Tras el escandaloso mutis por el foro del secretario de Trabajo Jorgito Triaca, la conducción remanente del ex Ministerio de Trabajo, con el obvio acuerdo del Ministro Dante Sica, dio luz verde a la suspensión de 376 trabajadores aeronáuticos por ejercer su legítimo derecho a reclamar. El paro de los trabajadores de todos los gremios del sector, el próximo lunes 26 de noviembre, marca el comienzo de un conflicto del cual no se avizora la salida. Para los Gremios Aeronáuticos Unidos se trata de una provocación oficial para obligarlos a ir a la huelga y comprometer a la línea de bandera en un camino de difícil retorno.
Esta articulación de los sindicatos del sector aeronáutico que eligió para su conducción a Edgardo Llano, secretario adjunto de la CTA de los Trabajadores, inauguró una etapa de acercamiento definitivo entre gremios de la CTA y la CGT. La recuperación de la personería gremial de la FAPA (Federacion Argentina de Personal Aeronáutico) en tiempos de Carlos Tomada, al frente del entonces Ministerio de Trabajo, fue el puntapié oficial que contribuyó a recomponer la representación laboral de todo el sector aeronáutico, atomizado desde la anterior ola neoliberal privatizadora. Las suspensiones con la excusa de haber participado en asambleas informativas a raíz de la no aplicación de cláusulas paritarias aparece claramente como una incitación a la rebelión. El viernes a las 11 se realizó en la sede del SMATA una conferencia de prensa donde el Frente Sindical para el Proyecto Nacional hizo público su apoyo total a la lucha de los aeronáuticos.
La secuencia de los hechos comenzó cuando en una reunión con la dirección de Aerolíneas Argentinas se comunicó que en noviembre no iban a aplicar la cláusula gatillo pactada y homologada dentro de la paritaria. Luis Malvido, presidente de la compañía, hizo gala de un cinismo cinematográfico al decirles a los representantes de los trabajadores que “después ustedes harán el quilombo que quieran”. Este desafío a la pelea es tan poco original que lo encontramos en variadas oportunidades en que se proyectan reconversiones laborales de magnitud. El libreto patronal dice que hay que iniciar el conflicto, producir sanciones masivas y con la gente derrotada descabezar a los gremios y someterlos a la lógica del ajuste y la rebaja salarial. Si a eso se le agrega que el Ministro de Trabajo, devaluado a Secretario y el propio Presidente de la Nación actúan como gerentes de recursos humanos y se niegan a mediar en un conflicto de esta densidad, el futuro, por efecto dominó, promete una escalada agresiva contra los trabajadores.
El paro del 26 será sin duda el inicio de un largo proceso de resistencia de los empleados de la recuperada línea de bandera. Pablo Biró, de la Asociación de Pilotos de Aerolíneas (APLA), Edgardo Llano del Personal Aeronáutico (APA), Ricardo Cirielli de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), Cristian Erhardt de la Unión de Pilotos de Líneas Aéreas (UALA) y Rubén Fernández de Unión Personal Superior Aeronáutico (UPSA), se mostraron juntos y preocupados por el carácter de la maniobra de la patronal. No pueden resignar un incremento salarial pactado y firmado pero ven claramente que el gobierno los quiere forzar al conflicto para liquidar la compañía.
Los dirigentes de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) anunciaron la realización de asambleas en los lugares de trabajo como parte de un plan de lucha y lo concretarán a partir del martes 27, a continuación del paro de los aeronáuticos. La CATT está fortalecida por el retorno de los peones de taxi de Omar Viviani, los ferroviarios de Sergio Sasia y el propio Roberto Fernández de los colectiveros de la UTA. Fernández y Viviani serán parte, junto al secretario general de la CATT Juan Carlos Schmid, de la delegación que el mismo día lunes se reunirá con Sica, que parece mirar con cariño el trono que dejó vacante el incinerado Triaca.
La semana próxima comienzan a llegar las nutridas delegaciones de los integrantes del G20 y la CABA se va transformando lentamente en una ciudad sitiada y militarizada. Es difícil entender como el gobierno no intenta neutralizar esta escalada de conflictos que van a suceder exactamente en el centro de la zona de exclusión. La despedida final de Triaca, anunciada para después del G20, pretende coronarse con una nueva andanada de golpes sobre los trabajadores sindicalizados.
Los maestros de la provincia de Buenos Aires completaron el martes los 28 días de paro en el presente ciclo lectivo. La gobernadora Vidal sigue empeñada en pagar una actualización salarial 10 puntos por debajo de la inflación de este año. Más de 250 escuelas siguen sin clases desde la explosión en Moreno del 2 de agosto, la mayoría de ellas en ese distrito, por no garantizarse las condiciones de seguridad requeridas. El miércoles fue el turno de los docentes porteños contra el proyecto Unicaba y el jueves la legislatura aprobó en una votación automática el proyecto repudiado por toda la comunidad educativa.
La Asociación Bancaria de Sergio Palazzo dio inmediata respuesta con un paro por 24 horas desde las cero del viernes 23 a la negativa de algunas entidades de la cámara del sector y el Banco Central, que pretenden incumplir el acuerdo paritario de abril. Mientras, continúa el debate por la aplicación del impuesto a las ganancias sobre los fondos del bono de la desesperación que pactaron Daer y Acuña con Dante Sica para escapar del paro general. La mayoría de los dirigentes de ambas centrales y las delegaciones del interior del país se manifestaron en forma peyorativa sobre esa maniobra y prometen medidas de fuerza antes de fin de año para confrontar.
El cierre de la fábrica de ropa interior Eyelit y el servicio periodístico en español de la agencia alemana DPA son expresiones del habitual rastro de despidos neoliberales. Se agregan a la lucha los operarios de la ensambladora de motos Appia porque les deben tres meses de salario. Los números asustan: la metalúrgica Siam de Avellaneda empleaba a 600 operarios en 2015 y ahora solo a 50.
Esta semana llegó a unos pocos medios una costumbre del decadente chetaje del barrio privado Nordelta, guarida de personajes con dineros de dudosa prosapia. Allí mostraron sus agresivas miserias con uno de los eslabones más débiles del trabajo: los propietarios e inquilinos del exclusivo barrio privado se niegan a viajar en las combis con las trabajadoras del servicio doméstico porque “dicen que gritamos en guaraní, olemos mal y comentamos la vida laboral”. Como el apartheid del sur norteamericano y los colonos sudafricanos, los y las clasistas del lavado de dinero exigen a los choferes que no detengan su marcha para que asciendan las trabajadoras. Los empleados hombres deben llegar por la entrada de servicio.
La gobernadora María Eugenia Vidal, fiel interprete de este sentimiento, arremetió contra un grupo de vecinos de Villa Celina que se aprestaban a ocupar un predio propiedad de la Nación para armar un asentamiento y en las refriegas con su policía quedó la vida de Rodolfo “Ronald” Orellana, militante de la OLP- CTEP.
En este clima social se empieza a hablar de las elecciones de 2019. La preocupación dominante de los trabajadores y de los sectores medios está vinculada al constante aumento de los precios, de las tarifas y al deterioro del poder de compra de sus salarios. La caída de la imagen presidencial en todas las encuestas de opinión va deteriorando el clima interno de la alianza de gobierno. El único argumento en común que esgrimen refiere a las desgracias de la Argentina de los últimos 70 años, incluyendo a los radicales que gobernaron en varias oportunidades y que ahora se suman a ese discurso oficial. Tanta incoherencia confunde. El elemento ordenador de este caos parece ser el proceso de unidad del movimiento obrero y la amplitud del frente que pretende construir la oposición. La aparición pública de la ex Presidenta Cristina Fernández en la convocatoria de CLACSO en el marco de la contra cumbre del G20 reavivó el debate sobre el futuro político de nuestro país. La mejor campaña política que desafía al mundo de los representantes de los trabajadores pasa por el grado de unidad del movimiento obrero. Sin esa sólida fuerza social va a resultar difícil ganar las elecciones, y más difícil aún gobernar este país sembrado de minas y trampas cazabobos.
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