EL IMPERIO DEL ODIO

De Bolivia a Estados Unidos, el golpe blando

 

Vientos odiosos azotan el sur del continente latinoamericano y traen el rumor de turbulencias futuras. Arrancan de cuajo conceptos que hacen a la vida democrática e iluminan por un instante la complejidad del momento que vivimos. Si bien los conflictos forman parte de la vida humana desde tiempos inmemoriales, la dinámica del odio ocupa hoy el centro de la escena mundial. Su rol protagónico se esfuma manipulando la información, las ideas y los sentimientos de la población. Sin embargo, esta semana el golpe militar en Bolivia ha dejado al descubierto la estructura de poder que engendra el odio social en esta parte del continente y los mecanismos que la reproducen.

La decisión de Macri, su gobierno y las fuerzas políticas que lo apoyan de utilizar eufemismos para no criticar al golpe de Estado y de plegarse a las maniobras de la OEA para legitimarlo, no puede extrañarnos. Es coherente con la sistemática destrucción del Estado de Derecho operada durante su gestión. Permite anticipar que Macri recurrirá a cualquier medio para obstaculizar la gestión del próximo gobierno. El apoyo de Alberto Fernández al gobierno de Evo Morales, el rol protagónico que asumió en el salvataje de Evo y su firme critica a Trump por su comunicado felicitando a las Fuerzas Armadas bolivianas por “cumplir su juramento con la Constitución,” lo fortalecen y muestran su coherencia en defensa de la democracia y la inclusión social en un mundo cada vez más enrarecido por la falta de transparencia y la ruptura de los compromisos políticos.

 

El odio social

El odio es una fuerza destructiva que está presente desde los albores de la vida humana. Hunde sus raíces en nudos complejos de sentimientos atávicos que impregnan la psiquis de los individuos. Los celos, la envidia, la intolerancia, la ignorancia, el fanatismo y especialmente el miedo contribuyen a conformar, entre otros sentimientos, la explosión destructiva del odio. Los seres humanos, sin embargo, no son entes aislados. Desde que existen en este planeta, se encuentran inmersos en estructuras de relaciones sociales ordenadas en torno a dos ejes: la producción material y la reproducción de la especie. Entre las múltiples relaciones sociales que han marcado esta aventura humana en la tierra a lo largo del tiempo, las relaciones de poder ocupan un lugar central. Estas implican una asimetría de control y posesión sobre recursos de distinta índole. Por un lado, un sector que domina información, símbolos, afectos, dinero, bienes etc. y, por el otro lado, otro sector social que es desposeído de estos recursos. Esta relación de dominación y desposesión explica la dinámica conflictiva de las relaciones de poder impregnadas siempre de miedo y odio, más allá de que los individuos involucrados tengan o no conciencia de ello. El odio entonces es, desde esta perspectiva, algo más que un sentimiento individual: es una construcción social derivada de relaciones de dominación que se establecen mas allá de la conciencia. El odio social puede eventualmente hacerse consciente. Cuando esto ocurre se dan las condiciones para superarlo. Conociendo las relaciones de fuerza que lo originan, se pueden estructurar nuevas relaciones en torno a lazos de empatía e inclusión social que reproduzcan solidaridad en lugar de odio.

Así, el odio impregna a los conflictos sociales y puede derivar en la destrucción de la vida social. Desde muy temprano los agrupamientos humanos dieron origen a diversas formas institucionales y regulaciones con el objetivo de codificar lo que las élites del momento consideraban “bueno y malo”. Buscaban así mitigar los conflictos e impedir la desintegración social al mismo tiempo que reproducían las fuentes de su poder. Desde muy temprano estos códigos aparecieron en el mundo occidental transcriptos en un “deber ser”, coagulado en los preceptos de las grandes religiones monoteístas y en regulaciones especificas según las sociedades y las culturas. Mas allá de los limites que enmarcan la definición del Bien y del Mal en cada momento de la historia de la humanidad, la lucha entre estos opuestos que transpiran los códigos, los textos religiosos, la literatura y las obras de arte, expresa la búsqueda de superar la destrucción engendrada por fuerzas psíquicas y sociales descontroladas.

 

 

William Kentridge.

 

 

 

Odio y conflictos sociales en tiempos modernos

La transformación del odio en símbolo de poder y su utilización para fanatizar a amplios sectores sociales ha caracterizado la emergencia de regímenes autoritarios desde mediados del siglo XX. Desde principio de la década del '80, este fanatismo se ha expandido mundialmente a través de nuevos mecanismos dirigidos a controlar el pensamiento, los sentimientos y la acción de una población cada vez más vulnerable a tecnologías de uso masivo cuyos poderes desconocen. Esta situación habría de potenciarse luego del atentado a las Torres Gemelas en el 2001 en los Estados Unidos y la consiguiente consolidación de un Estado de Seguridad Nacional dominado por las agencias de inteligencia y espionaje (MPR, IADE,no 309, 2017).

Por otra parte, desde la invasión a Irak en 2003 la información de los medios de comunicación altamente concentrados ha sido cada vez más dependiente de la estrategia del gobierno norteamericano. Hoy cumplen un rol crucial en la diseminación de noticias falsas, con las que intervienen directamente en los conflictos políticos internos a los Estados Unidos y al mismo tiempo crean un relato adaptado a los objetivos de la política exterior norteamericana.

Hoy vivimos en un mundo dominado por relaciones de poder que emanan de un capitalismo monopólico global, una forma de organización social basada en el control de todos los aspectos de la vida social. Centrada en los Estados Unidos, esta forma de organización social se ha expandido por el mundo integrando la economía y las finanzas mundiales a niveles inéditos en la historia de la humanidad. Un conjunto de actores sociales al interior de un Estado en las Sombras que incorpora, pero al mismo tiempo trasciende, al Estado de Seguridad Nacional, concentra el poder económico, político y cultural. Esta estructura de poder en las sombras tiene un núcleo duro en constante puja por acrecentar su control sobre las decisiones que se toman, especialmente en el ámbito internacional. La dinámica del capitalismo monopólico global reside en la absorción del excedente, la riqueza acumulada y los ingresos mundiales a través de todo tipo de rentas monopólicas, entre las que se destacan la tecnológica y la financiera. La contracara de esta concentración mundial del poder en todas las áreas de la vida social es una creciente dispersión, fragmentación y oposición de vastos sectores sociales, países y regiones en una amplia periferia integrada al centro a través de mecanismos de saqueo, endeudamiento y usura.

Este capitalismo global monopólico tiene una cara oscura que poco a poco sale a la luz: una industria de guerra cada vez más sofisticada tecnológicamente. La acumulación del capital está ligada estrechamente a la expansión de guerras localizadas de carácter permanente en diversas regiones del mundo, con el objetivo de controlar mercados y recursos naturales estratégicos. En estas circunstancias, el odio social aparece cada vez mas abiertamente relacionado con la violencia militar y las relaciones de poder que la engendran. Al mismo tiempo, los conceptos históricamente utilizados para reproducir la estructura de poder se vacían de contenido. Así, en nombre de la democracia, la república y los derechos humanos, se exportan políticas de cambio de régimen (regime change) en los países y regiones que se busca controlar con la violencia de las armas. El resultado es la multiplicación de países inviables, desgarrados por la guerra, empobrecidos hasta el hueso y expulsando a una población que no pueden alimentar. Esto viene ocurriendo en el Medio Oriente desde hace décadas.

 

 

William Kentridge.

 

 

Otra forma de inducir cambios económicos y políticos drásticos pero sin ocupación militar se ha dado en América Latina a través de golpes blandos con participación del poder judicial. los medios de comunicación y también el Poder Legislativo. En la última década, este lawfare ha logrado eliminar a varios gobiernos progresistas y encarcelar a Lula en vísperas de las elecciones en Brasil. El golpe militar ejecutado contra Evo Morales en Bolivia con la participación de la OEA, de grupos de ciudadanos violentamente racistas, el alzamiento de la policía y la posterior intervención de las Fuerzas Armadas, indica la puesta en marcha de una nueva estrategia de violencia armada, dirigida a cortar de cuajo a un gobierno democrático, que durante 13 años produjo un notable crecimiento económico con inclusión social y control soberano sobre sus recursos naturales. Significativamente, el 4 de noviembre, es decir: pocos días antes del golpe militar, Evo Morales había rescindido el contrato firmado en el 2018 con la empresa alemana ACISA que provee las baterías de litio para Tesla, la corporación norteamericana que produce autos eléctricos. Inmediatamente después del golpe militar, las acciones de Tesla aumentaron su valor (zerohedge.com 12 11 2019).

 

 

William Kentridge.

 

 

 

Conflicto social y crisis de hegemonía mundial

En Estados Unidos, el país mas poderoso del mundo, la política y la economía se encuentran atravesadas por conflictos que se interpenetran y desbordan en el área internacional, provocando cimbronazos en una delicada situación geopolítica y amenazando con desatar situaciones de extrema peligrosidad militar. Esto ha llevado a algunos de los representantes de poderosas corporaciones y fondos de inversión norteamericanos a preguntarse por la sostenibilidad del capitalismo. Ray Dalio, fundador de uno de los fondos de inversión mas grandes del mundo, Bridgewater Associates, ha advertido en distintas oportunidades sobre la existencia de “tres fuerzas” que amenazan sumir al país en un caos semejante al que imperó desde fines de la década del '30 y derivó en la Segunda Guerra. Para Dalio, la Reserva Federal está perdiendo rápidamente el control de la política monetaria mientras proliferan los síntomas de una recesión global. Esto se suma a una creciente desigualdad social que anticipa el desencadenamiento inevitable, según él, de un conflicto entre ricos y pobres en un contexto global de batalla por el dominio del mundo entre China y los Estados Unidos (zerohedge.com 29 10 2019).

Paralelamente, Marc Benioff, fundador de Salesforce y dueño de Time Magazine, expuso recientemente su preocupación porque “el capitalismo, tal como lo conocemos, está muerto… vamos a ver la emergencia de un nuevo tipo de capitalismo que no será el de Milton Friedman, que sólo pretende hacer dinero” (zerohedge.com 6 10 2019). Preocupado por la disparidad social que engendra la acumulación de dinero en los Estados Unidos después de décadas de neoliberalismo, este poderoso empresario postula la superación de las políticas de Milton Friedman para el país del norte mientras el gobierno norteamericano y su brazo operativo, el FMI, las impulsan en las economías emergentes.

Después de 30 años de estas políticas, el 1% de la sociedad chilena retiene el 33% de los ingresos. Mientras tanto, la privatización de la educación, de la salud, de las obras sociales, del agua y otros recursos ha sumido a la sociedad chilena en la pobreza y el endeudamiento ilimitado. Este despojo ha desatado la bronca social y la sociedad movilizada masivamente desde hace un mes desafía la represión brutal de las fuerzas armadas, reclamando una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución que asegure la inclusión política y social de las grandes mayorías. Esta masiva protesta en las calles ha puesto en jaque no sólo al gobierno y a las Fuerzas Armadas, sino también a los partidos políticos que hicieron posible el funcionamiento del régimen por tanto tiempo y con una participación electoral que solo alcanza al 46% del padrón. La protesta social en Chile apunta así a la posibilidad de desarrollar nuevas formas de democracia participativa. Lo central en este caso es la participación ciudadana de abajo hacia arriba, en el control de gestión y en la elaboración de políticas.

 

 

William Kentridge.

 

 

Mientras tanto, en los Estados Unidos, luego de décadas de políticas neoliberales, el 1% mas rico de la población concentra hoy tanta riqueza como la que acumulan en forma combinada la clase media y la clase baja (bloomberg.com 9 11 2019). En 2016 el 1% más rico del país poseía más de la mitad del valor total de las acciones y 40% del valor inmobiliario no residencial. Ampliando las categorías: el 10% de las familias posee hoy el 93% del total de las acciones y fondos mutuales y el 84% del total del valor de las acciones (zerohedge 9 11 2019). Esto ocurre en circunstancias en que 53 millones de norteamericanos, es decir cerca del 44% de los que trabajan y tienen entre 18 y 64 años, tienen baja calificación y perciben salarios menores a los 20.000 dólares anuales. Un porcentaje enorme de esta población tiene deudas imposibles de saldar y contraídas para el pago de estudios, compra de vehículos y consumo con tarjetas de crédito  (Brookings.edu, 7 11 2019). El informe de la Brookings Institution concluye que la situación social es critica y alimenta un descontento social listo para estallar, especialmente en las zonas urbanas.

Paralelamente con la desigualdad, crece en los Estados Unidos el poder monopólico de un pequeño grupo de grandes empresas tecnológicas. Dos de estas empresas (Facebook y Apple) se han aliado con dos bancos importantes (Citigroup y Goldman Sachs, respectivamente) para desarrollar en un caso transacciones financieras y en el otro una tarjeta de crédito. Buscan así financiarizar la base de información que tienen y disputar el control del dinero y las finanzas, sin estar sujetas a las regulaciones que rigen para ese sector (zerohedge.com 13 11 2019).

Mientras tanto, en un clima político enrarecido por la campaña electoral para la presidencia en 2020, el miércoles se iniciaron las audiencias publicas de un nuevo juicio político contra Trump impulsado por los demócratas en la Cámara de Representantes y con la oposición de los Republicanos que tienen mayoría en la Cámara de Senadores. Eventualmente estos podrán rechazar al juicio político si prospera en la Cámara de Representantes. En este nuevo juicio político (Ukraingate) se acusa a Trump de presionar al Presidente de Ucrania Volodymyr  Zelensky para conseguir información sobre uno de sus principales rivales demócratas: Joe Biden y su hijo, Hunter Biden, en relación con la supuesta comisión de delitos de corrupción mientras era Vicepresidente de Barak Obama. También se acusa a Trump de haber retenido ayuda militar prometida a Ucrania con el fin de presionar a su gobierno para que satisfaga su pedido. De este modo, Trump habría atentado contra la seguridad nacional.

Mas allá de los detalles, el nuevo juicio tiene características inéditas. Por un lado, involucra directamente a los miembros de los servicios de inteligencia y del departamento de Estado en las acusaciones contra Trump, siendo el denunciante principal un miembro de la CIA simpatizante del partido demócrata que habría trabajado con Biden en distintas ocasiones y tiene fuertes conexiones con algunos diputados demócratas. Otro hecho saliente es el abierto involucramiento de los medios de comunicación considerados liberales (NYTimes, Washington Post, CNN etc) en la filtración de información secreta provista por los organismos de inteligencia y en la divulgación de fake news para perjudicar a Trump. Otro punto consiste en la secuencia de los tiempos en que Trump toma decisiones de política exterior que son cuestionadas por funcionarios de su gabinete y/o de los organismos de inteligencia y el momento en que estos últimos hacen las denuncias contra Trump. Así, el juicio político tiene cada vez mas un cierto tufillo reminiscente a golpe blando, sólo que esta vez al interior de los Estados Unidos.

Corren tiempos muy turbulentos en el mundo. El próximo gobierno tendrá que enfrentar múltiples desafíos simultáneos. Los acontecimientos en curso en Bolivia y Chile ponen en evidencia la importancia de actuar con firmeza y transparencia y con el apoyo movilizado de los ciudadanos de a pie.

 

 

 

 

 

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