El azar virtuoso
Teorías caóticas para explicaciones absurdas
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A mediados del 2016, unos meses antes de reemplazar a Alfonso Prat Gay como ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne opinó sobre la herencia que dejaban los gobiernos kirchneristas: “De todos los problemas que nos dejó la gestión anterior, hubo una bendición. Fue un gobierno tan estrafalario, tan poco homologable que nadie le prestaba plata, entonces la Argentina hoy tiene niveles de endeudamiento bajísimos, tanto a nivel del gobierno como a nivel de las empresas, como a nivel de las familias (…) es un nivel de deuda bajísimo, de los más bajos del mundo que conozca, salvo algún país del África subsahariana”.
A principio del 2020, Mauricio Macri justificó la dolorosa derrota en primera vuelta, que puso fin al sueño de su reelección, con un concepto novedoso: “Nos tocó gobernar con una crisis asintomática”.
Un año más tarde, en plena pandemia de COVID-19, el periodista Jorge Fernández Díaz publicó una columna de opinión asombrosa aun para el estándar lisérgico al que tiene acostumbrados a sus lectores. Como ocurre en gran parte de sus artículos, el objeto de sus desvaríos fue CFK, a quien describió como la pitonisa del Calafate y consideró responsable de la adquisición de la vacuna Sputnik V.
La entonces Vicepresidenta le generaba una inocultable fascinación: “Este fantástico personaje literario ha demostrado ser una epidemióloga innata y profética, y una adivinadora con verdaderos poderes extrasensoriales. Sin tener ninguna prueba fehaciente de la efectividad de la vacuna rusa, ordenó que se la adquiriera a gran escala y que comenzara inmediatamente un operativo para aplicársela a la población más vulnerable. La Sputnik V es producto de la voluntad personal de Vladímir Putin, de un instituto que le responde, de un grupo de médicos y pacientes que trabajan a su cargo y de una agencia auditora que depende de los fondos, humores y secretismos del zar (…). Nuestra pitonisa, sin contar con garantías reales ni evidencias independientes a mano, tuvo una revelación sobrenatural, y luego pasó varios meses cortando clavos hasta que los expertos convocados por la revista británica The Lancet dictaminaron que, prima facie, la vacuna era aceptable”.
Hace unos días, el Presidente de los Pies de Ninfa dio una conferencia en la Fundación Ilan (Israel+Latinoamérica), organización que impulsa las relaciones entre nuestra región e Israel. Además de incurrir en lo que ya es su marca de fábrica —el jeringoso financiero y el autoelogio sostenido—, el padre de Conan hizo una confesión inesperada: “Nosotros, los economistas, solemos hablar de error tipo uno y error tipo dos. El error tipo uno es cuando uno hace todo bien y le sale mal. Y el error tipo dos es cuando uno hace todo mal y le sale bien. Eso es bastante interesante como metodología, como forma de ser autocrítico porque, aun cuando puede salir bien, puede ser una casualidad. Si quieren, el mejor canto al error tipo dos fue el kirchnerismo”. Se trata de un diagnóstico asombroso, ya que, al menos hasta ahora, los tres gobiernos kirchneristas formaban parte de la decadencia que, según el Presidente, sufrió nuestro país (decadencia de inicio cambiante y temporalidad variable). Al parecer, ya no sería el caso: pese a haber hecho todo mal, los gobiernos de Néstor Kirchner y CFK tuvieron resultados virtuosos. Lo notable es que esos buenos resultados no puedan ser capitalizados por el kirchnerismo, ya que, en realidad, serían obra del azar.
No hay nada nuevo en ese truco. Para Dujovne, el desendeudamiento sostenido llevado a cabo durante el kirchnerismo no fue una política buscada, sino la simple consecuencia del rechazo del mundo a prestar plata a gobiernos tan “estrafalarios”. Según esta interpretación, que Macri lograra endeudarnos en más de 100.000 millones de dólares en su primer año de gobierno no fue posible por el bajo nivel de endeudamiento dejado por CFK, sino que fue gracias a la confianza que generaban sus ojos de cielo y sus anécdotas de fútbol. La “crisis asintomática”, ese concepto acuñado por el gobierno de Cambiemos, colisiona con el diagnóstico positivo de Milei, pero, en el fondo, utiliza el mismo mecanismo: creíamos estar bien, pero estábamos mal.
Fernández Díaz aplica la misma lógica contorsionista a uno de los mayores aciertos del Presidente Alberto Fernández: apostar por la vacuna Sputnik V y conseguir millones de dosis en un momento en el que el mundo contaba con mucha más demanda que oferta. Para el periodista apocalíptico, no se trataba de una vacuna elaborada por un organismo prestigioso como el Centro Gamaleya, fundado a fines del siglo XIX, sino de un invento de Putin y CFK, quienes la habrían obtenido por casualidad utilizando tal vez el juego de química de Néstor Iván, el nieto de la Vicepresidenta.
Lo más asombroso, sin embargo, no es constatar cómo los aciertos de los gobiernos kirchneristas son sistemáticamente reducidos al azar (es decir, a errores de tipo dos), sino ver cómo los gobiernos de corte neoliberal, como el de Cambiemos o el de La Libertad Avanza, son integrados al grupo que incurre en el error de tipo uno, es decir, gobiernos que “hacen todo bien, pero les sale mal”. ¿Cómo podría ser bueno un gobierno cuyos resultados fueran francamente malos? En realidad, considerar que un Presidente puede haber hecho todo bien pese a dejar un país empobrecido, con más desempleo y salarios más bajos, tiene más que ver con el culto religioso que con el análisis político.
Ocurre que la perfección del modelo neoliberal es tal que puede incluso prescindir de la realidad.
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