EL DESENGANCHE
El no-voto o voto ausente entre las barriadas más pobres del área metropolitana
Los primeros estudios segmentados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en la provincia de Buenos Aires confirman que el Frente de Todos (FdT) perdió 896.000 votos de 2019 entre los que no fueron a votar. Pero también que la mayor parte de los que no fueron a votar están ubicados en las barriadas más pobres del área metropolitana. El dato publicado por la consultora Inteligencia Analítica del geógrafo Marcelo Escolar, a partir del estudio de la migración de voto, expone el desenganche del voto tradicionalmente peronista en los sectores populares y explica por qué algunos analistas vienen diciendo que el peronismo tocó su base electoral. Uno de los datos más dramáticos de las elecciones y una señal de alarma, no sólo para el FdT.
“Va a llegar un momento en que no nos vamos a entender con algunos sectores del Conurbano porque los pibes hablan distinto, están en la calle, son de otros mundos”. Analía Del Franco para la pelota antes de hablar de segmentación porque dice que lo primero a observar es lo que están diciendo las urnas a modo global. “Las generales fueron un golpe para el gobierno, con resultado homogéneo, contundente y transversal”, califica. “Se puede decir que no fueron a votar los que habían votado al FdT en 2019 o que hubo otros que cambiaron el voto. Pero, si uno se mete en el detalle, pierde la idea de lo que pasó: un mensaje muy contundente porque fue transversal de todos los sectores sociales, con una situación gravísima”, señala, y se refiere al cuadro general: “Implica mal humor social pero, especialmente para el peronismo, implica haber tocado su base electoral”.
¿Qué significa eso? Esta semana, Marcelo Escolar publicó una muestra de migración de votos que parece tener una respuesta. Resultado de una metodología que aplica desde la transición democrática de 1983, la muestra tomó datos de la provincia de Buenos Aires hasta segmentarlos mesa por mesa con geolocalización. Según ese análisis, el FdT perdió 405.579 votos de 2019 que fueron a Juntos. Y perdió 896.777 votos de los que no fueron a votar. Los primeros son votantes que fluctúan o moderados que habían sido de Cambiemos, pasaron al FdT en 2019 para marcar la victoria y ahora volvieron a ese sector. Los otros, en cambio, son votos de las barriadas más pobres, históricamente referenciadas con el peronismo. Tal vez, uno de los resultados más impactantes.
“Un grupo muy grande de votantes de 2019, alrededor de 30%, se fue al no-voto. Y, además, otro segundo grupo importante, de poco menos de 20% se fue a Juntos”, dice Escolar. ¿Cuál es la interpretación? ¿Qué perfiles tienen? “Podemos suponer que la de Juntos es gente de mayor poder adquisitivo. Para entenderlo, hacemos un segundo análisis de esa transferencia global a nivel de la Provincia. Y otra estadística espacial mesa por mesa. Y luego, un segundo procesamiento en mapas. Cuando mirás el mapa, conocés la composición de cada grupo. Y lo que ves es algo muy llamativo –explica–: en el área metropolitana, cuando mirás los que se fueron al no-voto de 2019, ves que se prenden las barriadas más pobres. Obviamente, son los lugares donde hubo más votos del FdT en 2019 y es donde hay más fuga hacia el no-voto. Pero es una fuga masiva que se ubica preferentemente en los sectores medios, medios bajos y en los sectores marginados. No es que sólo los pobres no fueron a votar. No. Hay mucha gente de los sectores medios y bajos que no fue a votar y está enojada”.
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Arcadio es obrero de la construcción. Vive en La Matera, una de las barriadas de Quilmes donde los vecinos juntan dinero de casa en casa para cambiar las bombitas de luz de la plaza, que es boca de lobo cuando cae la noche, pero donde ellos y ellas también buscan hacer gimnasia. Arcadio había votado al FdT en 2019. Ahora votó a Florencio Randazzo. Y su hijo mayor, a la izquierda. Hace tiempo se quejan porque son de los que no dejaron de trabajar, ni de ganar dinero, pero en la carnicería del barrio no consiguen carne buena porque la buena la exportan, les dice el carnicero. Protestan porque cuando meten la nariz en la iglesia del barrio hasta los curas “te bajan línea”. Y en los comedores donde dan una mano están compitiendo con una nueva avanzada que desde el año pasado miran con ojos torcidos porque son atendidos por ejércitos de Cáritas. No son los únicos problemas ni los más graves de La Matera, con calles sin salida, entre dos arroyos. El barrio es, históricamente, un enorme basural a cielo abierto.
—Si podés –pide Arcadio–, agregale el tema de que necesitamos seguridad y el puente que une La Matera con el barrio El Tala, por la 816 y la 92.
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Los datos de la Provincia muestran que el FdT perdió por dos vías. El voto moderado o voto pívot y el voto tradicionalmente peronista. En ese sentido, Escolar sostiene que la elección de noviembre representa un desafío, porque los votos contienen demandas distintas. “No alcanza con poner plata en el bolsillo de la gente, para decirlo metafóricamente”, indica. “Si sólo hacés una campaña de corte populista orientada a mejorar el bolsillo de los sectores de mayor pobreza, es probable que consigas recuperar algo de ese voto, pero no todo, porque hay un montón de gente que no está sólo enojada por la situación económica. Está enojada por la pandemia, por el enclaustramiento. Sobre todo, los sectores populares”. Con esos mismos datos, otros consultores hacen un diagnóstico distinto que replica la tensión de la semana pasada en el gobierno. Escolar da por perdido el voto moderado que había acercado Alberto Fernández y Sergio Massa en 2019 y considera que es el voto a traccionar de nuevo con políticas específicas.
Para Gerardo Adrogué, esa posición parte de un diagnóstico equivocado. Sociólogo, docente de Estadística, especialista en investigación de mercado, no discrimina no-voto y voto fugado: pone todo en la misma cuenta. “Los dos son voto castigo”, afirma. “Y eso es central para entender que no hubo un sector que votó a favor de Juntos, la izquierda o (Javier) Milei, sino que cualquiera de esas propuestas hay que leerlas como voto castigo al gobierno, que no cumplió con la promesa electoral de distribuir bienestar”. La respuesta a ese voto es, para él, económica: porque poner plata en el bolsillo es bienestar, escuela, pero también ocio, recreación, conectividad, trabajo. Y entender esto es clave, porque si creés que el voto se fue porque la gente votó a Juntos vas a ofrecer recetas que se parezcan a la oferta de Juntos. Y entonces, habrás fracasado”.
Esteban Regueira, de Clivajes Consultores, coincide. “Una lectura que dejó la elección es un fuerte tirón de orejas a un sector del FdT”, dice. “Que los sectores populares se hayan desenganchado de ese voto no es un dato menor. Lo que se vio en Capital Federal, donde varias comunas se perdieron con Milei, muestra que ese sector popular, que generalmente ha sido más cercano al peronismo, le está dando la espalda o por lo menos le está haciendo un reclamo. Y eso muestra que las políticas públicas de recuperación y protección no llegaron”.
–¿En qué sentido? ¿Qué ves ahí?
—La Argentina tiene una masa de trabajadores cercana al 50% que se desempeña en la informalidad o de manera independiente. Es el sector más perjudicado en pandemia. Un sector muy grande de la clase trabajadora que no se vio protegida ni representada.
Fernando Larrosa, de CEIS Consultora, detalla que fue la elección que menos proporción de votantes tuvo desde 1983. Obviamente, distinta a todas. La pandemia la hizo distinta. “Pero no se perdió porque la gente no fue a votar, sino porque, para mí, no se tomó en cuenta la situación económica. Es multivariable, por supuesto. Pero si vamos a centrarnos en una, pensemos la económica”.
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“Coco” Garfagnini es coordinador nacional de la Túpac Amaru. Dice que, en los barrios, las únicas heladeras llenas son los freezers de los comedores populares. Y que cuando escuchó a Alberto, después de los resultados de las PASO, pedir a la militancia que vuelva a la calle a convencer a los vecinos, pensó que eso era imposible. “¿Qué vamos a decir? ¿Qué vamos a ofrecer?” Pero, además, ¿cómo enamorar a la militancia?
En 2009, recuerda, el gobierno perdió las elecciones, pero la militancia estaba en permanente movilización. Y existía una continua disputa contra los poderosos de la Argentina con una dinámica que generaba espacios de discusión que no eran orgánicos, pero estaban. Néstor pedía movilizar contra Shell, y se hacía. Y tras la derrota, apareció la agenda de las AFJP o la estatización de YPF, que eran políticas que generaban épica con la idea de que se estaba construyendo una Patria para todos. Eso dejó de existir. Apareció Vicentin, y fue para atrás. Está la agenda del FMI. Nosotros fuimos a la Corte y tiramos una tonelada de basura, pero no es acompañado con una política del gobierno. Acampamos cinco días en Plaza de Mayo por la libertad de Milagro. Circularon montones de funcionarios con diagnósticos que decían “no puede ser”, pero Milagro sigue detenida. Y Morales pasó de carcelero a un dirigente radical sensato que garantiza gobernabilidad. Y eso, guste o no, genera en la militancia una lectura que muestra que internamente tenemos un quiebre moral. Dejar a tus compañeros en cana y pactar con los carceleros para la historia del peronismo es un quiebre moral. Y con esto también estoy hablando del lawfare y también de la persecución a Cristina”.
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¿Existe la posibilidad de recuperar la épica? ¿Se puede con los niveles de pobreza? ¿Son demandas de segunda generación? Adrogué dice que es posible con programas como la estatización de Vicentin, a condición de que se explique por qué pueden impactar en las demandas de primera generación, como el hambre o la inflación. Regueira considera que no estamos en la situación de 2009.
“Era otro contexto, el de una Argentina con recuperación económica”, sostiene. “Creo que se intentó épica con el acuerdo con el FMI cuando no era momento. Lo dice CFK en la carta. No es lo mismo el acuerdo con la Argentina en crecimiento, como el 2004 y 2005 de expansión económica, que con el eco de la recesión de varios años. Eso tuvo un impacto muy negativo porque cuando reducís el déficit estás ajustando y ese es uno de los resultados de las urnas”.
Analía Del Franco señala que pasó mucho tiempo. “No la veo”, dice. “Veo la gente más preocupada por lo más individual porque el nivel de pobreza de 2009 no es este. Le decís a una persona que vas a nacionalizar YPF y te dice: ‘Ah, bueno, y a mí qué’. Para algunos sectores está bien, pero esto es mucho más básico. Tiene que ver con la igualdad de oportunidades: algunos programas de capacitación en Informática organizados desde el Estado me dicen que no dan abasto. Y tuvieron que ampliar. Hay una demanda de este tipo: créditos a tasa cero para las pymes, conectividad que no existía en 2009 y hoy es una necesidad. Es el mejoramiento de la calidad de vida. No por individualista, sino porque lo que pide la gente es esta mirada social, es garantizar una vida a cada uno. La gente no quiere ir a los comedores. No es una solución. Creo que la revolución va por ahí y no por las épicas. Por el bienestar, porque existen necesidades muy básicas”.
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¿El nuevo gabinete responde a la agenda pendiente? “Creo que la reacción del gobierno de cambiar y rearmar es positiva”, dice Del Franco. “Fue para un lado que dividirá aguas dentro del FdT, pero guste o no, es un gabinete bastante afín a Alberto. Aceptado por todos en el FdT, que le da musculatura a Alberto, y donde todos han cedido”.
El cambio de gabinete significa un apoyo de Alberto Fernández en los gobernadores, más allá de la cercanía o no de CFK, dice Regueira. También un guiño a las gobernadores con una apuesta a nacionalizar la elección porque el FdT está perdiendo la mayoría en el Senado. Apoyarse en los gobernadores viene atado a evitar ceder la mayoría.
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Laura y Marina son diseñadoras y viven en la Ciudad de Buenos Aires. Laura, además, hace arte fotográfico, entrenada en las calles de las corridas y gases del macrismo. En 2019, votaron al Frente de Todos. Ahora, a la izquierda. Son protagonistas de lo que los analistas llaman voto desencanto, o voto castigo. Local cerrado en el contexto del Covid-19 y políticas públicas fallidas. Dos veces se pusieron contentas en pandemia con propuestas que finalmente no sirvieron. Un crédito a tasa cero para monotributistas en los primeros meses del encierro. Lo sacaron las dos. Cuando se dieron cuenta, la deuda contraída con el Estado había pasado a la tarjeta de crédito, explotó el tope máximo, les anuló los débitos automáticos y, por último, las dejó sin el plástico. Luego escucharon que con contrato de alquiler en blanco podían acogerse a un subsidio. Corrieron a convencer al propietario del local. Lo lograron, trabajaron el contrato. Y cuando estaban por blanquearlo, supieron que, si lo hacían, debían ascender en la escala de monotributo y pagar más. Abandonaron.
La semana pasada, las dos escucharon algo de lo que estaba pasando en la coalición de gobierno. Laura traía noticias que Marina recibía cada tanto a través de su madre. El jueves a la noche, Laura se sentó en la escalera del patio del negocio para leerle en voz alta a Marina la carta que había escrito CFK. Le temblaba la voz. ¿Importa? ¿Volvía a recuperar algo parecido a lo que había vivido años atrás? Sinceramente, ya no. Cuenta que debió subalquilar el local y que se la pasa inventando estrategias en redes para recuperar a los que ya no pasan por su negocio.
Shila Vilker midió el impacto de la crisis de gobierno en la opinión pública. Habla de una muestra en el ojo de la tormenta, que empieza a marcar una tendencia, pero es sólo eso. Una de las preguntas fue sobre el futuro de la coalición de gobierno que crujió la semana pasada: la mayor parte (59,9%) consideró que no se desarma. Aún así, la foto más dramática es el impacto negativo del conflicto: 43,7% sostuvo que tiene menos ganas de votar al FdT.
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Continuará.
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