La política argentina parece dirigida por Alfred Hitchcock. En los últimos días, oscila entre el Vértigo y la Psicosis, que son los títulos de dos de las películas más conocidas del genio inglés del suspenso.
La música fue un elemento esencial de su arte. Y durante quince años fue inseparable de Bernard Herrmann, quien sin embargo tuvo un antes y después de Hitch no menos brillante. Suya fue la música del célebre programa de radio de Orson Welles, que hizo creer a millones de personas que se había producido una invasión extraterrestre, y nada menos que la de El Ciudadano.
Una historia semejante a de La guerra de los mundos fue el tema de El día que paralizaron la Tierra, del nunca suficientemente valorado Robert Wise, que fue una de las películas favoritas de mi infancia. Revisitada en la edad madura, impresiona no sólo su calidad narrativa sino el mensaje pacifista, a contramano de la histeria macartista de la guerra fría.
Luego de su ruptura con Hitchcock, quien le rechazó una partitura, Herrmann compuso la música de Fahrenheit 451, de Francois Truffaut. Y también la de Taxi Driver de Martin Scorsese. Terminó de componerla, se fue a dormir y no volvió a despertarse.
Para esta semana argentina, elegí la banda sonora de dos de las películas de Herrmann con Hitchcock, precisamente Vértigo y Psicosis.
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