El llamado

Un Fernández candidato en la Universidad y el primer enigma de Turandot

 

El sábado 27 de julio, ya avanzados los preparativos para el acto de Alberto Fernández en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA que tendría lugar el miércoles 31, recibo un WhatsApp de Daniel Filmus en que me dice que le había sugerido a Adrián Paenza, quien vive en Chicago, que mandara un video corto con un saludo a ser transmitido. A los pocos minutos Adrián me habla por teléfono para comentarme sobre el video y entonces se me ocurre preguntarle:

—¿Y si venís en vez de mandar un video?

Conociéndolo como lo conozco desde hace décadas, sabía que estaba poniendo en aprietos a mi amigo y cortamos sin que me diera una respuesta positiva. A la hora vuelve a llamarme y me dice:

—Viajo, llego el martes a la mañana y me voy el jueves a la noche.

Lo que ocurrió desde el segundo llamado fue una serie de hechos que afectaron profundamente las emociones de quienes nos unimos, pensamos y militamos para dar vuelta la página de la pesadilla que significó para la Argentina, y en particular para sus científicos, el gobierno de derecha liderado por Mauricio Macri.

 

 

La restauración conservadora y la grieta

La visita de Fernández a Exactas de la UBA estuvo centrada en que se le entregaría el texto de la solicitada suscripta por más de 8700 científicos y universitarios donde manifestamos nuestro apoyo a la fórmula del Frente de Todos. Con cierta intención descalificadora, un periodista radial me preguntó:

—¿La solicitada de ustedes se gestó en respuesta a la de los intelectuales que apoyan a Macri?

No, la recolección de firmas de la nuestra empezó semanas antes de la publicación de la solicitada de los macristas; pero eso sí, hasta la publicación de la de ellos, nosotros teníamos 4000 firmas, pero después hubo una explosión y llegamos a más de 8700.

No tuve tiempo de decirle que la solicitada se había gestado por iniciativa del grupo CyTA (https://cienciaytecnicaargentina.wordpress.com), en el que estamos Adrián, Daniel y yo junto a Ana Franchi, Andrea Gamarnik, Andrés Kreiner, Carolina Mera, Diego Hurtado, Diego Tatian, Dora Barrancos, Eduardo Dvorkin, Emmanuel Alvarez Agis, Federico Robledo, Felix Requejo, Fernanda Beigel, Graciela Morgade, Hugo Aimar, Jorge Geffner, José Paruelo, Juan Pablo Paz, Marcelo Ruiz, Marcos Vaira, Marisa Herrera, Mirta Susana Iriondo, Noé Jitrik, Osvaldo Uchitel, Pablo Nuñez, Roberto Salvarezza, Rolando González-José y Sandra Carli. No quise omitir a nadie porque CyTA fue y sigue siendo el refugio y el farol para afrontar la pesadilla.

El ellos y nosotros de mi respuesta al periodista no son categorías arbitrarias de una grieta eliminable. Son dos posiciones y dos compromisos diferentes con la realidad, que vienen desde los tiempos de Espartaco y que, por suerte, han dividido al mundo en dos fuerzas antagónicas sin cuyo enfrentamiento no habría conquistas populares ni sociales, ni económicas. La esencia del nosotros está en un párrafo de la solicitada:

Queremos contribuir, con nuestro voto y nuestra voz, a un contundente triunfo electoral que cierre definitivamente la etapa de restauración conservadora abierta en 2015, que condena a nuestro país al atraso, al endeudamiento y a la pobreza.

La restauración conservadora es la que ha bajado los salarios, aumentado las tarifas, disminuido el consumo, generado desempleo y pobreza, disminuido puestos en la carrera del investigador del CONICET, descalificado al sindicalismo y a la militancia, denostado al pensamiento crítico por haberle hecho demasiado daño al país y propuesto reemplazarlo por la "alegría" y el "entusiasmo". La restauración conservadora ha echado investigadores del INTI, suspendido grandes proyectos de soberanía como el ARSAT, pactado miseria con el FMI, provocado el cierre de pymes, desfinanciado la salud pública, inventado causas judiciales, sobornado testigos con amenaza de cárcel, detenido procesados sin sentencia. Es la que nos anuncia mayor flexibilización laboral y pérdida de derechos de los trabajadores y la que ha promovido en la población la idea de que es lícito matar a alguien por la espalda por el hecho de haber cortado una ruta en una protesta: el asesinato de Rafael Nahuel es una injusticia insoportable que se vuelve más dolorosa en el intento de su naturalización por parte del gobierno y de los medios que lo sostienen. Es el mismo artilugio con que cínicamente Macri, Bullrich y sus secuaces pretenden hacer creer a la población que Santiago Maldonado se tiró a un río helado sin saber nadar y se ahogó por su propia voluntad, y no porque lo persiguieron y lo empujaron los gendarmes que habían entrado ilegalmente a un terreno vedado.

 

La fiesta

Alberto Fernández llegó a la facultad a las 16,45 y se dirigió a una sala donde lo esperaban más de 30 científicos premiados nacional e internacionalmente. Había premios Houssay, Investigadores de la Nación Argentina, premios Konex, miembros de academias nacionales y de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, reconocidos referentes de las ciencias sociales y naturales, diputados nacionales. Con ellos AF se fusionó en un diálogo franco y desprovisto de formalismos. El paso siguiente fue una corta reunión con becarios e investigadores jóvenes para luego dirigirse al aula magna donde lo estaban esperando, desde hacía más de una hora, más de mil científicos y universitarios atraídos por los anuncios en las redes, y que colmaban la capacidad del recinto. El primero en entrar al escenario fue Adrián, quien fue recibido con una ovación tan grande que sólo puede explicarse por el inmenso cariño que se ha ganado en gran parte de nuestra sociedad. Ya daba escalofrío el clima que se había creado y Adrián estaba entrando a su casa, al aula en que había enseñado toda su vida y donde había transmitido su pasión por las matemáticas pero mucho más aún por la aventura del conocimiento, por aquello de que comprender y entender sólo puede traer felicidad. Después de Adrián entraron Alberto Fernández (segunda ovación) y la decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Graciela Morgade, quien leyó la solicitada y entregó al candidato el escrito con las casi 9000 firmas. Seguidamente Adrián usó la parábola de una progresión geométrica para ilustrar cómo se podrían conseguir millones de votos en pocos días a partir de una sola persona que comenzara convenciendo a otras dos de votar por la fórmula F-F, con la condición de que al día siguiente cada uno de los convencidos convenciera a otros dos, con esa misma condición a cumplirse el día posterior. A esta altura todos sabíamos que estábamos asistiendo a una fiesta, a una función con un argumento imprevisto pero genuino. Entonces le llegó el turno al candidato, quien refirmó su compromiso con la educación pública, la universidad estatal, la investigación y el conocimiento. Con palabras sencillas y llanas, sin razonamientos rebuscados, con cierto pudor por ser un abogado expuesto frente a un maremágnum de investigadores científicos y tecnólogos, expuso sus ideas y anunció el hecho simbólico de que uno de sus primeros actos de gobierno sería devolver el carácter de ministerio a la cartera de Ciencia y Técnica. Paradoja si las hay del vergonzoso acto de Barañao al firmar el decreto de degradación a secretaría de Estado del ministerio que fuera creado por Cristina para que lo ocupara él. Varias ovaciones lo interrumpieron pero una se destacó cuando AF nombró a Cristina. Es que Cristina despierta pasiones encontradas y cuanto más la detestan quienes la detestan más la aman quienes la aman. Es por eso que para mí el calificativo pretendidamente peyorativo de la “Pasionaria de El Calafate” se convierte en un valor admirable de su personalidad.

 

 

La esperanza

Turandot es la última ópera de Puccini, estrenada poco después de su muerte en la Scala de Milán en 1926. Cuenta la historia de la princesa china Turandot que, obsesionada por mantener su virginidad, ordena matar a todo pretendiente que sea incapaz de sobrepasar la prueba de dar las respuestas correctas a tres acertijos planteados por ella. Nadie los adivina y todos son ejecutados hasta que aparece el príncipe Calaf quien acepta el desafío, triunfa y termina ganando el amor de Turandot. En su primer enigma la princesa canta: En la oscura noche vuela un fantasma iridiscente. ¡Sube y despliega sus alas sobre la negra infinita humanidad! ¡El mundo entero lo invoca y todo el mundo le implora! ¡Pero el fantasma desaparece con la aurora para renacer en el corazón! Calaf medita, medita y finalmente responde: ¡la esperanza!

La esperanza es la palabra que mejor describe la emoción vivida en al aula magna de Exactas. Es un concepto irracional y puede ser traicionero, pero es un sentimiento que, cuando aparece, conmueve las raíces de los movimientos colectivos. La esperanza se veía en las caras, las actitudes corporales, las risas, los cánticos y las lágrimas de quienes estábamos ahí. Más aún, se me ocurre que la esperanza individual es un sin sentido en la política, pero la esperanza colectiva tiene otro poder. Con la esperanza sola no se llega a ningún lado, pero sin ella no se llega muy lejos aun cuando se sepa adónde ir.

 

 

 

 

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