El bombardeo silenciado
La gesta de los vecinos de Ensenada que el 16 de septiembre de 1955 enfrentaron a las tropas del almirante Rojas
“La Marina amenazaba con bombardear la Destilería de YPF si Perón no renunciaba. ¿Y quién lo iba a dudar? Hacía años que el pueblo olía a petróleo y peligro” (Ensenada, una memoria, Leopoldo Brizuela, 2018).
En el último libro del escritor platense Leopoldo Brizuela se narran los años del primer peronismo y su derrocamiento y proscripción. El episodio histórico fue recordado recientemente por Cristina Fernández de Kirchner: su abuelo trabajaba en la Aduana de Ensenada y le contó sobre la amenaza del bombardeo a la Destilería, plan secreto del almirante Isaac Rojas que, finalmente, quedó en la nada.
En aquella época, la Base y la Escuela Naval Río Santiago se encontraban en la isla del mismo nombre, ubicada a un kilómetro del centro de Ensenada. Cruzando el río se localizaba el Astillero Río Santiago. A pocos metros, en la costa del canal principal, irrumpía el barrio Campamento junto con la estación del ferrocarril. En la otra orilla, el puerto de La Plata. Al final del canal, que dividía las localidades de Berisso y Ensenada, se hallaba la destilería de YPF. Ambas localidades contaban con una amplia población de trabajadores: la militancia peronista era su nervio central, cuna del 17 de octubre de 1945.
El director de la base era Isaac Rojas, uno de los principales ideólogos de la autodenominada “Revolución Libertadora”. A la medianoche del 16 de septiembre de 1955 la Base Naval Río Santiago fue tomada por la Marina. Eso implicaba que se declaraba en estado de rebeldía. Así comenzó lo que se llamaría “La batalla de Ensenada”.
Hoy, a 67 años de aquellos hechos, Rodolfo “Flaco” Ortiz mira una esquina del barrio Campamento de Ensenada, allí donde se crió, allí donde un 16 de septiembre de 1955 una bomba cayó del cielo y mató a su padre cuando él era una criatura de un año y medio. No fue sino en uno de sus desvelos nocturnos que en 2007 –la fecha, dice, no refiere a nada especial: sólo a un antojo de la memoria– el relato que aprendió de niño –“pasó un avión-tiró una bomba-mató a papá”– sonó casi como el estruendo de otrora en su cabeza.
“Ese día algo adentro mío me dijo: 'Ponete a averiguar lo que pasó'. Y si no lo hubiera hecho, hoy todo habría quedado en la nada”, suelta el Flaco, de 67 años, barba blanca y un tono de voz suave, raspado por el cigarrillo.
¿Qué había pasado aquel 16 de septiembre de 1955? Todo lo que se conocía era por la cobertura de la prensa de Uruguay y por diarios locales de La Plata. Bombas arrojadas por aviones atribuidas a la “Libertadora” cayeron en el Río de la Plata y, al menos una de ellas, en el barrio Campamento de Ensenada. Destruyeron una manzana entera, de once casas. Y mataron a una persona: Rodolfo Celedonio “Cholo” Ortiz, obrero ferroviario de 36 años. “No quedó nada por encima de los 50 centímetros, sacando la casa de una esquina que se desplazó un metro. En esa casa vivían mis abuelos”, reconstruye Ortiz, que como su padre fue dirigente ferroviario.
Durante décadas la noticia del bombardeo circuló en pocos portales, sin información precisa. Incluso en la zona de Ensenada y La Plata apenas se habló del episodio. El bombardeo al barrio Campamento no suele estar en la “agenda” de los aniversarios de derechos humanos. Y eso que, para los historiadores, el bombardeo de una ciudad por parte de las Fuerzas Armadas del mismo país constituye un acto terrorista sin antecedentes en la Argentina. El 16 de junio de 2022 se cumplieron 67 años del bombardeo de la aviación naval en la Plaza de Mayo. Mientras las denuncias para que se investigara esa masacre sobre población civil como delitos de lesa humanidad nunca avanzaron en la Justicia argentina, por las bombas de barrio Campamento todavía no hubo ninguna presentación.
“El golpe que llevó al derrocamiento de Perón y al triunfo de la ‘Revolución Libertadora’ aparece desdibujado. No se recuerdan los seis días de lucha, desde el 16 de septiembre. ¿Por qué no están presentes estos acontecimientos en la memoria social argentina? En un escenario local, con los hechos de ‘La batalla de Ensenada’, se evidencia más esta situación. Durante esos días se vivieron sucesos traumáticos, que parecieran haber quedado en el olvido de forma deliberada. Las jornadas de septiembre de 1955 ni siquiera forman parte de la currícula escolar de los colegios de la región”, escribe la investigadora Marina Illanes, de la Universidad Nacional de La Plata.
Aquella mañana fría y lluviosa del 16 de septiembre de 1955 Rodolfo “Cholo” Ortiz se tomó unos mates en su casa y salió para la garita de la estación Santiago del barrio Campamento. Durante su jornada como ferroviario iba del trabajo a su casa con cierta frecuencia, dadas las pocas cuadras de distancia. Campamento –llamado así porque allí montaron campamento los obreros que hicieron el puerto a fines del siglo XIX– tenía diez manzanas y dos calles laterales, con tres canales paralelos que desembocaban en el Río de La Plata. El día no se presentaba como normal y los vecinos se despertaron agitados. A primera hora de la mañana efectivos de la Marina y el Ejército, bajo el comando del almirante Isaac Rojas, se alistaron desde la Base Naval de Río Santiago con el objetivo de tomar la ciudad de La Plata, por ese entonces llamada ciudad Eva Perón. Cerca de las diez de la mañana, la flota de Rojas cruzó el Río Santiago hacia los elevadores de granos y el Astillero Naval. El objetivo inicial era avanzar hacia La Plata. Pero las fuerzas leales a Perón bloquearon el camino.
Al avanzar Rojas sobre Ensenada, empezaron los enfrentamientos: sus tropas fueron combatidas por miembros de la Guardia de Infantería de la Policía provincial, trabajadores y vecinos de la zona. Hacia el mediodía, reforzando la resistencia, llegaron efectivos leales a Perón del Regimiento 7 de Infantería para atacar directamente a los de Rojas. En poco tiempo, sumado al fuego de ametralladoras y de la artillería, se llegó a una lucha cuerpo a cuerpo.
El barrio Campamento fue evacuado pero unas pocas familias decidieron permanecer: eran las que habían prestado apoyo a la Resistencia Peronista. Entre ellas, la del “Cholo” Ortiz, que asistió a los policías que combatieron a Rojas dándoles té y prestándoles los baños. Nadie imaginó que en apenas unas horas el sonido de unos motores surcarían el cielo. Según una posterior reconstrucción, fueron entre 40 y 60 aviones, divididos entre el bando de Perón y el de Rojas, que comenzaron a bombardear la Isla Santiago como a naves de la Marina que ingresaban al Río Santiago con refuerzos. Fue así que una de las tantas bombas arrojadas en la zona de combate cayó en el barrio Campamento, provocando la destrucción de una manzana completa y la muerte de Ortiz. La mayoría eran casillas de madera, que se consumieron rápidamente por el fuego.
–Quedate “Cholo”, ¡no nos dejes solos! –le había rogado su mujer, Elsa, cuando escuchó los aviones.
“Cholo” permaneció en la casa, dejando de asistir a sus vecinos. Había estado en el socorro de dos ferroviarios, uno herido en una pierna y el otro en una nalga. Cuando escuchó los primeros bombardeos, metió debajo de una mesa del comedor a su mujer y a sus dos hijos. Fue herido mortalmente por una esquirla que le atravesó el cuerpo. Así reza su partida de defunción: “Herido por esquirla”. Su esposa fue raspada por una astilla en la espalda y su pequeño hijo Rodolfo, de un año y medio, en la cabeza. Su otra hija, Elsa, de tres, sufrió algunos golpes y vio el momento en que los soldados del 7º Regimiento levantaron una chapa en la que asomó la cara ensangrentada y achatada de su padre. Su madre se arrodilló en una crisis de nervios. Horas después, las fuerzas fueron replegadas y al final de la jornada, pasando las seis de la tarde, la Marina evacuó la zona y Rojas ordenó cruzar hacia Uruguay en señal de derrota.
A más de 50 años de la muerte de su padre, en 2007, el Flaco –que todavía conserva la cicatriz de la herida de esquirla en la cabeza– arrancó con lo básico: preguntar a los vecinos del barrio Campamento. Se dio cuenta que la mayoría no quería hablar. Su abuela paterna era uruguaya y consiguió unos audios de noticieros de la época que hablaban del hecho. Fue a las hemerotecas y dio cuenta que los diarios de la época cubrieron lo que sucedió en Ensenada, pero la muerte de su padre no estaba mencionada: encontró un amplio apoyo de la prensa a Rojas, tal como un editorial de Clarín celebrando la batalla en tono de una gesta de “libertad”.
“Había rumores y tergiversaciones, pero logré acumular la información suficiente para constatar los hechos”, cuenta el Flaco, que reunió en su canal de YouTube “Rodolfo Ortiz” una serie de videos y hasta un documental, donde logró entrevistar con el tiempo a numerosas personas.
Comprobó detalles insólitos como que aquel día, mientras se caían a pedazos las casas de la cuadra, un cuadro de Perón quedó milagrosamente intacto y colgado en la única pared que se mantuvo en pie después del bombardeo. En 2013 fue el primer acto de reparación histórica en la casa bombardeada, con la presencia del intendente Mario Secco. En esa jornada se recordó que la ciudad entera de Ensenada se evacuó dos veces entre el 16 y el 19 de septiembre, a pie, en vehículos o en camiones de YPF que se dirigieron a La Plata, escenas que se reconstruyeron en la novela de Leopoldo Brizuela.
A partir de ese momento, llegaron nuevos reconocimientos: la calle Córdoba del barrio Campamento se convirtió en la calle Rodolfo “Cholo” Ortiz y la casa de su padre fue declarada como Sitio de Memoria; otros investigadores empezaron a indagar lo que pasó ese día no sólo en Ensenada sino también en Córdoba o Curuzú Cuatiá, contabilizando, hasta el momento, más de 170 muertos en todo el país, con seis muertos reconocidos en “La batalla de Ensenada”; y se inauguraron doce murales que integran el Museo a Cielo Abierto de Ensenada y que, a modo del Guernica, denuncian la violencia del golpe de Estado de 1955.
El cineasta Hugo Crexell está filmando Ensenada ’55, la historia silenciada del bombardeo de septiembre de 1955, un documental que –igual que el Flaco Ortiz– lo involucra de pies a cabeza. La primera vez que escuchó sobre las bombas fue cuando era chico: su papá en la cabecera de la mesa relatando que había tenido que subirse a un avión y tirar bombas sobre la Escuela Naval. Él, aviador de la Armada, estaba a cargo –por pedido expreso de Perón– de la defensa del gobierno constitucional contra las fuerzas que se habían sublevado. “En su tono recuerdo tristeza, porque él quería a la Armada, y le pesaba destruir el lugar donde se había formado. Pero una orden directa del Presidente no podía ser cuestionada, y además era peronista, así que ahí se encontraba ese 16 de septiembre, organizando la poca tropa que quedaba leal”, cuenta el cineasta. Con su compañera Paula Tagliabue, que es la productora del documental, se pusieron a investigar: recopilaron testimonios, archivos y conocieron al Flaco Ortíz. Fue algo clave.
Ortiz traza una línea histórica de tres episodios: el bombardeo a Plaza de Mayo en junio de 1955, los bombardeos a Ensenada y otras ciudades del país el 16 de septiembre de ese año, y los fusilamientos de José León Suárez el 9 de junio de 1956. “El de Plaza de Mayo siempre se conoció, están las imágenes de los aviones porque Perón estaba todavía en el poder. El de los fusilamientos también, por el libro Operación Masacre de Rodolfo Walsh, hay testigos, y a la Libertadora le convenía que se supiera como mensaje aleccionador: si alguien se levanta contra nosotros, le puede pasar esto. Pero en lo de mi viejo no existía nada porque todo fue quemado. En esa batalla, la de Ensenada, no tenía que haber sangre ni violencia, por eso se ocultó y se destruyeron los archivos”, analiza el Flaco.
Otro acontecimiento que comprobó en su investigación fue que fuerzas leales a Perón se pasaron al bando de Rojas y viceversa durante el convulsionado año de 1955 y hasta en el mismo 16 de septiembre, cuando vecinos de Ensenada huyeron atemorizados por los vuelos rasantes de los aviones de la Fuerza Aérea. “Hubo quienes me confirmaron que, en el momento que despegaron de la Base de Morón, hubo aviones que se cambiaron de bando al llegar a Ensenada. Así era el caos y la confusión que rodeaban el hecho”, explica.
No le parece casual al Flaco Ortiz que afloren en los últimos tiempos grupos autodenominados “libertarios”, con un tinte tan reaccionario como el de la “Revolución Libertadora”.
–Una buena porción histórica del odio se explica desde aquellos bombardeos. En el atentado contra Cristina hubo una mezcla de ese odio visceral, histórico, con los odios modernos, de ultraderecha, que trascienden el antiperonismo –se explaya.
Y cierra: “Fue una gesta heroica de los vecinos de Ensenada, de la que mi viejo fue una víctima. En un barrio portuario típicamente peronista, que hoy se sigue resistiendo al olvido”.
* Una primera versión de esta nota se publicó en la revista Haroldo, del Centro Cultural Haroldo Conti.
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