El malestar de la política
La dura realidad social se refleja en la crisis de los principales partidos
Con la segunda mitad del mandato del presidente Maurizio Macrì las instituciones fundamentales de la democracia, como la Constitución Nacional llama a los partidos políticos, se revuelven de inquietud y ninguno de los principales escapa a la sensación de crisis.
En el caso del justicialismo no sorprende, porque la confrontación de sus jerarquías es la forma de ser que asumió desde que un golpe militar depuso a su fundador en 1955. Esto forma parte del folklore propio. (“Los peronistas somos como los gatos. Cuando nos oyen chillar creen que nos estamos peleando, pero nos estamos reproduciendo”, dijo Juan D. Perón desde su exilio madrileño.) Pero también de la ciencia política. ("La base militante del peronismo es estable, las que rotan son las élites que la conducen", escribió Steven Levitsky en La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999. En 2005 agregó una asombrada caracterización del kirchnerismo como un hecho nuevo, por su fuerte impronta ideológica, ausente desde los tiempos de John William Cooke.) Pero el malestar alcanza también a los integrantes de la Alianza Cambiemos en el gobierno, entre sus miembros y al interior de alguno de ellos.
Embajadas para dos
Luego de las elecciones de 2019 es probable que se produzca en el oficialismo una renovación de sus primeras filas, con el retiro de algunos de los principales articuladores políticos, tanto en la Cámara de Diputados como en el Poder Ejecutivo. Quienes maduran su salida son el Presidente de Diputados, Emilio Monzó, y el ministro de Obras Públicas, Vivienda e Interior, Rogelio Frigerio (n), en conflicto permanente con el jefe de gabinete Marcos Peña Braun, quien ejecuta los diseños del consultor Jaime Durán Barba. El último episodio, el miércoles 18, fue en torno de la sesión especial para tratar el tarifazo. La operación, orquestada desde la jefatura de gabinete, dejó la sesión sin quórum por un voto. Monzó había sugerido un camino menos ríspido: contribuir al quórum y dejar en evidencia que aún unida con un tema tan convocante, la oposición quedaba lejos de los 2/3 que hubiera necesitado. Tanto Monzó como Frigerio marcharían como embajadores a países agradables. En la nómina de bajas también podría figurar el presidente del bloque oficialista de diputados, Nicolás Massot, porque en el gobierno crece la idea de que no da la talla para el cargo, luego de su blooper televisado, en el que habló en términos ofensivos para los aliados radicales, creyendo que no estaba al aire. Más allá de la inexperiencia, el contenido de la frase lo alejó de la consideración de la elite de PRO. “¿Vos tenés alguna duda de que después de nosotros vuelve el peronismo?”, dijo. Imperdonable hasta en privado.
Durán Barba y Peña Braun desprecian por igual a radicales y peronistas. Tanto Monzó (quien se formó junto con Florencio Randazzo) como Frigerio (de cuyo linaje familiar aprendió que una veta popular es imprescindible para hacer política en la Argentina) intentan mantener y desarrollar la relación con varias de las facciones de origen peronista. En cambio Durán Barba y Peña Braun creen tener la sapiencia para prevalecer sobre el justicialismo sin ayuda. A lo sumo reconocen la utilidad de mucamos, como Miguel Pichetto.
“Que el balbuceante Esteban Bullrich venciera a CFK es la prueba de que llegamos para quedarnos”, se jactan, con ese síndrome típico de todo gobierno nuevo, desde Videla a Cristina sin saltearse a Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Néstor Kirchner. Todos llegan a la Casa Rosada con una impronta refundacional: Galtieri con la guerra de las Malvinas y las urnas bien guardadas; Alfonsín con el regreso de la democracia y el traslado de la Capital a Vietnam del Sur; Menem con la convertibilidad y el neoliberalisno populista, Kirchner con la política de derechos humanos y la trambersabilidad, como lo pronunciaba; CFK con la recuperación y ampliación de derechos en un esquema nacional y popular. “Vinimos a cambiar la historia”, repite ahora Macrì. Unos antes que otros, debieron aprender que la realidad era más escabrosa que la planicie de sus sueños.
La intervención
El gobierno nacional se preocupó por difundir que no tuvo arte ni parte en la intervención del Partido Justicialista ordenada por la jueza electoral de la Capital Federal, María Servini. Usó para ello diversos argumentos, desde el más angelical (nosotros respetamos la independencia de la justicia) hasta el más jactancioso (tenemos buenos abogados, con masters en las mejores universidades del mundo; nunca hubieran escrito una resolución tan brutal. Esa es una pluma del propio Barrionuevo).
Pero sólo pueden atender ese razonamiento quienes ignoren que en diciembre el asesor y amigo presidencial José Torello visitó en La Plata al titular del juzgado federal 2, con competencia electoral, Adolfo Gabino Ziulu.
Ese juzgado fue escenario de una encarnizada batalla desde la muerte de su titular vitalicio, Manuel Blanco. El kirchnerismo tardío logró colocar allí como juez subrogante al secretario Lautaro Durán, hijo del camarista y profesor de la policía Ramón Alberto Tito Durán. Aduciendo la afinidad generacional, Lautaro obtuvo que el comisario de justicia de entonces, Julián Álvarez, lo hiciera designar, sin preocuparse por su inquietante filiación.
Pero en julio de 2015 la Cámara Federal de la Capital declaró inconstitucionales dos artículos de la ley de subrogancias, Lautaro fue devuelto a su antiguo cargo y en 2016 Macrì colocó allí a su compañero del colegio Newman, Juan Manuel Culotta.
El año pasado esa designación también fue declarada inconstitucional y luego de un interinato de la porteña María Servini, Ziulu se instaló en el juzgado electoral. Autor de un tratado de derecho constitucional, de buena relación con la jerarquía local de la Iglesia Católica, Ziulu escuchó el pedido de Torello de que interviniera el Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, pero no accedió. Poco más de cien días después, Servini dispuso la intervención al justicialismo nacional, desde el cual el estadista Luis Barrionuevo no tendrá reparos en apoderarse también de la franquicia bonaerense. Las risotadas con que Barrionuevo presentó a sus colaboradores Carlos Campolongo y Julio Bárbaro en la primera conferencia de prensa de su gestión sugieren que no han comprendido la situación dramática que viven millones de sus presuntos conducidos. Ellos están muy felices.
Luego del primer exabrupto contra el kirchnerismo, al que dijo que le cerraría la puerta porque buscaba una guarida en el justicialismo, Barrionuevo adoptó un lenguaje de mayor corrección política, por imperativo del mandato que debe cumplir. Para eso designó como custodio del discurso a Carlos Campolongo, quien nunca da una nota fuera de tono, aunque la melodía sea anodina.
Hacia el 19
Los interventores están pensando para 2019 una interna entre Juan Urtubey, José De la Sota, Florencio Randazzo y Sergio Massa, cuatro de los grandes derrotados en las elecciones de 2017. Tres de ellos fueron candidatos y De la Sota apoyó al actual gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Todos perdieron por paliza, lo cual frustró la operación prevista de abalanzarse sobre Cristina si no ganaba en Buenos Aires. Perdió, pero por un margen mínimo y su caudal de votos supera el de cualquier otro peronista. De la Sota, que en 1988 llamó al sindicalismo La Rama Seca del Peronismo, ahora puso una tienda de ropa y trabaja de modelo. Está en otra cosa. Massa incluso fue derrotado en su municipio de Tigre, cuyo intendente Julio Zamora, se acercó a CFK después de la elección, como también lo hicieron las senadoras Silvina García Larraburu y Magdalena Odarda, de Río Negro, y Sigrid Kunath, de Entre Ríos. Y habrá más si la única verdad sigue siendo la realidad, porque Cristina se erige como la voz más poderosa de la oposición, con capacidad de coordinación hacia una izquierda que no resigna sus opiniones críticas pero está aprendiendo a combinar el manejo político con el discurso ideológico.
Sin enloquecerse por la marca del PJ (que para el peronismo fue siempre un instrumento electoral del que se puede prescindir, como lo demostró hace tres décadas Cafiero y el año pasado Cristina) desde el kirchnerismo imaginan una Primaria distinta, con Coqui Capitanich, el rejuvenecido Chivo Rossi, Alberto Rodríguez Saa y Axel Kicillof, aunque también es posible que el ex ministro de Economía compita por una senaduría en alguna de las dos Buenos Aires.
La última semana, Clarín manipuló dos encuestas de opinión que dicen lo contrario que sus títulos. Uno decía “Sorpresa: una encuesta de La Cámpora muestra más rechazo a Cristina Kirchner que a Mauricio Macri”. Pero el texto indica que ésa no era la novedad, ya que hacía meses que ocurría, pero de un mes al otro se achicó la diferencia, porque el presidente perdió adhesiones y su antecesora las recuperó. Otro tanto ocurre con la encuesta publicada el viernes 20 por el mismo diario. Su título es: “Llamativa encuesta electoral: caen Macri, Vidal, Cristina y Massa”. Pero el texto revela que CFK encabeza la nómina de preferidos para encabezar la fórmula peronista y ante la pregunta sobre su candidato preferido para la presidencia, CFK encabeza las respuestas, seguida por María Eugenia Vidal, con 6,3 puntos porcentuales de diferencia. Ante la pregunta sobre un eventual balotaje, la respuesta fue que Cristina se impondría sobre Macrì. Nada que ver con los títulos pero tampoco con los comentarios de los columnistas. Esto permite comprender mejor las dudas que Vidal deja trascender sobre su posible candidatura a la reelección: la provincia de Buenos Aires le da miedo y la vida en un cuartel de la Fuerza Aérea para conjurarlo le produce una angustiosa sensación de enclaustramiento.
Yrigoyen, Alfonsín, Macrì
Por último, la UCR por primera vez intentó reivindicar su tradición histórica ante PRO, por el nuevo aumento de tarifas. Algo similar hizo la Coalición Cívica Libertadora, que tenía antecedentes por medio de su líder excluyente, Elisa Carrió. Ante las movilizaciones callejeras y los recursos judiciales en todo el país, y dado el proyecto de Cristina de retrotraer las tarifas a fines del año pasado y congelarlas, ambos aliados presionaron al gobierno que integran y obtuvieron un leve maquillaje. Ante la insistencia de Macrì en el aumento, radicales y libertadores se conformaron con que no se cobrara todo ahora, sino que se prorrateara a lo largo del año. A esto indebidamente le llaman una tarifa plana. No lo es porque serán iguales las cuotas que cada uno pague hasta que termine el verano, pero su magnitud variará según el consumo de cada uno, con lo cual lo único plano es el rechazo oficial a cualquier modificación. Del mismo modo, el gobierno tergiversa las palabras al sostener que ha optado por el gradualismo para la reducción del déficit y la inflación, como si una dependiera del otro. La dificultad para reducir el déficit depende de decisiones políticas voluntarias del gobierno:
* Rebaja de retenciones, a las exportaciones agropecuarias y de commodities industriales.
* Desregulación financiera, que permite la fuga de divisas sin otra restricción que la capacidad de endeudamiento para conseguirlos.
* La apertura comercial para la importación de cualquier producto, entre ellos muchos suntuarios y otros que se producían en el país. Mientras cae la producción de vehículos automotores crece su venta, en creciente proporción de importados, sobre todo de lujo o, como dicen los argentinos exquisitos, de alta gama.
* El turismo al exterior de las clases medias y acomodadas, con un dólar subsidiado porque se lo emplea como ancla antiinflacionaria (de eficacia apenas paliativa).
* Merma de la disponibilidad de hidrocarburos líquidos y gaseosos pese a los tarifazos, que incrementaron la utilidad de las compañías (de parientes, amigos y asociados de los CEOS en el gobierno) pero no la producción que sigue en declive.
La decisión de compensar estas canonjías a los propios con reducciones salariales y previsionales, precarización laboral y recortes en ingresos indirectos como salud y educación, mientras sólo se mantiene el asistencialismo como válvula de escape, es fácil para quienes ni siquiera pueden representarse el drama de perder el trabajo o que el ingreso no sea suficiente para mantener a la familia. La novedad es que ya avanzado el tercer año de gobierno, es su propia base electoral la que se hace sentir, y no es seguro que la manipulación informativa y el circo de Comodoro Py basten para aplacarla.
Carrió, para quien Macrì era el límite, ahora reitera que pase lo que pase no romperá porque eso permitiría el regreso del peronismo. Los senadores radicales colocaron en su sala de reuniones del Congreso una foto de Macrì junto con las de Yrigoyen, Alvear, Illia y Alfonsín, con lo cual está todo dicho.
El cuadro se repetirá en la semana próxima, cuando ya no sean precisos los 2/3 para tratar el proyecto de repudio al tarifazo y alcanzar el quórum sea una medida de su posible aprobación. Tampoco se pudieron tratar los proyectos que interesaban al gobierno, de reforma integral del Código Procesal Penal Federal y de escucha de comunicaciones. El domingo 15, El Cohete a la Luna reveló en la nota El Big Brother lo sabrá todo el contenido de la reforma procesal, que el gobierno quería tratar de apuro y sin debate. Con el pretexto de combatir delitos particularmente odiosos como los secuestros y el narcotráfico, procura concentrar poderes sin precedentes en la historia argentina, que podrán ser utilizados desde la Capital Federal en todo el país contra cualquier ciudadano que incomode al poder político, incluyendo adversarios electorales, gobernadores de la oposición, organizaciones sindicales o sociales que reclamen por sus derechos, pero también competidores económicos del presidente Maurizio Macrì y de sus parientes, socios, testaferros y amigos. También legalizaría la aplicación del software israelí Pegasus, que permite penetrar en la intimidad de una persona y utilizar el micrófono, la cámara y el localizador satelital de su propio teléfono como instrumento de espionaje sobre su vida, incluyendo el seguimiento de cada uno de sus pasos y hasta sus encuentros íntimos. Clarín dijo que a raíz de esa publicación se suspendió el tratamiento del proyecto que ya tenía dictamen de comisión. También hubo una fisura entre las jefaturas de bloques en el Senado. El radical Luis Petcoff Naidenoff (foto principal, con Pichetto) aceptó posponer el tratamiento, como pedía el cupo masculino en el bloque de Senadoras de Unidad Ciudadana, Marcelo Fuentes, y abrir una ronda de consultas con especialistas. Esto provocó una airada reacción de los operadores del proyecto: Pedro Guastavino que es uno de sus autores, y Pichetto. Habrá que ver si el dictamen se tratará tal como llegó de la comisión o será sometido a consultas y enmiendas.
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