China y los cinco países de Asia Central tuvieron hace unos días su primera cumbre. Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán componen esa región que sólo los expertos conocen. Para casi cualquier lector argentino, la zona es una especie de agujero negro del planeta. Si se termina de leer esta nota, muy difícilmente se recuerden de memoria y se puedan escribir los nombres de los cinco países.
Por otra parte, la reunión no tuvo trascendencia en los medios argentinos, salvo por alguna excepcional mención para calificarla como contrapeso de la reunión del Grupo de los 7 en Japón, a la que sí se prestó más atención pese a su obsoleta representación de (ya no más) las mayores siete economías del planeta. El G7 amonestó a la República Popular China (RPC) recalcando que “no existe una base legal para las reclamaciones marítimas y expansivas de China en el Mar de China Meridional”. Y hasta criticó el desarrollo nuclear de China y lo hizo cínicamente desde… Hiroshima.
Aun así, por diferentes aspectos la cumbre China-Asia Central resulta significativa en la reconfiguración que está viviendo el planeta. Algunos argentinos, como se leerá más abajo, sí están atentos a estos procesos.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Qin Gang, informó que durante la cumbre se firmaron siete documentos bilaterales y multilaterales, incluida la Declaración de Xi’an de la Cumbre China-Asia Central y la Lista de Resultados de la Cumbre China-Asia Central, y más de 100 acuerdos de cooperación en diversos ámbitos.
Los acuerdos confirman la tendencia de la búsqueda de los países de Asia Central de engarzar sus economías a la marcha portentosa de la RPC, aumentando el comercio y el flujo de inversiones, mientras China se asegura recursos naturales –básicamente hidrocarburos– y colocación de su infraestructura excedente.
Una larga historia
En lo declamativo, a la acusación de Estados Unidos y sus aliados de que la RPC avanza hacia la colonización de Asia Central, China recuerda que desde hace siglos convivió en paz con la región, desde que concentraba el mayor trayecto de la Ruta de la Seda (cuyo extremo chino, la antigua capital Chang’an, hoy Xi’an, fue la sede de la cumbre).
En su Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, Edward Gibbon relata que los romanos ya habían construido una civilización cuando los habitantes de lo que hoy es Gran Bretaña eran apenas “una cuadrilla de bárbaros desnudos” que acosaban ciervos del bosque por “páramos helados y solitarios”. La RPC ha elevado su perfil internacional respecto de la modestia que ordenó Deng Xiaoping cuando mandó “ocultar nuestras capacidades” y “mantener un perfil bajo”, pero no parece que su estilo sea el de pavonearse como nuevo hegemón. Sin embargo, una lectura mordaz de ciertos mensajes de la diplomacia de la RPC bien podría evocar la figura de Gibbon, al deslizar que China ya era una civilización esplendorosa cuando los Estados Unidos de Norteamérica aún no estaban en los planes de nadie y los habitantes de lo que hoy es Gran Bretaña eran apenas “una cuadrilla de bárbaros desnudos”.
En la inauguración de la cumbre, el Presidente Xi Jinping relató que “hace más de 2.100 años, el enviado de la Dinastía Han de China, Zhang Qian, empezó su viaje hacia el Oeste desde Chang´an, abriendo así la puerta de intercambios amistosos entre China y Asia Central. Durante milenios, el pueblo chino y los de Asia Central promovieron juntos el desenvolvimiento y la prosperidad de la Ruta de la Seda, y aportaron contribuciones históricas al intercambio, la integración, el enriquecimiento y el desarrollo de las civilizaciones del mundo. Hoy, esta reunión en Xi'an nos permite dar continuidad a la amistad milenaria”.
Por otra parte, medios chinos han destacado que la idea germen de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (FyR, o BRI, por sus siglas en inglés) fue lanzada por Xi Jinping en la Universidad Nazarbayev, de Kazajstán. No se trata de una iniciativa entre muchas otras, sino que ha ido ganando dimensión y complejidad hasta convertirse en algo así como el corazón ideológico de la política exterior de la RPC.
Cada uno de los Presidentes de los cinco países de Asia Central convirtieron la cumbre en una visita oficial: Kassym-Jomart Tokayev, de Kazajstán; Emomali Rahmon, de Tayikistán; Sadyr Japarov, de Kirguistán; Shavkat Mirziyoyev, de Uzbekistán, y Serdar Berdimuhamedov, de Turkmenistán.
Conectividad
La relación tiene, entre otras, una dimensión bilateral entre la RPC y cada uno de los países, y otra regional. En todos los casos, el tema de la conectividad aparece como preeminente.
La geografía le impone retos enormes a Asia Central, como ser la mayor masa continental sin acceso al mar del mundo. Así, la construcción de rutas y vías férreas, con sus puentes, túneles, etc., es fundamental para potenciar el comercio, tanto de cada país con la RPC como en el interior de Asia Central y entre Asia Central y los demás escenarios que la rodean: Irán, Pakistán y la India, Turquía, Rusia y más allá de Rusia, Europa. Lo dicho antes, Asia Central fue el trayecto mayor de la antigua Ruta de la Seda, columna vertebral de la Eurasia de su época.
Hoy el ferrocarril Tayikistán Wahdat-Yawan, una inversión de la RPC completada en 2016, se ha convertido en un centro de tráfico ferroviario internacional que conecta China, Tayikistán, Afganistán e Irán. La Corporación de Construcción de Ingeniería Civil de China (CCECC) ha construido un puente ferroviario y un túnel para Vahdat-Yavan Railway en Tayikistán que conecta las secciones central y sur de las líneas ferroviarias del país y es una sección importante en la construcción de una red ferroviaria internacional desde China hasta Tayikistán, Afganistán e Irán. Mientras, se estudia la viabilidad del ferrocarril China-Kirguistán-Uzbekistán.
Por otra parte, el centro de montaje de China-Europe Railway Express en Xi’an ya cuenta con 17 líneas principales desde esta ciudad hasta los países de Asia Central, lo que se ha convertido en el corazón de la logística bidireccional en China y la región.
La mayor conectividad ha sido un impulso al comercio. El ministro de Comercio de la RPC, Wang Wentao, informó que a finales de 2022 el comercio chino con Asia Central había superado los 70 000 millones de dólares, 40% más que el año anterior y unas 100 veces el nivel de hace tres décadas. Según la Administración General de Aduanas, este comercio ya aumentó 37,4% interanual en los primeros cuatro meses de 2023.
El Centro Internacional de Cooperación Fronteriza de Horgos es la primera zona de libre comercio internacional transfronteriza del mundo y la primera zona económica especial de China que se encuentra dentro del país, pero fuera de la jurisdicción de sus aduanas.
Los trenes de carga China-Europa a través de Asia Central, el Centro Internacional de Cooperación Fronteriza China-Kazajstán Horgos y la Base Logística Internacional China-Kazajstán en el puerto de Lianyungang, en la provincia oriental china de Jiangsu, abren la puerta a los mercados globales para los países de Asia Central. Hasta el 14 de marzo de 2023, la base logística de Lianyungang había registrado más de 5.000 viajes en tren de carga China-Europa con más de 440 000 unidades de mercancías desde su operación.
Los intercambios en comercio electrónico, economía verde y digital, así como alta tecnología, pueden generar nuevos puntos de crecimiento para la cooperación.
La conectividad también ha habilitado una mayor integración regional en general, fomentando estabilidad y propiciando el intercambio cultural, lo que a su vez ha propiciado la industria turística.
Energía
Otro foco es la energía. El gasoducto China-Asia Central –el primero transnacional de China, que comienza en Turkmenistán, pasa por el centro de Uzbekistán y el sur de Kazajstán y finalmente ingresa a la región noroccidental china de Xinjiang– ha promovido el desarrollo social y económico de los países a lo largo de la ruta y desempeñó un papel importante en la diversificación de las importaciones de energía de China. Según su operadora, PipeChina West Pipeline Company, en este momento transporta cerca de 100 millones de metros cúbicos de gas natural por día, con lo que a fines de 2022 había entregado un total de 423.200 millones de metros cúbicos de gas natural a China desde su operación en 2009.
Power Construction Corp. of China (PowerChina, un grupo que tiene presencia en obras de la Argentina, por cierto), ha contratado y desarrollado 56 proyectos en Asia Central, que involucran desde plantas hidroeléctricas y estaciones de energía eólica hasta aeropuertos y minería. Uno de sus proyectos emblemáticos es la planta de energía eólica de 100 megavatios de Zhanatas en Kazajstán, actualmente el proyecto de energía eólica más grande de Asia Central. El fabricante de vehículos chino Zhengzhou Yutong Bus Co. trabajará en la electrificación del transporte público en Uzbekistán. El gobierno de Tayikistán y la china Tebian Electric Apparatus Stock Co. Ltd. construyeron la central térmica Dushanbe Nº2, que en 2016 restauró la calefacción central a los residentes de Dushanbe después de una pausa de 15 años.
A fines de 2022, la inversión directa de China en todos los proyectos de petróleo y gas, conectividad y tecnologías digitales desarrollados en los cinco países de Asia Central había alcanzado casi 15.000 millones de dólares, según informó el Ministerio de Comercio de China.
Estabilidad y paz
No menos importante es el tema de la estabilidad y la paz. Los investigadores en relaciones internacionales Lautaro Rubbi y Lucas Mercado Gutiérrez han explicado que Asia Central es una región de “notable inestabilidad, no solo por su cercanía con Afganistán y la ruta de la droga que de allí se extiende, sino también por los denominados ‘tres males’: el extremismo, el terrorismo y el fundamentalismo, con importante expansión en la región durante las últimas décadas”. Sostienen que la comunidad académica china considera otras amenazas: las disputas territoriales, el crimen organizado, la piratería, y los riesgos económicos y financieros.
“Los conflictos étnicos, las disputas religiosas y el distanciamiento cultural no constituyen el carácter definitorio de Asia Central, y la unidad, la tolerancia y la armonía son lo que persiguen los pueblos de Asia Central. Ninguna persona tiene el derecho a sembrar discordia y crear confrontación en Asia Central, ni mucho menos sacar provecho de ello por sus propios intereses políticos”, dijo Xi Jinping al inaugurar la cumbre.
La Región Autónoma de Xinjiang, que comparte raíces profundas con Asia Central, es un punto de China vulnerable a los conflictos que anidan en la región. La jihad ha penetrado en el territorio de la RPC por las conexiones de la etnia uigur con facciones extremistas que se mueven por Asia Central. La represión que ha hecho la RPC de estos brotes viene siendo utilizada por Estados Unidos y sus aliados para acusar al gobierno chino de violaciones a los derechos humanos, demonizándolo e intentando instalar fracturas en la sociedad China.
La Revista Común reproduce un artículo de los periodistas Vijay Prashad y Jie Xiong que empieza con la crónica del asesinato de Abdurehim Damaolla, imán de 74 años de una mezquita en Turpan, a 200 kilómetros al este de la capital de Xinjiang, “porque formaba parte de la Asociación Islámica, que colaboraba con el Gobierno de China en la lucha contra el extremismo”. Los asesinos fueron “probablemente miembros del Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM) o del Partido Islámico del Turquestán (TIP)”, cuyas raíces “se remontan a las décadas de 1960 y 1970, cuando la Liga Musulmana Mundial de Arabia Saudí comenzó a hacer proselitismo con una versión radical del Islam para contrarrestar el comunismo. Los que se sintieron atraídos por estos puntos de vista abandonaron las escuelas saudíes –muchos en Pakistán– para unirse a la jihad de Washington en Afganistán, en la década de 1980. Allí, los extremistas uigures se unieron a otros extremistas centroasiáticos descontentos, con la intención de formar varios grupos que prometían la jihad contra el comunismo”.
En la cumbre con los países de Asia Central, la RPC canalizó sus propuestas de estabilidad y paz a través de la Iniciativa de Seguridad Global, lanzada en abril de 2022 por el Presidente Xi Jinping en el Foro de Boao para Asia y publicada oficialmente en febrero de 2023 como “Documento Conceptual de la Iniciativa de Seguridad Global”.
La propuesta está basada en seis puntos: mantener el compromiso con la visión de una seguridad “común, global, cooperativa y sostenible”, respetar la soberanía y la integridad territorial de todos los países, respetar los objetivos y principios de la Carta de la ONU, tomar en serio las preocupaciones de seguridad legítimas de todos los países, resolver las disputas entre las naciones de manera pacífica a través del diálogo y preservar la seguridad en los ámbitos tradicionales y no tradicionales.
Utilizando la Iniciativa de Seguridad Global como plataforma en la cumbre, la RPC analizó el convulsionado panorama internacional dentro y fuera de la región. Los seis países manifestaron sus inquietudes por los disturbios en Afganistán y la propagación de extremistas y terroristas. En agosto de 2021, tras el anuncio de Estados Unidos de retirarse de Afganistán, China y Tayikistán realizaron conjuntamente ejercicios antiterroristas frente a la creciente amenaza que representaban los grupos que emigraban hacia la región norte de Afganistán, que limita con China y Tayikistán.
China y los países de Asia Central han estado combatiendo conjuntamente el terrorismo, el separatismo y el extremismo desde la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO). Sin embargo, la SCO integra también a India, Irán, Pakistán y Rusia. En esta oportunidad se discutieron los problemas específicos que comparten China, Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Eurasia
La preocupación por la seguridad en Asia Central es uno de los temas que han llevado a coordinar acciones en la región a la RPC con la Federación Rusa. Para ello se han tramado la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), liderada por Rusia, y la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), impulsada fundamentalmente por China y conducida en conjunto con Moscú.
El norteamericano especializado en relaciones internacionales Randall L. Schweller ha sostenido que ante el avance económico de la RPC en Asia Central, Rusia decidió concentrarse en aprovechar las ganancias de este ascenso, por lo que no percibe a China como una amenaza sino como una oportunidad. Esto explicaría que el Kremlin haya desplegado una estrategia de “acoplamiento por interés”, mientras el costo de competir con China sería muy alto.
La conjunción de la RPC y Rusia en Asia Central remite directamente al gran escenario trabajado por la cumbre de China y Asia Central. Ese gran escenario es Eurasia.
El investigador del CONICET Gabriel Merino detalla que Eurasia representa “el 37% de la superficie terrestre” y es “el espacio en donde se encuentra la mayor cantidad de habitantes del planeta (72,5%) y buena parte de sus principales civilizaciones históricas y entidades culturales contemporáneas. Además, en dicha región se encuentran actualmente tres de los cuatro núcleos de la economía mundial: China (con un PIB nominal de 14,34 billones de dólares según el Banco Mundial con datos de 2019), Europa Occidental (Eurozona 13,34 billones) y Japón (5,08 billones); y sólo en Asia se produce el 52% del PIB industrial mundial. De 2001 a 2011, antes del lanzamiento de Belt and Road Initiative (FyR), el volumen de comercio de China con Asia Meridional y Occidental aumentó más de 30 veces (el comercio exterior total de China aumentó siete veces durante el mismo período), y la proporción del comercio exterior total aumentó del 2 al 9%; en los últimos siete años, el comercio entre China y los países árabes. La cantidad es superior a la tasa de crecimiento promedio del comercio exterior de China en un 10%, lo que muestra la necesidad y el enorme potencial del ‘avance hacia el oeste’ económico de China”.
El formidable informe de Merino “El ascenso de China y Eurasia” (publicado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata) plantea que “es en el espacio euroasiático en donde se despliega el ascenso de China, la gran potencia/cultura re-emergente que modifica el escenario mundial y expresa el ascenso más general de Asia Pacífico e Índico”.
Merino cita un trabajo de Yixiao Zheng, del departamento de Relaciones Internacionales de la London School of Economics and Political Science, en el que afirma que “la masa terrestre euroasiática está recuperando su prominencia en la diplomacia china en la actualidad, fundamentalmente desde el advenimiento de Xi Jinping, a partir del cual el abrazo de China al continente euroasiático se ha convertido en un fenómeno geopolítico muy discutido e importante. Este protagonismo creciente de Eurasia, que sin duda está vinculado a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (FyR), y el discurso continentalista es generado por una agenda expansionista, según este autor que insiste con este punto, y tiene como objetivo promover y reforzar esa agenda al remodelar la cultura geopolítica de China”.
Se trata de un continente unificado por imperios –el persa, el macedónico, el otomano, el mongol–, luego dominado desde los mares por Inglaterra, más tarde ambicionado por tierra nuevamente por Alemania asociada con Japón y, cuando ese intento fracasó, rodeado por Estados Unidos, estableciendo el rimland con mojones en Alemania, Italia, Turquía, Corea del Sur, Japón, envuelto por un control marítimo y fragmentado en su interior, con el Oriente y el Sur quebrados.
En plena globalización unipolar reaparece a fines del siglo XX la palabra “Eurasia”. Alexander Dugin, ideólogo escuchado recurrentemente por Vladimir Putin, habla de construir un nacionalismo euroasiático, con Rusia aliada con Alemania, Japón, India y los países islámicos, en un momento en que China vuelve a emerger en la historia como un país ciclópeo.
En China, que tiene un nombre para todo, lo tengan los demás o no, Zhao Huasheng, del Centro de Estudios de Rusia y Asia Central de la Universidad de Fudan, habla de la “Gran Eurasia”, apoyada en la defensa contra fuerzas externas y en contra del posmodernismo. A la vez, dice FyR, y como en su lanzamiento la FyR parece un plan de infraestructura para comerciar con los países vecinos, con énfasis en Asia Central (desde Estados Unidos le llaman “Nueva Ruta de la Seda”), los analistas internacionales tienen la sensación de que Eurasia es para China sólo Asia Central.
En la concreción de sus planes, la RPC va demostrando que establece fronteras no para quedarse encerrada en ellas, sino para propulsarse desde ellas. Los límites de la “Civilización Nación” china, como prefiere designar al país el intelectual Zhang Weiwei, son ampliados hasta abarcar Asia Central, para establecerse allí porque esa zona, ese “agujero negro” en la representación del planeta que tenemos los argentinos, es el puente natural de conexión entre Asia Pacífico y el Sudeste Asiático con Europa Oriental, Europa Occidental y Medio Oriente.
Como decíamos, esto no es novedad para China. “La autopista China-Kirguistán-Uzbekistán que atraviesa la Cordillera Tianshan, la autopista China-Tayikistán que desafía la altiplanicie Pamir, el oleoducto China-Kazajistán que pasa por extensas zonas desérticas y el gasoducto China-Asia Central son la ‘Ruta de la Seda’ de nuestro tiempo”, dijo Xi Jinping en el discurso que mencionamos. Completó: “El tren China-Europa que opera día y noche, los camiones de carga que pasan uno tras otro y los frecuentes vuelos en ambas direcciones son las ‘caravanas de camellos’ de nuestro tiempo”.
Difícil de traducir como todo artificio chino, la FyR es presentada por China como una invitación a todas las naciones del planeta, para crear una Comunidad de Destino Compartido, materializada en logística, en cadenas de suministro, en energías limpias, en flujos de información periodística, en redes virtuales, en arte, en fin, en todo campo del quehacer humano. Algunas materializaciones son globales, otras son regionales. Y una de las materializaciones regionales es Eurasia.
La RPC va construyendo Eurasia con sus términos, sus códigos, sus normas. Con sus 5.000 años de experiencia como nación unificada sintetizados. Esa estrategia no implica suprimir a otros. Quizás, incluso, saque provecho de las peculiaridades de los otros, pero sí implica que las peculiaridades chinas estarán presentes y en un desarrollo que tendrá una dinámica propia.
Finalmente debe considerarse que la construcción de una Asia Central que funciona ensamblada con la economía china no significa que el gigante asiático ya consumó su destino y ahora se derrama fuera de sus fronteras. La RPC juega en simultáneo en todos los tableros. Si Asia Central fue elegida por Xi Jinping para anunciar allí la FyR, fue porque uno de los desarrollos principales tiene el Oeste como punto cardinal. En el momento del anuncio de la FyR, China ya había formulado su Plan de Desarrollo del Oeste.
Tenaz estudioso de China, el actual embajador argentino en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, nos explicó en una entrevista que no se trata de un plan contingente. “La RPC lanzó su era de desarrollo acelerado en el litoral del este porque allí estaban las mejores condiciones, aún a sabiendas de que se produciría un peligroso desequilibro entre el Oriente y el Centro y Occidente del país. Hoy la economía está concentrada en la franja costera del Pacífico, que representa una quinta parte del país. La táctica ha funcionado muy bien, de modo formidable, pero al precio de un desarreglo, en términos de ellos, de una falta de armonía, que contradice frontalmente la idiosincrasia china. El Plan de Desarrollo del Oeste es el mecanismo para volver a tener un país compensado. Y es un plan interno; el Oeste que será desarrollado es el Oeste de China”.
La proyección mediadora
Mientras la RPC construye su desarrollo interno hacia el Oeste, se va proyectando en el tablero mundial según un diseño flexible (Deng Xiaoping decía que un arroyo debe cruzarse tanteando las piedras que se pisan). En 2012 Xi Jinping asumió como Presidente para iniciar una nueva era, en la que China se habría de investir de su gravitación mundial.
En la pandemia se posicionó como una potencia solidaria que entregó vacunas y recursos sanitarios mientras otras potencias se enredaban en ineficacias y negociaciones. Ahora, en la post-pandemia, sale más allá de sus fronteras con la bandera de Comunidad de Destino Compartido para proponerse como potencia mediadora, entre Rusia y Ucrania, entre Irán y Arabia (con un éxito que es otro factor de consecuencias insospechadas en la reconfiguración del mundo), entre Afganistán y Pakistán, entre el Ejército y las guerrillas étnicas dentro de Birmania y nada menos que entre Israel y Palestina.
Es en ese escenario en el que debería leerse la cumbre con los países de Asia Central y los acontecimientos que vendrán.
* El autor es codirector de DandDai, revista de intercambio cultural Argentina-China.
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