El Anton Pirulero del coronavirus

Es evidente la intención de estigmatizar a China por ser —supuestamente— el origen de la enfermedad

 

La hipótesis más difundida acerca de que el coronavirus se habría iniciado por un contagio de animales al homo sapiens en la provincia China de Wuhan podría no ser real. Los elementos que ponen en tela de juicio esta versión no conforman ninguna teoría conspirativa, como malinforman los medios comerciales.

Analicemos algunos elementos sin los sesgos ideológicos que también en este caso contaminan el alcance de una información veraz y oportuna para nuestras sociedades. El coronavirus comprende una batalla geopolítica —y hasta anti comunista, para algunos nostálgicos de la Guerra Fría— que no es menor y está en pleno desarrollo.

El pasado 13 de marzo el vocero de la cancillería china Lijian Zhao publicó en Twitter:

—¿Cuándo comenzó el paciente cero en Estados Unidos? ¿Cuántas personas están infectadas? Podría ser el Ejército de Estados Unidos quien llevó la epidemia a Wuhan.

Casi todos los medios presentaron esta noticia como si China simplemente lanzara esta denuncia para instalar una teoría conspirativa. No valoraron en su justo término información relevante. El tweet de Lijian Zhao no fue caprichoso, incluía un video que nadie destacó.

Ese video era una declaración del doctor Robert Redfield, director de Control y la Prevención sanitaria de Estados Unidos, quien 48 horas antes había declarado ante la Cámara de Representantes (Diputados) en Washington, que algunas muertes en Estados Unidos habían sido diagnosticadas por gripe y posteriormente fueron identificadas como casos provocados por el coronavirus.

 

 

 

 

 

 

El déficit sanitario admitido por el funcionario estadounidense podría implicar algo más grave que un diagnóstico erróneo para ciudadanxs fallecidos durante enero y parte de febrero en el país del norte.

 

 

 

 

Juegos Mundiales Militares

Entre el 18 y el 27 de octubre pasado se desarrollaron en Wuhan los Juegos Mundiales Militares, en los que participaron 9.603 deportistas militares de 104 países, entre ellos Estados Unidos. Medios chinos publicaron que durante esos juegos varios estadounidenses fueron hospitalizados por una extraña neumonía. Un mes y medio después, las autoridades sanitarias chinas diagnosticaban el coronavirus en esa provincia tras evaluar a pacientes con neumonía.

 

 

 

 

Si bien desde un punto de vista humanitario el origen del virus no reviste interés, pues se trata de un problema para toda la especie —y se parte de la base que nadie quiso inocularlo voluntariamente—, la realidad política que vivimos altera esta valoración, ya que son evidentes las intenciones de estigmatizar a China por supuestamente haber sido el origen de la enfermedad, además de no haberle prestado la debida atención o de haber ocultado su real impacto.

En febrero, el senador republicano Tom Cotton afirmó sin presentar ninguna prueba que un superlaboratorio cerca de Wuhan había sido el origen del virus y prometió hacer rendir cuentas a “los responsables del daño causado al mundo”.

El pasado lunes el canciller estadounidense Mike Pompeo respondió al legítimo pedido de explicaciones del vocero chino, acusando a Pekín de “sembrar desinformación y rumores extravagantes”. No se refirió al paciente cero ni a los deportistas militares.

Donald Trump echó más leña al fuego 24 horas después al twittear que “Estados Unidos respaldará poderosamente a aquellas industrias, como las aerolíneas y otras, que se ven particularmente afectadas por el virus chino”.

Le respondió otro vocero de la cancillería, Geng Shuan: “Vincular el virus a China es una especie de estigmatización, nos sentimos indignados y nos oponemos firmemente a eso”.

Bill de Blasio, alcalde de una de las ciudades más afectadas por el virus —Nueva York—, sentó posición ante los dichos de Trump: “Nuestras comunidades asiático-americanas ya están sufriendo. No necesitan que alimente más intolerancia”.

 

 

 

Nostalgia de la Guerra Fría

Otros sectores influyentes y poderosos de nuestras sociedades han ido más allá en sus valoraciones ideológicas llevando el caso a extremos.

Mario Vargas Llosa publicó:

“Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es”.

Eduardo Bolsonaro, el cruzado mayor entre los hijos del Presidente de Brasil, twitteó:

“Quienes recuerden lo que pasó en Chernobyl entenderán lo que pasó aquí. Sustituyan la central nuclear por el coronavirus y a la dictadura soviética por la china. Una vez más una dictadura prefirió ocultar algo grave a exponerlo y desgastarse, a pesar de que hubiera salvado innumerables vidas. La culpa es de China y la libertad sería la solución”.

Eduardo no sólo es hijo del Presidente, es el jefe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Diputados. Al mismo tiempo cultiva una amistad personal con el ideólogo ultraconservador del trumpismo, Steve Bannon, con quien recientemente departió en Miami.

Su exabrupto mereció la respuesta de la legación diplomática china en Brasilia, igualmente vía la red del pajarito:

“Sus palabras son extremadamente irresponsables y nos resultan familiares. No dejan de ser una imitación de sus queridos amigos. Al volver de Miami, contrajo, desgraciadamente, un virus mental, que está infectando la amistad entre nuestros pueblos”.

No es gracioso ni menor que importantes voceros de las principales potencias mundiales intercambien mensajes en este tono.

 

 

 

La Gripe Española

Entre 1918 y 1919 la llamada “gripe española” mató al menos a 50 millones de personas en todo el mundo. Hay consenso en señalar que el origen de esta influenza no fue ninguna región de España, sino que su primer brote se produjo en 14 campamentos militares estadounidenses.

El entonces presidente de EE.UU., Woodrow Wilson, valoró junto a su estado mayor la posibilidad de detener el envío de soldados a Europa (corría la Primera Guerra Mundial) para no propagar la epidemia, pero finalmente decidió seguir adelante porque una noticia así podía insuflar los ánimos del enemigo. Los reportes indican que los soldados enfermos morían en los barcos. Pronto se contagió Europa y luego el resto de los continentes.

Se considera al “paciente cero” de la gripe española al cocinero Gilbert Mitchell de Fort Riley, Kansas.

¿Podremos saber algún día a ciencia cierta quién habrá sido el “paciente cero”a nivel global del coronavirus y si habrá habido algún irresponsable como Woodrow Wilson y su estado mayor?

 

 

 

 

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