El desaparecido suizo
Bruno Breguet, que militó en Palestina y en Venezuela en los años '70, es objeto de un documental
Casi 30 años después de la desaparición del militante suizo Bruno Breguet, el cineasta Olmo Cerri recorre las huellas de su compatriota y trata de entender ese hecho misterioso. Tarea que emprende en su doble perspectiva de agudo cronista y realizador-militante, repleto de interrogantes sobre la actual crisis de la sociedad y los desafíos para transformarla.
En 1970, cuando tenía 20 años, Bruno Breguet, quien había nacido en la pequeña comuna de Minusio, en las cercanías de Locarno, Suiza, decidió integrarse a la resistencia palestina. Fue detenido en su primera misión, encarada con particular ingenuidad: ingresar clandestinamente explosivos a Israel, escondidos en su propio cuerpo. Sus siete años de prisión en ese país, que con el tiempo definirá como La escuela del odio (título de su libro autobiográfico), lo radicalizaron aún más.
Liberado en 1977, Breguet se integró al grupo del terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, mejor conocido como “Carlos”, y en 1982 cayó nuevamente preso, esta vez en París. Tres años más tarde, una vez que recuperó su libertad –resultado, en parte, de una importante campaña de solidaridad internacional—, y por entonces un tanto ambiguo en sus opciones políticas, decidió establecerse en una isla griega con su compañera y su hija, donde su hasta entonces intensa militancia parece haberse diluido en un muy extraño e incomprensible paréntesis.
En 1995, con su pequeña familia, Breguet, quien en ese momento tenía 45 años, emprendió el retorno a Suiza. Al llegar al puerto italiano de Ancona en el barco “Lato”, las autoridades migratorias le impidieron su ingreso al territorio peninsular declarándole como persona no grata. Su esposa y su hija pudieron continuar, pero a Breguet lo reembarcaron en un ferry con dirección hacia el puerto griego de Igumenitsa, al que nunca arribó.
Historia y preguntas actuales, diálogo en espejo
El exitoso documental La desaparición de Bruno Breguet, estrenado en enero de este año en el Festival de Cine de Solothurn, en el noroeste suizo, y presentado en agosto durante el de Locarno, en la Suiza italiana, es un diálogo original entre las imágenes sobre la vida de Breguet y las preguntas de fondo que Olmo Cerri, su realizador, formula insistentemente con su propia voz en off. Un ir y venir intenso de interrogantes comunes y experiencias diferentes entre portavoces de generaciones distantes.
“Mi posición es particular”, subraya Cerri, “ya que realmente no soy un historiador, aunque traté de trabajar con el rigor necesario de una investigación histórica precisa. Por otra parte, tampoco soy periodista, lo que me da cierta libertad narrativa para contar la historia en una forma más eficaz. Traté de lograr una investigación existencial y por ello es tan importante la participación de compañeros de vida y lucha de Breguet. Agradezco que esta fórmula de un film documental me ofrezca esta libertad narrativa, aunque reconozco que me carga con una gran responsabilidad”.
Según Cerri, esta producción que se pasea, entre otras, por las pantallas suizas e italianas, “forma parte de una reflexión central en este momento de mi vida”. Y comenta: “Vivo en un mundo que no me gusta, impregnado de injusticias. Lo que me rodea parece escapar a mi control y siento que carezco de herramientas eficaces para actuar”. Aun cuando Cerri reconoce la importancia de la política, el voto, las peticiones e iniciativas populares, el voluntariado, las manifestaciones, el cine y la cultura, de todos modos, admite: “Tengo la sensación de que ninguno de estos medios logra realmente hacer mella en el sistema actual”. Y explica que ese sentimiento de impotencia parece haberse arraigado no sólo en él, sino también en su generación, “como si nos hubieran colonizado con la idea de que no hay alternativa a lo que hoy nos toca vivir”.
El pesimismo del que habla Cerri hace cada vez más difícil imaginar o soñar con un futuro diferente. Y es para confrontarlo que quiso que los afiches de publicidad de su documental incluyeran la pregunta: “¿Qué estás dispuesto a hacer para cambiar el mundo?”. Pregunta que Breguet se hizo innumerables veces, según cuenta en su propio diario: “Me gustaría que quienes vean esta película también se formulen ese interrogante, aunque cada uno tenga su propia respuesta”.
De la impotencia a la movilización
A pesar de la gravedad de su pensamiento, no todo es oscuro en el horizonte de Olmo Cerri, quien cuenta con una larga experiencia militante en Ticino, su cantón de origen, en el corazón mismo de la Suiza de habla italiana. Además de su compromiso sindical con el periodismo, Cerri es uno de los miembros fundadores de la Asociación REC de Lugano, que reúne un grupo de jóvenes realizadores cinematográficos progresistas.
“No quiero transmitir un mensaje excesivamente pesimista”, aclara Cerri, “[ya que] hay nichos de resistencia, realidades en las que se está experimentando una alternativa, que merecen ser protegidas y apoyadas”. Y reconoce que, a pesar de todo, es reconfortante ver que, tanto en Suiza como en el resto del mundo, hay personas de todas las edades, y en particular generaciones muy jóvenes, que siguen planteándose estas preguntas fundamentales. “Y que encuentran respuestas diferentes, a menudo colectivas, para contribuir al cambio social”. A manera de ejemplo, Cerri menciona los miles de activistas por el clima en todo el planeta o los que se movilizan regularmente en el mundo en solidaridad con la causa palestina. Y concluye: “Están también los que luchan por la acogida de los inmigrantes, los que ocupan edificios no habitados y los que autogestionan espacios socio-culturales y que crean nuevas formas de comunidad. Sin olvidar los activistas que se comprometen con proyectos de agricultura alternativa y los que militan en la solidaridad con el Sur Global”.
¿Su película sobre Breguet es un instrumento que podría ayudar a encontrar una nueva forma de militancia en la realidad actual?, le preguntamos a Cerri. “Sería inoportuno y vanidoso plantearme algo tan importante”, responde el cineasta suizo. Y prosigue: “Mucho más, teniendo en cuenta que nunca pensé contar con la receta sencilla sobre cómo cambiar el mundo. Pretendí, sobre todo, crear un puente entre la generación de los ‘viejos militantes’ y los que hoy están implicados en las luchas actuales. Habría lamentado que la película sólo interesara a la generación de militantes de los años '60, que vivieron experiencias y retos en algo similares a los de Breguet”.
La desaparición de Bruno Breguet, en sus numerosas presentaciones y a la luz del explosivo conflicto en Palestina ha suscitado acalorados y profundos debates. Cerri constata que “de los mismos se desprende que la necesidad principal es tejer redes comunitarias y encontrar espacios donde nos sintamos cómodos, donde podamos promover y construir utopías compartidas”. Es esencial, agrega, “volver a imaginar y soñar colectivamente”, y menciona que hay muchas formas de hacerlo: desde colectivos que se unen en torno a temas específicos, pasando por la participación política y sindical, hasta la gestión comunitaria de espacios y proyectos. Y subraya que “las luchas, incluso con métodos radicales de los viejos militantes de los años '60, '70 y '80 condujeron a conquistas sociales y derechos concretos, y dieron sentido a sus existencias. Y esto me da esperanza a mí y a las nuevas generaciones de militantes”.
Final abierto
¿Qué pasó realmente con Bruno Breguet? El documental de Olmo Cerri, producido por Dschoint Ventschr de Zúrich y distribuido por Noha Film de Lugano, sugiere pero no afirma. La prudencia del cronista-cineasta lo lleva a afirmar que se trata de un “caso abierto, que tal vez en muchos años pueda esclarecerse”. Y que “todo me lleva a pensar que hay gente de poder que tiene más información que la que hoy conocemos sobre su paradero”.
Las sospechas que articula Cerri permanecen vigentes: Suiza hizo poco para clarificar la suerte de uno de sus propios ciudadanos. Por otra parte, la vida, militancia e historia de Bruno Breguet se volvieron incómodas para muchos, en particular los refinados servicios de inteligencia y de seguridad de diversos Estados europeos. Para complicar más los interrogantes abiertos, en 2023 el historiador suizo Adrien Hänni publicó un libro donde afirma haber descubierto pruebas (documentos desclasificados) sobre la colaboración de Breguet con la Central de Inteligencia Americana (CIA) a partir de 1991, en los años previos a su desaparición.
Sin rastros desde hace casi tres décadas, hoy por hoy Breguet sigue siendo un enigma indescifrable, un capítulo inconcluso de la historia política suiza, en concreto, un desaparecido más.
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