Humos del Cordobazo
Fotos casi desconocidas que muestran el día después de la revuelta popular de mayo de 1969
A las 8 de la mañana del jueves 29 de mayo de 1969, el inspector municipal de tránsito Guillermo Galíndez Sarmiento se instala sobre una tarima en la esquina de Olmos y Maipú, una de las más céntricas de Córdoba. En rechazo a la suspensión de convenios colectivos de trabajo, el plan económico liberal y la política represiva del dictador Juan Carlos Onganía, las dos CGT –Azopardo y De los Argentinos– han dispuesto un paro nacional para el día 30, pero en Córdoba ambas regionales deciden adelantarlo, con abandono de tareas y movilización desde las 10 horas del 29.
Desde su ubicación, Galíndez puede ver los cuatro puntos cardinales de una ciudad cuya rutina comienza a alterarse. Como militante sindical y político, está acostumbrado a las huelgas y manifestaciones callejeras, ha conocido la cárcel y sabe que la protesta viene creciendo, pero igual se sorprende.
–A partir de las 9 de la mañana, la gente era otra. Los veía caminar apurados y serios. Pasaban los minutos, dejaban de a poco de circular los colectivos. Se sentía cómo bajaban las persianas de los negocios, se escuchaban las primeras bombas de estruendo, las palomas de la Iglesia Del Pilar que estaba al frente se asustaban y empezaban a verse a lo lejos los primeros humos de las fogatas. Se sentía un olor a miedo, como cuando va a venir viento norte… Una sensación de temor.
Estallada la masiva revuelta obrero-estudiantil liderada por un inédito y poderoso triunvirato –Agustín Tosco (Luz y Fuerza), Elpidio Torres (Smata) y Atilio López (UTA)– y el joven empleado municipal, estudiante de Ingeniería Química y eventual fotógrafo de sociales hace abandono de trabajo junto a sus compañeros. Frente al peligro de que confundan su uniforme con el de alguna fuerza de seguridad, se lo quita y vuelve a su casa en el barrio Alta Córdoba en busca de su cámara.
En la madrugada del 30, su carnet y pilotín de “zorro gris” le permiten sortear el control militar en el puente Centenario, con la cámara y varios rollos escondidos entre sus ropas. Durante todo ese día recorre el centro, barrio Alberdi y la zona del Hospital Clínicas. En esos escenarios principales de la revuelta popular logra un registro fotográfico original y por mucho tiempo desconocido, que titulará El día después del Cordobazo.
Más allá de que Galíndez ha realizado algunas muestras, su trabajo es casi inédito. 52 años después, ver fotos “nuevas” del Cordobazo es casi como subirse a una máquina del tiempo y aterrizar en esas coordenadas con la impresión de qué pasó aquí.
El fuego y el humo
–¿Con qué se encontró cuando reveló las fotos?
–Hasta el día de hoy, cuando veo las imágenes observo cómo un pueblo cansado de tantas dictaduras se expresó aprovechando y acompañando las luchas de los trabajadores y estudiantes en los días del Cordobazo.
–¿Qué particularidad tuvo su mirada sobre el acontecimiento político?
–Nosotros sabíamos que al sacar una foto quedaba el registro del compañero o compañera. Si se publicaba o te la quitaban la policía o el Ejército, ese compañero iba preso seguro, teniendo el cargo de conciencia para toda tu vida. Teniendo en cuenta que sacar una foto es como cuando un escribano levanta un acta, tomé la precaución de sacar fotos donde no existiera un compañero o compañera en una acción. Trate de sacar el humo, no el fuego.
Así, en las fotos de Galíndez no se ve a los manifestantes en marchas multitudinarias, ni enfrentarse a la policía montada, ni resistir en las barricadas, ni atacar locales de firmas multinacionales, como en los registros periodísticos que han pasado a la historia. Se ven las huellas de la ira popular ante el asombro respetuoso de vecinos y vecinas: un auto incinerado frente a la imponente fachada del Hospital Clínicas; un niño con la bolsa de las compras, absorto frente a uno de los cientos de Citroën quemados; los vestigios del asalto a una concesionaria y al Círculo de Suboficiales de la Fuerza Aérea, donde “la gente entraba como en un paseo turístico”; un camión tumbado frente a una esquina en la que han pintado un esténcil del Che Guevara…
Los protagonistas invisibles
“No es gente que sólo está curioseando. Es gente que está en cada foto, como si dijera: ‘Yo vivo acá, fui testigo y formé parte de esto’. Y hay muchos niños jugando en la calle, como ocurría entonces. Al mismo tiempo, las imágenes muestran una ciudad en tensión, donde no se puede entrar porque está todo controlado por el Ejército o por los mismos manifestantes”, destaca Guillermo Ruibal, director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba.
Las últimas restricciones motivadas por la gravedad de la pandemia de Covid-19 convirtieron lo que iba a ser una muestra organizada por la Municipalidad en el Cabildo de Córdoba en una selección de imágenes y una entrevista al autor en formato audiovisual.
Trabajadora de esa área y a cargo de la entrevista, Ivana Fantín señala: “La muestra se tuvo que reconvertir, pero al mismo tiempo se creó algo nuevo, un híbrido entre historia oral y entrevista testimonial, orientado a la singularidad del registro: el día después, los otros y otras protagonistas y la figura del fotógrafo como un antihéroe, porque cuando le preguntamos cómo conservó esos negativos, en lugar de una respuesta épica, lo primero que Galíndez dijo es que los guardó ‘como a los cuadernos de la escuela’”.
Para Ruibal, un valor del trabajo radica en que habilita a “salir un poco del relato histórico tradicional y reivindicar la mirada del ciudadano común, por lo general invisibilizado: los trabajadores, los vecinos, las mujeres, que son tan protagonistas de la historia como quienes tuvieron participación directa en los acontecimientos. Además, su cuidado, como militante, de proteger a los compañeros”.
Fotógrafo acosado, álbum clandestino
El propio Galíndez conocía por experiencia los riesgos de la militancia y la saña de la represión. Ya había pasado noches en calabozos policiales durante los años ‘60 y volvería a ser detenido dos días después del golpe del 24 de marzo del ‘76. Apresado en el puente Sagrada Familia, lo llevaron al colegio Alejandro Carbó, a la cancha de Belgrano y a la Comisaría 3ª. De ahí lo sacaron vendado y estuvo veinte días cautivo en algún lugar de la Guarnición Aérea Córdoba, según su impresión.
Fue la primera de varias detenciones en la provincia bajo el poder implacable del general Luciano Benjamín Menéndez, que culminaron en 1979 con un incidente insólito. Secuestrado por la patota policial del Departamento de Informaciones (D2), se dio cuenta por el número de DNI que el “Tránsito Guillermo Galíndez” que buscaban era en realidad su padre: “Fue una situación muy loca, que hasta la recuerdo con orgullo, porque mi papá había muerto en el año ‘52. Él era vendedor de diarios y revistas y había sido uno de los fundadores del Partido Justicialista en Córdoba. Por eso todavía lo buscaban. Después de esa detención no me jodieron más”.
–¿Cómo pudo preservar ese archivo fotográfico en tiempos de dictadura?
–Durante 36 años, esas imágenes pasaron por diferentes domicilios y lugares. Las consideraba un tesoro. Había que mostrar a las nuevas generaciones cómo nuestra generación luchó contra las dictaduras. Todo militante sabía que pasar los allanamientos era difícil. Esta gente te destruía, rompía toda tu historia. Guardaba los negativos enterrados en tarros de galleta de chapa, en cajas, etcétera, donde se deterioraban. Hasta que encontré el lugar donde mayor tiempo estuvieron, aunque perdí muchos porque el celuloide se desintegraba: del Viborazo me quedaron seis o siete y de Ezeiza ninguno. El lugar fue en los caños de una mesa de vidrio, envueltos en papel de servilleta color rosa y protegido por los papeles metálicos de las etiquetas de cigarrillos. Hasta el día de hoy están en rollitos que es difícil enderezar.
–Una supervivencia providencial, porque usted mismo corrió peligro.
–Así es. Pero por respeto a los 30.000 compañeros desaparecidos, uno no se debe poner en héroe.
–¿Qué fue y quiénes hicieron el Cordobazo?
–El otoño del ‘69 tuvo sabor a pueblada, a movilización social, a revolución que marcó un antes y un después en nuestra Argentina. Fue el hecho político más importante del siglo pasado, después del 17 de octubre del ‘45. El Cordobazo fue una explosión de repudio popular al régimen autoritario de las dictaduras militares que soportaba nuestra patria. Una protesta política, en un radio de 150 manzanas, donde más de 70.000 personas combatieron el 29 y 30 de mayo de 1969 contra la policía y el Ejército, contando con el apoyo de toda la población. Fue promovida por la CGT Córdoba, a la que se sumaron las organizaciones estudiantiles y barriales. El Cordobazo llevaría al país a una salida democrática, con la incorporación del movimiento de masas que era el peronismo, proscripto durante catorce años, que con otros sectores encabezó las luchas para conseguir la democracia, la libertad de opinión y el bienestar económico. Sin dudas, el Cordobazo no fue una rebelión más sino otro eslabón en la larga historia de luchas del pueblo argentino. Sus alcances llegan hasta hoy, como memoria y enseñanza.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí