Democracia o liberticidio
Las propuestas de Milei son la receta perfecta para el caos económico y social
La incertidumbre política que ha vivido nuestro país desde los resultados de la primera vuelta electoral está dada no sólo por la cercanía de intención de voto de los candidatos según los resultados de encuestas difundidas recientemente, sino por la enorme diferencia programática, política, social y hasta civilizatoria que existe entre ambas fórmulas.
La llegada de ambos candidatos a la contienda final viene teñida más por el signo de lo imposible, que por el signo de la previsibilidad.
Nadie pensaba hasta hace pocos meses que la derecha argentina terminaría representada por un personaje que encarna más la dislocación que la seriedad, esa palabra con la que gustaba auto-percibirse la gente de Juntos por el Cambio.
Atrás quedaron presidenciables totalmente seguros de llegar al sillón de Rivadavia, como Horacio Rodríguez Larreta, quien perdió en la interna macrista a favor de una candidata menos preparada y más violenta. Larreta cayó producto de la pedagogía de la intolerancia, ejercida sobre su propio público durante muchos años desde el espacio macrista. Luego fue la propia Patricia Bullrich quien terminó en el desván de los recuerdos, quedando tercera por incapacidad propia en la primera vuelta electoral.
Javier Milei recibió inesperados apoyos en localidades y perfiles sociales que se sumaron a un público especialmente juvenil y disconforme que buscaba esperanza por fuera de los moldes convencionales de la política. Esas franjas de electores hicieron la diferencia, ante una candidata que no proponía nada nuevo ni concreto.
A su vez, nadie pensaba hace un tiempo que del seno del gobierno del Frente de Todos pudiera surgir un candidato con posibilidades electorales. Sergio Massa debió remontar la situación de un gobierno que llegó en muy malas condiciones a su cuarto año de gestión. A Alberto Fernández no lo acompañó la suerte, pero tampoco sus dotes, para ejercer la Presidencia de la Nación.
En un marco de grave deterioro en las reservas del Banco Central y con una inflación en aceleración, el nuevo ministro de Economía debió sortear múltiples problemas con el telón de fondo de un gobierno desgastado y falto de credibilidad, un empresariado habituado a hacer lo que se le antoja con los precios, los impuestos y los dólares, y un FMI cada vez más imperativo y hostil, que apostaba abiertamente al triunfo de Juntos por el Cambio, como toda la derecha latinoamericana y global.
En esas pésimas condiciones logró recomponer parcialmente los ingresos de amplios sectores, mostró voluntad y capacidad de manejo político y económico –interno y externo– en un contexto muy difícil, y se diferenció en los hechos –sin abundar en palabras– de la gestión ya muy vaporosa de la cual forma parte.
La dificultad para visualizar con claridad una tendencia en el ballotage se deriva también de que estamos en una sociedad compleja, altamente heterogénea, con múltiples situaciones sociales y personales, y con múltiples sensibilidades. Lo peor que puede hacerse es suponer la homogeneidad social y cultural para pensar el país actual. Así se puede entender por qué el contundente resultado del debate presidencial no afectó en forma significativa las intenciones de voto precedentes.
Para una parte de los votantes, interesados en el debate y las propuestas, pero también en las personalidades y características de los candidatos, el debate tuvo resultados contundentes.
Pero para los seguidores de Milei, no, porque están leyendo la política de otra forma, o en todo caso identificándose con alguien más allá de lo que diga, o haga. Son desafíos muy importantes tanto para los que estudian teóricamente estas mutaciones sociales, como para quienes quieren incidir con eficacia sobre la realidad política actual.
En todo caso, los famosos “mercados” no están en el mismo clima histérico que precedió a las PASO. El dólar blue, ilegal, que fue tan utilizado para promover el caos y ganar plata hace apenas unas semanas, ha retrocedido y atravesado por un tiempo de serenidad, junto con los otros dólares MEP y CCL, que se han comportado como si no esperaran una hecatombe. Increíblemente pareciera que se pasó a comportamientos más serenos, correspondientes a gente un poco más madura. Pero nunca se sabe.
Desde el exterior, llegaron numerosos mensajes de solidaridad con ambos candidatos. Mientras la derecha y ultraderecha latinoamericana se alinearon con Milei, otros mandatarios progresistas apoyaron a Massa. Entre ellos, se destacó por su contundencia el del Presidente de Colombia, Gustavo Petro: “Esperanza o barbarie deciden los argentinos. Un Milei que nos regresa a Pinochet y Videla. O un Massa que puede abrir caminos de esperanza”.
En Argentina se decide no solo el futuro de su pueblo sino la esperanza de América
Esperanza o barbarie deciden los argentinos
Un Milei que nos regresa a Pinochet y Videla. O un Massa que puede abrir caminos de esperanza.
No tengan dudas. Nunca hay que votar por la barbarie y…
— Gustavo Petro (@petrogustavo) November 15, 2023
El mensaje no tiene sólo un contenido anti-autoritario. Petro se caracteriza por ser uno de los líderes latinoamericanos más preocupados y sensibles al cambio climático, e impulsor de una agenda fuertemente ambientalista. Sin pensar que Massa sea un campeón en ese terreno, Petro conoce perfectamente la posición abiertamente negacionista del cambio climático de Milei, idéntica a la expresada reiteradamente por el ex mandatario norteamericano Donald Trump y por Jair Bolsonaro en Brasil.
El flamante Presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, envió un cálido mensaje en el que señaló que “Sergio Massa representa la apuesta por la convivencia democrática, por la concordia; y ofrece un proyecto de unidad, de solidaridad, con oportunidades para todos y para todas”. Una opinión que bien podría haber sido la síntesis de la campaña oficial de Unión por la Patria.
¿Qué quedó del programa de Milei?
Una buena pregunta es qué quedó de lo que Javier Milei dijo que iba a hacer en los últimos dos años. La verdad verdadera es que no se sabe. No lo sabemos los de la calle, pero tampoco lo sabe Mauricio Macri, quien no tiene ninguna certeza de la disposición o capacidad del libertario de cumplir sus promesas. En ese ambiente de fulleros, la palabra está mucho más devaluada que el peso. Probablemente tampoco lo sepa el volátil e inestable Milei.
El abrazarse al macrismo para mantener vigencia electoral fue un gesto muy complicado que implicó entrar en un conjunto poco transparente de intercambios en los cuales también está involucrado el programa económico libertario. ¿Dolarizar, cómo, cuándo y con qué? ¿Destruir el Banco Central? ¿Achicar 15 puntos del PBI el presupuesto del Estado?
Analizadas fríamente, estas propuestas son la receta perfecta para el caos económico y social.
Ponerse a jugar con la dolarización –nada más y nada menos– implica jugar a la ruleta rusa con el tipo de cambio, con los precios internos, con la distribución del ingreso y con la capacidad de la gente para comer, ir al trabajo o comprar un medicamento. Operaciones de este tipo requieren un elevadísimo nivel de inteligencia y sensibilidad política, y capacidad de articulación institucional y sectorial, cualidades abiertamente ausentes en el elenco que acompaña al libertario.
Ya se ha dicho que la dolarización, objetivo que ha sido ratificado por Milei, significa renunciar a tener política monetaria. En un mundo turbulento como el actual, donde los capitales privados huyen aceleradamente de cualquier región hacia la “seguridad” de la economía norteamericana, un incidente internacional cualquiera puede generar una desmonetización inmediata de la economía argentina, porque los capitales al huir se llevan el circulante necesario para las transacciones internas. Como no hay Banco Central, no hay quién provea moneda adicional, y por lo tanto estalla instantáneamente una brutal crisis de desocupación, quiebras empresarias y miseria colectiva. Parece que no les importa.
Finalmente, el tema del gran recorte del gasto público: la tontería de que se recorta el “gasto político” (sólo equivale al 0,5% del PBI) y por lo tanto no duele ni afecta a ningún privado puede servir para estafar a los votantes por un ratito, pero no para gobernar. Recortar el 15% del gasto público es atacar a la obra pública, las jubilaciones (incluidas las militares) y los salarios de todo el personal estatal. Es difícil imaginar una medida más contractiva, porque ataca componentes centrales de la demanda agregada, que impulsan todo el movimiento de la economía real.
Un ataque de esa magnitud implica derrumbar la actividad, sin dejar resquicio para la salvación de la mayoría de los comerciantes, pequeños empresarios y profesionales, que no estarán a salvo de estas situaciones. El mega-recorte mileísta los dejará fuera de juego por mucho tiempo, y el plan libertario no contiene ningún elemento para recomponer la situación, salvo principios ideológicos abstractos.
Es decir que las principales medidas conocidas constituyen un programa de desmantelamiento económico, con la consiguiente crisis social, sin ninguna red institucional o política capaz de contener el caos.
Hay que reconocerle un mérito a Milei: logró crear una fantasía de salvación económica mágica con la palabra “dolarización” frente al agotado programa económico de la derecha cambiemita, que no convocaba ni entusiasmaba siquiera a sus votantes.
Pero el hecho de que la palabra dolarización tenga un significado mágico y positivo para parte de sus electores es dramáticamente contrastante con el descalabro gigante, con desempleo masivo, mayor carestía de la vida y contracción imparable que generará en la realidad cualquier fallido intento en esa dirección.
Un aspecto del debate presidencial que no le interesa al gran público, pero que fue muy llamativo para quienes miramos con atención las propuestas económicas, fue el “rellenado” de los enormes baches de conocimiento e información del candidato libertario, con afirmaciones vagas e ideologizadas que no se corresponden con el mundo actual.
Nacieron dos mellizos diferentes
La decisión personal e inconsulta de Mauricio Macri de apoyar a Javier Milei provocó una situación de completo desconcierto en Juntos por el Cambio.
La desairada oposición interna, que no se animó a romper con el empresario, trató de diferenciarse mínimamente, estableciendo que su postura frente al ballotage será el voto en blanco. Seguramente no pueden ir más allá de eso, debido a esa especie de pacto de sangre anti-kirchnerista o anti-peronista que los caracteriza desde su fundación.
Pero lo cierto es que parecen haberse separado dos sensibilidades políticas que se mantuvieron ligadas en forma férrea contra “lo K”: el macrismo de negocios, inmoral e indiferente a las formas institucionales, ajeno a cualquier idea de nación y de soberanía, y los sectores más moderados, en cuya ecuación política, además del anti-kirchnerismo, figuran otros valores y preocupaciones que reflejan la problemática de sectores sociales más amplios y diversos.
Los acontecimientos han sido tan vertiginosos que muchos elementos sueltos luego de la explosión de Juntos por el Cambio no han decantado aún. Es lo que se observa en el amplio mundo radical: poquísimo apoyo a Milei, declaraciones mayoritarias por el voto en blanco (¿o se animarán a dar un paso coherente con su propio pensamiento básico político e institucional?), e incluso algunos valientes que abiertamente llaman a un voto consistentemente democrático.
El voto “propio” del mileísmo ha sido del 30% en las recientes dos elecciones. Lo que se agregue puede tener como origen el voto de la derecha de Cambiemos, además de nuevos votos totalmente aleatorios de último momento. Los restos derechistas de Juntos por el Cambio estarían haciendo una clara opción por una aventura reaccionaria de destino incierto. Mientras que el aventurerismo político de los ultras parece desatado y claro, la coherencia política de los moderados aún no ha madurado y cristalizado en una nueva orientación definida. Parece aún inhibida por los prejuicios ideológicos construidos en las batallas “anti-k” y por el cepo intelectual que supone tal definición.
Lo que no se desvanecerá en el aire
Si el resultado electoral fuera negativo para sus huestes, no se sabe qué perspectiva a mediano plazo tendrá La Libertad Avanza, que ya ha mostrado signos de desgranamiento dirigencial.
Pero según los académicos que estudian con rigurosidad y detenimiento el fenómeno, hay en una parte de los votantes de esa fuerza una identidad en ciernes, que no se evaporará rápidamente.
En la última semana algunos miembros de La Libertad Avanza protagonizaron hechos violentos contra personas que se manifestaban pacíficamente. Se recibieron también avisos de bombas en trenes, amenazas a diversas personalidades acompañadas por fotos de sus domicilios, además de la habitual violencia en las redes.
La Marcha por la Cultura que se realizó hace una semana, cuando 5.000 personas se movilizaron pacíficamente por la avenida Corrientes de la ciudad de Buenos Aires, se topó con un grupo de 200 libertarios que impidieron que esa multitud pudiera llegar al Obelisco. Empieza a haber una tensión anti-democrática evidente, que invita a activar con eficacia los mecanismos de defensa de la democracia.
No cabe duda de que hay gente violenta, con prácticas abiertamente fascistas, incrustada en LLA. No puede hablarse hasta ahora de una cuestión sistemática, pero debe tomarse en serio la cantidad de hechos violentos protagonizados por militantes de ese espacio en los últimos tiempos. Es observable una disposición a la violencia física y al amedrentamiento que los emparenta con los lúmpenes de Revolución Federal.
Recordemos que el amigo de uno de los implicados en el intento de asesinato a Cristina Kirchner se lamentó del fallido atentado, diciendo que si se hubiera logrado el asesinato “íbamos a pagar menos impuestos”. La banalidad de la declaración muestra un ideario tan bizarro como reaccionario. Matar a autoridades democráticas no estaría tan mal, si se logra pagarle menos plata al Estado…
Estamos en presencia de una posible síntesis ideológica fascista-neoliberal en ciernes, que podría estar simbolizada por las características de los integrantes de la propia fórmula presidencial. Síntesis que parece no tener problema alguno en confesar admiración por la ex Primer Ministra inglesa Margaret Thatcher, responsable del asesinato de cientos de jóvenes argentinos, por parte de un candidato a Presidente de la Argentina.
El patrioterismo antinacional caracterizó al Proceso de Reorganización Nacional, que “limpiaba la Patria de zurdos” mientras entregaba el patrimonio nacional al capital extranjero y desmantelaba nuestras capacidades productivas y culturales para poder ser un país soberano.
Inquietante parábola cuando se cumplen 40 años del retorno a la democracia.
Grandes cambios se avecinan
Cualquiera sea el resultado, nos encaminamos a una amplia reconfiguración política. Los alineamientos partidarios que llegaron hasta aquí se modificarán, y aparecerá un nuevo escenario con otros actores y otros desafíos.
Creemos que se vota entre un proyecto económico viable, que puede abrir oportunidades para el progreso nacional, frente a otro engendro fantasioso e inviable, llamado a producir daño y retroceso en el corto plazo.
En cualquier caso, si las fuerzas nacionales se reagrupan y organizan en torno a objetivos claros, hay futuro para el país.
Ya se analizarán las razones por las cuales desembocamos en una encrucijada así, pero ahora es fundamental que la sociedad elija a favor de la democracia, y contra el liberticidio.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí