Al proscribir el financiamiento al Tesoro, el FMI apuntala la concepción de la independencia del BCRA. Esto significa que no está atado al gobierno nacional, sino al capital financiero internacional, pero esto nadie lo explica, como si la autoridad monetaria de un país secundario pudiera boyar en el espacio sideral. Por eso si el Congreso aprobara la reforma de su carta orgánica el Central recibiría libremente los dólares de las exportaciones y los emplearía para lo que el mismo Banco determinara, que en este caso sería ante todo el pago de las deudas contraídas. Otra de las consecuencias sería el pase del enorme saldo existente de deuda en LEBACs (de unos 48.000 millones de dólares) de los inversores privados a los bancos, es decir el capital financiero, con la garantía de pago que les da el FMI. Los bancos se quedarían con todo lo que esté garantizado. Hasta ahora, inversores privados venían haciendo un gran negocio con el 40% de interés, pero eso exprimió completamente al BCRA: fue el resultado de la “aberrante gestión” de Cambiemos en el manejo de la deuda (como la calificó Aldo Pignanelli), las absurdas metas de inflación y las inverosímiles tasas de crecimiento.
La magnitud del acuerdo, más los otros créditos por 5.650 millones de dólares del Banco Mundial, del BID y del Banco de Desarrollo de América Latina delatan una decisión política de Estados Unidos. Esos 5.650 millones de dólares se destinarían a obra pública, pero no está dicho que esté vedado destinarlos también a rescatar deuda si el dólar sube mucho, dada la libre flotación que el FMI quiere reponer luego de las ruinosas aventuras de Sturzenegger con las LEBACs, la tasa y las reservas. La libre flotación del dólar permitiría que, ante las previsibles nuevas devaluaciones y retroceso de la economía, los títulos de deuda en dólares no pierdan, porque subirían sin ancla.
Estos son “los desastres de Cambiemos”:
1. La deuda era baja y lo es todavía comparativamente, en un mundo muy endeudado. El problema es a qué ritmo crece, mientras la economía está estancada y la inflación se mantiene elevada. En ese marco, no hay modo de endeudarse para pagar deuda. En 2017 la deuda era todavía sustentable, de un 30% del PIB, pero en 2018 ya había nuevas necesidades de financiamiento por otro 10% del Producto. Los esfuerzos por bajar el déficit primario se frustran por el aumento del déficit financiero. La suma de ambos ya ronda de 7 a 8% del PIB.
2. La inflación es un fenómeno que escapa a la comprensión del equipo gobernante. Creen que es un fenómeno monetario e intentan corregirlo con la tasa de interés. Eso es válido en países desarrollados, con estructuras económicas más o menos homogéneas y poco diferenciadas. Pero ante la inflación estructural de costos de producción propia de un país atrasado como la Argentina, la suba de la tasa sólo empeora el cuadro, que tiende a la temida combinación de estancamiento con inflación.
3. Los inversores, los empresarios y la gente común perciben que la inflación seguirá igual o peor y corren al dólar, para atesorar o invertir afuera. Con crecimiento de la producción es muy difícil interrumpir este circuito pero con política monetaria es imposible. Si no se comprende que las balanzas comercial y de capital no son positivas, no hay manera de contrarrestar la fuga con inyección de dólares y la inflación va a seguir, porque la devaluación se transfiere inevitablemente a los precios, para asegurar una parte de capital o de ahorro convertible en dólares.
4. Con una enorme fuga de capitales que desequilibra la balanza de pagos, si no es obligatorio entregar al BCRA las divisas de exportación y en medio del proteccionismo creciente se practica una apertura comercial que promueve las importaciones y frena a la industria, ni el FMI puede frenar la fuga, la inflación y el bajo crecimiento, que forman un perfecto círculo vicioso.
5. Por todo lo dicho las nuevas metas de inflación también son imposibles. Los monetaristas creen que el dólar sube por la inflación, pero es al revés: la inflación es mayor porque sube el dólar. La política de Cambiemos (tomar deuda para pagar deuda, sin crecimiento sólido, que es imposible con importaciones abiertas y desindustrialización) fue un fracaso y la evidencia es la repentina ida al FMI porque ya no había garantía de conseguir dólares en los mercados.
6. El fracaso que viene es que no se va a conseguir nada de lo que se anuncia, salvo con miseria espantosa: baja del gasto, de las jubilaciones, de los sueldos y la actividad que obturen la fuga y que lo que hoy se fuga se concentre en los pagos de la deuda. Por eso este programa con el Fondo es en realidad una garantía de pago a favor del capital financiero, contra el default de la deuda. Esto no lo digo yo, lo dijo Blejer como alabanza.
El contexto internacional tampoco ayuda. La mejora lograda luego de la crisis de 2008 comenzó a agotarse a fines de 2017. El grueso del capital huye de la producción para ir a las inversiones financieras que son menos riesgosas. Los títulos pueden venderse a tiempo pero una fábrica que no puede enfrentar la alta exigencia tecnológica está terminada. Por eso la economía productiva no repunta, salvo en China, donde el capitalismo está controlado por el Estado. La globalización con predominio financiero incluso forzó un retroceso relativo de Estados Unidos, que con Trump optó por el proteccionismo contra China. Pero esto derivó en un todos contra todos, que lo enfrenta con Alemania y la Unión Europea, en un clima de nacionalismo fascistoide generalizado. El capital financiero dominante patrulla en busca de víctimas desprevenidas. La última es la Argentina, gracias a los ignorantes de Cambiemos.
La ilustración es el cuadro de Georges Grosz de 1924, "Armor Lichtspiele" (Richard Nagy Gallery)
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