Del oro al barro

Deepseek y la pugna tecnológica que mantiene Estados Unidos con China

 

En tan solo diez días de gobierno, el Presidente Donald Trump ha logrado inquietar a la mayoría de los gobiernos latinoamericanos —inclusive a aliados infalibles, como el de Panamá—, a los europeos, a Japón y a Corea del Sur, entre otros, como resultado de sus matonescas políticas de aplicación de aranceles y sus imperiales ambiciones de expansión territorial. Hechos como la caída de la economía estadounidense del 3,1% en el tercer trimestre al 2,3% en el cuarto trimestre de 2024; el choque del avión de American Airlines con un helicóptero del ejército estadounidense —por el que culpabilizó a Joe Biden y a Barack Obama al sugerir que sus políticas de diversidad, equidad e inclusión podrían haber relajado las normas de aviación— han hecho que el inicio de la supuesta edad de oro anunciada por Trump en su discurso inaugural se haya cubierto de barro.  

Sin embargo, el golpe más duro en su corto mandato lo propinó la aparición de un aplicativo de inteligencia artificial cognitiva Deepseek-R1, producida por una pequeña empresa china, que llegó a ser el más utilizado en Estados Unidos. Ello originó una abrupta caída de las acciones de las empresas del sector, en particular de Nvidia, y de algunas del sector energético, dados los altos niveles de consumo de energía y agua de los centros de almacenamiento de datos. 

 

 

La pugna tecnológica

La tecnología se ha convertido en el epicentro de la rivalidad entre Estados Unidos y China, lo que explica el creciente dominio e influencia de las grandes empresas tecnológicas en la geopolítica global. Como señala el jurista Damián Tuset Varela, las grandes corporaciones tecnológicas estadounidenses (Google, Meta, Amazon, Apple y Tesla), conocidas como las Big Tech, no sólo acumulan riqueza, sino que concentran datos, moldean narrativas y reescriben las reglas del sistema internacional. Por eso, el gobierno estadounidense apuesta a frenar el desarrollo tecnológico de las empresas chinas con el argumento de que estas realizan espionaje para el Partido Comunista de ese país.

Ello explica el veto a la empresa china TikTok en Estados Unidos, los esfuerzos por evitar la presencia de Huawei (también china) en la instalación de la tecnología 5G en todo el mundo y las sanciones para impedir que las empresas tecnológicas chinas adquieran chips y maquinaria para producirlos. El hilo argumental de la seguridad de los datos y el espionaje del gobierno chino será probablemente utilizado para prohibir el uso de Deepseek R1. De hecho, la Presidenta italiana, Georgia Meloni, bloqueó el jueves el uso de la aplicación. El Congreso de Estados Unidos ha prohibido su utilización a sus empleados y Taiwán a sus agencias gubernamentales. 

Para enfrentar la competencia tecnológica con China, Estados Unidos ha utilizado en los últimos años medidas proteccionistas como la imposición de aranceles, la prohibición de suministros de insumos a empresas tecnológicas de ese país, alianzas con otros países para instrumentar estas prácticas, y políticas de subsidios para desarrollar esa industria.

Estas medidas se han adoptado bajo el paraguas de la seguridad nacional. El documento de Seguridad Estratégica de 2017 advertía que China quería moldear un mundo contrario a los valores e intereses estadounidenses y que, en un futuro previsible, podría ponerse al día con Estados Unidos, inclusive en el campo de la tecnología de defensa. El desarrollo de iniciativas tecnológicas masivas como las contenidas en el plan Made in China 2025, un ambicioso proyecto conducido por el Partido Comunista de China que aspira a convertir al país en un hub de producción para productos de alta tecnología como la robótica, la inteligencia artificial, la computación cuántica, misiles de crucero hipersónicos, big data, entre otros, encendió alarmas en el gobierno estadounidense. 

 

 

La primera Administración de Trump (2017-2021)

Donald Trump se propuso frenar el crecimiento tecnológico de China, en particular de la empresa Huawei Corporation Ltd., que entonces tenía el dominio de la tecnología de instalación de redes de quinta generación 5G a nivel internacional, sector en el que Estados Unidos se ubicaba detrás de China.

En un discurso pronunciado en la Casa Blanca en abril de 2019, Trump señaló que la carrera al 5G tenía que ganarla Estados Unidos y explicó: “Les hemos dado el incentivo que necesitan y no podemos permitir que ningún otro país supere a Estados Unidos en esta poderosa industria del futuro”. Un mes después, la empresa china Huawei Technologies Co. y 68 subsidiarias fueron incluidas en la lista de empresas vetadas para importar bienes estadounidenses (Entity List) por representar una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. En agosto, se añadieron 46 empresas más a la lista.  En ese mismo año se emitió una orden ejecutiva que prohibía la contratación de proveedores extranjeros a empresas con sede en Estados Unidos. La medida, aunque no lo menciona expresamente, estaba dirigida a Huawei. 

Paralelamente, el gobierno norteamericano presionó a otros gobiernos para que no contrataran la tecnología 5G de Huawei. A los países miembros del pacto de inteligencia Five Eyes Club, conformado por Australia, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos, los amenazó con suspender el intercambio de información si la contrataban. En la Conferencia de Seguridad de Munich de febrero de 2020, el entonces secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo (antes director de la CIA) instó a sus pares europeos a no usar la tecnología de Huawei por el peligro que representaba el espionaje del Partido Comunista Chino. 

En diciembre de 2020, el Departamento de Comercio agregó a la Corporación Internacional de Fabricación de Semiconductores (SMIC) de China a la Entity List para evitar que adquiriera tecnología estadounidense de punta, como semiconductores en nodos de tecnología avanzada (menos de diez nanómetros). 

 

 

La Administración Biden (2021-2025)

En agosto de 2021, el ex Presidente Biden promulgó la Ley bipartidista de creación de incentivos para la producción de semiconductores (CHIPS) y de Ciencias, con el fin de contrarrestar a China y asegurar el liderazgo de Estados Unidos como expresamente se menciona en los objetivos de la ley. Esta prevé inversiones históricas y subsidios a nuevas tecnologías —desde la inteligencia artificial hasta la biotecnología y la informática— fundamentales, según manifiestan, tanto para su futura “competitividad económica” como para su “seguridad nacional”.

Al igual que durante el primer gobierno de Trump, el de Biden convenció a sus aliados para que se sumaran a las sanciones contra las tecnológicas chinas y logró acuerdos con Japón y los Países Bajos, a través de sus empresas Nikon Corporation y ASML Holdings, para prohibir la venta a China no solo de los chips más modernos, sino también de los más grandes y antiguos, empleados principalmente en el sector automotor e industrial. Asimismo, conformó una Chip 4 Alliance con potencias asiáticas productoras de semiconductores (Corea del Sur, Japón y Taiwán) para dejar desprovista de estos insumos a la industria de chips de China. 

En octubre de 2022 se aprobó una ley que requería licencia previa para usar tecnología estadounidense destinada a fabricar, en China, semiconductores de nodo avanzado, equipos para su fabricación, capacidades informáticas avanzadas y supercomputadoras. En diciembre de 2022, la Administración amplió esas restricciones a otras 36 instituciones y fabricantes chinos de chips. China inició una demanda ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) señalando que, bajo el concepto de seguridad nacional, Estados Unidos estaba obstaculizando el comercio internacional de chips y otros productos. Sin embargo, la OMC no se pronunció, pues el gobierno estadounidense no permitiría que ningún organismo definiera lo que para ellos constituye la seguridad nacional. Ante esas circunstancias, China anunció un paquete de apoyo de más de 143.000 millones de dólares para su industria de semiconductores, en forma de incentivos fiscales asignados a lo largo de cinco años y subvenciones a la producción y la investigación.

 

 

La paja en el ojo ajeno

El temor manifiesto del gobierno estadounidense a las tecnologías chinas como fuente de espionaje se basa en sus propias prácticas. En junio de 2013, Edward Snowden, ex empleado de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), filtró documentación que reveló cómo la NSA y otras agencias de espionaje estadounidenses, así como del Reino Unido, habían pirateado datos de las principales empresas de tecnología de Estados Unidos como Google y Yahoo. Snowden informó sobre el enorme aparato de espionaje estadounidense que intervenía comunicaciones y recolectaba datos de personas de todo el mundo, desde simples publicaciones en redes sociales hasta llamadas de la canciller alemana Angela Merkel. 

Otro ejemplo de intromisión de estas empresas de Big Data fue el escándalo de la empresa Cambridge Analytica, creada en 2013 para participar en la política estadounidense. Diversas fuentes señalan que las Big Tech pueden influir en el comportamiento político de las masas, para lo cual se utilizan datos de millones de perfiles de Facebook para crear campañas personalizadas, basadas en perfiles psicológicos de los usuarios. Estas influyeron en elecciones clave, como la presidencial de Estados Unidos en 2016 y el Brexit en el Reino Unido en 2019. Cabe señalar que el ex estratega de Trump, Steve Bannon, había sido vicepresidente de Cambridge Analytica.

En una entrevista publicada en el diario El País, Christopher Wylie, uno de los fundadores de dicha empresa, advirtió sobre la necesidad de que la gente y los legisladores se actualicen con la tecnología para comprender el significado de compañías como Facebook y otras, que ganan dinero con los datos personales. Agregó que estas tienen impactos tangibles por constituir una NSA privatizada. 

 

 

Con la frente marchita

La política estadounidense para frenar el desarrollo tecnológico chino ha sido un rotundo fracaso.  A pesar de las trabas impuestas, o quizás precisamente por ello, el aplicativo de inteligencia artificial Deepseek-R1 ha sido calificado por los expertos como un producto estrella realizado con inversiones significativamente reducidas, empleo de una fracción de los chips informáticos especializados de los que dependen las principales empresas de inteligencia artificial, menor consumo de energía y, lo más importante, desarrollado con un software abierto con código fuente que cualquiera puede inspeccionar, modificar y mejorar. 

La aparición de Deepseek-R1 determinará una revalorización a la baja en las cotizaciones de las grandes empresas de inteligencia artificial, en particular de Nvidia, lo que afectará a Silicon Valley. Los inversionistas en acciones de estas empresas tecnológicas de inteligencia artificial no la vieron venir.  Probablemente aparezcan empresas más pequeñas que imprimirán más competencia para las gigantes de Silicon Valley.

La aparición de Deepseek-R1 también ha afectado al megalómano Presidente Trump. Apenas había pasado una semana del anuncio con bombos y platillos del proyecto Stargate, una joint venture entre OpenAI, Oracle, SoftBank y MGX que implicaría 500.000 millones de dólares en inversión para el despliegue de una red de centros de datos en todo el país en cuatro años.

En la noche del lunes negro, un mustio Presidente dijo que el modelo chino de inteligencia artificial de bajo costo Deepseek-R1 constituye una “llamada de atención” para sus industrias, por lo que deberán centrarse “en competir para ganar”. Pero el triunfo no es seguro. Ese mismo día, Elon Musk publicó en X que el proyecto Stargate no disponía de financiación para alcanzar los niveles de inversión prometidos y que sabía que SoftBank tiene asegurados menos de 10.000 millones de dólares. 

Inevitable recordar los rimbombantes créditos para infraestructura que tanto Donald Trump, con su Iniciativa América Crece de 2019, como el ex Presidente Biden, con su Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, de 2022, ofrecieron a nuestra región. Estos fueron condicionados a que no se permitiera la participación de la china Huawei en licitaciones para la contratación de tecnología 5G, o de otras empresas constructoras de puertos en aguas profundas, considerados estratégicos, entre otros parámetros. Dichos programas carecían de recursos, por lo que ambos se extinguieron. Es probable que en la edad de oro que Trump dice haber iniciado, presente alguna iniciativa para la región, por lo que habrá que estar atentos a las condicionalidades y si cuenta con fondos.

 

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