El futuro del Mercosur

Históricos y nuevos desafíos ante el rediseño de su inserción global

 

Contexto

En la Argentina estamos comenzando a transitar un año electoral. Las tensiones acumuladas y las que se irán generando pondrán a prueba la solidez del entramado existente entre el funcionamiento gubernamental, la situación socio-económica y los comportamientos de las diversas fuerzas políticas localizadas a lo largo del país.

El 10 de diciembre de 1983, tras siete años de dictadura cívico-eclesiástico-empresarial-periodístico-militar, el pueblo argentino recuperó la vigencia del Estado de Derecho. Se inició así un sendero enmarcado por la reconstrucción, la organización política y la participación ciudadana en consonancia con un sistema democrático.

Desde 2015, con la asunción al gobierno nacional de la alianza Juntos por el Cambio, en el plano económico se registró una elevación de la deuda externa e interna acelerada. Hubo superávit en la balanza comercial, paradójicamente acompañado de una disminución de las reservas netas del Banco Central y un aumento de la tasa de inflación.

Con el cambio de signo del gobierno a fines de 2019 creció la producción y, a pesar de ello, también aumento la pobreza; es decir, siguió trepando la desigualdad en la distribución de la riqueza.

Todo indica que este año seguramente seguirán tensionándose los indicadores y enlaces entre los espacios socioeconómicos y políticos.

El anterior panorama, trazado con pinceladas gruesas, expresa una situación nacional tirante e inestable. En ese contexto enfocaremos la problemática del empleo y el salario, lo que nos conduce inevitablemente a abordar la temática de la nueva oleada de la “revolución tecnológica-digital”, que está surcando el mundo y, por lo tanto, el país.

 

 

 

Transformaciones tecnológicas

Desde los orígenes del “sistema mundo capitalista”, las fuerzas productivas se expandieron en un escenario atravesado por intensas rachas de cambios tecnológicos, las que moldearon los procesos productivos, de comercialización, de circulación de bienes y contenidos financieros. Este proceso está signado por una tendencia marcada por la sustitución del uso de la fuerza de trabajo viviente por la utilización de máquinas que se aplican con diversas composiciones tecnológicas.

Este fenómeno es visible en la mayoría de las esferas productivas, como en las modalidades de consumo, tanto en los sectores agrarios como urbanos y a nivel local, nacional e internacional.

El cambio tecnológico, que obviamente conlleva la “innovación” de procesos y productos, es empujado por varios estímulos. Sobresale la motivación empresarial por la búsqueda de proteger y, especialmente, ampliar las tasas de ganancias. Esto acontece en mercados más o menos concentrados, donde de manera visible u oculta, juegan fuertes mecanismos de competencia intra e inter agentes económicos, que para mantenerse o ganar mercados, llevan a la búsqueda y aplicación por parte de los actores de nuevas tecnologías en los procesos y productos.

Es de señalar que, a escala mundial, sobresale el despliegue hegemónico y universal de la esfera financiera, las ramas productoras de armas y el firme impulso del capital inmobiliario rural y urbano. Todas estas actividades mayormente rentísticas están interconectadas y crecen promoviendo el cambio tecnológico de base digital, confluyendo en la búsqueda de maximizar la ganancia y la apropiación rentística presente y futura e incorporando e impulsando la concentración económica.

 

 

 

Concentración y desigualdad

En las últimas décadas, cruzada por la fase global del capitalismo, siguió presente la competencia económica intra e inter capitales, con fuertes presiones de los grandes agentes empresariales por desmontar las regulaciones gubernamentales al interior de los países, en el comercio internacional y dentro de los bloques regionales. De este modo, surgieron concentrados de grupos financieros y económicos transnacionales, que en muchas ocasiones tienen más poder que los estados nacionales.

Las cada vez más fuertes imposiciones desregulatorias de los poderosos actores económicos transnacionales tendieron a socavar las funciones estatales y, posiblemente, influyeron en que en muchos países se hayan debilitado, y en ciertos casos desvanecido, los formatos tradicionales de los partidos políticos nacionales.

Uno de los resultantes de estos procesos globales es la concentración de las riquezas en pocas empresas, impulsando movimientos y localización de las inversiones que privilegian zonas donde rigen menores salarios, existen menos organizaciones sindicales, hay bajos costos de la energía e intensas desregulaciones ambientales. En consecuencia, conllevan al aumento mundial de la desigualdad social y territorial, a la par que contribuyen al deterioro eco-ambiental.

En lo político y, como reflejo en el ámbito académico, tomó renovados enviones el rancio y vano pensamiento liberal/financiero, patrocinador de modalidades que promueven la instalación de modelos asociados a una supuesta nueva “modernidad social”. Plantean reorganizar la sociedad y el Estado aplicando esquemas desregulados, extractivistas y concentradores en la esfera financiera del excedente y despegando el funcionamiento financiero de la producción de bienes y servicios concretos.

 

 

 

Contagios, crisis y guerra

En 2020, el Covid-19 irrumpió inesperadamente en casi todos los rincones del planeta. En muchos casos usando los aviones y otros medios de transporte como vehículo, los contagios se propagaron globalmente, especialmente en los ámbitos de las ciudades.

El rápido despliegue del Covid-19 causó miles de muertes. Los estados emplearon viejas y nuevas acciones sanitarias, procurando tomar medidas para entorpecer los flujos comerciales, acompañadas de otras iniciativas para obturar el traslado de bienes y personas. Como resultado, se generaron descalabros y desproporciones en los intercambios inter e intra países y bloques regionales.

En los inicios de 2022, por la elaboración y aplicación de las vacunas, empezaron a desvanecerse los contagios de Covid-19. En esos momentos se desata la guerra en Ucrania. En la misma también se utilizaron y utilizan armamentos de última generación, reactivando al complejo armamentista mundial, particularmente el localizado o asociado a Estados Unidos.

La guerra es una de las maneras históricas empleadas por el capitalismo para enfrentar las recesiones y las crisis. No se puede dejar de señalar que, al momento de escribir estas reflexiones, se está desatando una nueva oleada de crisis asentada en la esfera financiera, que como ya explicaron otrxs colegas en El Cohete, es continuidad de la última crisis no resuelta del año 2008. A este panorama se suma que la actual crisis es también una extensión del enfrentamiento militar en el escenario de la guerra, trasladado al plano financiero.

Todas estas convulsiones mundiales llevaron a un fuerte proceso de restructuración del modelo organizativo del capitalismo global. Los bloques regionales que conocemos están modificando su funcionamiento. La hegemonía unipolar se encuentra cuestionada, a la par que emergen espacios comunes y de nuevas referencias monetarias, lo que pone en debate el dominio del dólar norteamericano.

 

 

 

Mercosur y fuerza de trabajo

Los anteriores hechos sanitarios, militares y financieros están trastocando a los bloques regionales existentes. La utilización de tecnologías digitales desplaza el uso de la fuerza de trabajo, produciendo demanda de trabajo menos calificado y, por otra parte, atrayendo a una franja muy capacitada. En muchos casos deslocalizan a la fuerza de trabajo, pero siempre presionando a la baja de los salarios y al ocaso de los derechos laborales. Estructuran un mercado general de trabajo donde la demanda global es menor que el total de la población, creando desocupación y desigualdad.

A la anterior situación no es ajeno el Mercosur (Mercado Común del Sur). Desde su creación transitó por ciclos de crecimiento, turbulencias y estancamiento, en gran parte, determinados por las situaciones y convulsiones político-económicas por las que pasaron los países miembros.

En ese mutante ambiente regional, algunas ramas económicas se mantuvieron sólidamente eslabonadas. Uno de los ejemplos es la actividad automotriz.

Al parecer, el funcionamiento del Mercosur está siendo relanzado con el triunfo de Lula da Silva, inserto en los nuevos desafíos, choques y reacomodos que se registran a nivel mundial.

Por todo lo anterior, el futuro del Mercosur es exigido por los desafíos históricos, sumando a los nuevos que surgen cada día.

 

 

 

Reflexiones

Los países miembros del Mercosur están rediseñando su inserción global. Especialmente, se están revalorando las relaciones con el Mercado Común Europeo y, simultáneamente, con China. Por otro lado, al interior del Mercosur se ha avanzado en numerosos núcleos temáticos que se deben seguir profundizando vía acercamientos, acuerdos y acciones conjuntas.

A modo de colaboración, enunciaremos algunas dimensiones analíticas, indudablemente interconectadas, que se deberían estudiar y dialogar. Las siguientes reflexiones seguramente sean incompletas y parciales, pero tienen la intención de ser disparadores de la apertura de confluencias de ideas, y ojalá de acciones:

 

Dimensión de la democracia y los derechos humanos del trabajo

  • Profundizar la vigencia de la igualdad de los derechos del trabajo, sin ningún tipo de discriminación.
  • Propiciar la participación democrática en los organismos de representación de todxs lxs trabajadorxs.

 

 

Dimensión productiva

  • Crear programas para apoyar a los proyectos orientados a sostener y crear micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyME).
  • Establecer programas de fomento de la población y asociaciones que operan en el conglomerado de la economía popular y social.
  • Impulsar planes y acciones participativas intra-zona para el diseño y construcción de infraestructura, equipamiento y vivienda social, con el objeto de mejorar la conectividad de la región y elevar las condiciones de vida de la población.

 

 

Dimensión de la política social

  • Tender a confluir en la aplicación de una política social unificada en los países miembros.
  • Compensar la falta de ingreso y trabajo con planes gubernamentales que culminen con la generación de ingreso y empleo genuino.

 

 

Dimensión tecnológica

  • Promover la confluencia del Estado y los centros de estudio e investigación para capacitar y elevar las fuerzas laborales y las condiciones de vida diaria de la población.

 

 

Dimensión financiera

  • Crear instituciones monetarias para sustituir la hegemonía unilateral de monedas externas al bloque.
  • Fomentar el crédito interno para obstaculizar la generación/apropiación de rentas y las fugas de capitales que se producen y circulan en la intra-zona.

 

 

Dimensión ambiental

  • Crear los mecanismos institucionales para mantener y cuidar el equilibrio ambiental, poniendo estrictos límites a las actividades extractivistas rurales y urbanas.

 

 

Dimensión sanitaria

  • Impulsar vínculos intra-regionales para fomentar la producción de laboratorios farmacéuticos, adecuando su accionar a las necesidades de las poblaciones locales.
  • Establecer redes de colaboración e intercambios estables y amplios entre los distintos organismos sanitarios de atención a la población de la intra-zona.

 

 

A modo de conclusión, para que lo expuesto anteriormente sea una realidad, es necesaria la presencia de iniciativas gubernamentales activas por parte de los países miembros. Además, el ritmo y la densidad de las transformaciones serán durables en el tiempo si está presente el apoyo y la movilización de la población que habita la región.

 

 

 

 

 

*Profesor investigador consulto de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

 

 

 

 

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