturales, inclusive intensa, con prioridad para el desarrollo industrial del país; el incremento del empleo; la obtención de precios locales de los insumos derivados que permitan un desarrollo de la economía, condicionando todas las exportaciones a cupos específicos de valor agregado local. Y exportar, eso sí, los excedentes.
El préstamo del Fondo, en su versión actual, condiciona toda posibilidad de desarrollo argentino. Y nos condena a un crecimiento, con percepción de algunas divisas, “modo factoría”.
Los modelos en pugna enfrentan la solución previa de este término del dilema: despejarlo es prioritario para continuar el debate sobre la matriz que necesita el país.
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