El cepo es la deuda

No hay inclusión social posible sin una renegociación con el FMI que no implique ajuste y devaluación

 

El INDEC acaba de publicar las estadísticas del primer trimestre 2023 de las Cuentas Internacionales del país, en las que informa las cifras de la Balanza de Pagos, la Posición de Inversión Internacional y la Deuda Externa.

La fuga de capitales y el endeudamiento externo fueron funcionales al patrón de acumulación de la valorización financiera, instalado en nuestro país a partir de la dictadura militar, que se mantuvo vigente hasta el estallido de la convertibilidad en 2001, y que fue retomado por el macrismo entre 2015 y 2019. En la práctica, las diversas crisis que se sucedieron desde su implementación fueron consolidando un sistema bimonetario en el que las estrategias de ahorro de los distintos sectores sociales tendieron a dolarizarse en gran medida fuera del sistema bancario, con el consecuente impacto macroeconómico en materia de escasez de divisas y estancamiento económico.

Por ello, resulta interesante detenerse a analizar qué nos dicen los números publicados por el INDEC respecto a la Posición de Inversión Internacional de la Argentina (PII). Conceptualmente dicha definición resume los principales activos y pasivos que los residentes mantienen con los no residentes, por ejemplo:

  • El nivel de deudas por bonos y préstamos que el gobierno, las empresas y los hogares tienen con el exterior.
  • El stock de inversión directa que las empresas radicadas en el exterior tienen en la Argentina y el que las empresas radicadas en el país tienen en el exterior.
  • Las tenencias de divisas que mantienen los hogares argentinos, tanto en forma de depósitos en los sistemas financieros del exterior, como de billetes.

Dicho de otro modo, la PII puede entenderse como la “foto” en un momento dado del monto que los argentinos le deben a no residentes y lo que los no residentes le deben a los argentinos.

¿Que nos muestran entonces las cifras que el INDEC acaba de publicar? Que los activos de los residentes son de 428.635 millones de dólares y que las deudas o pasivos son de 312.435 millones de dólares; esto es que el país en su conjunto es acreedor a valores de mercado respecto al resto del mundo por 116.200 millones de dólares.

El problema aparece cuando se analizan dichas cifras en su desagregación por sectores. Así, mientras el sector público, tomando al gobierno más el Banco Central, tiene un déficit con el exterior de 89.021 millones de dólares, con activos por 50.567 millones y pasivos por 139.000 millones; el sector privado tiene un superávit con el exterior de 205.221 millones de dólares, con activos por 378,068 millones y pasivos por 172.847 millones.

Lo que esos números nos están diciendo, en principio, es que nuestro país no tiene un problema de falta de dólares, sino que la cuestión es en manos de quiénes están. Esto es, los tenedores de dólares son personas humanas o jurídicas que ahorran o atesoran en esa moneda dentro o fuera del país –cuando lo fugan al exterior como habitualmente aconteció–, mientras que los deudores en esa divisa extranjera son el gobierno y el Banco Central, quienes justamente en muchos casos, como sucedió durante el gobierno de Juntos por el Cambio, son obligados a endeudarse para financiar la fuga del sector privado.

Ante esta situación, es bueno recordar que existe para su tratamiento en la Cámara Baja un proyecto de ley que ya cuenta con media sanción del Senado Nacional presentado por el senador Oscar Parrilli y otros, que crea un Fondo Especial para pagar la deuda del FMI, con los recursos que se recauden provenientes del pago por parte de las personas humanas, jurídicas y sucesiones indivisas residentes en el país, por los bienes que posean en el exterior y que no hayan sido declarados ante la AFIP.

Esta medida es de estricta justicia, porque seguramente gran parte de los bienes que integran los activos contabilizados en la PII no han sido declarados al fisco nacional.

Ahora bien, como dijimos más arriba la PII es una “foto” –un stock– y, por lo tanto, una situación que se ha ido construyendo y consolidando a través del permanente drenaje –un flujo– al exterior del excedente generado en la economía nacional, aspecto este que se fue profundizando a partir de la dictadura de 1976, cuando se implementó el nuevo régimen de acumulación. Esa es la razón que explica las crisis recurrentes, ya que esos recursos en lugar de invertirse productivamente, permitiendo la reproducción ampliada y el desarrollo de las fuerzas productivas, son fugados al exterior o mantenidos fuera del sistema financiero local, en cajas de seguridad o colchones. Esto es lo que diferencia las crisis que ocurren en nuestro país y en los países de la periferia, de las que acontecen en los desarrollados; mientras en los países del centro el origen de las crisis es la sobreproducción o sobreacumulación (o sobreinversión) de capital, en los dependientes aquellas tienen su génesis en el estrangulamiento de su sector externo.

A diferencia de lo que sostienen muchos neoliberales, la dificultad central de la economía argentina no es la supuesta falta de ahorro, sino el bajo nivel de la inversión respecto del PBI. Los países que experimentaron un sostenido y prolongado proceso de desarrollo económico, como los del sudeste asiático o China, son aquellos en los que la inversión se convirtió en un factor sustancial de la demanda agregada por periodos extensos.

 

La necesaria renegociación con el FMI

No va a ser posible para nuestro país encarar ningún proceso de crecimiento y desarrollo con inclusión social en la medida en que estemos sometidos al cumplimiento de las metas y objetivos fijados por el FMI en el acuerdo suscripto con la Argentina.

El gobierno que surja de las próximas elecciones nacionales debe tener como primer objetivo la renegociación del acuerdo bajo parámetros tales que no signifiquen promover un ajuste fiscal y una devaluación, que empeoren la situación social en que se encuentra una gran parte de la población.

No es posible ajustar a los que han sido ajustados históricamente en la Argentina cuando se han llevado adelante los planes propuestos por el FMI y los organismos internacionales de crédito. Existen las experiencias vividas durante la dictadura militar, el menemismo y más recientemente la del macrismo, que muestran en forma palmaria como terminan en profundas crisis económico-sociales aquellos planes que privilegian los intereses de los acreedores.

Siempre que los sectores políticos que expresan el pensamiento neoliberal se refieren al “ajuste” indubitablemente lo hacen pensando en el gasto público y nunca en los ingresos fiscales. Eso es lo que hoy prometen si son gobierno, a diferencia de lo que decían en el anterior ciclo electoral, ya liberados de todo perjuicio, y solo se diferencian las expresiones de la derecha en cuanto a la velocidad para llevarlo a cabo. Su lógica es que el exceso de gasto genera el déficit que el gobierno financia a través de la emisión monetaria del Banco Central. Razonan como si en la conformación del déficit solamente existiera  el gasto en salarios y jubilaciones, la obra pública, los subsidios en tarifas y transporte y las transferencias a las provincias. Aún en materia de gastos, nada dicen de los destinados a subsidiar a las empresas. Por otro lado, al hablar de los ingresos fiscales se quejan de la excesiva presión impositiva, cuando es bien sabido que las tasas de imposición nominales no tienen ninguna relación con las tasas reales que surgen de la aplicación de los diferentes mecanismos de elusión fiscal y de las innumerables exenciones impositivas. Tampoco les preocupa la regresividad del sistema tributario que recauda sobre la base de los impuestos al consumo y muy poco sobre manifestaciones de riqueza como la propiedad o la renta.

No caben dudas de que la deuda es un verdadero cepo para que el Estado lleve a cabo una política económica orientada a satisfacer los intereses nacionales y en favor de la mayoría popular, por los condicionamientos que el FMI impone en materia de déficit fiscal y al financiamiento monetario del BCRA al Tesoro Nacional.

De allí que sea necesario que el nuevo acuerdo limite los montos destinados al pago de la deuda a algún porcentaje de nuestras exportaciones o al superávit de la balanza comercial.

Con igual importancia y para evitar la fuga de divisas al exterior, se torna imprescindible extremar los controles sobre el comercio exterior y la cuenta capital y financiera del Balance de Pagos para que, recuperado el saldo de balanza comercial superada la sequía y el ahorro en materia de importaciones de energía, el mismo no se evapore, y así se pueda iniciar un proceso virtuoso de acumulación de reservas en el Banco Central, única garantía para evitar híper devaluaciones, morigerar el proceso inflacionario e ir recuperando el salario real y las jubilaciones del deterioro sufrido en los últimos años.

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