Parafraseando a una esperada sección de esta página, la situación que se describe a continuación bien podría denominarse: “La música que el Presidente de la Nación quiso escuchar en un respiro de su trabajo”.
El 16 de abril pasado a las 13.25, en su programa de radio Detrás de lo que vemos, su conductor, Claudio Villarruel, se sorprendió leyendo un correo que le acababa de llegar. El mensaje tenía un remitente muy especial: Alberto Fernández respondía a una invitación previa de Villarruel para que, conocida su afición y cercanía con la música, eligiera algunos temas que le daría gusto escuchar a través de la radio.
La primera sugerencia fue el tema Over the Rainbow, por Melody Gardot.
Cuando salió al aire, el Presidente volvió a comunicarse diciendo que esa versión estaba bien, pero que había otra mejor, donde la cantante estaba acompañada por un cello. “Está en YouTube”, acotó. Villarruel informó a su audiencia que en muy poco tiempo Fernández se sentaría frente al Ministro de Economía Martín Guzmán para compartir un almuerzo de trabajo.
Finalmente, la producción localizó el tema en cuestión, pero como Villarruel no paraba de manifestar su alegría por la situación (“Gracias, loco –se le escapó—, perdón, señor Presidente… Qué lindo pasar música para un Presidente. Nunca me pasó”) su interlocutor le pidió: "Callate y dejanos escuchar el tema". Y agregó el mandatario: “Y bueno, muchachos… Hay que estar todo el día encerrado”.
Siguió Villarruel: “Me pregunta el Presidente si me gustó… Presidente, por favor, un tema más y no te jodo más”. La nueva solicitud no se hizo esperar: Swiss Memory, otra de Melody Gardot. “Explotan los teléfonos, Alberto, prepará otro tema”, pidió el conductor. “Me llegó la hora de volver a trabajar. Pero te propongo el último tema: ¡Oh Susana!, por James Taylor”. El tema pasó y Villarruel acotó: “Dicen los musicalizadores que tenés un muy buen gusto musical”. Alberto responde: “Me encantó este ratito. La música alimenta el alma”. Antes de cortar, Villarruel le propone la organización de un mega recital en la Casa Blanca. Yo te lo produzco”. Sin corregirlo, el Presidente no pasó por alto el furcio: “En la Casa Blanca no creo que pueda, pero en la Rosada sí”.
El 28 de abril al mediodía de una jornada lluviosa, antes de entrar a hacer su trabajo, Villarruel le mandó un video al Presidente recordándole que tenía la posibilidad de volver a elegir algunos temas. El intercambio fue el siguiente:
—¿A que hora es el programa?
—Estoy por empezar, pero tranqui. Cuando puedas. Serían dos temas, decí que los pide el DJ Beto.
Quien tomó la palabra para explicar la naturaleza y el sentido de su elección fue el doctor Fernández. Salió al aire diciendo: “Hola, cómo les va. Soy Alberto Fernández. Y estos son unos pocos minutos de música mía que Claudio ha dejado que yo programe para su radio. El primer tema se llama Aguas de marzo y lo escucharemos en dos versiones. La primera es la compuesta por Tom Jobim que la voz de Elis Regina volvió eterno. Esta versión para mí tiene una historia. La letra habla de un lugar, y un día hablando con Claudio Gabis, el guitarrista de Manal, gran amigo, me contó que cuando se fue de la Argentina llegó a Brasil y le alquiló a Tom Jobim una casa en un cerro. Y, precisamente, es en ese cerro en donde se desarrolla la historia de Aguas de marzo. Allí se cuenta cómo el agua de la lluvia va cayendo entre las piedras, claro, que con toda la poesía de la que es capaz Tom Jobim”.
Luego de escuchar la primera versión, Fernández agregó: “Mucho tiempo después se grabó otra versión, más jazzera, más música negra, cantada por Cassandra Wilson. Es lo que vamos a escuchar ahora”.
Concluyó la canción –maravillosa versión– y el inesperado DJ se despidió. Agradeció la generosidad de Villarruel y prometió: “En unos días, más música de Alberto. Y no se olviden: quédense en casa”. Entre el asombro y la euforia, Villarruel anticipó algo que seguramente le debe haber dicho el Presidente: el repertorio de la semana siguiente será el rock nacional. Siempre es bueno desafiar a la rutina, escaparse de la cantinela, aunque sea por unos minutos. El Presidente lo hizo, con sencillez y con altura, animándose a mostrar una parte suya poco conocida y que claramente lo representa.
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