El mensaje de las ollas
Las escuelas de Moreno reorganizadas para sostener las tramas en los barrios
Cuando una práctica comienza a traducirse en protocolo, algo anuncia que llegó para quedarse. Moreno. A una semana del secuestro de Corina de Bonis. Emiliano Quinteros recibe un mensaje de la ciudad de 600.000 habitantes con aire de pueblo del segundo cordón del conurbano bonaerense. ¡Amenazaron a otra maestra!, dice el director de derechos humanos del municipio, y deja el teléfono. Cuando el mensaje se transforma en una llamada comienzan a aparecer los nuevos datos que indican que eso que sucede, y todavía no tiene nombres ni autores claros y que por eso cumple su objetivo aterrorizante, todavía no paró.
Esta vez entraron a la casa de una maestra de la Escuela 38, en pleno centro de Moreno. Entraron a la casa, dice, aunque en realidad lo hicieron al espacio abierto ubicado frente a la vivienda donde ella estaciona su auto. En el parabrisas le pusieron un mensaje cuyo contenido ya no sorprende, lo que sorprende es la continuidad. NO ENTENDISTE NADA, CORINA, y a continuación escribieron el apellido de la nueva maestra. No era la primera vez. Como viene sucediendo con otras docentes de la ciudad, fue la segunda amenaza que recibió desde que comenzaron los tiempos de las ollas. Tenía custodia. Por eso sorprende más, y produce escalofríos.
Eli Gómez Alcorta, abogada de SUTEBA, señalaba la semana pasada las razones por las que no había que dejar de mirar lo que está pasando en Moreno. La nueva amenaza habla de alguien que sabe la dirección de la maestra, conoce su apellido y sabe que estuvo donde estuvo para reprocharle lo que hizo, y otorga actualidad a esa explicación. Eli viene de trabajar durante años en las causas de lesa humanidad. Y en ese escenario sistematizó uno de los informes más completos sobre las prácticas de las empresas en la relación con los secuestros y desapariciones en dictadura. En esa lógica, la de organizar los datos que están sueltos y sistematizarlos para entender un sistema, dijo que acá había algo muy organizado, que quienes estaban y aún están detrás de los maestros tienen una estructura aparentemente grande como para hacer seguimientos, control de territorio, saber dónde viven, sus nombres, el de sus hijos, sus horarios y actividades.
Cuando Emiliano Quinteros comenzó a delinear un protocolo para explicarle a quien lo llamaba cómo debía moverse, no necesitó demasiado. Por un lado, las maestras y escuelas deben llamar al 911 para asentar la denuncia. Y por otro, abrir una segunda vía, contacto con la agencia de derechos humanos del territorio y la fiscalía. Ese procedimiento provoca dos cosas. Que las denuncias no se dispersen en distintas comisarías y luego abran causas fragmentas sin conexión y que exista un mínimo armado de contención sobre el primer cordón inicial que lo siguen dando los maestros y directores, articulados en tramas de organización surgidas en este contexto. Un modo de sistematizar una práctica que en realidad no había sido enunciada como tal, pero organiza lo que la emergencia había hecho funcionar.
¿Qué pasa en Moreno a una semana del secuestro que pareció marcar una nueva escalada de un Estado que se hace añicos por ausencia? Las ollas que parecían sentirse amenazadas, y el miedo que parecía avanzar, tuvieron una contracara. La noticia de la semana pronunciada por las docentes (porque además todo esto es de mujeres) es que, es cierto, en la escuela de Corina se abandonaron las ollas, pero hubo dos jornadas de ollas en el resto de las escuelas, en algunas por primera vez, con una consigna que salió a confrontar con las marcas dejadas en la panza.
Mujeres
¿Te das cuenta que además de maestras, todas las denuncias vienen contra las mujeres?, dice Cecilia Putilnik, vice de la Escuela 74, fundada en 1993, en el barrio Yaraví. Incluso sucedió así con aquella amenaza de la semana pasada dirigida a un docente varón de una escuela técnica. El llamado no sonó en su casa. Llamaron al teléfono de línea de la ex esposa.
Cecilia nunca dice el nombre de su escuela.
—¿Por qué?
—¿Sabés como se llama?
—No.
—¡Capitán de Fragata Pedro Giachino!
Giachino fue el primer caído en Malvinas, dueño de una Cruz al Heroico Valor en Combate otorgada luego de su muerte y enterrado como héroe cuando aún no se conocían sus pasos en los Grupos de Tareas de la Armada. El capitán también tuvo sus lugares de homenajes y celebraciones en escuelas, calles y plazas de Mar del Plata. En 2011, luego del testimonio de una de sus víctimas, el Consejo Deliberante impulsó una acción para retirar los homenajes. Como si fuera una vendetta del difunto, la escuela de Moreno todavía no pudo terminar el entierro. Este año se cumplen 25 años desde la fundación, y las maestras habían previsto una ceremonia para cambiar el nombre. Y dejar atrás esa marca. Pero Moreno de alguna manera explotó el 2 de agosto con la escuela 49. Y con esa explosión, todo quedó en suspenso, también el nombre de la escuela, ahora parte del paisaje de 200 escuelas cerradas en plena crisis. Y en ese stop, el muerto consiguió un tiempo más para alardear su nombre en la calle.
Acordate que las escuelas no están cerradas, dice Cecilia, con tono de maestra. Y es así. Las escuelas no están cerradas, están abiertas con suspensión de actividades. Todos ahora estamos pensando que, justamente, las actividades son otras, las escuelas están abiertas desde otro lugar. Funcionan a cielo abierto, con clases en las veredas. Hay escuela, pero no adentro del aula. De hecho, el cartel de invitación a la olla popular que se hizo esta semana estuvo pegado en la puerta de la escuela. Las mamás se enteran de las actividades en la escuela. Así se fueron enterando de las ollas. Y vienen con sus platos y sus tuppers para llevarse el guiso a la casas y compartir con la familia.
Moreno cambió de fisonomía luego de la muerte de Sandra y Rubén hace más de 40 días. Desde entonces, los directores declararon la emergencia edilicia confirmada finalmente por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. La emergencia incluye un petitorio para exigir la puesta a punto de lo que denominan habitabilidad, antes de volver a las aulas. Para forzar a la Provincia, organizaron un comité de crisis y distintas organizaciones mantienen un acampe cuerpo a cuerpo frente al edificio vacío del Consejo Escolar, una institución intervenida por la Provincia de Buenos Aires, y blanco de las miradas en estos días: no sólo por la explosión, sino por lo que pasó y pasa con las amenazas.
Como se dijo la semana pasada, el Consejo está conducido por tropa de Cambiemos. Tuvo un interventor hasta el 2 de agosto y otro a partir de entonces. Hacia arriba depende del director de Consejos Escolares bonaerense, Marcelo Di Maio, y más arriba del director general de Cultura y Educación, Gabriel Sánchez Zinny. Ese Consejo maneja los fondos del Servicio Alimentario Escolar, el SAE, punto de conflicto en la etapa de las ollas. Las escuelas tienen comedores en un espacio geográfico donde hay 60 por ciento de la población bajo los niveles de pobreza. La discontinuidad de las escuelas interrumpió también la provisión de comida, que dejó de llegar por los cortes de gas o de luz. O porque los proveedores no la dejaban, uno de los reclamos constantes de Corina en su muro de Facebook. Algunas escuelas recibían mercadería seca como fideos, arvejas y arroz. Alimentos que las maestras redistribuían en porciones para los pibes. Y en otros casos, como en el CEC 801, enviaban viandas de pan, paleta y queso. Eso estimuló las ollas. Y luego las amenazas. Una de las hipótesis en investigación apunta al universo que discute números y provisiones de comida, un enorme negocio manejado por un reducido número de contratistas, con lógicas de cartelización y una dinámica amenazada por las ollas populares.
La suspendimos, dice una de las docentes del Centro de Educación Complementario 801, el CEC de Corina, y habla de la olla. "En realidad, la habíamos suspendido antes del secuestro, después de la tercera amenaza, cuando nos dejaron el cartel que decía que la próxima olla íbamos a hacerla en el cementerio. Fue una cuestión de preservar tanto a las mamás como al resto de las docentes, porque el mismo día que secuestraron a Corina también amenazaron a una mamá. Todo esto generó un clima muy difícil, pero como la olla comenzó a replicarse en otras escuelas, también entendimos que era mejor pasar la posta. Hoy en muchas escuelas de Moreno, decidieron hacer una olla popular al cumplirse una semana del secuestro. Creo que eso es lo que tenemos que mirar", dice. "Como les digo a mis compañeras: dejemos de mirar el ombligo. Tenemos que ver cómo esto se multiplicó. La olla tiene vida propia. Se mueve y se instala donde la olla quiere estar y necesita expresarse. Realmente es así, no es casual el dato de las escuelas que están tomando la olla, o donde se hacen visibles".
Después de la tercera amenaza, el CEC hizo una asamblea. Directoras y docentes decidieron suspender la preparación de la comida. Comunicaron la decisión a las madres. Y ahí tomaron la posta las madres. Al día siguiente, las madres consiguieron parrilla y olla. Usaron alimentos donados a la escuela. Un grupo de maestras ayudó con la organización. Y luego de recorrer sociedades de fomento, parroquias y clubes, las madres decidieron montar olla y comedor a cielo abierto en la puerta de la casa de una de ellas. Cocinaron con leña durante dos días. El primero terminaron ardidas. El segundo consiguieron un gazebo para ganarle a la lluvia. Pero ese día era miércoles 12 de septiembre: día del secuestro de Corina y el día en el que tapiaron la casa a una de las madres. El jueves suspendieron la olla.
Desde entonces el CEC recibe viandas algo mejores. Dos empanas por niño. O un pan que se hace miga al tocarlo, pero que ya no tiene paleta y queso, sino algo de carne. Pero como si todo fuera un juego, y nadie terminara de entender, esa carne tampoco es carne de veras porque es tan delgada que las maestras calculan un peso de veinte fetas en cien gramos. La Provincia ahora les dijo que a partir de mañana lunes van a recibir viandas calientes. Ya les mandaron botellas de agua mineral y cucharas descartables.
—¿Serán como las viandas calientes de los micros?
—Ojalá —dice una maestra—. Porque así vendría con un antes y un después. Pero vos sabes que con los micros tenés eso hasta que llegas a destino. Y después siempre comés algo más. Sabés que hay algo más. Acá es lo único del día. Y ahí tenés que marcar la diferencia. Muchos de nuestros alumnos lo que se llevan es lo único que tienen. Y si bien no es responsabilidad de la Provincia proveer el alimento de todo el día, esto es una realidad y lo que reciben tiene que completar la idea de un almuerzo. Y esto no es un almuerzo. A una adolescente le das de eso, y se come diez panes. ¿Me entendés? Cuando mirás lo que mandan, uno dice: ¿Se lo doy o no se lo doy? Y los pibes te miran. Pero bueno, es lo que en este momento podemos hacer.
El CEC es un espacio complementario al funcionamiento de una escuela. Funciona a modo de contra-turnos de cuatro horas y media a la mañana y a la tarde. La comida no es sólo comida, sino parte del espacio pedagógico. Trabajan hábitos de salud, organización, y autoestima. Por eso la defendieron así: fue la única escuela de Moreno que sostuvo la olla todos los días.
En esa escuela, hasta hace dos años había un problema: las sobras. Y era un problema porque no sabían qué hacer. No podían tirarla a la calle por los perros. No podían sacarla a la calle, porque el sistema de recolección no llevaba bolsas pesadas ¡Mirá vos!, dice la maestra. Y no hace falta que diga cómo cambiaron los tiempos. En la Argentina de la era del supermercado del mundo, en esa escuela no sobra nada. Y las porciones se achicaron. Dato que aparece en las aulas de tres años: Cuando los chiquitos de tres comen, es que en casa no hay otra cosa, dicen. Porque ellos te comen fideítos y te dicen, dame de comer en la boca. O te comen la salchichita. Pero cuando le ponés un plato de guiso y se lo comen y repiten, dicen acá, es porque lo único que hay.
La escuela de Cecilia tiene una matricula de 220 alumnos, con cupo para 180 almuerzos. Este año pidieron ampliación del cupo, todavía no se lo dieron.
—¿Y cómo hacen?
—Dividimos lo que hay —dice—. Y las porciones son mas chicas.
Ella no habla de sala de tres. Pero habla de las madres. Así como la calle muestra la crisis con las colas a la hora del cierre ante las panaderías de los barrios, ahí las madres llegan con los tuppers. Un auxiliar les retira el envase, lo carga y lo devuelve para que ellas no esperen en la puerta. Otra vez, el protocolo de una práctica que también empieza a quedarse.
Durante la última semana, en la escuela organizaron por primera vez la olla. Parte de la movida que llevaron adelante todas las escuelas. La consigna es ollas sí, dice ella. Y se convoca a la comunidad. No sólo la organizan los directores. En algunas escuelas las hacen las familias. En otras los docentes. En otras, la arman todos juntos. Hay dibujos. Ollas con familias. Ollas con manos alrededor. "En mi escuela la hicimos el miércoles. Las seños trajeron parrillas, cortaron leña, se puso plata y compraron pechugas y alitas de pollo, trajeron arroz y puré de tomates. Pusimos mesas en la vereda, pelamos y cortamos. Carla hizo el fuego. Y vino David, un papá que trabaja en un semáforo y limpia vidrios. Es uno de los padres más presentes. No terminó la escuela y ahora estudia con un maestro de adultos. El miércoles llegó a las 9 de la mañana. Cocinó. Dio una mano. Y cuando se iba, feliz, mandó un mensaje de agradecido a las maestras".
Durante la semana, la fiscalía provincial de Moreno recibió testimonios de las personas amenazadas. Estudian imágenes. Y no descartan ni confirman ninguna pista. La dirección de Escuelas de la Provincia intentó abrir una escuela, pero la comunidad de maestros y de padres lo impidieron: exigen el cumplimiento efectivo de los doce puntos del acuerdo que alcanzó el Comité de Crisis. El Cohete a la Luna intentó comunicarse con el director general de Consejos Escolares de la Provincia, Di Maio, quien hace una semana les dijo a los docentes que iba a resolver el tema de las viandas. Hasta el viernes, no había pasado. Cuando este espacio le envió un mensaje para preguntar por qué, no hubo respuesta. Cuando llamó, no contestó. Los mensajes estaban con el visto de color azul.
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