DERECHOS TORCIDOS
La contradicción constitucional entre justicia social y poder fáctico en siete tesis de Roberto Gargarella
Para el común de la población, en estos tiempos álgidos, el rubro de los constitucionalistas se asemeja al gremio de los abogados como el de los infectólogos al de los médicos. Mutatis mutandis. Resultan convocados cuando las papas queman, cuando la ley y la trampa se entreveran, cuando las distintas bibliotecas parecen enfrentarse en batallas campales, cuando los oportunistas mediáticos descubren un filón donde alardear de lo que ignoran. Entonces hay que diferenciar los especialistas de los chantas. La disputa por la legitimación en la interpretación de la letra de la Ley Fundamental recrudece en momentos críticos. Circunstancias como esas redundan en desconfianza ciudadana hacia sus representantes, el control de los poderes, los abusos de funcionarios y dirigentes, los pactos entre elites — en fin, todas esas situaciones en las cuales la menesterosidad política da lugar al chanchullo jurídico.
Problemática resonante que se ha tornado estructural por estos pagos. La vida institucional se está transformando en una maraña jurídica enrevesada que resulta ajena hasta lo inaccesible —de forma intencional, por supuesto— para quien la padece en su existencia cotidiana. En este marco, el reconocido abogado y sociólogo Roberto Gargarella (Buenos Aires, 1964) despliega su perspectiva en menos de cien páginas, donde intenta reflexionar sobre tamaño debate constitucional a fin de ensayar algunas respuestas colectivas. Lo hace a través de siete breves tesis, conjugadas en un lenguaje accesible que intercala recursos históricos con pormenores de filosofía del Derecho. Las primeras cinco apuntan a describir el desarrollo, causas y consecuencias de la crisis, reseñando el debilitamiento de los sistemas de representación, el deterioro de los sistemas de control, la consecuente limitación de los alcances del sufragio, el fracaso de parches y reformas, así como el divorcio entre las élites políticas y los intereses populares. A partir de la sexta tesis, el experto revisa los preceptos ideológicos esclerosados en las instituciones, para finalmente cuestionar las normas éticas que de todo lo anterior se desprenden y de tal modo conjurar algunas propuestas.
Según se desprende de la lectura que un lego como este reseñero obtiene en la plenitud de su ignorancia jurídica —pasible de eventuales burradas teóricas—, uno de los meollos del asunto estalla en ese Jano bifronte, contradicción o doble discurso, que atañe no solo a nuestra Constitución sino a las Cartas Magnas actuales de muchas naciones del orbe. “Quiebre interno”, “disonancia democrática”, “dos almas”, llama Gargarella a esa disyunción entre la declaración de derechos de la ciudadanía, inherente al sostén conceptual, y la organización de los estamentos del poder que “quedó básicamente inmune a esa oleada de cambios”. Dicho de otro modo, mientras “la sección correspondiente a los derechos adquirió un carácter social y democrático”, la sección dedicada a los poderes —Ejecutivo, Legislativo y Judicial, por cierto este último ausente de toda democracia—, así como los organismos e instituciones concomitantes, se mantuvieron “en línea con el momento originario (en que las respectivas constituciones fueron redactadas) y tendió a preservar su carácter verticalista y excluyente”.
Efecto de esta contradicción, señala el autor, es que en tanto aquellas conquistas políticas “pasaron a depender de la voluntad casi excluyente y discrecional del poder político de turno (organizado conforme a las ‘viejas’ pautas), los derechos reconocidos tendieron a convertirse, de este modo, en privilegios y concesiones que el poder concentrado resistía a otorgarles, como gracia, a quienes considerase merecedores”. Desigualdades sociales y económicas, en consecuencia, quedan legitimadas mediante una “traducción, continuidad y respaldo” que reproduce la dicotomía constitucional. Al saber popular, al electorado, a buena parte de la sociedad, se le desata en consecuencia la sensación de creciente distancia con estructuras de gobierno que se le aparecen como cada vez más ajenas.
Desenredar esa madeja, revertir semejante tendencia no requiere necesariamente, sostiene Gargarella, una reforma constitucional, sino la implementación de mecanismos de “producción de decisiones más horizontales y democráticas”, como las experiencias asamblearias recientes que impulsaron la legislación sobre divorcio, aborto, igualdad e identidad de género, etc., constituyendo al mismo tiempo renovadas herramientas de construcción política, transversales y hasta apartadas de los partidos tradicionales.
Reflexión crítica sobre el estado del constitucionalismo en esta parte del mundo, La derrota del derecho en América Latina apunta y dispara sobre los dispositivos de representación social y control del poder, muchas veces hostiles a la intervención política directa de la ciudadanía. Repasa la degradación institucional visible en la esclerosis de una clase dirigente ombliguista, detallando su crecimiento en un documentado devenir histórico y, sin detenerse allí, avanza en propuestas que abarcan de la ética política a la de la práctica del Derecho, deteniéndose en las formas participativas del conjunto de la población. Material para el debate, se suma a una polémica que incendia la vida de todos los días, y se actualiza en tiempos pandémicos.
FICHA TÉCNICA
La derrota del derecho en América Latina
Roberto Gargarella
Buenos Aires, 2020
95 páginas
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