Dos potencias se saludan

Crónica sonora del encuentro entre el Indio y el Perro, con Figueras de factótum

 

Hace años que venía pensando en esto. La vida me había concedido el privilegio de conocer, trabajar y trabar amistad con dos de los tipos a los que más admiraba en este país. Uno es el actual editor de El Cohete A La Luna: Horacio Verbitsky, a quien considero el mejor de nuestros periodistas desde hace décadas. (Sigue en posesión del título, por cierto.) El otro es el Indio Solari, el más contracultural y rebelde de los artistas populares argentinos y al mismo tiempo el más convocante, desde los '90 y sin dudas. (Sigue en posesión del título, por cierto.) Al Indio lo marqué de cerca como periodista durante la trepidante vida de Los Redondos. Cuando ya estaba abocado al segundo tramo de su obra, en sociedad con Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, me convocó para que lo ayudase a escribir su biografía, el libro Recuerdos que mienten un poco.

Vengo frecuentándolos grosso durante los últimos diez años, y siempre me preguntaba: "¿Cómo sería juntar a estos tipos?" Porque por un lado no se me escapaban sus diferencias, tanto de personalidad como de predilecciones. Pero al mismo tiempo los sabía tan inteligentes como curiosos y quería intuir zonas en común. Por lo pronto, el amor con el que siempre encararon y siguen encarando sus respectivas obras, sobre las que vuelcan la pasión de quien nunca deja de ser amateur, pero procesándolas con el rigor del obsesivo. Y además advertía una cierta intriga, que en lugar de desvanecerse se acrecentaba con el tiempo. Más de una vez Horacio me preguntó, como quien no quería la cosa: "¿Y qué piensa tu aborigen de esto?" (Porque así lo llamaba siempre: "Tu aborigen".) O cuando lo llevaba en el auto y sonaba su música, lo reconocía: "Este es tu aborigen, ¿no?"

La fantasía de juntarlos evocaba en mí la amable figura del Chiquito Favio, que le hizo decir a Gatica cuando se encontró con Perón: "¡Dos potencias se saludan!" Así lo imaginaba. Pero con el tiempo me habitué a convivir con la idea, como se convive con los sueños irrealizables. Hasta que Horacio formuló la pregunta concreta: ¿por qué no? Y entonces le fui al Indio con el planteo, y después me hice cargo de los detalles.

La noche previa tuve pesadillas, no les voy a mentir. Cabía la posibilidad de que estos dos pesos pesados se sacasen chispas de las malas. Pero me relajé enseguida. Ya en la casa aborigen de Parque Leloir, cuando todavía no habíamos empezado a grabar, veníamos hablando de cualquier cosa —del universo al bife, diría Solari— cuando al Indio se le ocurrió decir algo que sabe que para la mayoría de los argentos sería blasfemia: que le parece que Messi juega mejor que Maradona. (A quien valora en la totalidad de su genio, por cierto, no sólo como futbolista.) Y entonces saltó Horacio diciendo: "¡Yo pienso lo mismo!"

Respiré. A partir de entonces, la cosa fue puro disfrute.

 

Verbitsky, Figueras, Solari.

 

Yo les recomiendo que encaren la hora y pico de conversación no como una entrevista formal, porque no lo fue, sino como la crónica sonora de un encuentro. O un documento histórico, si prefieren. Después de todo, hablamos de dos tipos que elevaron sus disciplinas al nivel de excelencia que todos los que venimos después sudamos para alcanzar, pero que además modificaron la historia argentina y contribuyeron a redefinir el campo popular del que tantos millones nos sentimos parte.

Lo que más garpa, me parece, es escuchar la charla como si transcurriese en el living de casa, mientras calentamos el café y le entramos a las medialunas. Como una suerte de: Desayunando con el Indio y el Perro, porque se desarrolló en ese nivel de intimidad y con esa sencillez. Así la viví yo, al menos, que aparezco de tanto en tanto haciendo la tercera voz, pero sin disimular la fascinación que me producía ser testigo del asunto.

A continuación, entonces, la hora y pico de audio en que Horacio y el Indio charlaron de lo que les vino en gana, sin mapas ni brújula, como lo que eran: dos tipos con una enorme historia a cuestas, que con la mejor de las voluntades y la humildad imprescindible se avinieron a descubrirse el uno al otro. En el medio sonarán músicas que ellos mismos eligieron para amenizar la charla: Beatles, Bach según Casals, Sun Ra, el octeto de Piazzolla. Adivinen quién eligió qué. (No es difícil.)

Disfruten, nomás, como lo disfruté yo. Que es para eso.

 

M. F. 

 

 

 

 

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