"Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa". Karl Marx, 'El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte' (1852)
El exceso de autoestima que los argentinos solíamos exhibir en el pasado podría llevar a algunos a pensar, aún hoy, que la convertibilidad fue un gran hecho y su impulsor, Domingo Cavallo, un personaje de la historia universal. Aceptando por un momento tamaña megalomanía —y siguiendo a Marx— podríamos decir que la adopción por parte del tándem Cavallo I-Llach I (en 1991) del régimen de caja de conversión con tipo de cambio fijo 1 a 1 como opción de largo plazo constituyó la tragedia, y que el intento de resurrección post-mortem de ese régimen por parte de Cavallo II (en el 2001) fue la farsa.
¿O sería quizás más acertado ubicar a su histórica licuación y nacionalización de deudas empresarias de 1982 como tragedia y la adopción y naufragio de la convertibilidad (1991-2001) como farsa?
Un fantasma recorría Manhattan, 15 años atrás
Sea como fuere, el espectro que hoy lleva el nombre de Domingo Cavallo (Crazy Horse, para sus amigos; Drácula para sus adversarios) ya recorría Nueva York a menos de dos años de su estrepitosa caída y en una anónima oficina del East Side, en un alto en sus tareas de asesoramiento a fantasmales empresas con intereses en Argentina, decía sus verdades (La Nación, 28 de setiembre de 2003):
- “El verdadero ajuste de los salarios públicos y privados y el deterioro del nivel de vida de los argentinos vinieron por la devaluación y otras medidas del año pasado”. (La dinámica del régimen de convertibilidad no tuvo nada que ver.)
- “Yo creo que en aquel entonces (durante la década del '90) el FMI estaba cumpliendo con su misión. Podrían ser criticables… El gasto excesivo de las provincias y el endeudamiento provincial con el sistema bancario fue lo que produjo todo el descalabro en nuestro país”. (Yo no tuve nada que ver.)
- “Creo que los responsables de lo que pasó (desde el 19 de diciembre de 2001, cuando renunció) son Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín y el Fondo”. (Nuevamente, yo no tuve nada que ver.) Pero, “entiendo que a esta altura (Kirchner y su gente) prefieran echarle la culpa a Menem o a De la Rúa o a Cavallo”. (Soy cabeza de turco.)
El intento argentino de eternizar un régimen de caja de conversión en un solo país —de economía bastante compleja y diversificada; nada parecido a Estonia, Bulgaria y otras pequeñas naciones desprendidas del Este, por un lado, ni a un Hong Kong recostado sobre las amplias espaldas de China, por el otro; los restantes países que también habían adoptado tales regímenes— parece haber sido una anomalía histórica similar, aunque más breve y menos relevante, al empecinamiento eslavo en construir el comunismo en un solo país. Fundamentalismo por derecha, el uno; imposible utopía por izquierda, el otro. Extravíos sin destino, ambos.
Drácula insiste en la mentira pueril
El ex Ministro de Economía acaba de advertir (El Cronista Comercial, 3 de septiembre) que “los acreedores externos e internos [de Argentina] tienen crecientes temores de que, apenas asuma un nuevo gobierno en 2019, se produzca el default de la deuda interna y externa tal como ocurrió apenas asumido el gobierno de Duhalde en enero del 2002”. (Sic.)
Una vez más, Drácula tropieza en sus dichos con duros hechos incontrastables: la verdad histórica, por un lado. El default con el que terminó el régimen de convertibilidad no fue responsabilidad de Eduardo Duhalde ni de su predecesor Rodríguez Sáa, sino de Drácula mismo. El default se materializó el 19 de diciembre de 2001, durante su último día de gestión como ministro de Chupete De La Rúa (el Presidente que ascendería hacia los cielos un día después). En tan aciaga jornada –las multitudes enardecidas ya ocupaban el microcentro porteño— la República Argentina dejó de pagar sus obligaciones en moneda dura, entre ellas la última cuota de la comisión por el Megacanje de la deuda externa (U$S 50 millones de un total de U$S 150 millones) debida a sus amigos banqueros globales, que es lo mismo que decir a sí mismo. (Ver La cuestión fiscal bajo la convertibilidad (1991-2001), por Jorge Gaggero, publicado por la revista Realidad Económica en diciembre de 2004).
Por otro lado, la dura realidad hoy es que el default puede ocurrir en cualquier momento de los próximos meses; es menos probable, según parece, que sobrevenga en una fecha tan alejada como “apenas asuma un nuevo gobierno en 2019”.
Volvamos a la preocupación de Cavallo por los crecientes temores de los acreedores del país. El ex Ministro señala que “algunos predicen que el gobierno de Macri, aunque esté determinado a evitar el default, no podrá resistir la licuación de la deuda interna en pesos, mediante la aceleración inflacionaria extrema, lo que sería sólo el inicio del proceso de default de la deuda emitida bajo ley argentina (…) Este temor de los acreedores se funda no tanto en la existencia del déficit [fiscal] primario y al riesgo de que el gobierno no pueda cumplir con las metas fiscales comprometidas en el acuerdo con el FMI, sino en el deterioro del apoyo popular al gobierno de Macri y la aparición como alternativa de una corriente de opinión que bregue por una salida semejante a la de la Mesa del Diálogo Argentino del final del 2001, inspirada por Duhalde y que, esperan, será bendecida por al Papa Francisco”.
“Dado el actual clima político –pontifica por fin— la única concertación que me parece conducente es la del Gobierno Nacional con todos los gobernadores [nótese: mayúsculas para el Gobierno Nacional y minúsculas para los gobernadores] y con las centrales empresarias y gremiales. Los dirigentes políticos del peronismo pueden ayudar, pero no lo harían aquéllos que ya están embarcados en la estrategia duhaldista de bregar por una solución como la del 2002 o en la del regreso de las políticas económicas kirchneristas”.
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