DISCREPANCIAS Y CONVERGENCIAS
Macron se acerca al autonomismo gaullista. Y advierte que Europa está al borde de un precipicio
En septiembre de 2017, en un discurso dado en la Sorbona, Emmanuel Macron presentó la propuesta de promover la autonomía estratégica de Europa en materia de defensa y seguridad internacional, y también la de crear un “ejército real europeo”, es decir, que tuviera existencia concreta. Esta iniciativa se oficializó en junio de 2018 mediante un documento que auspició una nueva cooperación militar europea por fuera de la OTAN, que se hizo público con la firma de Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Estonia, Francia, Holanda, Portugal y el Reino Unido. Poco después estamparon su conformidad Finlandia y Suecia. Todos estos países integraban en ese entonces la Unión Europea (UE). (Como se sabe, la rubia Albion concretó después su Brexit, el 31 de enero de este año.)
El emprendimiento impulsado por esos once Estados incluía la conveniencia de desarrollar las capacidades necesarias para desplegar operaciones militares combinadas [i], evacuaciones de civiles o ayuda en casos de desastres. Apuntaba, también, a desenvolver una “cultura estratégica compartida” que les permitiera interoperar a las Fuerzas Armadas de todos ellos, pero que además les facilitara accionar en estructuras ya existentes como la OTAN, las misiones de la ONU, las coaliciones ad hoc o, incluso, en el marco del brazo defensivo de la propia UE.
Conviene aclarar que esta última mantuvo, desde 1999, una Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD) que, sin desinteresarse de la OTAN, buscó un espacio propio de actuación con alguna autonomía. En 2003, la PESD estableció una Estrategia Europea de Seguridad, que buscaba identificar amenazas y definir objetivos que le fueran pertinentes. En 2009, en ocasión de la aprobación del Tratado de Lisboa, se rebautizó a la PESD, que pasó a llamarse Política Común de Seguridad y Defensa. En su interior se alojó, en 2017, la Política Exterior y de Seguridad Común (PESCO), que contiene tres brazos:
- el Fondo Europeo para la Defensa;
- la Inspección Anual de la Coordinación de la Defensa; y
- la Conducción y el Planeamiento de las Capacidades Militares.
Así las cosas, la propuesta de Macron oficializada en 2018 no era precisamente nueva pues la operatoria militar europea por fuera de la OTAN tenía ya antecedentes, como se acaba de ver. En todo caso, a lo que apuntaba el Presidente francés era a incrementar un poco más una capacidad autonómica que fuera, también, más incisiva respecto del accionar de la alianza atlántica hegemonizada por los Estados Unidos y por tanto, en los tiempos que corren, dirigida en última instancia por Donald Trump.
Macron y Merkel
Macron, en entrevista concedida a The Economist el 7 de noviembre de 2019, expresó su preocupación respecto de lo que textualmente llamó “la muerte cerebral” de la OTAN. Dijo también que “Europa estaba al borde de un precipicio” y que necesitaba comenzar a pensar por sí misma en los planos estratégico y político pues, de lo contrario, “no tendrá más el control sobre su destino”. Reiteró, asimismo, la conveniencia de incrementar el desarrollo de las capacidades militares europeas ante el poderío militar de Rusia y el creciente antagonismo de Estados Unidos y China. En mayo de 2018 había criticado abiertamente el retiro de la gran potencia del norte del llamado Acuerdo de 5+1 con Irán y no sería improbable que, en su fuero interno, lo deplorase, pues la ex superpotencia solitaria había dejado “colgados” a Alemania, China, Francia, el Reino Unido y Rusia, nada menos.
Angela Merkel, en cambio, es más moderada y precavida. En una entrevista recientemente dada a The Guardian dijo sin tapujos: “Crecimos sabiendo que Estados Unidos quería ser una potencia mundial. Si ahora desean retirarse por su propia voluntad tendremos que reflexionar profundamente”. Recomendó, luego, que se mirase el estado del mundo. Y agregó: “Hay razones de peso para seguir comprometidos con una comunidad de defensa transatlántica y con nuestro paraguas nuclear compartido. Pero por supuesto, Europa necesita llevar más carga que durante la Guerra Fría”.
Prima facie las posiciones entre ambos jefes de Estado parecen discrepantes. En lo inmediato, el discurso de Macron es más duro respecto de los Estados Unidos que el de Merkel, que es más concesivo. El Presidente francés se acomoda a una línea que podría definirse como cercana al autonomismo de Charles de Gaulle. Y advierte que Europa está al borde de un precipicio. En tanto que Merkel acusa recibo de que la geopolítica y el mismísimo Trump le están jugando en contra al atlantismo y considera que la defensa europea reclama una mayor atención: va sin decir que se trata de más inversión en dicho rubro y de un mejoramiento de las capacidades militares. Ambos se diferencian, además, en un plano que se podría calificar de funcional: Merkel está en el final de su carrera política y Macron, en cambio, se aplica a convertirse en el líder emergente de un renovado europeísmo.
Pero bien miradas las cosas puede advertirse que ambos tienen más afinidades y coincidencias que divergencias. Los dos omiten a sabiendas que la nueva iniciativa europea en materia de defensa ha recibido tan sólo el apoyo de 11 de los 27 países que integran hoy la UE. De esos once, siete pertenecen a Europa Occidental y tres a la cuenca del Báltico; el restante es el Reino Unido, recientemente autoexcluido de aquella entidad europea (habrá que ver, además, cómo juega o lo dejan jugar de aquí en adelante). Es notoria y ostensible la ausencia de países centroeuropeos y de Europa del Este, un conglomerado variopinto cuyas orientaciones y comportamientos no son homogéneos. Probablemente una parte significativa de ellos, por su proximidad geográfica con Rusia, prefiera mantenerse sin tapujos y sin críticas en el seno de la OTAN.
Tanto Macron como Merkel coinciden en la discrepancia frente al comportamiento político de Trump, que ha agredido de diversas maneras y a veces groseramente al multilateralismo sobre el que se asentó el desarrollo de la globalización basado en las concepciones neoliberales y en el fundamentalismo de mercado. Y rechazan el desdén que les prodiga el Presidente norteamericano. Ambos son firmes sostenedores de la continuidad de la UE también maltratada por aquél y críticos respecto de su manejo de la OTAN y de su impericia –por decir lo menos— para liderar el otrora llamado Mundo Libre. Coinciden asimismo en la expectativa de que sea derrotado en las elecciones norteamericanas del próximo noviembre, que abrirían la posibilidad de un recambio que sería más amistoso con el europeísmo y, probablemente, con el resto del mundo.
Final
El fracaso electoral del actual Presidente norteamericano abriría la puerta a la posibilidad de que quien lo suceda remedie los desaguisados que instaló por doquier y recupere, por lo menos, una aceptable actitud frente al atlantismo y a la UE. Pero más allá de la superación del daño que el trumpismo le ha causado a la política tanto local como internacional en los últimos tres años y medio, subsisten además en la gran potencia del norte inocultables problemáticas y realidades complejas y duras, que vienen de antes. Por ejemplo, no es adjudicable exclusivamente a la gestión de aquel la paulatina declinación del liderazgo mundial de los Estados Unidos, tanto en el plano económico como en el militar, aunque es claro que Trump ha hecho aportes al respecto.
A estas condiciones se le ha sumado una nueva cuestión: una pandemia planetaria que seguramente dejará profundas secuelas. La primera y más evidente es una brutal recesión de alcance planetario, que ya está a la vista.
En este contexto, la rearticulación de las relaciones entre la Unión Europea y la gran potencia del norte tendrá su oportunidad si entra un Presidente demócrata, aun cuando el mal clima económico que impregnará al mundo y la falta de homogeneidad de la UE –no obstante los esfuerzos de Macron y de Merkel— no hicieran fáciles las cosas. Si por el contrario Trump es elegido, el horizonte –lamentablemente— se pondrá muy sombrío.
Noviembre dirá si lo que se viene es más de lo mismo o si habrá una renovación que supere la sinrazón trumpeana que ha hecho estragos ya, incluso, sobre la vieja alianza noratlántica.
[i] En términos militares se entiende que las operaciones combinadas son aquellas en las que participan efectivos y recursos de diversos países, en tanto que las conjuntas aluden a las realizadas interactivamente entre las Fuerzas Armadas de un mismo país.
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