Se inició el gobierno de Alberto Fernández. Recibe una Argentina devastada y en default.
Los análisis políticos declaran preocupación por las designaciones de las autoridades de las Cámaras y de los bloques parlamentarios o por algunos gestos en las relaciones personales. Maximizan ciertos detalles para intentar configurar un escenario de peronismo dividido.
Como antes de las PASO y de las generales, se busca en hechos anecdóticos supuestos ejemplos de una confrontación entre CFK y AF. Antes de esas elecciones, desde el Cohete decíamos que era suponer que el Peronismo era tan imbécil que se pegaría un tiro en los pies antes de empezar a caminar.
El Peronismo, aun con Perón, como todo movimiento popular, siempre fue un conjunto dinámico de actores sociales, aspirando, aun más, a ser una alianza de clases. A veces lo logró, otras no. Pretender que en ese colectivo no haya tensiones es negar la realidad. Pero suponer que esas tensiones necesariamente configuran una debilidad es no entender la dinámica de la acción política de un partido, de un movimiento o de una sociedad.
Si el Frente de Todos no es analizado como un frente, las conclusiones a las que se arribe serán equivocadas.
La unificación de los bloques en las cámaras de diputados y senadores no puede ser vista como signo de división. No parece anormal que el oficialismo inicie la gestión con bloques unificados y, aun, de mayorías parlamentarias.
La crítica entonces estaría motivada en que los bloques parlamentarios serán conducidos y las mesas están conformadas por representantes de los grupos mayoritarios, que en el caso son los más cercanos a CFK. ¿Desde cuándo la lógica republicana prescribe que conduce la minoría?
Que haya algunos datos curiosos en el reparto de los cargos en las cámaras no afecta lo relevante: la conformación de una mayoría sólida en el Congreso es un activo para el gobierno que se inicia, y no un demérito.
Si esto es lo que ocurre en el Congreso, en la administración tampoco hay nada de qué alarmarse. El gabinete es claramente obra del Presidente. Que haya participación de funcionarios identificados con CFK en sectores relevantes no es extraño: las elecciones las ganó un Frente. En cualquier caso, es indiscutible que los cargos decisivos son de personas de confianza de Alberto Fernández. Veremos de todos modos cuando se conformen las segundas y terceras líneas.
Que el gobierno es un frente también quedó expresado en el estrado de asunción. Otro gesto. Estaban Alberto Fernández, CFK y Massa. El cuarto integrante, la senadora Ledesma Abdala, presidenta provisional del Senado, por tradición no necesariamente debía estar allí. Tal vez expresó al cuarto integrante del Frente: los gobernadores.
Los analistas de derecha se escandalizan por cómo quedaron integradas las autoridades de los bloques en el Congreso. Como si fuera un contrapoder al Ejecutivo. Ello supondría intereses o proyectos contrapuestos. Es irónico, porque son los mismos que cuando las autoridades del Congreso surgen de la mera voluntad del Presidente se angustian por los peligros del hiperpresidencialismo y califican al Parlamento de una escribanía, sacralizando las prácticas constitucionales inglesas que Montesquieu describió con talento único en el siglo XVII, aun cuando en Inglaterra ya habían sido reemplazadas por el gobierno de gabinete; prácticas que correspondían a una sociedad post feudal y que dieron origen a una doctrina que tiene vigencia pero que merece una reflexión diferente. Siguiendo la ironía, si en el Congreso la mayoría es el Grupo A conducido por Bullrich y Carrió con el objeto de desestabilizar al Ejecutivo es República. Si es parte de la misma alianza que ganó las elecciones es una prueba de que el Presidente no tendrá poder.
La resignificación de actos de dudosa relevancia como el lugar de una reunión son magnificados. La situación de la Argentina es demasiado grave como para que podamos darnos el lujo de creer que lo relevante es el papel deslucido asignado a Macri en el traspaso de mando o el modo en que CFK lo saludó. Los actos simbólicos son relevantes, pero no explican todo. ¿Alguien recuerda que alguna vez Yrigoyen no concurrió a la apertura de las sesiones del Congreso y envió el discurso por escrito, el que ni era leído en el recinto? Era un gesto político. No transformaba a al radicalismo ni a su líder en autoritarios que despreciaran las formas republicanas.
Los verdaderos desafíos
Los desafíos del gobierno son el hambre y la indigencia; el salario y la inflación; el termómetro del dólar. Todo eso, a mediano plazo, depende de cómo se negocie la deuda. Ahí se juega la suerte de la sociedad y del gobierno. Lo demás son condimentos de la gestión y partes relevantes una vez sorteada esa emergencia. A largo plazo, la sustitución de importaciones. Y, mientras tanto, que las fuerzas de seguridad sean parte de las políticas del Estado y no un problema.
Los grupos de poder que pueden ser opositores de hecho a este gobierno son los sectores ganadores del modelo Macri. La patria financiera ya fugó. Ahora tiene los bonos, y necesitan una solución racional para sus balances. El sector de la energía en sus diversas etapas como la generación y distribución gozaron de demasiados beneficios, parece ser una trinchera donde acumularon los amigos, socios y vinculados a Macri gracias a los precios regulados por el Estado, y hoy tienen por esperanza a HRL. ¿Cómo jugarán? ¿Callados sabiendo que no es su momento, o presionando para seguir con los privilegios? Kicillof dio una señal en su discurso al asumir: no al aumento de tarifas.
Lo mismo puede decirse de los bancos y de los exportadores de granos, dueños de los dólares de la Argentina. Entre el dólar, la inflación y la inseguridad se maneja y distorsiona el humor colectivo. Ahí se juega el contrapeso de poder en términos fácticos al gobierno electo.
En todo esto, hay un ministro que debería ser clave: Katopodis, de obra pública, con origen en el Conurbano bonaerense. El Conurbano es estratégico: origen de los votos del Frente y necesitado de obras urgentes. Cloacas, infraestructura, escuelas. En el Conurbano estratégico, en dos años se jugará la suerte del gobierno. Allí no rige el “un ser humano un voto”. Porque la subrepresentación de Buenos Aires en la Cámara de Diputados es tan escandalosa como la del Conurbano (Primera y Tercera secciones electorales) en la Legislatura bonaerense. ¿Alguien se explica por qué el gobierno de Kicillof no tiene mayoría en el Senado, luego de haber ganado con más del cincuenta por ciento de los votos? En el postergado Conurbano un ser humano no vale un voto. No creo que sea solo casualidad que allí esté la mayor cantidad de pobres y que no haya minerales o hidrocarburos. Podría ser un tema estratégico para el ministerio de Béliz, porque para hacer realidad la democracia “un ser humano un voto” tiene que ser realidad en todo el país. Es un principio que hace a la igualdad. A la democracia.
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