Desheredar al padre
Este mes se reúnen descendientes de víctimas y victimarios del nazismo y de nuestras dictaduras
El 20 de enero de 1942, un grupo de funcionarios de alto rango del gobierno alemán y del partido nazi se reunieron en una casa ubicada en el suburbio de Wannsee, en Berlín, para acordar “la Solución final”. El 21 de julio de este año, en esa misma casa, se reunirán sobrevivientes de la Shoá y sus descendientes, víctimas y familiares de las dictaduras latinoamericanas, familiares de genocidas nazis y familiares de dictadores latinoamericanos que repudian los actos de los perpetradores. En este encuentro, denominado “Sumando Voces”, que ocurrirá justo 80 años después de aquel primero, los descendientes de víctimas y victimarios se unirán para firmar un acuerdo que se encuentre en las antípodas del firmado en 1942.
“Sumando Voces” es organizado por el Centro Ana Frank en Argentina, un museo interactivo que abrió sus puertas en Buenos Aires el 12 de junio de 2009 en el (también) 80 aniversario del natalicio de la joven judía que escribiera el emblemático diario. El Centro es una organización miembro de la Casa de Ana Frank en los Países Bajos, y había organizado este encuentro originalmente para el año 2020, pero por motivo de la pandemia fue suspendido en su momento. Desde Argentina viajará para participar Analía Kalinec, perteneciente a la organización Historias Desobedientes, que reúne a hijas e hijos de genocidas en contra de los hechos perpetrados por sus padres. También serán parte del viaje sus pares de Historias Desobedientes Chile, Verónica Estay Stange y Pepe Rovano.
Mirar, con ojos que se permitan el asombro, las conexiones que ocurrieron para que este encuentro suceda, devuelve un rompecabezas impensable. Una joven alemana redactó un diario en la clandestinidad de la Segunda Guerra, su obra inspiró en Amsterdam una institución que difunde ese mensaje de resistencia y fortaleza. Años después este espacio reverberó en uno similar en Buenos Aires que a su vez organiza en Berlín, un encuentro en donde los descendientes de quienes impusieron el horror y de quienes lo sufrieron, se reunirán en la misma casa donde un puñado de jerarcas nazis pensaba que los judíos eran algo a lo que había que buscarle una solución. Y que esa solución tenía que ser definitiva.
80 años después, los judíos de otrora son los pobres, las mujeres, los negros, las disidencias de hoy: todo aquello que los hombres hegemónicos consideran “lo otro”. Los fascismos europeos y las dictaduras latinoamericanas tuvieron elementos en común, y que décadas después las generaciones subsiguientes se reúnan para afirmar que otro mundo es posible, resulta notable. Sobre todo cuando esto ocurre en paralelo a las atrocidades de la actualidad, algunas de ellas ejercidas contra ciudadanos concretos, como el caso de Julian Assange llegando a Estados Unidos, y otras cuyo blanco son millones de seres humanos anónimos, como puede ser el hambre, que tal cual definió Rodolfo Walsh en su carta, no es una consecuencia inmanejable sino un plan ejecutado.
Historias Desobedientes
Evidentemente quienes promovieron el 2X1 en 2017 no avizoraron hasta qué punto esto iba a nutrir el encuentro de quienes lo enfrentaron con fervor. Fue tal el capital político que ganaron las organizaciones en la calle diciendo NO a la impunidad, que estos jueces prácticamente le hicieron un favor al campo nacional y popular. Uno de los casos emblemáticos de las consecuencias no calculadas fue el nacimiento de la organización política Historias Desobedientes. El 2X1 lxs juntó y el Ni Una Menos les dio la ocasión de su primera manifestación. Qué punto de partida. Quienes fueron 6 en la primera reunión nuclean hoy día alrededor de 150 personas y han inspirado la creación de espacios análogos en otros 5 países.
El Cohete ha publicado sendas notas acerca del colectivo integrado por hijas e hijos de genocidas, aquí una breve semblanza del mismo: el recorrido de cada uno y cada una hasta llegar a una definición tan potente como posicionarse en contra del propio padre, es personalísimo. Sin embargo hay una génesis común. En una sociedad que educa para respetar incluso a padres nada respetables, es revolucionario escribir la propia historia, romper el mandato familiar y transformar la lealtad al clan en lealtad a las propias e íntimas convicciones.
Historias Desobedientes ha inspirado espacios similares en Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay. A lo que fue el Plan Cóndor corresponde como una suerte de espejo esta trama continental de desobediencias donde el punto en común es la defensa a ultranza de los DDHH. Esta organización argentina que lleva 5 años en actividad ha editado ya dos libros y se encuentra trabajando en el tercero. Y algo fundamental: no reciben exclusivamente a hijas e hijos de genocidas sino que han sabido hacer lugar para familiares en general, porque coexistir de forma cercana con un genocida es en sí misma una experiencia traumática que requiere contención y los espacios físicos y simbólicos para ser tramitada.
¿Cómo ese bebé que reía terminó torturando?
Esta es una de las preguntas que Analía Kalinec se hace sobre su padre, el “Doctor K”, ex comisario de la Policía Federal condenado a prisión perpetua por secuestros, desapariciones y asesinatos en el marco de la dictadura cívico-militar. Es una pregunta profunda, filosófica, que cuestiona qué pasa con las trayectorias de vida, el famoso “¿cómo terminó así?” Analía indagó y encontró que en la casa de su padre se vivían malos tratos, violencias varias, y supo también que él había abandonado la escuela, y que luego ingresó en la Policía Federal. Por supuesto no toda persona que sufre determinadas vulneraciones en su infancia termina torturando. Son miles los casos de seres humanos que ante el sufrimiento logran trascenderlo y encarnar otro paradigma en lugar de reproducir más dolor. Pero están también, claro, quienes frente a la presencia del mal, lo exacerban en lugar de problematizarlo.
Y aquí señala Analía que es fundamental pensar qué hizo la Policía Federal como institución en la formación emocional, simbólica y social de su padre, ese joven que llegaba con sus traumas a cuestas y con una necesidad absoluta de contención. ¿Qué pasaba si ese adolescente entraba en la Facultad de Bellas Artes en vez de integrar las fuerzas de seguridad? No lo sabemos, no podemos saberlo. Pero algo es seguro: un Estado que piensa en las garantías para infancias libres, y en instituciones formativas que promuevan una perspectiva de derechos, es un Estado que está invirtiendo en adultos menos heridos, con otras herramientas emocionales para abordar la propia salud mental. Esta frase no plantea que un genocida es alguien enfermo y por ende justificable. Nada más alejado. Los genocidas, como los femicidas, son adultos que toman decisiones, ejercen acciones, y deben ser juzgados. Lo que sí plantea la frase anterior es que una sociedad que promueve desde la primera infancia abordajes integrales de la salud emocional y psíquica de las personas, puede evitar el ejercicio de determinadas violencias.
Qué hacer con el nombre
La palabra es performativa, construye realidades. Cómo nombrar tiene un impacto en la realidad. Una de las cosas que caracteriza el hecho de ser hijo, o hija, es llevar el apellido del padre, de la madre, de la estirpe. Cuando ese lazo filial está en conflicto hay que decidir qué hacer con las palabras. Es interesante mirar los casos de Analía Kalinec y Mariana Dopazo, ambas hijas de genocidas que repudian a sus padres, porque ante casos que tienen mucho en común, tomaron acciones diametralmente opuestas: Mariana Dopazo, quien se autodefine ex hija de Miguel Etchecolatz, como salta a la vista, se cambió el apellido. Decidió quitar esa huella discursiva, ya no se llama como su ex papá. (Que acaba de morir a los 93 años, en la madrugada del sábado, llevándose consigo información que podría haber colaborado a restañar las heridas de sus víctimas.) Analía, en la vereda opuesta, publicó un libro denominado Llevaré su nombre, donde hace propio el apellido Kalinec y lo refunda, lo llena de otro(s) sentido(s). ¿Qué demuestran estas dos acciones tan diversas? Probablemente que no hay recetas ni acciones únicas o correctas, cada quien construye un presente de libertad como quiere y puede; da igual si es desterrando una palabra o haciéndola más propia que nunca. Lo único, en definitiva, para lo que no hay lugar ante lo atroz, es para la inacción.
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