Luego de las últimas elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), que tuvieron lugar en la Argentina, uno de los candidatos a Presidente que obtuvo la mayoría de los votos, Javier Milei, ratificó, entre otros anuncios, su voluntad de resolver el problema de la educación a partir de la entrega de vouchers.
En síntesis, se trata de la entrega que haría el Estado, a las familias, de un certificado, que serviría para la compra de un producto, en este caso, la educación. Este tendrá un valor determinado con el que padres y encargados de lxs alumnxs podrán elegir una escuela para sus hijos.
Si bien el candidato ganador no ha dado demasiadas explicaciones sobre el funcionamiento de este sistema, lo cierto es que su propuesta marcaría el fin de la escuela común, gratuita y obligatoria, financiada en su totalidad por el Estado y vigente desde 1884.
Podemos entender que a Javier Milei, a juzgar por ciertos discursos, comportamientos y gesticulaciones puestos de manifiesto y que responden a un fascismo societario, común a las extremas derechas globales, no le interese mucho esta costumbre de explicar.
Sin embargo, a la mayoría de las personas que ha estudiado en la escuela pública o que ha enviado a sus hijos a esta sí le interesa, y mucho, el anuncio del candidato, que consiste nada menos que en mercantilizar y privatizar la educación, es decir, terminar con la escuela pública.
La cuestión de los vouchers puede contextualizarse en la relación existente entre la globalización, el desarrollo económico y la educación.
Los marcos privatizadores de la educación se encuentran inscriptos en el modelo económico neofordista, aquel que reduce el Estado a su mínima expresión y deja al mercado el poder de decidir sobre la vida de las sociedades, el mismo mercado que tanto sufrimiento ha causado y causa al planeta.
El modelo neofordista, promotor de la voucherización de la educación, puja por el control privado y hegemónico de las fuentes de conocimiento, desde la educación básica en las escuelas, hasta la educación superior universitaria y no universitaria.
Del mismo modo, propone una fuerza de trabajo flexible, con escasa cualificación de la mano de obra, reducida a la demanda, empleos temporarios, contratos laborales baratos o sueldos regidos por el valor que el mercado disponga, el fin de las vacaciones pagas, aguinaldos e indemnizaciones. En suma, el fin de lo que va quedando del Estado de bienestar.
Es real que, en marcos de globalización, el saber y la inteligencia aparecen como una fuente de poder de alta calidad, y como el ingrediente más importante para dotar a la fuerza de trabajo a elegir.
El conocimiento, la formación de capacidades, ha pasado de ser un complemento del poder económico y de la fuerza de trabajo, a ser su propia esencia, a ser la clave para el poder y las ideas económicas dominantes, con lo cual la batalla por el conocimiento será una pelea que tendremos que dar.
La política educativa de Javier Milei se puede resumir en la supervivencia del más fuerte, en un sálvese o edúquese quien pueda. Se sostendrá en la libre elección que harán las familias, en el marco de un mercado competitivo y desigual de escuelas y universidades, en un sistema de escuelas públicas y privadas que competirán entre sí.
El financiamiento de la educación básica dependerá del Estado, y quedarán fuera del esquema público los últimos años del secundario y la enseñanza superior, universitaria y no universitaria.
Las instituciones educativas podrán realizar su oferta dirigiéndose a diferentes grupos de clientes, como por ejemplo las minorías étnicas y religiosas o a las familias, que tendrán la opción de elegir entre una oferta diferenciada y de escuelas.
Lxs que puedan hacerlo pagarán las mejores instituciones. Los más pobres, en cambio, dispondrán de las escuelas que puedan pagar con el voucher que les hayan entregado, y su destino será el de conformar una fuerza de trabajo, no capacitada, de muy baja calificación y salarialmente deteriorada.
En este sistema, la distribución de educación será desigual y las escuelas que no puedan captar suficientes alumnos, como para ser económicamente viables, correrán el riesgo de quebrar y en consecuencia de cerrarse.
La mercantilización —privatización de las escuelas públicas, la selección y competencia desde y por la educación— proporciona claras ventajas a las clases más acomodadas, dadas sus ventajas en relación con el capital económico y cultural adquirido previamente, y en relación con su posicionamiento socio-económico.
De allí surgirán los profesionales, los grupos de elite, con muy buena educación y buenos sueldos, que ocuparán las mejores escuelas y monopolizarán la adquisición de las mejores capacidades, los mejores conocimientos y las mayores posibilidades de acceder al pensamiento crítico.
Sin embargo, no termina todo allí, ya que la nueva derecha pretende que con la introducción de mecanismos de mercado en la educación se permita que sean los alumnxs más beneficiados y los empresarixs quienes definan planes y programas de estudio, el número de trabajadores cualificados por empresa, así como el tipo de aptitudes que estos deberían tener.
Se conformará, de esta manera, la empresarización total del sistema educativo y la formación de una nueva clase dirigente, surgida de las escuelas y universidades más costosas del mercado.
Como puede observarse, el sistema educativo quedará transformado en un mercado fragmentado, discriminado, polarizado en términos de clase social, procedencias étnicas y confesiones religiosas. Con lo cual, la posibilidad de ascenso social y aspiraciones de continuidad de estudios superiores y universitarios quedarán conculcadas, inhabilitadas para una franja muy importante de las clases medias argentinas, así como para las familias de menores recursos, lo que atentará contra la sobrevivencia de las clases medias argentinas.
La voucherización de la educación marcará, asimismo, la marginación de talentos potenciales, quienes, por pertenecer a sectores de menores recursos, tampoco tendrán acceso a las escuelas más favorecidas.
Por último, el sistema de vouchers produce la segregación estamental y educativa. Determina la formación de guetos, escuelas para las clases sociales mejor ubicadas en la pirámide social, para las clases medias pauperizadas y para los sectores más populares.
*Raúl Moroni fue director de Educación Media y Técnica en CABA. Actualmente, integra el Grupo de Apoyo Técnico Pedagógico a la escuela secundaria, UTE - CTRA.
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