DEFINICIÓN DE SEPTIEMBRE

Para construir una salida a la crisis macrista: organización, militancia y movilización

I.

El FMI ratifica el rumbo y el macrismo despliega sus banderas: sumisión política, dependencia económica e injusticia social. Si bien la historia nunca se repite idéntica, la Argentina vivió en los últimos meses la experiencia de un ominoso dèja vu. La crisis económica producida por el gobierno, cuyos dramáticos efectos sociales se evidencian por doquier, es acompañada por una cesión deliberada de las facultades políticas soberanas. La imagen del ministro de economía Dujovne, en el momento más crítico de la situación, tomando un vuelo a Washington para ir a recibir las órdenes del FMI, junto con la más reciente, de un asesor de Donald Trump sugiriendo la necesidad de la dolarización de la economía argentina, patentizan el nuevo escenario. La enorme deuda externa contraída en los últimos dos años suministra la clave de comprensión de este ciclo, que empezó con el ruinoso pago a los fondos buitres.

La concesión de las instancias decisorias de la política y la economía se complementa con la entrega de bienes comunes de la tierra para la explotación transnacional puesta al servicio de la fuga de divisas. Así, la pérdida de soberanía territorial es el reverso del carácter salvífico con el que se promociona Vaca Muerta, tanto como la presencia conjunta de contratistas, empresarios y militares estadounidenses es el reverso de la criminalización del pueblo mapuche y de todos los que reclaman derechos ya reconocidos en nuestra Constitución. Finalmente, la desarticulación de las principales áreas del Estado completa el cuadro general. Imposible exagerar la dimensión material y simbólica de la medida: mientras que la salud pública, el desarrollo cultural y científico y las políticas de trabajo son bastardeados y degradados a secretarías, los ministerios de defensa y de seguridad se consolidan y fortalecen con la asignación de nuevas partidas presupuestarias. Una vez más, lo que se pone de manifiesto es una retracción y reorientación del Estado a la función autoritaria que le asigna la élite dirigente: orden y represión.

 

II.

Las condiciones materiales de vida de la sociedad empeoraron vertiginosamente las últimas semanas, al mismo ritmo que la represión se legitima cada vez más con un discurso psicopático y persecutorio. La megadevaluación dejó sin precios a la economía por varios días y algunos productos de la canasta básica quedaron fuera del alcance popular, al tiempo que el gobierno no deja de anunciar constantes incrementos tarifarios en luz, gas, agua, nafta y transporte.

No conforme con ello, y a falta de pan, techo y trabajo, el Ejecutivo derrama irresponsabilidad y multiplica el terror. El ajuste neoliberal extremo que está sufriendo la población, en su dimensión social, se parece a todos los ajustes neoliberales, y especialmente a los que tuvieron lugar en este país. Lo novedoso es el desquicio que el macrismo le aporta al padecimiento general. Hasta hace un tiempo se podía decir que el gobierno mentía e invisibilizaba los problemas. El estallido económico terminó con este ocultamiento, pero no hizo emerger la verdad sino el delirio: el gobierno no se hace cargo de su propia crisis. Esta estructura de desresponsabilización no solo es cuestionable sino expresión de una irresponsabilidad mayor, la de sumir al pueblo en la miseria y despertar la violencia entre ciudadanos. Su correlato es la culpabilización del otro: los opositores, los docentes, los mapuches, los piqueteros, los médicos, la política kirchnerista, los estudiantes universitarios, las feministas, las tormentas. Su discurso público consiste en la acusación. El sufrimiento del pueblo le parece imperceptible o irrelevante pero, además, necesario. No hay ni puede haber empatía. El ministro de economía, por caso, se vio en la obligación de aclarar que no eran un grupo de sádicos experimentando con la gente. Las violentas arengas de Bullrich, Carrió, Clarín, los trolls rentados y los voceros televisivos del gobierno sólo pueden buscar el terror y la parálisis popular.

Es preciso advertir entonces que el descrédito mediático de espacios deliberativos como las asambleas universitarias, el levantamiento de actas policiales a docentes –a cien años de la Reforma Universitaria de 1918, que sentó las bases de una universidad pública que se destaca en América Latina por su imaginería democrática, científica y orientada a la sociedad– y el gravísimo caso de secuestro y tortura a una maestra por la organización de ollas populares en una escuela de Moreno, no constituyen casos aislados. Muestran una metodología de amedrentamiento contra cualquier forma de expresión contestataria. Tampoco lo son las avanzadas en la discursividad pública contra la legislación vigente en términos de salud sexual y reproductiva y la ESI. Asimismo, el asesinato de Ismael, un chico de 11 años baleado en Chaco en el contexto de una protesta porque a los miembros de la comunidad les negaban el uso de la tarjeta alimentaria, hace evidente el desborde de la crisis y los modos en que la violencia de los sectores gobernantes termina exaltando el fascismo social. La reciente detención del referente de la CTEP Juan Grabois, y de otros dirigentes sociales junto a un grupo de vendedores ambulantes senegaleses en CABA, es otra muestra de la decisión de estigmatizar, judicializar y encarcelar a toda persona o colectivo social que no se doblegue al imperativo del poder financiero que se quiere imponer con rigorismo a toda la población: obra de modo tal que tu vida y la de las generaciones que te sucederán se consuma en asumir nuevas deudas para pagar deudas que jamás contrajiste.

En esta escalada represiva y persecutoria, los allanamientos, citaciones, procesamientos y el hostigamiento sistemático a Cristina Kirchner –principal referente de la oposición– señalan un derrotero que franquea todo límite jurídico. Junto a un sector amplio del Poder Judicial y de los medios concentrados, la Alianza Cambiemos trabaja casi sin velos para encarcelar y proscribir a la ex Presidenta. Un ataque así significaría el golpe final contra el Estado de Derecho y desencadenaría el fascismo social que, de manera amenazante, ya vemos en Brasil representado en la figura de Jair Bolsonaro.

 

III.

A pesar de las penurias y las provocaciones, aquí y allá los sectores afectados por la crisis se organizan para defender sus derechos y se oponen democráticamente al macrismo. Hay que decir que son las distintas formas de organización y militancia política, social, sindical, estudiantil, feminista las que aportan cordura y sensatez, las que sostienen el lazo social. Ante un gobierno que cierra el Ministerio de Trabajo en medio de una crisis de empleo, el de Ciencia y Tecnología ante la ingente necesidad de innovación científica, y el de Salud, cuando los hospitales públicos desbordan cotidianamente, pareciera que lo único sensato es ser opositor. Mejor aún, habría que decir que todo lo opositor es racional y todo lo racional es opositor. Por cierto, no hay que guiarse con el lenguaje orwelliano del macrismo, que denomina “opositor racional” a los dirigentes que no se le oponen y aun consienten sus bestialidades. Lo único racional hoy es impedir la devastación y crear, a la vez, las nuevas condiciones para un porvenir más justo.

Contra un Gobierno que no cesa de romper vínculos básicos de la convivencia social, hemos parado y movilizado el 24 de septiembre con las dos CTA y las organizaciones sociales y adherido al paro general decretado por la CGT el día 25. Esa fue la oportunidad de mostrar el poder social luego de los múltiples ataques del poder financiero. La política macrista deshumaniza y carece de legitimidad moral. La verdadera fuerza moral está en las múltiples formas de resistencia, invención, organización y movilización popular.

 

 

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