El asesinato de Marielle Franco provocó un grito que se escuchó en todo Brasil
En medio de una marcha por las calles de la ciudad de Florianópolis, en agosto de 2017, Marielle Franco responde a las preguntas que le hacen al paso desde un colectivo del periodismo popular que cubre el encuentro internacional feminista “Mundos de Mulheres”. Su voz se recorta sobre el fondo de un grito ritmado (“Nem-uma-a menos!”), cuando se autopresenta frente a la cámara: “Soy Marielle, soy de Río, soy concejala del PSOL de Río de Janeiro, presidenta de la Comisión de la Mujer. Salimos un poco del parlamento, para fortalecer nuestra lucha, que es la lucha de las mujeres en la calle”. “Hoy es un día fundamental para gritar: ¡ningún derecho menos!”, y para “juzgar al golpista Temer”, porque las reformas que impulsa su gobierno “afectan directamente nuestra vida, la vida de las mujeres negras, la vida de las mujeres pobres, la vida de las mujeres lesbianas, la vida de nosotras, mujeres, que somos vulnerables con esta reforma laboral y con esta propuesta de reforma jubilatoria”. Contra el avasallamiento en curso, “es esta articulación, este mundo de mujeres el que tenemos que fortalecer. Para ocuparlo todo”… Y ante la enormidad de esa frase, Marielle abre su sonrisa inmensa.
“Hoy estoy como consejala –la escuchamos decir en otro video casero– pero soy de la Maré”. En esa gran favela de la zona norte de Río nació y vivió esta joven negra que, tras atravesar los muros clasistas y racistas que condenan a la gran mayoría de lxs moradorxs de las periferias a la supervivencia precaria, pudo formarse como socióloga, especializarse en administración pública, y dedicarse a la militancia política en el Partido Socialismo e Liberdade, sin abandonar el territorio que animó y justificó sus luchas. Para finalmente reencontrar ese destino que la violencia asesina del Brasil esclavista y patriarcal les reserva a tantas mujeres, homosexuales, pobres, negrxs, indígenas, gente sin tierra o sin techo, militantes sociales. Cada uno de los impactos de bala que Marielle recibió señala un rasgo suyo, como propio de muchas vidas que hoy peligran en Brasil: lesbiana y feminista, masacrada; negra fusilada; moradora de favela, ejecutada; militante de base y activista de izquierda en ejercicio de un cargo público por elección popular, asesinada a tiros.
Todas las vetas autoritarias y antidemocráticas del proceso que se inició con la destitución de Dilma Rousseff se exasperan y se condensan en la situación que hoy atraviesa Río de Janeiro. El evangelismo fundamentalista, retrógrado y homofóbico que accedió, con el golpe de Estado, a lugares estratégicos de decisión política en todos los poderes del Estado nacional, tiene un representante privilegiado en el intendente de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, pastor de la Iglesia Universal (autor de un libro donde califica a la homosexualidad como una “conducta maligna” y un “mal terrible”, y a las religiones de matriz africana como demoníacas; males persistentes en un mundo que exige dar una batalla en nombre de la fe, donde no hay término medio: “quien está con Dios, lucha contra el diablo y sus demonios”). La polarizada elección de 2016 puso frente a frente, en el balotaje, al pastor y al candidato del PSOL, Marcelo Freixo. Y si de allí resultó la consagración de Crivela como intendente, proviene de ese mismo octubre la de Marielle como concejala. Y también la elección de algunos otros “ángeles” o “demonios”, según la perspectiva desde la que se lo mire: varios concejales de izquierda y anti-golpistas, en medio de un mar de votos para la derecha, con Carlos Bolsonaro (hijo del ultraderechista Jair Bolsonaro, hoy en el segundo lugar de las intenciones de voto para las elecciones nacionales de 2018) como el concejal más votado por los cariocas.
Pues bien, Marielle reconocía este contexto político adverso al señalar que “si en 1975 las mujeres reunidas luchaban contra la dictadura militar, ahora enfrentamos a un gobierno ilegítimo y a los golpes cotidianos que promueve contra nuestros derechos y libertades; en un escenario de graves retrocesos y de acción articulada de las fuerzas religiosas en el Congreso Federal”. Pero no cedía ni se acobardaba, como lo demuestra su permanente denuncia de la violencia de la policía militar en los morros; violencia que conocía bien como habitante de la Maré (“ese lugar donde ya vivenciamos desde 2014 los tanques del ejército, de la policía militar, en la entrada del predio”– dice en un video donde reivindica las experiencias de lucha por el “derecho a la seguridad pública para los moradores de las favelas”). Sin embargo, la intervención militar de Río de Janeiro decretada por Temer el último 17 de febrero modificó una vez más el escenario, aunque en el mismo sentido instaurado por el golpe, el de una intensificación y generalización de la violencia contra las clases populares y todos aquellos sectores que, por su mera existencia, contestan la orientación económicamente regresiva, socialmente excluyente y culturalmente conservadora que asume la restauración ultra-neoliberal.
Esta vez las palabras de Marielle, amparadas institucionalmente por su nombramiento como relatora de la comisión creada por la cámara municipal para supervisar la intervención militar, resultaron directamente lesivas para el nuevo orden represivo. El 10 de marzo twitteó: “Debemos gritar para que todos sepan lo que está sucediendo en Acari en este momento. El 41º Batallón de la Policía Militar de Río de Janeiro está aterrorizando y violentando a los moradores de Acari. Esta semana, dos jóvenes fueron asesinados y arrojados en una cloaca. Hoy la policía recorrió las calles amenazando a los vecinos. Sucede desde siempre, pero con la intervención empeoró”. “Al 41º Batallón de la PM se lo conoce como Batallón de la muerte. ¡BASTA de maltratar a la población! ¡BASTA de matar a nuestros jóvenes!”. Y el 14 de marzo, la tremenda conmoción: Marielle fue acribillada a balazos. Pero el asesinato, contra la expresa voluntad de silenciamiento que el acto asesino representa, provocó un poderoso grito colectivo que se escuchó en todo Brasil, y más allá de sus fronteras. Las palabras de la hija de la Maré recorre los surcos abiertos por la marea feminista que el 8 de marzo sacudió el mundo. En portugués, eso se dice así: “Mulheres! Vai ter luta!”.
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