DESIGUALDAD, SALUD Y LUCHA DE CLASES
Expectativa, dignidad y calidad de vida investigadas por Didier Fassin, bajo la luz de Sonia Budassi
Sin sujeto ni predicado, definida estrictamente por su contexto situacional, “salud pública” resulta un término aglutinante que algunas gramáticas denominan holofrase. Usual en la descripción del primer lenguaje infantil y en las manifestaciones de algunos trastornos psiquiátricos, comparte peculiaridades con otras formaciones afines como “salud mental”, o distantes del tipo “tiempo muerto”. La que ahora nos ocupa —salud pública—, guarda la dudosa ventaja de incluir o excluir diversos sujetos y otros tantos predicados; diluye objetivos, agentes y vectores. Connotada históricamente, por estos lares encierra una tradición anterior aún al Estado Nación, cuando el territorio era una colonia supeditada a una corporación de mercaderes y contrabandistas. Con el incipiente capitalismo se transformó en una pre-condición para garantizar mínimamente la supervivencia de la fuerza de trabajo. Recién a mediados del siglo XX, la necesidad se convirtió en derecho. La tan próxima pandemia evidenció el rol determinante de la salud pública en la vida de la población. Asimismo en la muerte.
Cercanía temporal, afectiva, ecuménica, económica, política, la del embate del coronavirus impacta a la sociedad en su conjunto y, sin excepciones, a cada individualidad. Problemática sin embargo de anterior y extenso arraigo, catapulta la salud pública al primer plano en una escena condicionada por las desigualdades. Presentifica una pregunta que rebasa con holgura sus raíces filosóficas: ¿Cuánto vale una vida? supera los avatares morales para anclarse en las condiciones objetivas, materiales, pragmáticas y operativas capaces de determinar alguna respuesta. De allí la oportunidad de los desarrollos vigentes en la Lección Inaugural pronunciada por Didier Fassin (Francia, 1955) en el Collège de France al asumir la titularidad de la cátedra de, precisamente, Salud Pública. Médico de origen, sociólogo, investigador, la misma práctica de Fassin lo fue llevando hacia la perspectiva antropológica. Acciones iniciales en el campo, transitaron de Senegal, Sudáfrica y Ecuador a distintos conflictos en tres continentes, como vicepresidente de Médicos sin Fronteras o titular del Comité para la Salud de los Exiliados, entre muchas otras funciones no menos significativas.
“Como investigador, no estoy en un lugar simplemente para observar e interrogar, sino que me vuelvo un actor de los muchos que intento comprender (…) Es cada vez menos aceptable observar sin participar”, sintetiza Fassin. Perfila así un recorrido que lo extrae de los vicios eurocéntricos que limitan al academicismo, convirtiéndolo en una voz autorizada al momento de inmiscuirse en realidades de zonas marginales. Sorprende, sin ir más lejos, el conocimiento y compromiso con la situación argentina. La flamante publicación de aquella Lección Inaugural en nuestro medio, dotada de una precisa traducción de Margarita Polo, resulta por lo tanto una especial ocasión a fin de aproximarse a una problemática cuya profundidad en momento alguno conspira contra la claridad y la coherencia.
Datos duros —durísimos—, testimonios, situaciones experimentadas en diversas latitudes, componen el cuerpo central de ¿Cuánto vale una vida?, el libro, cuyo subtítulo particulariza: “o cómo pensar la dignidad humana en un mundo desigual”. Plato fuerte de un volumen pequeño en tamaño, gigante en contenidos, la Lección... propiamente dicha ocupa apenas cuarenta y cuatro páginas. Un tanto para arribar a la dimensión física convencional de la categoría “libro”, en esta ocasión más para aportar profundidad social a la accesibilidad de las ideas, los editores tuvieron el raro acierto de incorporar una presentación previa y una entrevista al final. Si bien es usual tal formato, el tino apunta a lo cualitativo: el texto introductorio arranca con cuatro escenas protagonizadas por una mujer africana que padece una enfermedad terminal; un inmigrante que debe humillarse ante el Estado a fin de obtener inserción; policías franceses aburridos en busca de “acción”; migrantes que luchan para ser reconocidos como exiliados políticos. Delimitado el campo de acción, la presentación recién aborda el perfil del autor, su circuito de construcción de conocimiento basado en la experiencia directa, las ideas directrices que atraviesan su obra, la evolución de los marcos teórico-metodológicos; las escenas históricas y contemporáneas paradigmáticas a fin de presentar un cuadro de situación en relación a la desigualdad.
Técnica periodística incluida en la teoría sociológica para presentar al lector neófito, avisado o especialista, un pensador y sus ideas actualizadas. Proyección que se extiende en las veintidós páginas de la entrevista que cierra la entrega, donde el lenguaje coloquial, la pregunta precisa, el pie generoso a la respuesta astuta, la repregunta profunda planteada por un pasadizo lateral, la prioridad del entrevistado —Didier Fassin— por sobre cualquier vanidad, cumplen una labor que excede lo complementario. Ese reportaje otorga marco, color, hondura y, más aún, pone al día la experiencia y opera a modo de prisma revelador a través del cual los pormenores de la Lección Inaugural cobran una vibración capaz de reverberar en el entendimiento del lector con creciente amplitud. Tanto, que es recomendable leer la disertación de Fassin luego de los textos de apertura y cierre. La hazaña –presentación y entrevista— es mérito de Sandra Budassi (Bahía Blanca, 1978), escritora (ensayo y ficción), periodista, editora, investigadora persistente dentro de los engranajes culturales, de inhabitual rigor, cuyo trabajo para ¿Cuánto vale una vida? ameritaría que compartiese marquesina con la etoile francesa.
Por su parte, la disertación del héroe de la jornada frente a los capitostes del Collège, tras cumplir con el repaso histórico que indica el ceremonial académico desde el siglo XVI, traza un extenso puente con salidas diversificadas en sucesivas locaciones de la actualidad. Percute en las mirillas a través de las cuales la mirada burguesa finge enterarse de la opresión, exclusión, represión y aislamiento de las clases desposeídas. A golpe de cincel estadístico, Fassin amplía el campo hacia una panorama mayor, donde causas y consecuencias se ligan de forma inocultable. Advierte acerca de la utilización de la generalidad cuantitativa destinada a ignorar las asimetrías sociales, y ejemplifica con las victimas etnorraciales en “los Estados Unidos, donde no se dejó atrás la esclavitud sino para legalizar la segregación y donde el movimiento por los derechos civiles suscitó, por contrapartida, un proceso de encarcelamiento en masa”. Sin apartarse de subrayar la trascendencia del compromiso activo del investigador en el trabajo de campo, el autor intercala precisiones. Lo hace socializando interrogantes: “Por un lado, ¿cuántos años podemos esperar vivir? Por el otro, ¿qué podemos esperar de la vida? El paso de la primera a la segunda formulación desplaza radicalmente la perspectiva. Hablar de la desigualdad de las vidas ya no es solo un interrogante sobre las disparidades de su duración, sino considerar las diferencias entre lo que son y lo que los individuos tienen derecho a esperar de ellas. Ya no se habla entonces de cantidad sino de calidad: tampoco ya de longevidad, sino de dignidad”.
FICHA TÉCNICA
¿Cuánto vale una vida?
Didier Fassin
Sonia Budassi
Traducción Margarita Polo
Buenos Aires, 2022
94 páginas
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