De Napoleón a Gaza

La música que escuché mientras escribía

 

Al día siguiente de la elección presidencial se estrenó en Buenos Aires la última película de Ridley Scott, con Joaquín Phoenix en el papel de Napoleón. Recién esta semana encontré tiempo físico y mental para verla. Coincido con algunas de las críticas demoledoras que recibió en Francia. Parece una venganza inglesa contra Bonaparte.

Además, volví a escuchar la sinfonía Heroica de Beethoven, tercera de su cosecha, cuya dedicatoria a Bonaparte tachó cuando supo que se había coronado emperador. La revolución francesa, que Napoleón llevó triunfal a Europa con su ejército de masas, devenía otra cosa.

La versión que podés escuchar acá fue grabada por la orquesta de jóvenes árabes e israelíes West-Eastern Divan que crearon hace ya un cuarto de siglo Daniel Barenboim y el filósofo, literato y musicólogo palestino-estadounidense Edward Said, como el camino más modesto y original hacia la convivencia fraterna entre dos pueblos que se detestan. Su nombre fue inspirado por una serie de poemas de Goethe. Comenzó con un taller y evolucionó luego hacia una orquesta, en la cual además de músicos árabes e israelíes, tocan colegas españoles. El Reino de España, que hasta hace seis siglos fue un modelo de convivencia, financia parte de las actividades de la orquesta.

La reconstrucción de las batallas de Napoleón en la película de Scott, reiterativa, efectista, aburrida, coincidió en el tiempo con las imágenes atroces de la guerra entre Hamás y el gobierno de Israel, cuya visión cotidiana supera lo soportable. Desde la muerte de Said, en 2003, Barenboim continuó solo la obra iniciada con su amigo.

Me acordé de Said esta semana al enterarme de la muerte durante un bombardeo israelí en Gaza el 6 de diciembre del escritor y educador palestino Refaat Alareer, de 44 años. También perdieron la vida en ataques israelíes su hermano, su hermana y sus tres sobrinos, cinco de los casi 19.000 palestinos asesinados en la ofensiva de Netanyahu, sabrá Dios cuántos de ellos militantes o simpatizantes de Hamás.

Alareer también enseñaba literatura inglesa, pero no en la Universidad neoyorquina de Columbia como Said, sino en la Universidad islámica de Gaza, que fue completamente destruida. "Israel nos quiere encerrados, aislados, para llevarnos a una situación extrema. No nos quiere educados, no quiere que nos consideremos parte de la lucha universal contra la opresión. No quiere que seamos educados ni educadores", dijo poco antes de morir.

 

El profesor Rafal Alaeer, asesinado en Gaza
El profesor Rafaat Alareer, asesinado en Gaza.

 

Su amigo estadounidense judío Max Blumenthal reprodujo esta frase de Alareer: "Cuando Malcolm X estaba en la cárcel, su hermana le dijo: 'Elijah Muhammad dijo que el Islam es la verdadera religión de los negros, y que el hombre blanco es del demonio'. Pensó en todos los blancos que conoció en su vida y se dio cuenta que cada uno de ellos lo había herido de alguna manera. Esto es lo que nos pasa a nosotros en Palestina, porque nunca hemos visto a alguna persona judía que no estuviera armada hasta los dientes tratando de matarnos. Y eso hace muy difícil luchar contra el prejuicio".

Recién cuando visitó Estados Unidos conoció a judíos que simpatizaban con el sufrimiento de los palestinos. "Cuando hablás con ellos sobre sus vidas, te alojan en sus casas, conocés a sus familias, pueden instruirte más allá de lo que era posible imaginar, porque saben sobre Israel, sobre la vida judía, sobre el sionismo. El viaje a Estados Unidos me cambió en muchas formas", dijo. De regreso a Gaza, se propuso luchar contra los prejuicios engendrados por la ocupación e introdujo a los alumnos de la conservadora universidad fundada por el asesinado líder de Hamás, Ahmed Yassin, en el conocimiento de la literatura hebrea.

También les dio a leer El Mercader de Venecia de Shakespeare y los alentó a ver al avaro judío Shylock, como una figura simpática que luchaba para conservar algo de dignidad en un régimen de apartheid. Después les preguntó con qué personaje de Shakespeare simpatizaban más: Otelo, el general veneciano de origen árabe, o el judío Shylock. Uno tras otro declararon una identificación casi visceral con Shylock y este fue el momento más emocionante de su carrera de seis años como docente.  Uno de los estudiantes reescribió el célebre monólogo de Shylock, como una apelación a la consciencia del propio opresor:

"El palestino, ¿no tiene ojos, no tiene manos, órganos,

dimensiones, sentidos, afectos, pasiones?

¿No se alimenta con la misma comida

y es herido por las mismas armas,

víctima de las mismas enfermedades

y curado por los mismos remedios,

no tiene calor en verano y frío en invierno,

como el cristiano o el judío?

¿Si lo pinchan, no sangra?

¿No se ríe si le hacen cosquillas?

¿No muere si lo envenenan?

¿Si nos hacen daño, no nos vengaremos?"

 

Durante una presentación en Buenos Aires en 2005, Barenboim encomió el coraje de esos jóvenes músicos, que "están muchos años delante de la opinión pública de sus respectivos países. Tocan juntos, no porque aceptan el punto de vista del otro, sino porque lo respetan". Poco antes, al recibir un premio muy importante en el parlamento israelí, Barenboim dijo:

"A pesar de que, por ser un arte, la música no puede comprometer sus principios y de que la política, por otro lado, es el arte del compromiso, cuando la política trasciende los límites de la existencia presente y asciende a la más alta esfera de lo posible, ella puede ser acompañada por la música. La música es el arte de la imaginación por excelencia, un arte libre de todos los límites impuestos por las palabras, un arte que toca la profundidad de la existencia humana, un arte de sonidos que atraviesa todas las fronteras. Como tal, la música puede llevar los sentimientos y la imaginación de israelíes y palestinos hacia nuevas e inimaginadas esferas".

También decidió donar el premio a Israel y a Ramallah, sede de la autoridad palestina, lo cual motivó una furibunda respuesta de la ministra de Cultura.

Hace dos meses, Barenboim condenó sin atenuantes el "crimen escandaloso" de Hamás contra "la población civil israelí", pero también el "asedio israelí a Gaza", un "castigo colectivo que es una violación de los derechos humanos. Edward Said  y yo siempre creímos que el único camino hacia la paz entre Israel y Palestina" se basa en "el humanismo, la justicia, la igualdad y el fin de la ocupación, más que en una acción militar, y tengo esta convicción aún más hoy que nunca".

 

 

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