Los civiles que participaron en el diseño del plan criminal del Proceso
En 1977 un jefe histórico del partido socialdemócrata Acción Democrática, entonces en el gobierno de Venezuela, me transmitió una detallada información acerca del período durante el cual José Alfredo Martínez de Hoz y su equipo elaboraron el Plan Económico de la dictadura militar, de la que en pocos días se cumplen 41 años. La revelación me la formuló en Caracas Reinaldo Leandro Mora (RLM), un habitual contertulio de Martínez de Hoz. Yo era uno de los invitados a la fiesta de casamiento de un socio del hijo de Mora, porque durante mi exilio venezolano trabajé en la empresa consultora de la que ambos eran socios. Allí pudimos hablar un buen rato acerca de la Argentina, su dramática circunstancia y –lo que ahora importa— lo que personalmente le constaba acerca de la responsabilidad civil en el planeamiento y gestación del golpe que se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional.
“José Alfredo Martínez de Hoz viajaba periódicamente a Caracas –me confió RLM— para vender los caballos de carrera que criaba en la pampa argentina, que eran muy apreciados por quienes tentaban suerte con los suyos en el Hipódromo de La Rinconada [el más importante de Caracas]. Yo era uno de sus clientes habituales y hacia los meses de septiembre/octubre de 1975 nos reunimos cuando vino con un lote de caballos. En ese encuentro me dijo que acababa de presentar el Plan Económico que los militares argentinos implementarían una vez que tomasen el poder, lo que consideraba seguro. Precisó, además, que la confección del Plan les había llevado, a él y el equipo que conducía, tres meses [de julio a setiembre de 1975]”.
Esta anticipación tan precisa de Martínez de Hoz contrasta notablemente con lo que él y los demás integrantes del equipo que asumiera la conducción de la gestión económica del Proceso han relatado con posterioridad acerca de sus responsabilidades.
En el relato de JAMH y sus adláteres, habrían sido llamados por el general Videla sólo cuando el golpe era ya un hecho consumado, como consecuencia de sus méritos profesionales y empresarios, y casi forzados a asumir una responsabilidad que consideran patriótica. Veamos, a título de ejemplo, la versión brindada por uno de ellos, Juan Alemann (hermano de Roberto y Secretario de Hacienda durante la gestión de JAMH), en una entrevista que le realizara el periodista Walter Goobar para la Revista Veintitrés [“El audio del horror”; “La confesión de Juan Alemann, funcionario civil de la última dictadura”]:
Periodista: “¿Cuánto hubo de instigación, cuánto de acompañamiento de los civiles, de actitud 'proactiva' [en el proceso de gestación y ejecución del golpe militar]?”
JA: “Había una sensación de que el gobierno [de Isabel] se caía a pedazos. En febrero de 1976 yo estaba en Punta del Este [Maldonado, República Oriental del Uruguay] y la conversación en la playa era: Esto se cae, ¿no es cierto? Se hacen cargo los militares, ¿cómo viene la cosa? Se preguntaba si alguien conocía a los militares [golpistas]. Yo no conocía a ninguno de todos estos. Después los militares [golpistas] se ocuparon —a último momento— de formar un gobierno. Ahí llamaron a JAMH. ...Llamaron [también] a otros. JAMH no quería, pero [el general] Videla le insistió mucho. Le dijo: Si usted no acepta yo tengo que poner a un general en Economía y esto es un desastre que no quiero hacer. ...Le puso una presión grande. Y a mí me ofrecieron la Secretaría de Hacienda, unos días antes del Proceso. Si bien toda la revolución se hizo por una problema de guerrilla, está claro… Todo el objetivo del Proceso fue poner orden. Por eso cuando queríamos hacer cosas más de fondo en la economía, no nos dejaban. …Por eso no se pudo privatizar, no se pudieron hacer algunas cosas sino marginalmente. Hay una frase apropiada [para describir lo que hicieron], mencionada por un ministro de Isabel y, que se atribuye a un ministro alemán: Más vale un final con horror que un horror sin final”.
El ensayo general y la descomposición político-social que aportó el Rodrigazo (junio/julio) desbrozaron, primero, el camino hacia marzo del ‘76. Los comparsas/mandantes de Celestino Rodrigo comenzaron entonces a aplicar su guión para el éxito personal y el fracaso social: el empresario Nicolás Catena (bodeguero cofundador del CEMA en 1977); el lobbysta Ricardo Zinn (privatizador de YPF, ENTel y Somisa en los ‘90); y el economista Pedro Pou (ministro del Proceso en la provincia de Buenos Aires y banquero central de Menem/Cavallo).
El plan maestro para el siguiente cuarto de siglo, diseñado bajo la conducción de José Alfredo Martínez de Hoz entre julio y septiembre de ese mismo año, respondió a la inspiración de un conjunto de empresarios que bajo la sigla CEA (Consejo Empresario Argentino) “cortaría el bacalao” desde entonces en Argentina. En la década pasada, con un mero cambio de letra el CEA fue reemplazado sin mayor bambolla por la AEA (Asociación de Empresarios Argentinos) y JAMH resultó jubilado como eterno presidente honorario del viejo Consejo. Murió procesado y en prisión domiciliaria.
Los altos mandos militares golpistas aprobaron formalmente, en septiembre del ‘75, un plan económico que no elaboraron ni podían rechazar. Lo impusieron en una secuencia de hechos en la cual la ya exangüe violencia guerrillera –autoderrotada en el terreno político– fue utilizada para intentar legitimar el rediseño político, económico y social de nuestra sociedad mediante la administración del terror de Estado.
Al terror político-social le sucedió el económico, del cual aún no nos hemos desprendido. Un miedo cerval que fue cultivado con el auxilio de las nuevas usinas de ideas: Fundación Mediterránea y CEMA, aparecidas precisamente en 1977 cuando nadie con pensamiento propio podía hablar fuerte en el país sin riesgo de desaparecer. Nacieron para auxiliar a la entonces solitaria Fiel, precursora desde principios de los ‘60 en la lucha “contra el comunismo y los zurdos de la Alianza para el Progreso (conducidos nada menos que por John F. Kennedy)”. Así quedó conformada la Santísima Trinidad del pensamiento económico admisible. ¿Y los verdaderos mandantes en las acciones decisivas de siempre? Tras bambalinas, eternamente impunes.
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