EL MENDO-CINISMO

Una provincia que debe independizarse de Alfredo Cornejo

 

Escenas del presente  

Para el ex gobernador de Mendoza, Alfredo Víctor Cornejo, “Mendoza tiene todo para vivir como un país independiente, pero hoy necesita de la Argentina”. Como mendocino, mi primera reacción fue la que se experimenta al escuchar un chiste de mal gusto, pero inmediatamente comprendí que no era una broma sino un pronunciamiento político: debía considerarse sin soslayar aspectos como la entidad de quien lo propuso, sus fundamentos, el contexto y las eventuales consecuencias de su realización.

Cornejo es el jefe formal de ese despojo de la historia que se nombra con las siglas UCR, y un subordinado leal al proyecto de la oligarquía que plasmó con empeño durante los 4 años de su gobernación.

Éstas no son referencias anecdóticas, son datos indispensables para ponderar aquellas definiciones, cuya (in)comprensión exige recordar que se trata del mismo personaje que

  • logró batir todos los récords de endeudamiento provincial en moneda extranjera, sin que un solo dólar se haya invertido en resolver algún problema estructural;
  • es responsable del default de una Provincia que hoy no puede pagar el aguinaldo de sus trabajadores;
  • artífice de la caída del 6% del producto bruto geográfico (PBG),
  • de la duplicación del nivel de desempleo y la represión de la protesta social -pero eso sí, virtuoso realizador de una “administración ordenada”-;
  • del mismo que avaló -a través de los legisladores que le respondían- el más elevado endeudamiento en divisas tomado en un período presidencial y, por lo tanto, corresponsable de llevar a la quiebra económica y social al país;
  • del gobernador que no supo o no quiso alcanzar el necesario acuerdo con sus colegas de otras provincias para la realización de la obra Portezuelo del Viento, causa de trastornos que le sirvieron como pretexto para lanzar su inédita proposición.

Estos hechos imponen una pregunta: ¿por qué el cornejismo ganó las elecciones hace 7 meses? En una aproximación sin pretensiones de fina certeza es razonable considerar entre los factores determinantesla protección de un cerrado blindaje mediático obtenido con una pauta millonaria; y las irresueltas contradicciones del peronismo provincial, su principal contendiente en un sistema político en el que es más fuerte la homogeneidad que las diferencias.

Todavía retumban en la memoria de lxs argentinxs las impresionantes movilizaciones en rechazo a la ley que modificó las regulaciones a la actividad minera, que también situaron a Mendoza en el escaparate nacional. Que esa reacción popular haya logrado la derogación lisa y llana de la ley modificatoria, promovida y promulgada por el gobierno recién asumido y votada por los legisladores del Partido Justicialista, confiere probabilidad a lo señalado en el párrafo anterior: el triunfo electoral de 2019 no equivale a fortaleza política del oficialismo; en ciertos temas cruciales no se aprecian diferencias en el seno del sistema político, que tiene dificultades para captar los intereses de amplias franjas del pueblo de Mendoza, o algunos de sus integrantes representan e imponen otros intereses.

Asimismo, en el escenario electoral, adquiere entidad un proceso que se fue consolidando desde los primeros años de este siglo: más allá de los formalismos, la UCR fue absorbiendo buena parte de la estructura y simpatizantes del partido que más y mejor expresó en el siglo pasado a los conservadores -“los gansos”- a pesar de que todos los partidos cuentan con considerables proporciones de conservadores. El Partido Demócrata (PD) siempre tuvo un nada despreciable arraigo popular. Hoy es un sello de goma que forma parte de Cambia Mendoza, la sucursal de Juntos por el Cambio (JxC). A semejanza de la succión de la UCEDE por el menemismo en los ’90, la del PD por la UCR se realizó al costo para el partido que absorbía de convertirse al credo del absorbido.

Adherían al PD tanto la alta burguesía como la jerarquía burocrática estatal que, con la pantalla ideológica del liberalismo conservador y el pretexto de la defensa de los intereses provinciales, disimulaban la pretensión de manejar la Provincia cual si fuera de su propiedad. En consecuencia, el Partido Demócrata exacerbó históricamente los planteos autonomistas, pero nunca puso en duda que Mendoza es parte de la Nación: no le piden tanto a Cornejo.

 

 

Interpretaciones

Han abundado las especulaciones respecto de los móviles de tan impactantes manifestaciones independentistas, por ejemplo la hipótesis de la “cortina de humo”. Como intención, nadie podría asegurarla o negarla categóricamente. La considero poco probable por poco efectiva y de alto costo: a esta altura es difícil para Cornejo tapar el sol con las manos; además, si alguien que aspira a elevadas proyecciones nacionales o a la meta más modesta de mantener un caudal de apoyo en la Provincia hace semejantes declaraciones, es porque se ha transformado en un suicida político. No creo que sea el caso.

Otra interpretación que no parece verosímil es la de la “amenaza”. Una documentada nota publicada en El Cohete el 5 de julio pasado muestra que la Nación no le debe a Mendoza y que, en caso de independizarse, Mendoza sería un país más pobre que la Argentina. ¿Se amenaza desde una posición de relativa debilidad? Difícil que haya sido ésa la motivación.

En este juego de adivinanzas no habría que descartar que se trate de un globo de ensayo en carácter de máxima apuesta, para después justificar y/o legitimar avances en asuntos que podrían generar tensión en las relaciones con la Nación o resistencia en la población provincial.

En suma, ¿no habrá que buscar la sinrazón de esta nueva provocación del socio de Macri y Bullrich -floja de papeles históricos, políticos y económicos- en una combinación bien dosificada de ideas retardatarias y veleidades de estadista/estratega víctima de su propio personaje?

La primera de las frases pronunciadas confirma la adhesión del actual Diputado nacional!! -¿de qué nación?- a la ideología de los amantes de las patrias chicas, herederos de Rivadavia y Mitre, que tiene como componente el histórico desprecio por una genuina integración nacional: si antes se segregó a las provincias del Alto Perú y se hizo lo suficiente para que se separara la Banda Oriental, si se concretó la secesión de Buenos Aires, si se reprimió implacablemente a las provincias interiores por reclamar recursos y derechos que legítimamente les correspondían, provocando un enorme riesgo de fragmentación, ¿por qué ahora no podría separarse Mendoza?

La afirmación que le sigue implica una actitud loable: el reconocimiento del fracaso de su gestión, una autocrítica. Si Mendoza tiene todo para independizarse “pero hoy necesita de la Argentina”, no hace falta agregar nada. A confesión de parte relevo de pruebas.

 

 

Apoyos y rechazos

En apariciones posteriores, Cornejo completó su idea: “Mendoza podría hacerlo, pero debería tener un programa común de su élite política y empresaria para desarrollar ese camino”.

Me inclino a pensar que en estas palabras se ve la impronta del mendo-cinismo, expresión que acuñé hace algunos años para referirme a una especie de chauvinismo provinciano, cuya fuente está en ideólogos de la derecha mendocina con presencia en los medios de comunicación dominantes e influencia en el establishment provincial. Se basa en el equívoco sarmientino “civilización o barbarie”: la civilizada Mendoza se caracterizaría -entre otras cosas- por una institucionalidad que rechaza al caudillo político, propio de otras provincias y manifestación paradigmática de la barbarie. Es la institucionalidad civilizada que hace agua en nuestros días por la cornejiana designación -anticonstitucional- de María Teresa Day nada menos que como integrante de la Suprema Corte de Justicia, un escándalo que recién comienza.

Sin embargo, nobleza obliga, los padres del mendo-cinismo nunca han planteado la secesión. De nuevo, al ex gobernador no le pedían tanto.

En esta línea, otros adherentes al mendo-cinismo han llegado a afirmar que Mendoza es la California del sur -donde surgió un movimiento que plantea el “Calexit”-, desmesura que podría explicar la aparición de un grupo minoritario que vociferó en favor de la “Mendozalida”, sin descartar como musa inspiradora la Gran Bretaña del “Brexit”. Grupo minoritario pero coherente: cualquier idea, para ser buena, debe ser importada. Dime cómo te expresas y te diré cuán colonizado estás.

En cambio, el rechazo a la propuesta separatista es mayoritario y por ahora silencioso. Poderosos empresarios que forman parte de la base social de Cambia Mendoza ven peligrar sus intereses: la fantasmagórica república mendocina les complicaría la colocación de sus productos en el mercado interno argentino, particularmente el porteño. Para completar, no tengo la menor duda de que una amplia mayoría de mendocinas y mendocinos se sienten por lo menos tan argentines como mendocinxs, consecuencia de vivencias intergeneracionales en el curso de un proceso histórico que culminó en la organización de la sociedad argentina en comunidad nacional.

 

 

Una historia insoslayable

Tanto la oligarquía mitrista ampliada como los caudillos federales provincianos, tuvieron una idea nacional, por supuesto que antagónica. Los unos apropiándose de los recursos de la aduana y del puerto único, pero conformando un mercado interno de cierta escala para hacerse sin trabas de materias primas y productos primarios a exportar, y ubicar las manufacturas inglesas; los otros para compartir los recursos de la aduana -que contribuían a generar- y consolidar un mercado interno que les permitiera ubicar productos, artesanías y manufacturas de industrias incipientes, razonablemente protegidas de la competencia imperial. Así, en los últimos 150 años a nadie se le ha ocurrido fragmentar la Argentina.

Al federalizarse su ciudad como capital de todas las provincias argentinas en 1880, la oligarquía porteña se independizó, en cierta medida, de los intereses dominantes en la provincia de Buenos Aires y se alió a los grupos oligárquicos de terratenientes de todo el país, algunos de ellos vinculados a la promoción de industrias derivadas de la agricultura: ingenios de Tucumán, Salta y Jujuy; bodegueros de Mendoza y San Juan; obrajeros y yerbateros del noreste. De este modo, la oligarquía porteña, sin abandonar la exclusividad de la importación de mercaderías extranjeras, se dedicó a introducir capitales y colocar empréstitos, mientras que la metamorfosis de los terratenientes daba origen a un nuevo tipo de caudillos: los caudillos civilizados, explotadores del trabajo asalariado y complacientes con el capital extranjero que los enriquecía. Es conocido que la estructura socioeconómica de la Argentina no se adaptó pasivamente a la penetración del capital imperialista.

Esos avatares fueron el telón de fondo para que en Mendoza hombres de distintas ideas políticas e intereses económicos respetaran pautas que determinaron el curso de la historia provincial y su participación nacional. Una de esas pautas adquiere significativa relevancia respecto de la cuestión que nos ocupa: prácticamente desde 1810 predominó una fuerte conciencia de pertenencia, primero a las Provincias Unidas y más tarde a la Nación Argentina. Los representantes de Mendoza participaron activamente en la redacción del Acta de Declaración de la Independencia, que dice textualmente que se declara la independencia de las “Provincias Unidas en Sudamérica”, es decir que no se refiere solamente a la Argentina -que todavía no existía con esa denominación- sino que tiene un sentido latinoamericano.

A los mendocinos no los movió un ánimo separatista como ocurrió en otras provincias. Ya se considerara a la nación como un todo histórico, heredero del virreinato, o se la viera  como una unidad jurídico formal que daba marco al nuevo Estado, es importante señalar que los mendocinos, excepto los primeros días posteriores a mayo de 1810, no dudaron de que pertenecían a un todo superior nacional. Ni en los momentos de más acentuado federalismo, cuando quedó amenazada la unidad, aparecieron vacilaciones respecto de este principio clave de la política provincial. Es más, nunca dejó de pensarse en una unión americana, pero siempre imponiendo, como paso previo, la consolidación de la unión con las provincias hermanas.

 

 

La cuestión nacional

Si he mencionado estos hechos no es porque esté haciendo una defensa de la nación como si se tratara de una realidad absoluta, sino todo lo contrario, pues una tal defensa la convertiría en un fetiche, en una deformación propia de ese tipo de pensamiento que naturaliza lo que sólo son categorías históricas.

Así, según puede apreciarse, nuestros predecesores con responsabilidades políticas formaron parte de un proceso que después quedó plasmado en la teoría: la formación inicial de las comunidades y los Estados nacionales corresponde a un determinado tiempo y lugar, Europa Occidental a partir del Renacimiento. La nación no es cualquier comunidad sino una estructura comunitaria determinada por cierto nivel del proceso histórico, correspondiente al capitalismo en ascenso. Es la forma normal de existencia de la sociedad burguesa, del mercado interno capitalista. Después, el mundo burgués, que comenzó con vigorosos procesos nacionales, desembocó en la insurgencia nacional de la periferia colonizada. Es decir que nuestras revoluciones nacionales -burguesas por sus tareas históricas- no expresan, como las clásicas, el empuje de un capitalismo maduro sino las consecuencias negativas del capitalismo imperialista.

Se deduce que fragmentación y sometimiento nacional constituyeron, desde nuestra independencia de España, las dos caras de una misma moneda. Un país fragmentado en una nube de pequeñas soberanías cae bajo la órbita de aquellos otros que ya han cumplido su centralización política, aunque no se produzca la ocupación efectiva. Rusia, Francia e Inglaterra se beneficiaron económica y militarmente de la división nacional alemana, y se obstinaron en perpetrarla. Inglaterra se benefició con la división nacional suramericana y se obstinó en perpetrarla.

La burguesía pugna por asegurarse el dominio del mercado interno, para bien o para mal en términos de la independencia nacional. Al promover la unidad y la independencia nacional, la burguesía no lucha por un simple principio abstracto sino por sus propios e impostergables intereses materiales, que en esta época histórica podrían coincidir con los del resto de la población. Por eso las barreras aduaneras que Cornejo propone implantar entre provincias o pequeños Estados de una misma nacionalidad, no sólo serían rémoras de un pasado feudal sino que, al restringir los mercados, impedirían el desarrollo de la gran industria y el apogeo de la producción burguesa.

Termino de escribir en un nuevo Día de la Patria. Debo decir que soy de lxs que sienten que la patria es el otro y, por lo tanto, que Mendoza no es sólo de los mendocinos, como La Pampa no lo es de los pampeanos o Buenos Aires de los bonaerenses sino de todxs lxs argentinxs; y que Mendoza debe independizarse, pero de Cornejo.

 

 

 

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