El legado de Ortega Peña
La evocación como acontecimiento de lo político
“Gente que avanza se puede matar, pero sus pensamientos quedarán”
León Gieco
En este año pienso evocar a mi viejo, Rodolfo Ortega Peña, desde su dimensión política y filosófica, desde su compromiso militante, intelectual y revolucionario. Poner en debate nuestro presente desde su legado.
En una de sus múltiples intervenciones decía: ¡Sólo el pueblo salvará al pueblo!, interpelación que quedará segada por la atroz represión, primero de la Triple A y posteriormente del Estado Terrorista. Su significante es el pueblo como protagonista y hacedor de las transformaciones históricas. Desde ese lugar podemos cuestionar el pragmatismo político tan presente en estos tiempos como fundamento de lo posible, para poner en tensión y debate la idea del acontecimiento de lo político, como condición transformadora de lo humano.
Ortega Peña militaba, debatía y llevaba a la praxis las ideas del acontecimiento de lo político, desde la memoria de las luchas de nuestro pueblo, como espacios en pugna por el devenir histórico; estos acontecimientos son los que nos permiten asumir esa idea de poder transformar la realidad, aunque no se vislumbren en el presente las condiciones para su desarrollo. Es decir, militar políticamente en la creación de esas condiciones es la tarea, caso contrario solo nos queda resignarnos a que lo político es el arte de lo posible; movilizar la participación popular que nos permita ampliar ese ideario que ve a la democracia como el mero espacio formal en el cual el acto superior de participación ciudadana está dado en el hecho eleccionario, para asumir el acontecimiento de lo político como la participación colectiva para realizar las transformaciones necesarias de las condiciones estructurales que generan las desigualdades sociales, económicas y culturales que se sufren en nuestra comunidad política.
Rodolfo exponía desde la alteridad negada el desarrollo de las corrientes históricas, que no teniendo condiciones objetivas y materiales asumieron ser protagonistas y nos legaron una identidad política a lo largo de nuestra historia. Dicho de otra manera, Ortega Peña estaba convencido de que el camino a seguir estaba dado por los sucesos que los pueblos recorren en nuestra América profunda para la realización de ese ideario de libertad política, social y económica, constituyendo así el desafío de pensar y forjar su propio destino. En las luchas de los movimientos emergentes de los siglos XIX y XX estaban las claves para la comprensión y debate del presente histórico del cual fue parte. Su estudio y transmisión sobre los revolucionarios de Mayo, las Montoneras riojanas, los federales del interior, la denuncia de la primera deuda externa pública, ese primer empréstito de la banca británica que generaba la dependencia económica y la subordinación financiera.
Ortega Peña debate y polemiza el presente desde el pasado y, de manera dialéctica, el pasado desde el presente; disputa frente a la formación de la ideología dominante y su correlato en el siglo XX, en defensa de los intereses populares. Estudia y transmite el devenir de las luchas de las y los inmigrantes, anarquistas y socialistas, el movimiento yrigoyenista y el protagonismo de masas de la clase obrera peronista, como sujetos históricos. Desde lo que se denominará la izquierda peronista, Ortega Peña integró ese movimiento para contribuir a transformar la realidad del pueblo que, acorralado por el mundo de necesidades, impidió e impide tener una vida socialmente digna. Militó convencido en el peronismo como movimiento emancipador de la sociedad argentina por una patria liberada.
Estas ideas representan los desafíos de nuestra etapa: no hay cuestión nacional sin cuestión social, y no se resuelven los temas sociales si no se resuelve la independencia del continente; profundizando la reivindicación de las luchas populares, en la construcción colectiva de la memoria histórica de los pueblos como camino. El pensamiento “Orteguiano” se inscribe en la expresión “soy peronista porque soy marxista” y queda definido en toda intervención de la dimensión pública, sea en sus debates filosóficos, en su práctica del derecho como abogado defensor de presos políticos, en su compromiso junto a los trabajadores en la protesta, en su participación en sindicatos y gremios combativos, en su rol de historiador y difusor de las luchas populares. Todo ello articulado desde su militancia y compromiso, como praxis política, que lo llevó a asumir como diputado nacional para la defensa de los intereses populares, es lo que hoy nos permiten reflexionar desde este presente histórico que nos toca atravesar.
Mi padre está presente y vive en el pueblo peronista, vive y late en su historia. Porque es parte de la síntesis del movimiento que supo encauzar los dolores y alegrías de los más humildes, de todos aquellos a quienes les duele como propio el dolor del otro y a quienes como peronistas amamos la patria. Como lo soñó Evita. Como lo quiso Perón. Como nos cautivó Néstor cuando dijo “¡vengo a proponerles un sueño!”. Como la llama de esperanza que sintetiza Cristina.
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