El laboratorio italiano

Negacionismo y casta: denominaciones de origen

 

En la campaña electoral argentina, el pretendiente Javier Milei utiliza indistintamente los recursos del negacionismo y el discurso anti-casta con efectividad. No sabemos en qué porcentaje influyen en su electorado pero seguramente funcionan. No es una novedad, la fórmula ha sido probada en muchos países: Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos presentándose como el candidato anti establishment. El negacionismo que vivimos probablemente se generalizó a partir de ciertas experiencias italianas de las que participaron no solo grupos neofascistas minoritarios, la modalidad contagió a partidos políticos y sectores de la población con los efectos que conocemos.

En junio de 1993 se votaba en Roma para la elección de intendente. Por el área progresista se presentaba Francesco Rutelli, un político del movimiento verde; por la derecha, Gianfranco Fini, un cuadro renovador del neofascismo, que actuaba asimilado al sistema parlamentario, tenía su propia bancada y se movía más bien en voz baja en la complicada geografía de la política italiana sin desdeñar acuerdos tácticos con la Democracia Cristiana, pues compartían un mismo enemigo: el comunismo.

Los neofascistas no podían alzar tanto la cabeza en esos años. Todavía la memoria de la dictadura y la guerra de liberación estaba presente y activa, y la izquierda más aguerrida los atacaba con un estribillo siempre presente en las movilizaciones callejeras:

Fascisti… carogna, tornate nella fogna. (Fascistas, carroñas, vuelvan a las cloacas.)

El neofascismo llegaba a las elecciones con la contención habitual para no atraer los fuegos contestadores del anti-fascismo, pero inesperadamente se abrió una compuerta: las declaraciones de voto de Silvio Berlusconi a favor de Fini introdujeron una novedad picante en las elecciones. El Partido Radical le reprochó dicha declaración pero la compuerta ya se había abierto e inesperadamente parte de la opinión pública pareció no sorprenderse ni escandalizarse.

Fini no ganó la intendencia de Roma pero obtuvo una presencia mediática notable, sobre todo en las emisoras de TV de Berlusconi; la vieja guardia del partido cerró filas en torno a Fini y comenzaron las declaraciones en dos sentidos: por una parte se afirmaban las adhesiones públicas al sistema democrático; por otra, al inicio tímidamente y después con más fuerza, comenzaron las reivindicaciones del período fascista, se engrosaron las peregrinaciones a Predappio, donde está la tumba de Mussolini, y en algunos kioscos de revistas aparecieron los almanaques con imágenes del Duce.

 

 

El nuevo ciclo del neofascismo fue observado con preocupación y declaraciones por parte de la comunidad judía que había sufrido en carne propia persecución y deportaciones; lo mismo sucedió con el ANPI (Asociación Nacional Partisanos Italianos), organización que agrupa a los ex combatientes de la guerra de liberación, cuya misión es mantener vivos los valores del anti-fascismo.

Berlusconi volvió a sorprender en 2003 con otra declaración al diario inglés The Spectator: “Mussolini nunca mató a nadie, mandaba a la gente de vacaciones a la frontera”. Berlusconi se refería a la pena que sufrían los opositores cuando eran enviados a cumplir su condena en localidades lejanas a su domicilio bajo la estricta vigilancia de policía y prefecto. En cuanto a que no mató a nadie, la frase no necesita comentarse.

Otra inesperada compuerta se había abierto en 1996 en el parlamento, cuando en un discurso sorprendente el representante del PD (Partido Democrático), en teoría el principal de la izquierda, declaró que podía “comprender los motivos de los muchachos de Saló”. La frase se refería a los militantes y voluntarios fascistas que acompañaron la última aventura de Mussolini: la República Social, cuya sede política era la ciudad turística de Saló, en el norte de Italia.

La frase legitimó a las bandas negras que habían torturado y masacrado partisanos y civiles actuando codo a codo con la potencia ocupante, la Alemania de Hitler. Y comenzaron las ceremonias de recuerdo a “los que habían combatido por el honor”; en cementerios de provincia o pequeños municipios con administraciones complacientes llegaban los piquetes de fascistas, saludaban a sus muertos con el saludo romano y discursos reivindicativos, manifestaciones expresamente prohibidas por la Constitución Republicana en su artículo 48.

El negacionismo del partido de Georgia Meloni tiene un carácter propio, pero hay dos tipos de negacionismo. Uno es histórico y forma parte de la identidad del partido fundado por Giorgio Almirante: rescatar la figura de Mussolini, reivindicar los 20 años de fascismo en Italia y sobre todo llegar a la equiparación entre los partisanos que liberaron Italia y las escuadras fascistas –los grupos de choque de la dictadura– con una insistencia obsesiva, para llegar a la legitimación histórica que aspiran.

En los últimos años aparecieron ataques públicos contra los partisanos llamándolos sin medias tintas “asesinos”. La derecha neofascista insiste en sostener que existió una guerra civil donde se enfrentaron dos bandos, discurso con el que claramente se cancelan asesinatos, deportaciones, persecuciones, la política racista para complacer a Hitler y el asesinato masivo de las poblaciones africanas que resistieron a las tropas mussolinianas.

El otro negacionismo adhiere a las corrientes que sostienen que el cambio climático es una mentira. En los diarios de la derecha se citan “expertos” que nadie conoce, que se parecen en todo el mundo, que lanzan sus proclamas sin sentirse en la obligación de presentar pruebas relativas; otros utilizan el método llamado cherry picking (seleccionar las cerezas), que consiste en presentar algunas pruebas irrefutables que pueden sostener el discurso que proponen, obviamente ocultando el resto del enfoque.

Los neofascistas son negacionistas en la cuestión climática por razones muy claras: todos sabemos adónde nos está llevando el modelo económico vigente, pero los cambios necesarios para modificar el rumbo afectarían seguramente a grandes grupos económicos y una parte de los votantes de este sector político está ligado –desde los años previos a la llegada al poder el fascismo italiano– con un hilo negro al empresariado. En los años ‘20 se trataba de disciplinar a la clase obrera y los sindicatos, ahora se trata de postergar al infinito la transformación del modelo económico.

En esta variante negacionista, los aliados de la Liga de Salvini no se quedan atrás. Lombardía es la región más contaminada de Europa y el leguista que la gobierna sostiene que Bruselas ataca la región por motivos oscuros jamás explicados; obviamente esto sirve para justificar la ausencia de cualquier política de reconversión industrial o protección del territorio.

Meloni ya ha sintonizado con lo que en Italia llaman Poteri Forti, un entramado inexpugnable que solamente vaciló durante la temporada de Manos Limpias, cuando los jueces de Milán descabezaron la nomenclatura de los partidos políticos y encausaron a un grupo de empresarios que participaban en el festival corrupto de la Primera República. La Presidenta evita las declaraciones negacionistas, sobre todo desde que visitó a Biden en Washington para formalizar su adhesión atlantista; además no necesita hacerlo, en el área de la derecha no faltan los voceros oficiosos.

En julio de 2023 Andrea Giambruno, el marido de Meloni, un periodista que trabaja para Mediaset (la empresa de la familia Berlusconi), declaró en un programa televisivo donde se hablaba de las altas temperaturas que aquejaban el hemisferio norte que “esto no es una noticia, en verano hace calor”.

El negacionismo cotidiano en Italia se expresa a través de dos diarios: Il Giornale y Libero. Sin ningún pudor publican falsas noticias, acusan a la izquierda de ser “anti-automóvil”, rechazan el automóvil eléctrico, cuestionan las estadísticas que denuncian el nivel de contaminación de las ciudades, afirman que los temporales sorpresivos que devastan ciudades “siempre existieron”, que la energía solar no sirve porque “no funciona cuando está nublado”, etcétera.

Hay otro nivel de negacionismo también desarrollado por Berlusconi, que podríamos llamar negacionismo de lo cotidiano, por ejemplo cuando se descubrieron sus relaciones con una prostituta menor de edad de origen marroquí conocida como Ruby. En mayo de 2010 la joven había sido conducida a una comisaría para ser interrogada por una denuncia de robo. Berlusconi, en ese momento Presidente del gobierno, se interesó y ordenó liberar de inmediato a Ruby. Interrogado públicamente sobre los hechos, negó cualquier implicación con Ruby explicando que lo había hecho porque la joven era “sobrina de Mubarak”, en ese momento Presidente de Egipto. No obstante la dimensión evidente de la mentira, los parlamentarios del oficialismo repitieron sin sonrojarse la Voz del Amo y obviamente los medios se hicieron un festival. Si hay algo que no puede negársele al berlusconismo es el ritmo de farsa carnavalesca de su gestión pública, que recuerda a la farándula que giraba en torno a Carlos Menem.

Otro caso de negacionismo cotidiano lo protagonizó Claudio Scaiola, veterano político del área genovesa. Durante su gestión como ministro del gobierno de Berlusconi se descubrió que había recibido en dono un lujoso departamento en Roma con vista al Coliseo. Scaiola declaró que no sabía nada del hecho ni de cómo el inmueble había terminado registrado a su nombre, pero en mayo de 2010 tuvo que renunciar.

En la temporada berlusconiana terminó por oscurecerse un principio no escrito de la política: el de jugar sucio honestamente. Parece un oxímoron pero no es así. Quiere decir que si te sorprenden con la mano en la lata hay que presentar la renuncia y desaparecer, al menos hasta que se acalle el ruido. Jugar sucio deshonestamente significa no respetar esta regla y continuar adelante como si nada hubiera sucedido. Uno de los discípulos aventajados de esta escuela ha sido y es Donald Trump, aunque aquí también la lista podría alargarse.

 

La Casta

En 2007 la editorial Rizzoli editó La casta, così i politici italiani sono diventati intoccabili, de Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella, periodistas del diario de Milán Il Corriere della Sera, que muestra un elenco de privilegios, prebendas, beneficios y exenciones que gozaban y gozan los políticos italianos, desde los parlamentarios hasta modestos empleados municipales de pueblitos desconocidos. El libro se transformó en best-seller instantáneo en un país que no se caracteriza por altos índices de lectura y abonó el piso donde se construyó la temporada llamada de “la anti-política” en Italia. Los autores quizá previeron la onda de rabia que podría desencadenar el texto y en la segunda página advirtieron que en Italia también existen “miles de personas honestas, de derecha y de izquierda, que se dedican a la política en modo serio y limpio”.

 

 

El primer capítulo es una descripción de la Italia de posguerra, de la pobreza difusa y de la frugalidad de los Padres de la República. Una de las anécdotas se refiere a Alcide De Gasperi, Presidente del gobierno, que viajó a Estados Unidos en febrero de 1947 con el sobretodo que le había prestado un amigo ya que no poseía uno. El líder socialista Pietro Nenni tenía un solo traje y un sobretodo. Estos personajes, que combatieron al fascismo y llevaron al país hacia la democracia parlamentaria, son ejemplos que sirven a los autores para subrayar a través del contraste la falta de moral cívica de la clase política del nuevo siglo.

¿Pero cuáles son los ejemplos que presentan los autores? Aviones del Estado que vuelan 37 horas al día, financiamientos públicos cuadruplicados respecto a cuando habían sido abolidos por referéndum popular, reembolsos electorales 180 veces más altos que los gastos realmente efectuados, gastos de representación de gobernadores de provincia 12 veces más altos que los del Presidente de la república alemana, candidatos perdedores en elecciones consolados con cinco sueldos de cargos inventados, etcétera.

Las últimas páginas del libro aportan una serie de gráficos comparativos que hablan por sí solos del modo irracional con el que se dilapidan los dineros públicos en Italia.

 

Gastos anuales 1992, Palacio del Quirinale (residencia presidencial): €107.311.000

Gastos anuales 1992, Corona Británica: € 132.790.000

Gastos anuales 2006, Palacio del Quirinale: € 217.311.000

Gastos anuales 2006, Corona Británica: € 56.800.000

 

Sueldo mensual de jefes de Estado y de gobierno, 2006, valores en euros:

Shinzo Abe, Japón: 24.000

Mary McAleese, Irlanda: 22.832

George W. Bush, Estados Unidos: 22.784

Calmy-Rey, Suiza: 21.276

Merkel, Alemania: 21.262

Romano Prodi, Italia, 18.878

 

La larga lista termina con:

Gloria Arroyo, Filipinas: 962

Evo Morales, Bolivia: 667

Sing, India: 650

 

El éxito del libro fue tan grande que en mayo 2007, mes del lanzamiento, se publicaron cinco ediciones y en los talk shows no se hablaba de otra cosa.

Durante los años ‘80 del siglo pasado el ritmo de dilapidación de dinero público era el mismo y los excesos de los políticos que se consideraban una especie de estrellas del rock eran tolerados y a veces apreciados, pero en ese momento la sociedad se consideraba satisfecha y los beneficios del boom económico todavía se sentían. Cuando en los ‘90 llegó la operación Manos Limpias, se derrumbó la partidocracia y con ella la república demócrata cristiana, la música cambió: llegó con fuerza el neoliberalismo, las privatizaciones de las empresas públicas y comenzó el ataque frontal al Estado de bienestar.

Cuando apareció el libro en 2007 la sociedad italiana estaba inquieta, en ebullición, el momento de Manos Limpias había revelado la fragilidad de los ídolos del pasado y del presente. El libro encontró así sus lectores y los lectores encontraron su libro: a fines de 2007 llevaba vendidos 1.200.000 de volúmenes. Y la cosa recién empezaba.

 

Desilusión y rabia

En Italia la desconfianza de los ciudadanos hacia la política y los políticos viene de lejos. El sentimiento expandido era que la clase dirigente estaba compuesta por personas en la que no se podía depositar esperanzas, mientras la gente del pueblo se adaptaba a las circunstancias y a los cambios de rumbo y de patrones para sobrevivir. La frase Francia o Spagna pur che si magna (“Francia o España con tal de que se coma”), que se atribuye al filósofo renacentista Guiciardini, refleja esa filosofía de la resignación transmitida a través de los siglos, pero el período 1994/2000 había aportado a los italianos una esperanza de cambio: después del derrumbe de la Primera República, la gran prensa comenzó a martillar cotidianamente sobre las ventajas del liberalismo económico y las posibilidades que se le creaban al ciudadano que se convertía en empresario de sí mismo.

Ese era el espíritu que en las elecciones generales de 1994 llevó al gobierno a Silvio Berlusconi, el hombre que encarnaba esa filosofía de la voluntad como fundamento del éxito y la riqueza. Diez años después comenzó la fase crítica, quizá faltaban las grandes líneas del pasado, Berlusconi se estaba revelando un bluff y los gobiernos de Prodi no habían contrastado la flexibilidad laboral y el trabajo precario como parte de la población había esperado. Las desilusiones continuadas llevaron a otra espiral de frustración, pero esta vez la resignación fue ensombrecida por un nuevo sentimiento que se estaba abriendo paso en la sociedad: la rabia.

 

Antipolítica

En 2005 el actor Beppe Grillo, especializado en sátira política, creó el movimiento Amici di Beppe Grillo. La intención era unir a ciudadanos comunes descontentos con la política y comenzar a debatir y reflexionar sobre el momento político. Uno de los puntos de coagulación era el anti-berlusconismo.

Beppe Grillo cuestionaba el Partito Democrático, sostenía que no se comportaba como el partido de izquierda que decía ser. Se quiso presentar en la interna para la secretaría y su demanda fue rechazada. Un dirigente del PD pronunció entonces una frase que quedó fijada en los anales del periodismo y la historia: “Si Grillo quiere hacer política, que se haga un partido propio”.

 

Beppe Grillo.

 

Dicho y hecho. Después de esa experiencia gestionada a través de la red, Grillo fundó en 2009 con Gianroberto Casaleggio –un empresario de la web– el movimiento 5 Estrellas. El ambicioso proyecto era establecer una democracia directa o digital que superase el sistema clásico de representación y delegación. La primera experiencia del M5E fueron las elecciones administrativas de 2009.

No todo era web y teclado, el M5E creaba nutridas concentraciones en las que Beppe Grillo, con su larga experiencia en los escenarios, organizaba verdaderos espectáculos de discusión política, donde el público militante se encontraba con otras personas que pensaban cosas similares. Además se presentaba el M5E como “ni de derecha, ni de izquierda”, lo que le permitió pescar adhesiones y votos en amplios sectores de la sociedad.

El ataque de Grillo a políticos e instituciones de “la casta” era directo y con nombre y apellido. Los partidos políticos y la dirigencia no tardaron en reaccionar. Veían cuestionado su rol de intermediarios entre el pueblo y las instituciones, sostenían (y así lo creían) el monopolio del hacer política, las nomenclaturas se sentían legitimadas por el artículo 49 de la Constitución que permite a los ciudadanos organizarse en asociaciones (partidos) para ejercitar la política y obviamente rechazaban hasta la posibilidad de que el M5E –sin dinero, sin aparato, sin secretarías ni jerarquías– estuviese haciendo política y creando consenso popular. El ataque venía acompañado por toda la prensa del establishment con la solitaria excepción de Il Fatto Quotidiano, diario fundado por algunos periodistas expulsados de L'Unità, el diario del PD, por su actitud crítica frente a la línea política y la nomenclatura del partido.

A partir de esa convicción, la dirigencia partidocrática comenzó a denominar anti-política las reacciones de la ciudadanía, y sobre todo el accionar desplegado por el M5E. Una de las palabras que hicieron época en esos años fue “populismo”, utilizada en modo peyorativo contra el M5E y que –como sostuvo Marco D'Eramo en un breve ensayo en 2013– retrata más a quien la utiliza que a quien va dirigida.

Paralelamente, en España estaba surgiendo otro movimiento ciudadano de protesta: Los Indignados, que coparon el centro de Madrid en la famosa movilización del 15 de mayo de 2011. Tres personas fueron las impulsoras de la transformación de Los Indignados en Podemos: el profesor universitario Juan Carlos Monedero y sus antiguos alumnos Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, que fundaron el movimiento en enero 2014.

También inicialmente el ataque de Podemos se dirigió frontalmente contra “la casta”, también en los orígenes sostenían no ser de derecha ni de izquierda, pero esta posición se fue corrigiendo y desplazando hasta definirse como un movimiento de izquierda, a la izquierda del PSOE y con ganas de “sorpassarlo”, cosa que no obstante la gran fuerza desplegada en las elecciones del 2015, que lo convirtió en el tercer partido español, Podemos no consiguió. En esos momentos de intensa contraposición, Iñigo Errejón comenzó a utilizar la fórmula “Masa contra Elite”, típica de los movimientos que el establishment llamaba populistas.

Negacionismo y casta son actitudes que recorren el mundo pero tienen su denominación de origen en Italia, que funcionó como un verdadero laboratorio de tendencias y lo sigue siendo con la primera experiencia de gobierno en Europa de un partido neofascista.

 

 

 

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