EL GAUCHO ES EL OTRO
Se publican las geniales historietas de Inodoro Pereyra que Fontanarrosa dejó inéditas
Ni bravo como Moreira, ni ensombrecido como Don Segundo, ni pionero de la autoayuda como Fierro, ni ardiente payador como Santos Vega, ni patrón de estancia como Patoruzú, pariente lejano de la troupe de Molina Campos, más cercano a Anastasio el Pollo, el campeón de la otredad campera fue, es y será por siempre el autopercibido renegáu Inodoro Pereyra. Protagonista rotundo del “poema telúrico” del inmortal Roberto Fontanarrosa (Rosario, 1944- 2007), mantuvo indemne su vigencia como maratonista del humor durante treinta y cuatro años, entre 1972 y la muerte de su creador. A las tiras publicadas en diversos diarios y revistas, cada año se sumaba un compendio en forma de libro, hasta ahora que arriban las historietas que por algún motivo fueron relegadas en su momento por su autor. Los Inéditos constituyen un hallazgo compilado por la compañera del imbatible Negro, Gabriela Mahy, tras una paciente búsqueda entre carpetas con originales de distintas épocas. Recopilación exponente de la evolución gráfica y literaria del Renegáu, brinda al lector la oportunidad de conjeturar la razón por la cual esos trazos fueron omitidos, en paralelo a revisar las vicisitudes del Mundial de Fútbol de 1978, la contienda de Malvinas, la vuelta a la democracia; cambios de gobierno, el nuevo siglo, las innovaciones tecnológicas, su ruta.
En una oportuna alusión al género de la parodia y su asociación con Cervantes, el dibujante y escritor Miguel Rep desarrolla una no menos precisa introducción destinada a colocar en marco histórico y contexto artístico el conjunto de la obra de Fontanarrosa y del gaucho en particular. Distingue tres épocas: la primera, más poética, da paso a la historieta cómica, hasta arribar a los “mosaicos llenos de chascarrillos autoconclusivos”, las “páginas con mayor generosidad de chistes por centímetro cuadrado”. Rep aporta un condimento y una propuesta: “Fontanarrosa era un humorista de río. Rosario tiene el río Paraná. Quizás el Negro sea el único gran humorista gráfico de río. Como Juan L. Ortiz, el poeta de su río. Sería bueno rebautizar el tramo acuífero que pasa por Rosario con su nombre: el río Fontanarrosa. Río, de reír”.
Son 184 páginas de 32 x 18 cm, un libraco impreso, como corresponde, al modo de los volúmenes de arte, en las páginas impares a fin de facilitar la visualización. Astuta obra del editor, Miguel Russo, en forma esporádica se agrega en las hojas pares un breve comentario o declaración representativa del propio autor, tan eficaz como necesaria al momento de empapar la lectura de la atmósfera, proceso creativo y pensamiento singular: “La lógica era un caballo. Pero es un animal difícil, desconsiderado para un dibujante, muy difícil de meter en un cuadrito de historieta. Por lo tanto, apareció un perro”. Génesis del Mendieta, qué lo parió. Llegan ahicito nomás la Eulogia, robusta compañera; “Como Inodoro Pereyra, la Eulogia es un personaje surgido a partir de lo que por entonces estaba de moda: la sangre rumorosa y la cintura cósmica. Cuando aparece en la historieta era una linda mina, después se pone fulera. O como dijo el mismísimo Inodoro: ‘Endijpué de tantos años, si tengo que elegir otra vez, la elijo a la Eulogia con los ojos cerrados, porque si los abro, elijo a otra”.
Surgen así los loros parlachines y desafiantes, la indiada trashumante, el citadino presuntuoso, los gringos desubicados; junto a cientos de personajes circunstanciales, dan pie a la ironía burlona, al gaste sutil. Soporte eventual de las humoradas, otorgan marco y profundidad a una realidad ineludible. En oportunidad del fin de la dictadura, dentro de un cuadrito Inodoro comenta: “Se debe haber ido lejos la Democracia pa' tardar tanto en golver. Seguro que acá cerca, por Chile o el Uruguay, no anduvo”.
Aquella cruel enfermedad fue socavando la aptitud física de Fontanarrosa hasta impedirle en 2006 desplegar su maestría en el dibujo, dejándole incólume talento e inteligencia. No obstante mantuvo activa toda la vitalidad de su gaucho: “Ahora se inicia otra etapa en la que trabajaré en lo que creo que mejor me sale, que es el guion y el texto, con la ayuda de dibujantes amigos y colegas que van a graficarlos”. De esta manera Inodoro Pereyra ingresó en la eternidad haciendo lo que tan bien había aprendido en las inmarcesibles, chatas pampas de papel y tinta china: resistir. Nada más argento.
Popularizó, más aún, dio vida, varias vidas paralelas y sucesivas a ese personaje mítico, el gaucho, cuya purista identidad ha quedado en duda por parte de eruditos y poetas. En rigor, durante este siglo es improbable encontrar en las metafísicas llanuras pampeanas, alguien que se autoperciba como gaucho. Lo usual es llamarse “paisano” y, si se le pregunta quién entonces es el auténtico gaucho, el hombre señala a un vecino, habitante a algunas leguas. Requerido éste último, volverá a esquivar la condición gauchesca para atribuirla a otro, más alejado, y así sucesivamente. De tal manera lo describió el relevamiento etnográfico realizado por el antropólogo Hugo Ratier (Santa Rosa, La Pampa, 1934- Buenos Aires, 2021) y su equipo en una ardua investigación hace dos décadas. Plasmada en el libro Poblados bonaerenses (La Colmena, 2004), concluye: “La designación gaucho se aplica siempre a otras personas. Difícilmente se asume como auto-adscripción. Encontramos no obstante, algunas excepciones”. Pensaba Ratier, tal vez, sin duda, en Inodoro, al fin y al cabo el auténtico gaucho argentino, pleno de derecho, de cabo a rabo. No solo por sus atributos, lenguaje e indumentaria, sino por el perenne mérito de decir lo que se le canta, en cualquier tiempo y lugar. A partir de nuestro verdadero Renegáu, ¿gaucho?, gaucho es el Otro.
FICHA TÉCNICA
Inodoro Pereyra Inédito
Roberto Fontanarrosa
Buenos Aires, 2023
184 páginas
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