Ramón Antonio María Ojeda es la persona que presentó en la causa AMIA al misterioso testigo iraní que acusó al supuesto terrorista Salman El Reda y que cobró por su dudoso testimonio con un pago del Banco Mayo, del entonces presidente de DAIA, Rubén Beraja. Ocurrió en septiembre de 1994. Para entonces, Ramón era como D'Alessio. No aparecía como abogado pero era un carapintada que presentaba testigos en la causa. Lo habían desplazado del Ejército, pero había vuelto a ingresar al Estado como muchos de sus compañeros enmascarado como Personal de Inteligencia del Ejército. Prestaba servicios para Gendarmería, aunque llegó al juzgado de parte de la SIDE.
La historia de Ramón no es conocida en la causa AMIA. Surge de los papeles desclasificados sucesivamente por la SIDE, trabajados durante años en la Unidad Especial de Investigación Fiscal. Uno de los archivos llamado Caso Trío contiene escuchas sobre testigos, como el Testigo A, pero también sobre quienes lo rodeaban. Y cuenta lo que iba sucediendo fuera del expediente. Ramón allí aparece no sólo como quien presentó al famoso Testigo A sino como parte de una estructura de espías más grande que hacía de todo: desde listados de los delegados de las empresas que iban a privatizarse hasta listas del Modín mientras punteaban minuciosamente los avances del caso AMIA. Hoy Ramón es secretario de seguridad en San Antonio de Areco, un pueblo de la provincia de Buenos Aires donde ganó una lista de Cambiemos. Vive en el pueblo desde 1998. Su historia cuenta todas estas historias. Ramón llevó al pueblo de a poco a sus viejos amigos del Batallón 601. Primero trabajaron para desgastar al antiguo intendente, Francisco Paco Durañona, con el fantasma de la inseguridad. Y ahora son usina de los grupos anticuarentena.
¿Quién es Ramón?
Ramón nació en enero de 1952 en la localidad entrerriana de Villaguay. Ingresó al Ejército. Y tuvo como primer destino la provincia de Córdoba. Allí estuvo en el año 1976. Una víctima del terrorismo de Estado lo menciona como quien trasladó a dos detenidos desde la Unidad Penal 1 hasta La Ribera, una cárcel de encausados militares trasformada en el primer centro clandestino de detención de la provincia desde fines de 1975. Ojeda pertenecía al arma de Ingenieros. Hizo su especialización en Inteligencia. En Córdoba, ya estaban otras dos personas importantes entonces, y en la futura historia de la AMIA: el suboficial del Ejército Raúl Pedro Telleldín y el capitán Héctor Pedro Vergez.
Según el fiscal Facundo Trotta, el padre de Carlos Telleldín llegó a Córdoba a fines de 1975, cuando comienza el despliegue de la estrategia represiva en la provincia. Entre agosto y septiembre de 1975, el Destacamento 141 de Inteligencia militar y la D2 de Inteligencia de la Policía cordobesa donde estaba Telleldín convinieron operar bajo el nombre de Comando Libertadores de América, la versión sofisticada de la Triple A donde la conducción de policías fue reemplazada por la militar. En diciembre de 1974, el esquema había sumado al capitán Vargas, Vegez o Vergez, como comenzaban a nombrar a quien aún es recordado por la ferocidad de las torturas. Carlos Raimundo Moore, un prisionero, dijo que lo veía prácticamente todas las noches, siempre vestido de civil, en el D2, siempre con Terdellín, Telleldín ó Terdellín.
En noviembre de 2003, a Ojeda le preguntaron por Vergez. Había sido convocado a declarar como testigo por el Tribunal Oral Federal 3 que seguía el debate a los policías de la bonaerense acusados por la explosión. Uno de los defensores le preguntó si conocía al torturador: Vergez había estado con el hijo de su amigo, le había ofrecido plata, Telleldín había acusado a los policías y ahora estaban en juicio. Ojeda había hecho lo mismo con el Testigo A. El iraní recibió dinero de la DAIA, acusó a Irán, a Hezbollah y El Reda. El Testigo A dijo que El Reda había estado en Colombia. Telleldín, declaró haber vendido la camioneta a una persona con tono centroamericano. "¿Usted conoció a Vergez?", preguntó el defensor oficial José Eduardo García como si todos fuesen parte de la misma trama. Ojeda no entendió, repitió el nombre, luego dijo que lo conocía pero debió aclarar que había sido en sus años en la provincia de Córdoba.
– Al capitán Vergez, ¿lo conoce? —preguntó García.
–¿Vergez? –preguntó Ojeda a su vez.
–Sí –dijo García.
– Sí, lo conozco, sí –dijo Ojeda.
–¿Tuvo alguna conversación por esta causa?
–No, no –dijo él—, lo conozco porque el capitán Vergez estuvo destinado en Córdoba cuando yo estaba destinado en Córdoba y después lo veo en los medios.
Aquella comunidad de inteligencia integró a otro camarada, primero en el Comando Libertadores y luego en La Perla, era el teniente primero Ernesto Barreiro. En 1987, la Cámara Federal de Córdoba ordenó su detención en los primeros avances de los juicios de lesa humanidad. Barreiro, que ya era mayor de Inteligencia, fue confinado en el Regimiento de Infantería Aerotransportado 14, desde donde se inició el levantamiento que se extendió a Buenos Aires bajo la conducción del teniente coronel Aldo Rico. En el juicio le preguntaron a Ojeda también sobre su inscripción en ese movimiento. Ya estaba lejos su paso por Córdoba, pero la causa seguía una línea sobre un grupo de ex suboficiales carapintada que había estado en la zona de la AMIA a la hora del atentado. Las preguntas se las hizo otro defensor oficial, en este caso Enrique Valle. Quería saber sólo si Ojeda era o no era carapintada.
– Señor —preguntó Valle—, usted dijo que (al retirarse del Ejército continuó vinculado al ministerio de Defensa porque) era un enlace, porque había problemas con carapintadas, pero, ¿usted pertenecía a ese sector del Ejército?
–Sí, señor –dijo Ojeda.
–¿Alguna relación tiene el cese de su estado activo con… con … el hecho de que fuera carapintada?
–Oficialmente, no.
–¿Y de otra manera?
–Sería subjetivo de mi parte.
La Super Mario Bros, versión AMIA
Ojeda estuvo en el Ejército oficialmente hasta agosto de 1994. Pero en el juicio dijo que había estado hasta 1990. También dijo que trabajaba en una consultoría de empresas. Pero según los archivos no era así. Ojeda permaneció en el Ejército oficialmente hasta agosto de 1994, es decir hasta después del atentado. Tenía el grado de mayor. Salió del Ejército pero volvió a entrar por la puerta trasera: escondido con un alias como Personal Civil de Inteligencia, por eso integraba el Batallón 601. Además estaba prestado a la comunidad de inteligencia de Gendarmería a través de una comisión. Manejaba un remise como cobertura. Y la consultoría para la que trabajaba en realidad eran dos, vinculadas a todos esos mundos.
Por un lado estaba en una Agencia de Seguridad llamada Solucionar LTDA, donde trabajó con otras dos personas. El Gato Jorge Julio Garay, también Personal Civil de Inteligencia del Ejército y con Martín Sanabria, retirado del Ejército y para entonces en la SIDE. Los tres trabajaban, además, para una organización más grande de la que hasta ahora nada se sabía: un grupo de inteligencia como la Super Mario Bros pero con retirados y agentes de varias fuerzas. La estructura estaba conducida por Horacio Raul Fenocchio, también Personal Civil de Inteligencia del Ejército y asesor del jefe de la Central. Si bien Fenocchio era un PCI, pertenecía a un Programa que dependía de Inteligencia de Gendarmería. Por eso también respondía a otra persona importante de la causa AMIA: Osvaldo Laborda, perito de la Corte para el atentado de la embajada de Israel y más tarde perito de parte por la DAIA en la AMIA.
Las cuevas
Dentro del Programa, Fenocchio dictaba un curso para el personal de inteligencia de GN. Pero el Programa también le permitía realizar todo tipo de tareas de Inteligencia. Entre diciembre de 1994 y septiembre de 1995, le pincharon el teléfono: las escuchas muestran que va dando órdenes a Ojeda, a Sanabria, a El Gato y a otros agentes de seguimientos a delegados, a la oposición de Osvaldo Mercuri, se infiltraban en espacios de Alfonsín, le avisaban al Turco Julián que Galeano le estaba apuntando, preparaban listas para el Modín o metían agentes de seguridad en una empresa para sacar datos de las licitaciones para la competencia.
Sin embargo, lo que más les interesaba era la AMIA.
En enero de 1995 estaban muy preocupados porque a Ojeda le habían intervenido el teléfono. Fenocchio le avisó. El 24 de febrero habla con un tal Carlos o Carlitos y le pide que se fije si él mismo tiene pinchado el teléfono:
–Porque Juanjo, el que tiene el tema de Pasteur —dice— me tiene fichado, por culpa del gordo pelotudo (Ojeda) y el Iraní.
Carlos o Carlitos era aparentemente Carlos Lorenzatti, un ex Policía Federal posteriormente condenado a perpetua por delitos de lesa humanidad en el Circuito ABO. Un día le preguntó a él si tenía cerca al Turco “Simón”:
–El amigo este, Gale (Galeano) —dijo—, el que lleva el tema de las demoliciones, parece que le está apuntando.
Habla del iraní, aquel Testigo A llamado Majid Parvas. Estaban preocupados, se les había perdido. El 18 de enero Fenocchio habla con otro agente, esta vez un tal Gordo. Hablan de un programa de televisión en el que iba a estar el iraní, pero finalmente no salió. Y también hablan de Ojeda: que no se comuniquen con él, dice, porque tiene todos los teléfonos pinchados. Pero pese a todas las prevenciones, un día antes, el 17 de enero de 1995, Ojeda lo llamó.
Pasaron revista al “armado de la pista falsa de Telleldín”, dato que obviamente conocían. Y en el archivo se lee lo siguiente:
HF con Ramón Ojeda, sobre el modo de 'conseguir pertenencias telefónicas'. Finalmente hablan del armado de la pista falsa de Telleldín: 'Se les está cayendo', dicen.
El teléfono en el que habla Fenocchio es de una cueva: está ubicado en la calle Montes de Oca 188 en una oficina que pertenece a una supuesta empresa llamada Alasia SA. Según los papeles, era una empresa de cobertura semejante a las que usaba la SIDE. Alasia SA era el nombre verdadero del tal Gordo con el que hablaba Fenocchio: Ricardo Alasia. Entre las conversaciones más habituales están las comunicaciones con Laborda. Al comienzo, preocupado por las escuchas.
–Osvaldo (Laborda) me preguntó por vos –dice Fenocchio a uno de los agentes—. No vaya a ser cosa que quedemos todos pegados.
Más adelante, también creen que Laborda tiene pinchado el teléfono. Comentan que el Director Nacional de Gendarmería avisó que lo estaban “caminando” y que si “salimos en los diarios perdemos todos”. Para mayo de 1995 están en otra cosa: trabajan en un informe que Laborda debía presentar. En una conversación, Fenocchio lee y hace un punteo y Laborda dice que ya tiene que entregar el informe. Según el archivo, parecería que Fenocchio estuviera buscando en los testimonios para avalar ese informe. Ambos tuvieron una relación larga. Vuelven a aparecer juntos después: en otra empresa de cobertura denominada Taiger SRL, de tráfico de información y venta de antecedentes personales y/o de empresas que son Non Office Cover, es decir empresas no oficiales de servicios de inteligencia. Nada de esto figura en los informes que la SIDE hizo sobre las escuchas del Caso Trío para la causa AMIA: nunca se habló de la intervención de Laborda, quien hizo un informe que demostraba que no había habido implosión en la AMIA, trabajaba en una empresa de cobertura de la inteligencia del Ejército y una vez retirado, fue contratado por Rubén Beraja como perito de parte.
La vuelta al pueblo
Mientras tanto, Ramón llegó al pueblo de Areco. Ahora lamentablemente es una especie de héroe, dice un joven arequense. Llegó cerca de 1998. Compró una quinta alejada del centro del pueblo, crió conejos mientras iba hasta el helipuerto para irse a hacer trabajos de seguridad. Luego contrató a un jefe de mantenimiento y para 2008 trasformó la quinta en emprendimiento turístico con granja ecológica, sector apícola y cabañas. Ojeda se sumó al coro del colegio San Antonio. Y entre 2009 y 2010, empezó a aparecer en los diarios como presidente de la Sociedad de emprendedores turísticos.
Muy movilizado por una inundación, en 2010 decía que el río ya no era atractivo porque crecía el turismo más tradicionalista. En ese contexto, como buen militar del arma de Ingenieros, ofreció una solución a medida. Suelen ser expertos en explosivos. Bajo la hipótesis de guerra, se adelantan para liberar a los bombazos objetivos enemigos o preparan soluciones, caminos o puentes para abrir camino para la propia tropa. En aquel momento, Ojeda dijo que debían sacar las compuertas que embalsan el agua del Río Areco en la zona del balneario municipal. Inundarlo todo. Para hacerlo usó una palabra que muchos todavía recuerdan:
–Hay que volar las compuertas –expresó.
A sus cabañas empezaron a llegar otros militares retirados, y algunos se fueron quedando. Entre ellos, llegó el Gato Jorge Julio Garay. Uno de sus compañeros en las cuevas. En 2011, los dos compraron una parte del fondo de comercio del bar más importante del pueblo, El Tokio, ubicado frente a la plaza central, al lado de la Iglesia y del viejo edificio del Consejo Deliberante. Dicen también que años después hubo una discusión entre los socios, y Ojeda salió.
Ojeda ganó popularidad en el coro, pero Garay eligió las radios. Venía de Lanús, había trabajado en seguridad del municipio con otro retirado que también llegó al pueblo. Al comienzo le ofrecieron un esquema de seguridad al entonces intendente Durañona, pero Paco no aceptó. Garay paraba en el bar. Empezó a tomar contacto con la gente. Se definía como cruzado de la lucha anti-drogas y ante quien quería oírlo reivindicaba la "lucha contra la subversión". De a poco, dicen en el pueblo apareció en un radio. Lo sacaron. Luego apareció en otra. Prendió.
Misteriosamente, durante los feriados de 2013 se produjeron una serie de robos en el pueblo, la gente todavía habla de la crisis de Semana Santa. No lo dice por los autores, sino porque ocurrieron cuando Cristina Fernández estimulaba el mini-turismo como motorizador de actividad. Con los robos, Garay ganó espacio. Empezó a escribir una página llamada Areco Alerta, a salir en una FM y en redes sociales. Paco descabezó a la comisaria, llevó a la Policía comunal, puso comisarios del pueblo. Y eso disparó una batalla sin cuartel de Garay, dicen en Areco. Para hacerla corta, Garay se sumó al partido vecinal Viva Areco, versión del macrismo local, ingresó a Juntos por el Cambio, apareció en los actos y fogonea fake news en modo troll contra Paco. Todo termina en una marcha por justicia y un caso en la mesa de Mirtha Legrand. Ese mismo año, Garay fue candidato a concejal, pero en Vicente López, por el Consenso Federal de Cleto Cobos. Sacó el 0,6% de los votos.
En diciembre de 2019 Paco Durañona perdió las elecciones. Ganó el hijo de una de las familias propietarias de máquinas agrícolas. Garay sigue activo, ahora celebra a Sergio Berni y agita las caravanas anti-cuarentena. Ramón se llevó a un destacamento especial de policías para reforzar el pueblo. Y todo el mundo habla de una vecina a la que detuvo en la cuarentena porque caminó más de cinco cuadras. Ah, y también se llevó a dos subordinados de la localidad de Capitán Sarmiento. Claro, me olvidé: antes de ser secretario de seguridad de Areco fue secretario de seguridad del pueblo de al lado, Capitán Sarmiento, donde ahora gobierna Javier Iguacel.
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