Del discurso a la realidad
Las conclusiones del T20 contradicen las políticas concretas del macrismo
El presidente Mauricio Macri orienta su política exterior con los mismos procedimientos utilizados para ocultar y tergiversar la realidad socioeconómica de la Argentina. En las diversas reuniones preparatorias de la cumbre de jefes de Estado del G20, a desarrollarse en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de este año, el gobierno de Cambiemos ha optado por apelar a las mismas cortinas de humo y efectos de tergiversación con que acostumbra desvirtuar la crítica situación local.
El martes 18 concluyó en el Centro Cultural Kirchner (CCK) uno de los encuentros preparatorios de la Cumbre de jefes de estado del G20, el capítulo vinculado con los denominados Think Tanks (denominado T20), cuya coordinación, por parte de los organismos de la sociedad civil, estuvo a cargo de dos instituciones argentinas íntimamente relacionadas con el macrismo: el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), liderado por un ex ministro de la primera Alianza, y el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), que ha provisto de varios cuadros gubernamentales al Poder Ejecutivo.
En el cierre de la actividad, Macri resaltó la necesidad de “construir consensos” en el mismo lapso temporal en el que se desplegaban diferentes dispositivos represivos y la más sistemática persecución de opositores políticos desde la finalización de la dictadura en 1983. En otra de sus aseveraciones, frente a centenas de integrantes de fundaciones y centros de estudios de todo el mundo, no tuvo empacho en afirmar que el objetivo central del G20 debiera “poner las necesidades de la gente en el primer plano”, en la semana que el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC) anunciaba el índice más alto de desocupación en los últimos 12 años, que alcanzó al 9,6% de la población económicamente activa.
En una reiteración de la escena de los globos, abandonada a nivel doméstico en los últimos meses, Macri intentó relatar a los contertulios del T20 una realidad ilusoria, para ocultar la inflación en ascenso, la inexistencia de la promocionada lluvia de inversiones y la situación social crítica. El Presidente volvió a hacer uso del vaciamiento del lenguaje recurriendo a la utilización del lenguaje de los telepastores evangélicos, con frases genéricas al uso. Un detenido análisis de las propuestas elaboradas por los Think Tanks, sin embargo, aparece en las antípodas del programa de gobierno de Cambiemos, hecho que motivó debates en las comisiones acerca de qué buscó significar el Presidente cuando se refirió al “apoyo del G20 en todos los temas” (sic). Uno de esos temas, quizás el más abordado, que generó rispideces respecto a su utilización por parte del gobierno argentino, se vinculó con la manipulación de la opinión pública por parte de los medios de comunicación y las redes sociales, específicamente vinculados a los ejércitos de trolls administrados y financiados desde la jefatura de gabinete de ministros de la Nación. El escándalo internacional vinculado a Cambridge Analytica (CA) y la utilización de datos privados provistos por Facebook por parte de la Alianza Cambiemos (confesados por el CEO de CA ante la Cámara de los Comunes en abril último) fue otro de los incómodos momentos que los funcionarios de CARI y CIPPEC tuvieron que sortear ante las inquisitivas preguntas de las delegaciones extranjeras.
En su cierre el Presidente subrayó que “el pasado ya demostró que cuando hay cooperación y hay diálogo, hay oportunidad. (…) Es clave que enviemos un mensaje contundente de que todos somos capaces de construir consensos”. Mientras Macri pronunciaba su diplomático y edulcorado discurso, los asistentes de las distintas ONGs vinculadas a las temáticas migratorias eran informadas –en el mismo momento de la presentación de las recomendaciones finales— de una feroz represión por parte de la policía de la Ciudad de Buenos Aires, con la utilización de balas de goma y gas pimienta, a vendedores ambulantes senegaleses. Dicha situación motivó la detención de los vendedores ambulantes africanos y la de los dirigentes sociales que se solidarizaron con ellos, Juan Grabois, Jaquelina Flores y Rafael Klejzer. Mientras se daba por cerrado el evento T20, diferentes instituciones dedicadas a las temáticas migratorias solicitaron información oficial a los organizadores sobre las acciones represivas, argumentando la flagrante contradicción con lo estipulado en la propuesta número 20 del documento. En esa síntesis de los diferentes aportes se advierte la necesidad de “ejercer colectivamente presión diplomática sobre los países y los gobiernos” que maltratan a migrantes.
La casi totalidad de las propuestas incluidas en el informe compilado por CIPPEC y CARI son opuestas a los usos y costumbres gubernamentales del macrismo. El documento cuenta con veinte sugerencias de políticas públicas antagónicas a las desarrolladas por la Alianza gobernante. [1] Por ejemplo:
- priorizar la igualdad de oportunidades para una educación de calidad (contrapuesta al persistente desfinanciamiento educativo instaurado por Cambiemos);
- la seguridad alimentaria (en peligro actual por crecimiento de la pobreza y la indigencia);
- cooperación internacional para revitalizar el sistema multilateral de comercio (contradicha por las negociaciones bilaterales promovidas por la cancillería argentina en relación los Estados Unidos, ajena a las agendas de integración regional);
- transparencia (impugnada por constantes conflictos de intereses corporativos de los CEOs en sus vínculos con el Estado);
- estabilidad financiera (cuestionada por la especulación diversificada de bonos soberanos que sumaron 156.000 millones de dólares en 1000 días de gobierno).
La risa incomprensible
El T20 es uno de los encuentros globales encargados de prologar la cumbre del 30 de noviembre donde se enfrentarán dos tipos de gobernanza internacional, ambos funcionales a las necesidades de los países centrales, cuyos efectos aparecen como devastadores para las economías emergentes: por un lado el modelo neoliberal, del que Macri es participe e impulsor, que exige el cumplimiento de metas fiscales basadas en la austeridad, la limitación de políticas proteccionistas, el clima favorable hacia las inversiones extranjeras (subsidiando su relocalización), y la promoción mezquina del endeudamiento soberano. Todas políticas orientadas a garantizar, prioritariamente, la rentabilidad de las corporaciones trasnacionales –y sus instituciones legitimadoras como el FMI, la OMC y el Banco Mundial— necesitadas de maximizar las cadenas de valor.
Esta globalización comunicada como panacea por Macri desde los albores de su gobierno en 2015, es defendida acríticamente por los dirigentes más conspicuos de la derecha latinoamericana, quienes no suelen poner tanto énfasis a la hora de cuestionar las prácticas de los países centrales: durante la presidencia de Barack Obama se aprobó la normativa Buy American, que exigía el uso de hierro y acero producido al interior de Estados Unidos en la totalidad de los productos manufacturados y proyectos de infraestructura financiados con los recursos de las agencias gubernamentales de ese país. La consigna de Donald Trump America First no es más que la continuidad de esa política, que cuenta con la misma impronta proteccionista que también defiende a los farmers de las exportaciones agrícolas de países emergentes. Esas políticas se aceleraron debido al gigantesco déficit comercial que soporta la economía de Washington, ahora en abierta guerra comercial contra China, la Comunidad Económica Europea y Canadá.
La realidad es que la retórica fantasiosa del Presidente argentino, que reivindica una multilateralidad pastoril, se choca con un mundo donde los aranceles continúan multiplicándose al tiempo que se despliegan variados mecanismos explícitos e implícitos para impedir que los países emergentes, entre ellos los latinoamericanos, logren acceder a niveles tecnológicos imprescindibles para compartir los beneficios de la gobernanza global. Esa es la razón por la que no ha sido posible llegar a un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, pese a los reiterados anuncios del macrismo, dado que la UE defiende el trabajo de sus eslabones productivos rurales, motivación claramente incomprendida por parte de los dirigentes neoliberales locales.
El G20 nació en la ciudad de Colonia, Alemania, el 18 de junio de 1999, en el marco de la cumbre de los países agrupados en el entonces G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido). El Grupo de los 20 sumó a Brasil, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Canadá, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía. La primera cumbre del G20 tuvo su debut en noviembre de 2008. Fue dos años después de la quiebra de Lehman Brothers, cuando la economía global y el comercio internacional registraban la caída más abrupta desde la depresión de 1929, producto de los mismos y repetidos esquemas especulativos financiados por endeudamientos imprudentes. La incorporación de Argentina al club de G20, desde la última etapa del menemismo, exigió la apertura económica indiscriminada, con la consiguiente destrucción del mercado interno, sobre todo de las economías regionales y de las Pymes, ambos sectores responsables de la más extendida contratación de fuerza de trabajo. El resultado, anticipado por todas las doctrinas económicas críticas, fue la profundización de los desequilibrios macroeconómicos, la desocupación en alza y el consiguiente endeudamiento reiterado por el actual deja-vu macrista.
[1]. https://t20argentina.org/wp-content/uploads/2018/09/Communiqu%C3%A9-T20-Argentina.pdf
- La foto principal muestra a un sonriente Macri soportando el informe final del T20 junto al ex canciller de Fernando de la Rúa, Adalberto Rodríguez Giavarini.
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