El doctor Nisman mató al fiscal Nisman
Su renuncia a investigar el atentado a la AMIA es el verdadero magnicidio
“No fue suicidio, fue magnicidio”. Es cierto. La consigna vociferada sin hartazgo por varios centenares de gargantas febriles en la Plaza del Vaticano el 18 de enero pasado es cierta. Los responsables de los alaridos querían, esperaban, que el volumen de emisión del grito se expandiera por la ciudad, por la Argentina, por el mundo y sus adyacencias.
Cuanto más desarrollo, más verdad. Cuanto más pantallas, más verdad. Cuanto más medios periodísticos, más verdad asentada. Cuanta más difusión oral, escrita, dibujada, cantada, gestual, publicitada, más verdad. Mucha, muchísima, única verdad.
La permanente repetición de la consigna, digamos, un millón trescientos ochenta y nueve mil novecientos noventa y uno al cuadrado. A todos los cuadrados hasta ser legión. Indiscutible verdad. Nada que pensar. Nada de nada. Está todo dicho. “No fue suicidio, fue magnicidio”. Es absolutamente cierto.
Es cierto, pero la pregunta estalla. ¿Cómo puede ser que semejante certeza esté construida por una sarta de mentiras? Una más mentirosa que otra. Una más tergiversada que la anterior, en progresión geométrica hacia la siguiente, más inventada aún que la tergiversada. Y así, sin etapas. Hasta el área operística de la desafinación más aguda: “Cristina asesina”. ¿Cómo puede ser?
I. Veamos un poco de bibliografía siglo XX. Ahora nomás. Al alcance del pensamiento. No sólo del cartesiano “pienso, luego existo” sino, al mismo tiempo, del “siento, luego existo” de origen africano.
El primer ejemplo es brutal. Parece desproporcionado. Pega fuerte. Para posibilitar la comprensión de las cosas graves, en lugar de tomar distancia y practicar la indiferencia, el maestro Pichon Rivière sugería profundizar la estructura siniestra del hecho. Miedos, abstenerse un poco. Atreverse enriquece y ¡cuánto! Cada vez más.
El ejemplo es Hitler. Adolfo Hitler. Cabeza del gobierno del país más culto de Europa. De la culta Europa. Hitler sabía que la propaganda en escala multitudinaria produce certezas a la mayoría de las personas. Le ahorran el laburo de pensar por sí mismos. Vacaciones a la materia gris. El placer del vacío, enriquecido de sabiduría incontrovertible. Una maravilla. Ya lo había experimentado durante la campaña proselitista que lo llevó al poder documentada en su momento por la Universidad de Frankfurt.
Goebbels, ministro de propaganda del gobierno nazi, ya en el poder, fue el minucioso ejecutor. Desde el jardín de infantes hasta el geriátrico. Ninguna etapa sin convencer, en el lenguaje y códigos adecuados a cada edad. Un proceso gigantesco de aprendizaje cotidiano. Transformar al país en una sola voz, en una sola consigna. Hacerla propia. Retransmitirla. Apasionarse por la tarea. Ninguna duda. Dueños de la verdad. Una cultura coral. Andante majestuoso con un solo camino a recorrer. De ida, sin vuelta.
Bruno Zevi, el notable pensador y arquitecto italiano, apelando a George Steiner y a su experiencia sobre lo inhumano, comentaba: “La barbarie prevaleció en el mismo terreno del humanismo cristiano, de la cultura renacentista y del racionalismo clásico”. Voltaire, dos siglos antes, ya adelantaba: “La civilización no combate la barbarie, la perfecciona”. ¡Y de qué modo!
En el siglo XX la industrializa. El rigor y la efectividad heredada, los nazis la convierten en Auschwitz. El espanto en su mayor escala. Entre canapés, buen vino, cognac añejo y sexo, en la ciudad de Wannsee, bajo el marco del buen vivir y el amparo de las leyes de Nüremberg, se planifica el asesinato de millones de personas. Una decisión ya sostenida por la mayoría del pueblo alemán. La raza humana es una sola: la aria. Los judíos, los gitanos, los opositores –cómo se atreven— sobran. Infectan. Están de más. Eliminarlos es ley. Es hacer patriotismo.
Poco tiempo después, se crean en Alemania y en los países ocupados, los campos de concentración y exterminio. Se da entonces un hecho único en la historia: no eran clandestinos. No fue necesario ocultarlos. La propaganda fue capaz de cambiar los valores universales y establecer los propios, la cultura de la barbarie.
II. Ejemplo desproporcionado. Me parece que no. Veamos. El caso Nisman. El caso Nisman tiene que ver con los dos atentados más graves ocurridos en nuestro país. Embajada de Israel en 1992; AMIA en 1994. Ambos, de fortísimo contenido antisemita, junto a otras consideraciones políticas. En noviembre de 2013 Memoria Activa, agrupación integrada por familiares y amigos de víctimas de la masacre de la AMIA, hacía pública una carta abierta dirigida al doctor Alberto Nisman; “La causa AMIA: una causa desfiscalizada”, en los siguientes términos:
Familiares y amigos de las víctimas de la masacre en la AMIA nucleados en Memoria Activa buscamos la verdad y la justicia. Usted, Dr. Nisman: ¿que busca?
Lo hemos visto durante años trabajar denodadamente, hablar denodadamente, viajar denodadamente y jugar a las escondidas denodadamente.
En muchas audiencias, a las que tenía la obligación de asistir, y a las cuales nos había prometido asistir como si nos hiciese un favor a nosotros, finalmente la fiscalía dejó un vacío. Fiscal Nisman: ¿Dónde está? ¿Jugando a las escondidas?
Es evidente desde hace casi 20 años, que, si no fuera por los familiares de las víctimas, la causa AMIA estaría enterrada en la plaza Lavalle. Dr. Nisman ha jugado a las escondidas paseando por foros internacionales, se ha convertido en un experto sobre terrorismo internacional, nos preguntamos entonces: ¿Quién busca verdad y justicia en la causa AMIA? ¿Quién nos representa? ¿Qué intereses lo mueven a usted en sus acciones jurídicas desde hace años?
Nos engañó, nos mintió, nos intenta embarullar con centenares de fojas que cuentan historias que ojalá algún día pueda probar. Tenía la posibilidad de demostrar que todos estos años invertidos por usted podían sostenerse en una indagatoria, pero sus acciones demuestran lo contrario.
Dr. Nisman sabemos que algunos grupos y sectores lo apoyan, sabemos que el Memorándum es imperfecto pero es algo, en todos estos años nadie propuso absolutamente nada superador. Los familiares que llevamos la carga de 20 años de sostener la investigación apoyamos el Memorándum porque tenemos derechos. No sólo el derecho a la justicia, también el derecho a la verdad.
Su falta de compromiso e inacción en la causa que investiga el encubrimiento ya no nos hace dudar. El hecho que haya sacado un dictamen tan superpoblado de adjetivos, con una selección arbitraria del mismo, con argumentación jurídica pobre y forzada, llena de frases huecas al que consideramos impropio de un funcionario judicial, nos demuestra que usted es funcional a los intereses de los que siempre nos quieren alejar de la verdad.
Es por todo esto que, para nosotros, usted ya es el ex fiscal en la causa AMIA.
Esto ocurre el 16 de noviembre de 2013, dos años antes de la muerte de Nisman. Nisman era el fiscal de la tragedia de AMIA. Representaba en forma directa a todos los familiares de las ochenta y cinco víctimas. A todos... Necesito poner puntos suspensivos para poder seguir. Duele, duele mucho decirlo. Produce una rabia inconmensurable. Es que nunca investigó. Desde que asumió hasta su muerte, no investigó. No cumplió con su rol jurídico, esencial, en nombre de cada uno de los familiares. Dejó pasar el tiempo, dedicándose a otros menesteres. Algunos producen vergüenza. Para la tradición judía dejar pasar el tiempo sin hacer justicia es un grave delito. En crímenes de lesa humanidad más aún.
III. ¿Por qué es cierta la consigna vociferada en la Plaza del Vaticano: “No fue suicidio, fue magnicidio”? Digámoslo de una, sin anestesia, ni preludios: El doctor Alberto Nisman mató al fiscal Alberto Nisman. Fue sin duda un magnicidio. Una decisión personal, cuya gravedad es más que extrema. Eso sí. Desde el rol nunca cumplido, fue vocero fundamental para hacer públicos los mandatos del macrismo.
Durante los años del gobierno de Macri, la propaganda masiva, día tras día, señalando culpables e inventando pruebas a diestra y siniestra, sobre presunciones jamás probadas jurídicamente, Nisman fue un importante instrumento del poder político. Hasta que lo abandonaron. Lo dejaron a la intemperie. A sus aliados directos ya no les servía.
Nisman no era el más sinuoso de los protagonistas de la tragedia. En el reciente juicio a los responsables de no investigar, aparecen datos muy significativos, graves, gravísimos, de modalidades cuasi mafiosas. Recordemos una vez más que en el banquillo de los acusados, estaban un ex Presidente de la Nación, el Director del Servicio de Inteligencia, un ex jefe de policía, el ex juez de la causa AMIA, los fiscales, el ex presidente de la DAIA. Sin comentarios. Para qué. Varios fueron declarados culpables. Varios zafaron. Los declararon inocentes. Una inocencia que no incluye las pesadillas no manipulables que los acompañarán para siempre.
IV. Volviendo a los asistentes a la Plaza del Vaticano, me permito concluir con algunas observaciones:
- A ninguno de ellos jamás le interesaron las tragedias de la Embajada de Israel y de la AMIA. No los vi en ninguna de las marchas.
- Menos aún les interesó que todo permaneciera impune hasta ahora. Que no hubiera un solo detenido.
- O que los familiares que todavía luchan vean que el tiempo implacable acaba con sus esperanzas de justicia.
- Tampoco les importó saber, o mejor dicho ignorar, que, más allá de todas las acusaciones que profirió Nisman en tanto fiscal, no hubiese investigado el atentado en representación de los familiares.
- Seguramente ninguno de los asistentes se ocupó de leer partes importantes de las causas jurídicas, ni hablar con algunos de los familiares, su bibliografía cotidiana: Clarín, La Nación y los medios adictos.
- Importa poco y nada que no aparezca prueba alguna de que Nisman fue asesinado. Importa poco y nada que aparezcan datos consistentes, investigados y publicados con nombres y apellidos y los resultados de la autopsia realizada por especialistas de la Corte Suprema, que verifican que se trató de un suicidio.
- Lo ocurrido en la plaza de referencia fue una manifestación esencialmente política, para convencer de lo contrario. Con la madre de Nisman presentada como símbolo.
- Fue un acto rimbombante de política partidaria, mechado de acusaciones tremendas junto a ignorancias abismales. En apoyo a uno de los gobiernos más desastrosos de la historia argentina. Devastó al país y produjo la epidemia más grave de la que tengamos memoria: hambre. Hambre a miles de personas. Hambre en un país capaz de alimentar a media humanidad. Mientras tanto, toda la población de Argentina debe pagar, durante años, la deuda contraída.
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