Poco y mal es lo que de Venezuela se sabe por estos pagos, fuera de alguna vacación de plata dulce en isla Margarita o los recuerdos del exilio durante la última dictadura de botas, sotanas y gerentes. Una cortina de hierro informativa sepulta en el conocido fango mierdoso de los medios hegemónicos los pormenores sociales y políticos de la Revolución Bolivariana iniciada por Hugo Chávez (Sabaneta, 1954 - Caracas, 2013) hace casi dos décadas. Su proximidad ideológica con la década ganada en Brasil, Ecuador, Bolivia y aquí mismo hace de toda noticia positiva un peligro tan explosivo para el tsunami neoliberal como la verdad misma. Instalada por los EE.UU. en el mismo estatuto de Corea del Norte, Irán o Libia, Venezuela queda tachada de “dictadura” al solo fin de encubrir el intento de dominio del territorio que guarda las mayores reservas petroleras del planeta y comercia con China y Rusia, archienemigos económicos de las multinacionales occidentales.
Resulta auspiciosa, en consecuencia, la flamante aparición de Mañana Será Historia, que relata la experiencia del sociólogo, poeta y periodista argentino, platense hasta el tuétano para más datos, nacido en Paris en 1984, Marco Teruggi. Residente en el país caribeño desde 2013, traza una semblanza de las clases populares venezolanas en su cotidiana lucha de defensa y profundización de una revolución de singulares características. La experiencia bolivariana aúna características del populismo, donde –resumidamente— los derechos de las mayorías son desarrollados desde el Estado hacia la clase, y de un socialismo donde una democracia participativa avanza en sentido inverso, conquistando el Estado. En la senda de Rodolfo Walsh y Jorge Ricardo Masetti, Teruggi carece de la pedantería de esterilizar su trabajo como una eyección del autoclave: se compromete con el cuerpo y las ideas, hace de la palabra un arma, participa de las asambleas, se suma a comuneros y milicianos, canta y baila la música, padece las mismas penurias de un pueblo sometido al desabastecimiento de alimentos, medicinas, elementos de limpieza, transportes, nafta (¡en el país del petróleo!) propiciadas por las fuerzas de derecha desplazadas a partir del chavismo. No es para menos, ya que uno de los principales logros alcanzados por la Revolución Bolivariana reside “en la dimensión identitaria de las clases populares. El chavismo es más que la dirigencia y las diferentes mediciones con sus aciertos y errores, es una experiencia política, de vida, organizativa, que viene transitando una parte del pueblo venezolano y permite enfrentarse a las contiendas electorales con una base que no tiene la derecha. Existe una conciencia del momento histórico, de lo que se juega, de lo que se puede perder en caso de una derrota…”
Enfrentamiento que en consonancia con la política de Chávez y, hoy, Nicolás Maduro, el autor no vacila en utilizar una caracterización no por conocida menos dura: guerra. Pues al embate de destrucción económica impulsado por los EE.UU. y sus secuaces, se suman las intentonas de golpe de Estado que incluyen el magnicidio, los grupos parapoliciales que masacran en el campo y la ciudad hasta llegar a quemar vivo al oponente, el contrabando y el mercado negro, la corrupción. Realidades que, así como en la Argentina se resignifica la palabra “desaparecido”, en Venezuela se acuña el neologismo “sicariado” para el militante popular asesinado y “estatalidad” que redefine las funciones de gobierno. Caracterización que insta a evaluar que la posibilidad de enfrentar “los ataques de guerra serían de otra magnitud con una estatalidad con capacidad productiva consolidada, una justicia en las zonas donde la corrupción se ha instalado y coincide con los planes de quienes conducen la estrategia contra Venezuela. Una coincidencia que puede explicarse por la acción de los factores de guerra para generar corrupción en áreas y territorios geográficos estratégicos”.
Crónica trazada en noventa y dos días a la manera de capítulos; jornadas que no necesariamente son de veinticuatro horas, que a cada tramo puede extenderse semanas u horas, la de Teruggi narra combates simultáneos o sucesivos en distintos frentes al modo del poeta –que lo es— al que la Historia colocó como corresponsal de guerra. Comprometido a tal punto que la escritura habla en venezolano, aplica sus palabras y modismos, utiliza las siglas habituales para referir instituciones, menta bebidas y comidas tropicales y sin embargo –pese a que no sobraría un glosario enciclopédico— ofrece un contexto que simplifica la comprensión a la ignorancia media del argentoparlante.
Jugado con abierta franqueza por la causa revolucionaria, Mañana Será Historia relata a cada paso una situación equivalente a la nota periodística, sin quedarse ahí. Trascartón aporta una sistematización de la que se desprende una fina evaluación de crítica política. Tras describir uno de los tantos intentos de golpe de Estado, Teruggi despliega: “El plan de la derecha nació flojo de papeles (…) El paro que habían anunciado como medida para escalar el conflicto fracasa. No cuentan con el respaldo de trabajadores para detener los resortes de la economía, ni con la burguesía que frene a las empresas. Los ricos pueden hacer una huelga 2.0, dejar los autos estacionados y trucar fotos, sacarlas a las seis de la mañana con las autopistas semivacías y luego retwittearlas durante la mañana para mostrar el éxito del paro. La mentira tiene patas cortas”.
A pesar de la crucial diferencia entre el estilo tropical caribeño y la melancolía rioplatense; de que la política centrada en las clases populares allí prosigue y aquí se truncó; aparte de la lucha de clases, las comparaciones resultan en diversos aspectos válidas. También necesarias, ya que las experiencias políticas pueden ser valoradas como enseñanzas, de ida y vuelta. Conocer al enemigo aparece como una instancia nada desdeñable: “Mirado desde la historia argentina se podría pensar que se está en la antesala de lo que vendría en el caso de que la derecha se hiciera con el poder político. Visto desde la actualidad colombiana se puede pensar que se proyecta algo similar a lo que ahí ocurre, con un futuro engranaje de democracia formal y asesinatos sistemáticos de las fuerzas populares, como los 156 dirigentes sociales asesinados en los últimos 14 meses, sin hablar de casos de exterminio de la Unión Patriótica en los años '80 y '90. La pregunta es: ¿qué plan tiene la derecha para Venezuela? ¿Qué lectura hacen del acumulado chavista, su arraigo territorial, popular? ¿Cómo piensan este momento de desgaste y un hipotético gobierno con ese sujeto que no han logrado quebrar? ¿Cortar el brazo de la pulseada? ¿Cuántos muertos son necesarios?”.
Observación, descripción, racconto, análisis político, constituyen la secuencia que atraviesa este diario de batalla que anuncia un mañana inscripto en una secuencia histórica, que atañe a la revolución que tiene lugar en la República Bolivariana de Venezuela en un marco, con un Marco, que no deja de implicar íntimamente a Latinoamérica toda. Entre tanto, entre tantas tareas y tanta gente, Teruggi –como nosotros— aguarda, anhela, encontrar a –o que nos encuentre— su prima Clara Anahí Mariani Teruggi, a quien le está dedicado el libro.
FICHA TÉCNICA
Mañana Será Historia
Marco Teruggi
Buenos Aires, 2018
190 págs.
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